Uno de nuestros clásicos es una visita teatralizada que nos ha dado muchísimas alegrías y que se titula «Bajo la luna mudéjar». ¿De qué va? Pues abrochaos los cinturones, porque vamos a viajar hasta la ciudad de principios del siglo XVI, pero… ¡¡¡de noche!!! Misterios, asesinatos, milagros, persecuciones, enigmas, leyendas… De noche la ciudad se convierte en un laberinto oscuro y peligros0 en el que cualquier cosa puede ocurrir. ¿Os atrevéis a recorrerla a la luz de un farol?
Son las 22’00. Ya es de noche en Zaragoza, y al pie de la torre de la Seo nos espera un guía muy especial. En la mano lleva un farol para despejar las tinieblas de la noche, y junto a él hay un baúl del que irán saliendo todo tipo de sorpresas a lo largo de nuestro recorrido. ¿Habéis oído alguna vez la llamada a la oración desde el minarete de una mezquita? ¿Habéis tenido en las manos un Corán, o un antiguo libro de los Salmos? Hoy viviréis todas esas y muchas otras experiencias.
Estamos hacia 1550, año arriba o año abajo. Son «tiempos recios«, como hubiera dicho Isabel la Católica. Después de la conquista de Granada, en 1492, se acabó aquella convivencia (más o menos pacífica) entre judíos, moros y cristianos de la Edad Media. Primero vino la expulsión de los judíos, luego la de los musulmanes… «Os marcháis u os bautizáis«, aunque muchos de los que se quedaron y se hicieron cristianos siguieron practicando su religión en secreto. ¿Qué fue de ellos? Hoy vamos a conocer algunas de sus historias. ¿Sabíais que el ciego Salvador sigue recorriendo la vieja Çaragoça con sus retablo de las maravillas, contando historias increíbles? ¿O que por las callejas oscuras de detrás del Arco del Deán ronda un morisco perseguido por la Inquisición? Si venís conoceréis sus vidas, que a veces hacen reír, a veces llorar y siempre emocionarse, porque son personas como nosotros, con nuestros sentimientos, nuestros problemas…
Nos moveremos alrededor de la Seo, por el barrio de la Magdalena y por la antigua judería, por calles de nombres tan evocadores como la de la Pabostría, la del órgano o la de las cortesías. Por ellas nos iremos encontrando con sus antiguos habitantes y es probable que junto a la torre mudéjar de la Magdalena, espectacular bajo la luna, nos encontremos con una judía que sigue celebrando el sabbath a escondidas.
¿Queréis vivir Zaragoza de una forma completamente distinta? Pues no os podéis perder esta propuesta tan especial. Si sois un grupo, podéis poneros en contacto con nosotros llamándonos al 976207363 o escribiéndonos a educacion@gozarte.net, y si vais por libre podéis enteraros de cuando la volvemos a programar siguiéndonos en http://www.facebook.com/gozARTE, o enviándonos vuestro e-mail a educacion@gozarte.net si queréis recibir nuestro boletín.
El otro día los chicos de ZTV hicieron un reportaje sobre nuestro safari a la fresca. Aquí os dejo a nuestra Maribel hablando (por los codos, ella es así) de bichos, bichicos y bichejos.
Si queréis saber mucho más sobre la fauna que vive en los edificios, las calles y las plazas de Zaragoza podéis apuntaros el domingo 19 de mayo a nuestra ruta “Un safari en Zaragoza” a un precio muy especial con motivo del DÍA INTERNACIONAL DE LOS MUSEOS. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar podéis llamarnos al 976207363 o entrar aquí.
Lo confieso: me encanta Sexo en Nueva York. Más aún, soy un adicto del tipo «Me llamo Carlos y no puedo vivir sin mi dosis diaria de Sexo en Nueva York«. Tiene el tono justo para ser frívolo pero no superficial, que es lo que mola. «Sálvame» es superficial, porque hablan de cosas que no tienen la menor importancia, pero no es frívolo, porque parece que se las toman terriblemente en serio. «Sexo en Nueva York» habla de cosas tremendamente serias, pero tomándoselas de la única manera que uno puede hacerlo: a risa, que es el arma de la gente inteligente para enfrentarse a la vida. Así que no tengo ninguna intención de desengancharme.
