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Posts Tagged ‘Visitas dinamizadas’

En 1550 Gabriel Zaporta, con motivo de su matrimonio con Sabina Santángel, inauguró un espléndido patio en la casa que tenía en pleno centro de Zaragoza. Como era rico hasta decir basta se pudo permitir el lujo de decorarlo de arriba a abajo, sin dejar ni un centímetro libre. Los envidiosos seguro que pensaron que eso era de nuevo rico, que al fin y al cabo aquello estaba un poco «demodé» y que lo que se llevaba entonces era un rollo mucho más sobrio y monumental (no pobre sino austero, que no es lo mismo). Eso sí, qué queréis que os diga: a él le dio igual. Y lo mismo cuando se hizo su capilla para enterrarse en la Seo, donde también tiró la casa por la ventana. Seguro que pensó aquello que decían nuestras abuelas: «Ya que sea, que se vea«. Pues eso, que se note dónde hay dinero. Y vaya que si se notó.

Docenas de historias se esconden en este fastuoso patio

Espectacular, ¿no? Pues eso no es lo mejor. Lo que de verdad es impresionante es que todas y cada una de esas imágenes están ahí por algo, para contar una historia. O muchas historias que forman una sola, más bien. Una historia de amor, para empezar, porque al fin y al cabo el patio se había hecho con motivo de un bodorrio, ¿no? Y ahí están los ocho planetas que entonces se conocían del sistema solar representados en cada una de las columnas, y colocados tal y como estaban el día de la boda. Pero también una historia de ambición, porque sólo una ambición desmedida había podido llevar a Gabriel Zaporta a conseguir que Carlos V le concediera un título de nobleza. El, que era de familia de judíos conversos (igual que su mujer) no hubiera podido ni soñarlo. ¿Cómo lo logró? Pues prestando dinero al Emperador, que andaba siempre de campaña en campaña y el pobre tuvo problemas económicos toda la vida.

Un cóctel de amor, poder, lujo y ambición. ¿Se puede pedir más?

Agradecido no se puede decir que no fuera, porque en el patio se hinchó de hacerle la pelota a Carlos V, comparándolo con los grandes guerreros y reyes de todos los tiempos (Julio César, Alejandro Magno, Fernando el Católico…) y sobre todo con Hércules, que no se trataba de quedarse corto.

Gabriel Zaporta y Sabina Santángel agazapados en el alero mientras observan a los visitantes

En fin, un estupendo cóctel de amor, poder, ambición y lujo a partes iguales que ahora podemos descubrir gracias a Ibercaja, que fue quien recuperó el patio para Aragón (después de la demolición de la casa había sido desmontado y comprado por un anticuario de París, que lo montó en un muelle del Sena e instaló allí su tienda).  Y es precisamente Ibercaja la que ha tenido una iniciativa estupenda: hacer unas visitas en las que no sólo veremos el patio, sino que… ¡¡¡subiremos a la galería de la primera planta!!! ¿Os imagináis pasear entre esos arcos, como aquellas gentes del Renacimiento? Pues ahora podéis hacerlo.

Cuándo – Sábados a las 18’00

Dónde – Puerta del centro de Exposiciones y Congresos de Ibercaja, C/ San Ignacio de Loyola.

Precio – 10 € por persona

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

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Desde que recuerdo he oído a mi madre decir que voy como el tocinico de San Antón, o sea, como vaca sin cencerro. Y la cuestión es: ¿qué haría el pobre tocino de San Antón para que nuestras madres lo tengan tan presente? Y sobre todo, ¿por qué San Antón tenía un tocino «que le dan sopas y vino y le dicen borrachón»? Lo primero de todo, y antes de empezar, ¿dónde podemos ver a San Antón con su tocino en Zaragoza? Pues sobre todo en la iglesia de San Pablo (donde está su cofradía) y especialmente un día al año, el 17 de enero. Luego contamos lo que pasa allí, porque es una auténtica fiesta.

17 de enero, San Antón sale a las calles del barrio de San Pablo

Este San Antón nació en Egipto y era casi de la quinta de Cleopatra, porque nació hacia el año 250. Con la herencia que le dejaron sus padres tenía para un buen pasar, pero al hombre le dio por retirarse al desierto y hacerse ermitaño, que por lo visto lo iba esto de la soledad (con deciros que los primeros años se los pasó durmiendo en una tumba vacía, os lo digo todo). La cuestión es que al demonio no le hacía mucha gracia ver a un hombre tan virtuoso, y se puso rápidamente a la faena de tentarlo. Pero que si quieres, San Antonio aguantando como un jabato sin hacer ni caso a ninguna de las tentaciones: ni mujeres, ni riquezas, ni ná de ná. El a lo suyo, a rezar y rezar todo el día.

