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Posts Tagged ‘visitas’

Ya estamos a 4 de febrero, San Valentín se acerca y nos enfrentamos a ese terrible dilema: ¿Qué le regalo este año? Si ya tiene una colección completa de corbatas que no  utiliza, todos los perfumes del mercado y estás hart@ de regalar flores, no te preocupes, porque tenemos la solución perfecta para ti. Este año, REGALA EXPERIENCIAS.

amantes

¿Experiencias? ¿Y eso cómo se come? Pues bien sencillo, son actividades que podéis hacer juntos y que este mes se dedican al amor. Las hemos llamado HISTORIAS DE AMOR EN FEBRERO, y son dos visitas y una cena…

  • Historias de amor en la Aljafería – Entra aquí para saber más
  • Visita al Palacio Larrinaga – Entra aquí para saber más
  • Ruta de la lujuria en Zaragoza – Entra aquí para saber más
  • Nuestra cena sobre los «Grandes dramones de amor» – Entra aquí para saber más

¿Qué os proponemos? Pues unas tarjetas-regalo con las que vais a quedar divinamente y vais a ser los más originales. Aquí os dejamos las respuestas a las preguntas que os puedan surgir:

  • ¿Hay que regalar las tres actividades? No. Podéis regalar una, dos o las tres, como prefiráis.
  • ¿Dónde se recogen? En la cafetería del Museo del Teatro Romano, en la Plaza de San Pedro Nolasco.
  • ¿Con pagar la tarjeta ya es suficiente? No. Es imprescindible que reservéis las fechas que os interesan, llamando al 976207363.
  • ¿Qué pasa si, por la razón que sea, no puedo asistir a las actividades programadas para febrero? Nada. Podéis gastar la tarjeta a lo largo de todo este año, pues todos los meses tendremos preparadas visitas y cenas distintas.
  • ¿Tiene que ser en pareja? ¿Y si yo quiero mucho a mis amigos y somos impares? Ningún problema, llámanos y te lo preparamos.
  • ¿Cuál es el precio?
    • Visita para dos – 15 € (Historias de amor en la Aljafería) o 18 € (Palacio Larrinaga)
    • Dos visitas para dos – 32 €
    • Cena para dos – 44 €
    • Cena + visita para dos – 60 €
    • Cena + dos visitas para dos – 75 €

Si queréis reservar vuestra tarjeta regalo sólo tenéis que llamarnos al 976207363 y pasar a recogerla por la cafetería del Museo del Teatro Romano.

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¿Sois de los que creen que un cementerio es un lugar deprimente? ¿O más bien pensáis que son una inyección de vitalidad? Yo estoy cada vez más de acuerdo con la segunda opción, y voy a intentar demostrarlo. Eso sí, hay que reconocer que es cierto que todo en un cementerio nos recuerda que el tiempo pasa, que nada es para siempre y que todo se convertirá «en tierra, en polvo, en humo, en sombra, en nada«, como dijo Góngora. Las tumbas abandonadas, las cruces rotas, las lápidas en las que el musgo oculta el nombre de los que están enterrados allí… Y sin embargo, al menos en teoría, en un cementerio el tiempo se ha congelado a la espera del día del Juicio Final, ese día en que el ángel del panteón de la familia Repullés de la Lata, en el cementerio de Torrero, acabará de bajar la escalera para anunciar que ha llegado la hora de abandonar las tumbas.

Las trompetas convocarán a los muertos, que levantarán la tapa del sepulcro para acudir al Juicio Final en el Valle de Josafat, como en estas pinturas de la pequeña ermita de San Miguel, situada en mitad del minúsculo cementerio de Barluenga, cerca de Huesca.

Pero mientras llega el «Día de la ira», si es que tiene que llegar, lo cierto es que cada lápida, cada esquela, cada flor que vemos nos cuentan historias que no nos dejan olvidar que la muerte viene en un abrir y cerrar de ojos, «In ictu oculi«, como pintó Valdés Leal en este terrible cuadro del Hospital de la Caridad de Sevilla. En él un indiferente esqueleto apaga con sus dedos descarnados la llama de una vela en un segundo, mientras con la otra mano sujeta la guadaña con la que segará nuestra vida y el ataúd que nos está destinado.