Cuatro personalidades perfectamente lujuriosas
Sólo Marilyn (y Liz, claro) resume todos los significados de la palabra lujuria como ellas. Sexo y lujo a partes iguales y no necesariamente por este orden, hombres y champagne, por supuesto francés, teniendo claro, además, que un diamante es para siempre y es un amigo fiel (aunque te cueste algunas lágrimas y tengas la tentación de devolver el anillo, como nuestros abuelos se devolvían las cartas cuando partían peras). Ya lo decía la señorita Monroe, ¿no? «Un beso en la mano puede ser muy europeo, pero un diamante es el mejor amigo de las chicas«. Y ni ella se lo creía, claro, igual que nuestras protagonistas tampoco se lo creen, pero algunas saben que aprender consiste también en darse cuenta de que el dolor y el orgullo pasan y las piedras quedan.
La cuestión es decidir cuáles son las cosas realmente importantes en la vida, y miles de años de historia de la Humanidad, de pensadores más y menos brillantes dándole vueltas al tarro para encontrar la gran respuesta, llevan siempre al mismo punto: lo único realmente importante es ser feliz, y lo demás, cuentos. Y ahí viene lo peliagudo, decidir qué es exactamente eso de ser feliz. Y claro, nuestras cuatro amigas tienen respuestas radicalmente opuestas y completamente similares a esa pregunta. Escuchemos qué tienen que decirnos al respecto.
A tí, Charlotte, querida, ¿qué te hace feliz?
Ay, qué pregunta. Pues lo que a todos, aunque otros no se atreven a confesarlo. Una vida con la dosis justa de estabilidad y de aventura, de amor y de sexo… Yo no pido nada del otro mundo: una boda bonita, un marido guapo y rico que me quiera y me tenga como a una reina, unos niños divinos, un apartamento de lujo en Park Avenue, una suegra que no dé mucho mal, que de las otras ya he tenido… en fin, lo que todo el mundo, ya digo. Ah, y una casa en la playa, en los Hamptons, of course. Con eso me conformo, soy una chica sencilla.
¿Puedes resumir todo eso en dos o tres palabras?
Pues claro, a ver… ¿Amor, sexo y lujo está bien? Y si no, amor, amor y amor. Eso, pon eso.
Y tú, Samantha, ¿qué necesitas para ser feliz? Dinos algo que no sepamos ya
Ay, picarón, jajaja. Yo lo quiero todo, TODO, y a TODOS, ya sabes. Yo quiero hombres guapos con penes grandes y duros. Y quiero descubrir el secreto de la eterna juventud para estar siempre joven y estupenda, que eso me quita a mí la alegría, no te creas, que las patas de gallo, las cartucheras, los pechos caídos y el culo flácido son compañeros de viaje que no tengo ninguna gana de tener, y las de veinte vienen empujando y yo no me pienso apartar y dejarles el camino libre. Lo mío me cuesta, pero aquí sigo, en la brecha. Y tómate eso como quieras, darling.
¿Y el amor? Porque ya sabes que hay quien piensa que el sexo sin amor es una experiencia vacía.
Jajajaja sí, y como dice Woody Allen, como experiencia vacía es una de las mejores. Unos reprimidos todos. Y el amor… si llega, llegará, pero se sufre mucho y no sé… ¿tú crees que vale la pena pasarlo tan mal? Además, en mi vida hay mucho amor: estoy enamoradísima de mí misma, jajaja.
Te toca a tí, Miranda. ¿Qué es para tí la felicidad?
¿Y yo qué diablos sé lo que es la felicidad? Cuando salí de Harvard lo tenía claro, pero… ya no. Mira, yo siempre pensé que la felicidad era ser brillante, tener una estupenda carrera profesional y ser independiente, sin necesitar nunca el dinero de ningún hombre. Y sí, todo eso está bien, pero ¿te hace feliz? ¿Quién me iba a decir a mí que iba a babear con una criatura? ¿Y que me iba a volver loca por un camarero? ¿Y que iba a irme a vivir fuera de Manhattan para verlos felices a los dos? Chico, las cosas cambian cada día, pero cada vez tengo más claro que soy más feliz cuanto más felices puedo hacer a los que quiero.