Cómo veis el demonio se lo curraba, pero San Antonio erre que erre, aguantando lo que le echaran

De todas maneras, que estuviera retirado en el desierto no quiere decir que el hombre no tuviera contacto con nadie. Se hizo una excursión, por ejemplo, a visitar a otro ermitaño, Pablo el Simple, que tan simple no sería porque se las había ingeniado para que cada día un cuervo le llevara un pan en el pico, y así iba tirando. Pues bien, el cuervo también debía ser agudo, porque ese día, como se olió que había visita en vez de un pan llevó dos. ¿Qué os parece? Pues así se lo imaginó Velázquez.

San Antonio Abad, San Pedro Ermitaño y el cuervo panadero

Pero no queda ahí la cosa. No sé si veréis que al fondo del cuadro aparece San Antonio (de negro) enterrando a San Pablo (de blanco). Pues bien, no lo hizo solo. Le ayudaron un par de leones y otros bichos de por allí, y por eso se convirtió en patrón de los animales (y de paso de los sepultureros también). También cuentan que un día se le acercó una jabalina con sus jabatos, que eran ciegos. San Antonio los curó, y desde entonces la jabalina siempre estuvo con él para defenderle de lo que fuera. Y aquí viene la pregunta: ¿por qué no se le representa ni con el cuervo, ni con los leones ni con la jabalina, sino con un cerdo? Pues es por una cosa un poco simbólica, porque como el cerdo es un animal impuro el santo aparece así como dominando las impurezas, el pecado y todas esas cosas. Un poco peculiar la relación, pero…

San Antón con su tocino

Mucho tiempo después de su muerte, hacia el año 1100, nació la orden de los Hermanos Hospitalarios de San Antonio para cuidar a los que sufrían de un herpes que se llegó a conocer como «fuego de San Antonio». La fundó un noble francés, agradecido por haberse curado milagrosamente gracias a las reliquias del santo. En Zaragoza tuvieron un hospital donde ahora está la plaza de San Antón (entre el Mercado Central y San Juan de los Panetes, aunque no es muy conocida porque más parece un patio de manzana que una plaza pública). Y aquí viene la segunda relación con el tocino, y la explicación a la frase de mi madre. Para mantener el hospital había que hacer un poco de todo, y concretamente se compraba cada año un tocino que se dejaba suelto, para que los vecinos del barrio le fueran echando de comer lo que tuvieran. El tocino iba de lado a lado mientras se iba engordando, pasaba la noche en la casa que le pillaba más a mano y se iba con el primero que pasara, hasta que cuando llegaba enero se organizaba una rifa, y con los beneficios el hospital tiraba un poquillo. Algo parecido se hacía en muchos pueblos, y de ahí viene lo de ir como el tocinico de San Antón.

Bendiciendo a los animales en San Pablo. Perros, iguanas, tortugas, gallinas, peces de colores… menuda fauna la del barrio de San Pablo el 17 de enero por la mañana

Pero aún hay más, que este tema da mucho de sí. ¿Recordáis que San Antón es el patrón de los animales? Pues el día de su fiesta, 17 de enero, hay bendición masiva. ¿Nunca habéis estado? Pues el año que viene no os lo perdáis, porque os va a encantar. Primero misa «zoológica», o sea, con todos los bichos por la iglesia. Luego bendición, que es lo que se ve en la foto de arriba y en la de abajo. Todo el mundo con sus bichos y el párroco de San Pablo dale que te pego al agua bendita.

«Aquí, mosen, aquí»

Después procesión por el barrio, con banda de música incluida, y luego bailoteo. Lo dicho, no os lo perdáis. A mí es una de las tradiciones zaragozanas que más me gusta, y no falto nunca. Y si tenéis algún bicho, sea perro, gato, conejo o sardina rancia, llevaoslo, que un buen chorro de agua bendita nunca le ha echo mal a nadie.

Si queréis saber mucho más sobre la fauna que vive en los edificios, las calles y las plazas de Zaragoza podéis apuntaros el domingo 19 de mayo a nuestra ruta “Un safari en Zaragoza” a un precio muy especial con motivo del DÍA INTERNACIONAL DE LOS MUSEOS. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar podéis llamarnos al 976207363 o entrar aquí.