Igual de terrible es este bodegón de Antonio de Pereda que se conserva en el Museo de Zaragoza, y al que le cuadra perfectamente el título de «Naturaleza muerta» que se suele dar a este tipo de pinturas. Tres calaveras nos recuerdan esa frase que aparece en muchas tumbas: «Como te ves, yo me vi. Como me ves, te verás«. Y por si no quedara suficientemente claro, junto a ellas hay un reloj con la llave para darle cuerda. Tic, tac, tic, tac, tic, tac…

Tic, tac, tic, tac, tic, tac… Siempre el reloj para recordarnos que el tiempo nunca se detiene y cada vez nos queda menos, menos, menos, menos, menos… Como ese esqueleto que sale bajo la tumba de Alejandro VII mostrándonos un reloj de arena que lleva en la mano, para recordarnos que nuestro turno también está cerca y que ninguno tenemos ni idea de cuántos granos nos quedan.

O como ese otro que ve Don Juan Tenorio en los últimos instantes de su vida, en el diálogo alucinante que mantiene con la estatua del comendador, Don Gonzalo de Ulloa, a la que él mismo había invitado a cenar (mostrando muy poco respeto por los muertos):

Don Juan ¿Y ese reloj?

Estatua                                Es la medida

                         de tu tiempo.

Don Juan                            ¡Expira ya!

Estatua       Sí, en cada grano se va

                          un instante de tu vida.

Don Juan   ¿Y esos me quedan no más?

Estatua       Sí.

Don Juan          ¡Injusto Dios! Tu poder

                          me haces ahora conocer,

                          cuando tiempo no me das

                          de arrepentirme.

Estatua                                             Don Juan,

                          un punto de contrición

                          da a un alma la salvación,

                          y ese punto aún te lo dan.

Don Juan cogió al vuelo la oportunidad que se le brindó en el último momento, y gracias al amor de Doña Inés se arrepintió de todas las barrabasadas que había hecho justo en el momento en que caía el último grano en el reloj de su vida. Pero como todos tenemos el nuestro, os voy a hablar de otro reloj de arena que, lamentablemente, no os puedo enseñar porque hace tiempo que desapareció. Estaba en el cementerio de Torrero, al pie de esta impresionante escultura:

Estamos en 1907 y Enrique Clarasó, uno de los mejores escultores funerarios que ha habido en España, nos dejó aquí una obra magnífica hecha para la familia Gómez y Sancho (propietaria de un almacén de tejidos que estaba en la calle Manifestación y que cerró hace no mucho): El Tiempo pasa las hojas del libro de la vida.  Un anciano calvo y de larga barba, que mira no sabemos dónde, tiene entre sobre sus rodillas un gran libro cuyas hojas va pasando sin mirarlas siquiera…

Eso sí, las hojas del libro de la vida no se pasan y ya está. ¿Acaso es posible releerlo? No, porque cada minuto que vivimos pasa para siempre, no hay vuelta atrás, y por eso cada hoja que pasa la arruga entre sus manos y la arranca (la haya leído o no), arrojándola al suelo. ¿Queréis ver una de ellas? Pues aquí la tenéis. «Breves son las horas de los hombres«, dice, una cita del libro de Job que nos sigue recordando que el tiempo pasa inexorablemente.

Clarasó se inspiró para esta espectacular escultura en otra no menos impresionante, que casualmente también se hizo para una tumba: el «Moisés«, hecho por Miguel Angel para la del Papa Julio II a principios del siglo XVI. El mismo anciano de largas barbas, la misma torsión del cuerpo, la misma mirada dirigida al infinito… pero contemplando algo distinto. En el caso de Moisés, seguramente el terrible poder de Yahvé después de entregarle las tablas de la ley en el Sinaí, o quizá a los israelitas adorando el becerro de oro; en el caso del Tiempo, quizá esté contemplando la eternidad y le baje un escalofrío por la columna vertebral al darse cuenta de lo que eso significa. Siempre, siempre, siempre, siempre, siempre… sin la consoladora posibilidad de un final.

El Moisés es pura tensión y movimiento, aunque debido a su colocación en la tumba solo podemos verlo de frente y en parte desde los lados. En cambio la escultura de Clarasó está colocada en el centro, de forma que podemos girar alrededor de ella y cada punto de vista nos cuenta nuevas cosas.

¿Cuántas hojas quedan en nuestro libro? ¿Cuántos granos quedaban en el reloj de arena que estaba a los pies de la escultura? No lo sabemos, nadie lo sabe, y por eso cada una de las tumbas que vemos en un cementerio nos está gritando que aprovechemos el tiempo que nos quede, sea mucho o poco, y que disfrutemos de ese inmenso regalo que es la Vida, con mayúsculas. Y por eso los cementerios son una enorme inyección de optimismo, porque uno sale de ellos sintiéndose mucho más vivo que cuando entró y deseando exprimir al máximo las posibilidades de cada segundo. Lo único malo es lo pronto que se nos olvida. ¿O no?