Sólo nos quedas tú, Carrie. Sorpréndenos con tu idea de la felicidad
Pues no creo que te sorprenda, que me estoy volviendo cada día más simple en estas cosas. Hombre, me sigue haciendo feliz tener mi dinero donde lo pueda ver, o sea, colgando en mi armario, jajaja. Pero… y aquí habla la sesuda columnista… si te hubieras ido unos miles de años atrás y hubieras preguntado a cuatro cavernícolas a la vuelta de la caza del bisonte, te hubieran respondido lo mismo que nosotras. A lo mejor con otras palabras, pero lo mismo. Porque aquellos antepasados nuestros tan primitivos ya sabían lo que llevamos milenios intentando descubrir. Ellos en la cueva y nosotras en la sofisticadísima Nueva York, sabemos que lo único que nos hace felices es… el amor. Ni más, ni menos. Bueno, el amor y sus condimentos, claro. Que contigo pan y cebolla, pero las penas con pan son menos, y cuando el hambre entra por la puerta el amor salta por la ventana, así que… lujuria, pura lujuria, amor, sexo y lujo, o sea, amor, amor y amor. Y vivir la vida apasionadamente, apasionándose por una canción, un par de zapatos, un cuadro, una buena discusión, una ciudad, una copa de vino… pero siempre apasionándose. No hay más. En eso se resume la esencia de la vida. En la pura lujuria.
La expresión «como pa’una boda» se refiere exactamente a esto. Ellas saben que en una boda el único término medio posible entre estar divina y ser una hortera es «ir discreta», que es la peor de las tres opciones siempre.
Porque dicen sin tapujos lo que muchos no se atreverían ni a pensar sobre el sexo, y al mismo tiempo son súper pudorosas y hasta un poco rancias y conservadoras para otras cosas. Porque mi color preferido también es el naranja de la veuve Clicquot, esa encantadora viejecita que dedicó su vida a hacer champagne. Porque ellas también saben que sencillo y simple son dos cosas completamente diferentes. Porque visten como nadie viste y hablan como nadie habla, y al mismo tiempo son absolutamente reales… por eso me encantan. Y punto.
Y si queréis más lujuria, con motivo de San Valentín tendremos nuestra ruta UNA HISTORIA DE LA LUJURIA EN ZARAGOZA.
Cuándo – Sábado 14 a las 19’00 y domingo 15 a las 11’30
Dónde – Puerta de la iglesia de la Magdalena
Precio – 8 € (estudiantes menores de 26 años y jubilados, 7 €; parados, 4 €)
Si queréis seguirnos podéis entrar en http://www.facebook.com/gozARTE y pinchar en “me gusta”, o en twitter @gozARTE. Y ahora, os dejo unos cuantos post de nuestro blog con historias de lo más lujuriosas:
Uno de mis rincones preferidos en Zaragoza es la fuente de Neptuno, y para allí nos vamos hoy. Porque además de Neptuno hay en ella cuatro estupendos delfines, o tritones, o no se sabe muy bien qué, un poco peculiares pero fantásticos.
Tiene cara de malote, pero es inofensivo
Pero vayamos un poco atrás en el tiempo, y luego mucho más atrás. Porque, como otros monumentos de Zaragoza, esta fuente tiene vocación viajera y ha pasado largas temporadas yendo de lado a lado de la ciudad, hasta encontrar su ubicación ¿definitiva?
Neptuno, cuando vivía en la plaza de España, o de San Francisco, o de la Constitución… que todos esos nombres ha tenido
Los viajes de Neptuno comienzan exactamente en la actual plaza de España, después de los Sitios. Los franceses, que desde que entraron en febrero de 1809 hasta el final de la Guerra de la Independencia pasaron unos añitos mandando en Zaragoza, decidieron que no podía ser que aquí no hubiera fuentes (nunca las hubo, porque en las casas había pozos y no eran necesarias), y encargaron una escultura del dios Neptuno para hacer una verdaderamente monumental (el dios de las aguas en una fuente era algo de lo más normal, y no hacía mucho que en Madrid se le había dedicado otra).
Ahí está el dios de las aguas con su tridente, viendo la vida pasar
El escultor de Alcañiz Tomás Llovet hizo su escultura, pero la guerra se acabó, los franceses se marcharon (por las malas, pero se marcharon) y de Neptuno no se acordó nadie más en una larga temporada. Volvió Fernando VII de Francia y fue un subidón, luego vino el bajón cuando se negó a firmar la Constitución, luego se sublevaron los liberales y tuvo que firmar, luego vinieron a ayudarle los Cien Mil Hijos de San Luis y otra vez dijo que nones… en fin, un follón. Y entretanto tuvo no una hija, sino dos, riquísimas las dos: Isabel y María Luisa Fernanda.