 

Tarde de toros

El león de San Marcos, un trozo de Venecia en Zaragoza

El perro de San Roque no tiene rabo

El caballo de Palafox 

El caballito de la Lonja

Los ¿delfines? de Neptuno

Los gallos de las veletas… y algún otro

El león del Batallador

La cierva de San Gil

Los camellos de la Seo

El dragón de San Jorge

Leones de colores

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Allá por el siglo VII nació Gil en Atenas, en una familia de posibles. El chico salió listico y se dedicó a estudiar, pero un buen día decidió dejarlo todo y repartir entre los pobres la herencia de sus padres. Y claro, Dios debió pensar que había que tener un detalle con el chico, que había sido muy majete, y lo hizo milagrero. Pero sin especialización, podríamos decir, porque lo mismo calmaba una tempestad que te organizaba una lluvia de rosas en un momento o curaba a un enfermo de epilepsia, que para esto en concreto tenía mano de santo (vamos, que esta enfermedad se acabó conociendo como «mal de San Gil» en la Edad Media, no os digo más). El caso es que se hizo tan famoso con todo aquello que al pobre hombre no lo dejaban en paz, y como llevaba fatal el peso de la fama decidió emigrar a algún lugar donde no le conocieran. Y como lo mismo le daba un sitio que otro con tal de que estuviera bien lejos se fue a Francia, como se podría haber marchado a cualquier otro lugar.

Aquí tenemos a San Gil con su flecha y su cierva. ¿Que por qué? Seguid leyendo, impacientes

El caso es que nuestro personaje de hoy hizo lo que hubiera hecho cualquiera, porque en vez de irse a Bretaña o a Normandía, que llueve siempre y hace un frío que pela, se instaló en el sur, que es otra cosa, y fundó un monasterio. Pero claro, el hombre no podía evitar llamar la atención, todo el tiempo venga a hacer milagros y claro, la gente encantada. Así que un buen día decidió que ya valía, que él quería estar solico y rezando sin parar, así que se retiró a una cueva, en un bosque en el que no había nada que comer. ¿Preocupante? Pues claro que no, que éstas cosas siempre tienen solución. Una cierva iba todos los días, sin faltar uno, a darle leche.

Aquí tenemos a San Gil con su cierva en Zaragoza, encima de la puerta de su iglesia

El caso es que un día pasó por allí un cazador que no esperaba encontrarse a nadie por aquellos parajes, y sin querer le pegó un flechazo. Pero claro, como no hay mal que por bien no venga. Vino a resultar que aquel hombre era el rey visigodo (Wamba, para más señas), y claro, para pedir disculpas de alguna manera por haberle pegado semejante susto le ofreció un terrenito para construir un monasterio. Y chico, pues que sí, que venga, que se puso a fundar una abadía como quien no quiere la cosa. Y como él hombre era modesto no se la iba a dedicar a sí mismo, claro, que eso está feísimo, y se la dedicó a San Pedro y San Pablo. Con el tiempo, y después de que él muriera, ya vendrían otros que cambiarían la advocación y se la dedicarían a él. Vamos, aquello de desvestir a un santo para vestir a otro, que se ha hecho toda la vida.

La flecha en todo el pecho, pero ¿qué era eso para San Gil? Pan comido. Ya veis que ni se inmuta

La verdad es que no sabemos en que año murió, porque entre la alimentación tan variada que llevaba, los flechazos y unas cosas y otras este hombre tenía una esperanza de vida un poco limitada, pero lo que sí sabemos es que se le enterró en el monasterio que había fundado. Andando el tiempo el edificio se transformó en lo que es hoy, y allí sigue el sepulcro. Eso sí, un poco vacío, la verdad. En principio lo enterraron entero, claro, pero en el siglo XVI se llevaron los restos a Toulouse (poco podía quedar casi 800 años después de que se muriera, ¿verdad?), dejando allí una cosa testimonial y nada más.

La abadía que fundó San Gil se convirtió en un edificio magnífico con el tiempo. Está en Francia, en un pueblo que se llama Saint Gilles du Gard

De la cierva, en cambio, no sabemos nada. Suponemos que moriría la pobre, pero nada más.

Si queréis conocer la iglesia de San Gil en Zaragoza, no os podéis perder la visita que tenemos preparada, los viernes a las 20’30 hasta el 19 de septiembre. Si queréis más información o reservar llamadnos al 976207363 o entrad aquí. Y si queréis conocer más sobre la Fauna zaragozana, aquí os dejo unos cuantos posts de nuestro blog:

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El león de San Marcos, un trozo de Venecia en Zaragoza

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