Y si queréis pasar UN OTOÑO DE MUERTE con nosotros, recorriendo el cementerio y muchos otros rincones desconocidos de nuestra ciudad, disfrutando con los versos del Tenorio y descubriendo las historias de los zaragozanos «del otro lado», tenemos un montón de propuestas para vosotros. Entrad aquí y las encontraréis, o si lo preferís llamadnos al 976207363 y os las contaremos.

Y si queréis leer otros post de nuestro blog dedicados a este tema, aquí os dejo unos cuantos:

Drácula, Don Juan, el Amor y la Muerte

El triunfo de la Muerte… y los nuestros

La Belleza y la Muerte

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El Pilar es el edificio más visitado de Zaragoza y, probablemente, el menos conocido. Suena chocante, ¿verdad? La extraordinaria atracción de la Virgen del Pilar hace que el resto del edificio quede prácticamente en sombra y no le hagamos mucho caso. Es verdad que de esa situación se salva Goya, y en todo caso las bombas, pero poco más.

Santa Capilla

Pues bien, para acercarnos a descubrir este increíble lugar, su historia, sus tradiciones, sus leyendas, sus tesoros artísticos… y sobre todo, para intentar comprender el origen de esa relación tan estrecha, íntima, entrañable y peculiar que tiene Zaragoza con la Virgen del Pilar, hemos preparado una visita muy especial en la que recorreremos detenidamente el edificio, su historia, sus tradiciones y leyendas, sus obras de arte…

Cuándo – 4 y 11 de octubre a las 11’00, y 6, 8 y 10 de octubre a las 18’00

Dónde – Puerta principal del Pilar (junto al Ayuntamiento)

Precio – 8 € por persona (jubilados y estudiantes menores de 26 años, 7 €; parados, 4 €)

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

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El 2 de mayo de 1808 el pueblo de Madrid se levanta contra los franceses, y esa misma tarde los dos alcaldes de Móstoles lanzaron un bando en el que llamaban a la insurrección contra el invasor. Tres semanas después los zaragozanos se echaban a la calle e iban a la Capitanía General a pedir armas para defenderse. Al día siguiente Palafox tomaba el mando y se ponía rápidamente a organizar la defensa de la ciudad. El 15 de junio los franceses estaban a las puertas de Zaragoza, convencidos de que sería cosa de uno o dos días. El resto lo conocemos todos: la ciudad se defendió con uñas y dientes durante dos terribles Sitios en los que murieron más de 50.000 personas.

Con motivo del Día de la Mujer, el próximo 8 de marzo, hemos programado una ruta en la que hablaremos del papel de las mujeres durante aquellos meses de 1808 y 1809. Agustina de Aragón, Casta Alvarez, la madre Rafols, la condesa de Bureta, María Agustín y muchas otras no se limitaron al papel que les asignaba aquella sociedad tradicional, sino que se echaron a las armas y lucharon por defender lo suyo y a los suyos hasta el punto de que Goya llegó a exclamar en uno de sus grabados: «Y son fieras». Pues bien, hoy vamos a conocerlas un poco mejor, y para ello vamos a descubrir algunos lugares poco conocidos pero fascinantes. Empezaremos por el magnífico monumento de la plaza del Portillo y de allí nos iremos al Museo de la Madre Rafols, en el que podremos ver una reconstrucción de su habitación, su botijo milagroso (al que nunca le faltaba agua), un maletín con instrumentos quirúrjicos de los que se utilizaban en el Hospital de Gracia en época de los Sitios… y la preciosa iglesia del Noviciado de Santa Ana en la que se encuentran su tumba y la del padre Bonal, héroe de los Sitios como ella. De allí nos iremos al Hospital Provincial (heredero del Hospital de Gracia, desaparecido en la Guerra de la Independencia), donde además de la iglesia veremos la cripta, en la que están enterradas algunas de las monjas que murieron en la defensa de la ciudad.

Y por cierto, se me olvidaba: en el camino nos encontraremos con algunas de aquellas mujeres y también con sus descendientes, que nos contarán como la sangre de las heroínas de los Sitios sigue corriendo por las venas de las zaragozanas actuales.

Cuándo – 5 y 7 de marzo a las 10’30

Dónde – Monumento de la Plaza del Portillo

Precio – 12 € (10 € para jubilados y estudiantes menores de 26 años, 7 € para parados)

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

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