«Para eternizar el primer acto de fidelidad a Dª Isabel II como princesa de Asturias, Zaragoza 1833»
Y claro, como Isabelita era la mayor, en 1833 juró su cargo como princesa de Asturias, y ese mismo año se ponía la primera piedra de la fuente, que por eso se llamo… fuente de la princesa, claro.
Así se había quedado esta zona después de los sitios. Deshechica, que diría mi abuela
Pero vamos demasiado deprisa, porque… justo donde se iba a instalar la fuente, antes había habido algo. ¿Veis este grabado? Lo que hay al fondo son las ruinas del Hospital de Gracia (más o menos, lo que ahora sería la parte del Banco de España hasta el ex-Mc Donalds), y en medio del Coso… está lo que queda de unas columnas encima de un montón de escombros. Era la Cruz del Coso, un templete que mandó construir Fernando el Católico justo en el lugar en el que habían sido martirizados, según la tradición, Santa Engracia y sus compañeros, los Innumerables Mártires (dieciocho, concretamente). Ahí llevaba unos cuantos siglos, pero después de los Sitios quedó hecho un pingo, como gran parte de la ciudad.
El caso es que fue justo en ese lugar donde se levantó la fuente de Neptuno, y claro, a las mentes conservadoras de la ciudad no les hizo ninguna gracia que, justo en el lugar donde se había derramado la sangre de los mártires, se levantase una estatua de un dios pagano y medio desnudo. Y claro, no pararon, no pararon, hasta que consiguieron echar de allí al pobre Neptuno, que no tenía culpa de nada.
Mucho monumento para una sala plaza
¿Veis algo raro en la foto? A la derecha, la fuente de Neptuno. A la izquierda, el monumento a los Mártires, la Religión y la Patria (o sea, el que hay ahora) en plena construcción (el sector más de derechas de la ciudad, encabezado por el deán del Pilar, Florencio Jardiel, consiguió que tampoco el monumento al Justicia se construyese aquí). La fuente se inauguró en 1845 y estamos en 1903, así que si echáis cuentas veréis que no les costó mucho «espachar» de allí a aquel dios pagano que a algunos les resultaba tan provocador.
¿Quién diría que esto es la arboleda de Macanaz?
La fuente pasó una larga temporada desmontada en algún almacén municipal, hasta que se montó una temporadilla corta en la arboleda Macanaz, al lado del río. Se supone que allí Neptuno estaría a gusto, con tanta agua, pero nadie le preguntó al dios y otra vez se lo llevaron de allí, y esta vez a un destino que se supone definitivo. ¿O no? Nunca se sabe en esta ciudad.
¿Os imagináis a Neptuno poniendo los brazos en jarras y arrancándose con unas buenas jotas?
Lo cierto es que Neptuno, en el parque, está como en su casa. Con esas palmeras, el Huerva a sus pies, las cotorras que no paran… está como un dios, sí señor. ¿Y sus delfines? ¿O no son delfines? En realidad, qué más da. Algunos les llaman delfines, pero entre la tersura de la piel de un delfín, tan simpático y tan majete, y las escamas, la cola, las aletas y el gesto peligrosillo de estos de aquí… hay una diferencia. Tampoco son exactamente tritones, porque estos suelen tener cola de pez y cuerpo de hombre. Pero en fin, ¿a quién le importa? Siempre podemos preguntarles a ellos como prefieren que los llamemos, ¿no?
Si queréis conocer esta y muchas otras historias no os podéis perder nuestra visita sobre las «Historias del Parque Grande», todos los sábados y domingos hasta el 7 de junio Si queréis saber más solo tenéis que entrar aquí, y para reservar podéis llamarnos al 976207363 o entrar aquí. Y si queréis conocer más historias del Parque Grande…
Anoche tuvo lugar nuestro primer paseo «Tras la sombra de los cartujos«. En una noche de tormenta, con truenos y relámpagos a lo lejos, la Cartuja Baja fue el marco ideal para un paseo de lo más especial. Como nos acompañaba Juan, nuestro reportero más dicharachero, os dejo aquí algunas de las fotos que hizo, para que os hagáis una idea de lo que podréis ver si os animáis a venir.
Al anochecer, justo antes de atravesar la portería y entrar en lo que fue la Cartuja de la Concepción
Sólo había una forma de acceder al recinto de la Cartuja, y era a través de la portería, que ha sido recientemente restaurada. Eso haremos, y entraremos a un mundo en el que el tiempo se ha detenido, y de noche casi no se oyen otros ruidos que algún perro, algún niño llorando y muy poco más.
En la plaza de la iglesia junto al único cartujo que aún queda por aquí
En la plaza de la iglesia, entre los edificios de la antigua hospedería y la procura, intentamos comprender la forma de vida tan peculiar que han elegido los cartujos.
Aunque algunos edificios del conjunto han desaparecido o están muy transformados, lo que queda sigue siendo impresionante. La experiencia no tiene nada que ver con visitar un monasterio ni con pasear por calles de un pueblo. Es una mezcla de las dos cosas, pues estamos en un lugar en el que el pasado y el presente se mezclan continuamente.
En medio del gran claustro, donde estaba el cementerio de los cartujos
El enorme claustro alrededor del cual vivían los monjes se ha conservado en gran parte, transformado hoy en un singular parque. La mole de la iglesia nos vigila mientras pisamos la tierra en la que se enterraron generaciones y generaciones de monjes.
La iglesia, imponente, asoma por encima de lo que queda de las galerías del gran claustro
En el antiguo claustrillo del refectorio
Uno de los dos claustrillos, el del refectorio, se ha conservado bastante bien, a la sombra de la iglesia y del lugar donde los monjes comían en comunidad los domingos y algunos días de fiesta.
Nos despedimos de nuestro cartujo preferido hasta el viernes que viene
Esto es una muestra de lo mucho que ofrece la Cartuja Baja. Si sois un grupo podemos organizar una visita en cualquier momento (llamadnos al 976207363 o escribidnos a educacion@gozarte.net), y si no, en este momento tenemos, todos los sábados a las 12’00, visitas a la otra cartuja zaragozana, la de Aula Dei. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar llámanos al 976207363 o entrad aquí.
Y si queréis saber más sobre los cartujos aquí os dejo algunos post de nuestro blog, y si queréis seguirnos podéis entrar en http://www.facebook.com/gozARTE y pinchar «me gusta», o entrar en twitter @gozARTE:
Seguro que conocéis este lugar, ¿no? Seguramente la Torre de Belém es la imagen más famosa de Portugal, y el mejor símbolo de la época de los descubrimientos. Por eso la UNESCO la declaró, junto con el Monasterio de los Jerónimos, Patrimonio de la Humanidad. Eso sí, por muchas veces que la hayáis visto es probable que no os hayáis fijado en este pequeño detalle.
¿Lo reconocéis? Es un rinoceronte. Pero no un rinoceronte cualquiera, ni mucho menos. Es el primero que llegó a Europa. Claro, en los barcos que volvían de Africa, Brasil, la India… no sólo había especias, sino todos los pingos exóticos que pillaban, incluidos bichejos encantadores como éste. Cuando algunos lo vieron por las calles de Lisboa pensaron en el mítico unicornio (muy cotizado, se decía que su cuerno curaba la impotencia), pero claro, entre un animalillo blanco, grácil, cariñoso, encantador y con un cuerno largo y delgado, y un rinoceronte… pues en fin, nada que ver, creo yo.
Lo más fuerte no es eso, sino otra cosa. Resulta que en Lisboa vivía un comerciante alemán, de Nüremberg para más señas, y el hombre se quedó tan impresionado con aquello que se lo contó a un amigo en una carta, describiéndolo con todo lujo de detalles. Y el amigo…
…hizo este dibujo. ¿Cómo se os queda el cuerpo? ¿Tenéis amigos así? Para no haber visto nunca al animalejo aquél, no me diréis que no es impresionante. Claro, el amigo no era cualquiera, sino Alberto Durero, el mejor pintor alemán de todos los tiempos, pero aún así, no me diréis que no tiene mérito.
Ya sabéis, si queréis conocer ésta y otras muchas historias mientras disfrutáis con la gastronomía portuguesa… no os podéis perder una auténtica cena portuguesa en el Atrapamundos(C/ Mefisto, 4), en la que os contaremos montones de historias sobre esta ciudad maravillosa mientras disfrutamos de un menú 100% portugués:
Arroz Peixe
Bacalahau a Braz
Pastéis de Belém
Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar llamadnos al 976207363 o entrad aquí. Y para que os vayáis animando, aquí os dejo unos cuantos posts de nuestro blog dedicados a Lisboa:
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