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Posts Tagged ‘Renato Carosone’

Hoy me he levantado con ganas de música, de fiesta y de verbena, que aún queda verano por delante. Y aquí estoy dándole vueltas a una pregunta esencial para la Humanidad. ¿Cuál es la canción italiana más famosa de todos los tiempos? Seguro que cada uno de vosotros tiene una respuesta, pero hay algunas en las que coincidiríamos todos:

  • «Felicitá» – Cuando aún eran felices y comían perdices, Al Bano y Romina ganaron el segundo premio en San Remo con esta canción en 1981.
  • «Azzurro» – Aunque no la compuso, Adriano Celentano fue quien la hizo famosa en 1968. Todavía sigue triunfando de verbena en verbena.
  • «Nel blu dipinto di blu» – conocida universalmente como «Volare» (más bien, «Volare o-o-o-o«). Domenico Modugno, el padre de los cantautores italianos, ganó con ella el festival de San Remo en 1958.
  • «Torna a Surriento» – se compuso en 1902 para la visita a Sorrento del presidente del consejo de ministros (con la intención de ablandarle el corazón y sacarle algún favorcillo). Os dejo una versión popular.
  • «O sole mio» – pocas canciones compuestas en 1898 tienen tan buena salud. La ha cantado todo el mundo, pero el que más famosa la hizo fue ni más ni menos que Enrico Caruso, el grandísimo tenor.
Podría haber otras en esta selección, pero no me negaréis que estas cinco son conocidas en el mundo entero. Pues bien, dos de ellas, probablemente las más famosas (junto con «Volare«, todo hay que decirlo) son canciones populares napolitanas, con más de un siglo de antigüedad y una salud de hierro. Y eso que, intencionadamente, no he puesto ninguna de Renato Carosone, como «Questa piccolissima serenata» o «Tu vuo fa l’americano«, que desde luego se lo hubieran merecido… En fin, y aquí es donde quería llegar yo: decir «canción italiana» es, la mayor parte de las veces, decir Nápoles.
Y es que Nápoles es la verdadera Italia. O por lo menos la de los tópicos que todos tenemos en la cabeza y que no tienen nada que ver con la gris e industriosa Milán. Nápoles es música, desde la ópera (especialmente si la canta el napolitanísimo Enrico Caruso) hasta la canción más popular.

Polichinela

Canciones populares napolitanas hay ya desde la Edad Media, pero no será hasta el siglo XVII cuando nazca la tarantela (un baile de movimientos muy vivos cuyo nombre parece que viene de la ciudad italiana de Tarento, y no de la creeencia de que bailarla era la única curación posible para una locura que producía la picadura de la única gran araña europea, la tarántula). La tarantela ya tiene la primera característica de la mayoría de las canciones napolitanas: es alegre y vitalista. Para que lo comprobéis, aquí os dejo una compuesta en el siglo XIX por Rossini.
Segunda característica: son canciones para cantar en solitario, generalmente por un hombre. Y aquí la influencia hay que buscarla en las arias de ópera, los momentos en los que los cantantes se lucían cantando en solitario. La ópera buffa (de argumento cómico) había nacido en Nápoles en el siglo XVIII, y por influencia suya las canciones populares se volvieron mucho más teatrales (todo en Nápoles es teatral: no hay más que ver cómo gesticulan compradores y vendedores en cualquier mercado).
Seguimos con la ópera, porque el que hizo famosa la canción napolitana en todo el mundo fue el grandísimo tenor Enrico Caruso, que las grabó en disco y solía cantarlas en el Metropolitan Opera House de Nueva York cuando le pedían bises. Para que quede claro que la relación con la ópera sigue viva, aquí tenéis a Pavarotti cantando mi preferida: «Funiculi, funicula«. La canción se compuso en 1880, cuando se inauguró el funicular. ¿Os imagináis toda esa gente con sus sombreros, tan elegantes, y silbando aquello de «funiculí, funiculá, funiculí, funiculá…«?
En 1830 ocurrió algo fundamental: nació el festival de canciones napolitanas de las fiestas de Santa Maria di Piedigrotta (muchísimo antes que San Remo o Benidorm, que nacieron en 1951 y 1959 respectivamente). En aquella época el nacimiento de las editoriales permitió que se rescataran del olvido montones de canciones, que los músicos ambulantes cantaban por la calle. El festival fue esencial para su difusión y también para que los mejores músicos se dedicaran a componer otras nuevas, y de ahí que aquellos años fueran una auténtica edad de oro. De ese período son «O sole mio», «Torna a Surriento» o «Funiculi, funicula», tres de las más populares. El otro gran momento tuvo lugar después de la II Guerra Mundial, cuando Renato Carosone enriqueció la canción napolitana con ritmos procedentes del jazz, la música africana… creando canciones animadas, divertidas y muy bailables que se convirtieron en auténticos éxitos internacionales. ¿Un ejemplo? «Mambo italiano«.
¿Queréis conocer más historias sobre Nápoles? Pues podéis participar en nuestras cenas napolitanas, los martes 7 y 21 de agosto y el 4 de septiembre. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar podéis llamarnos al 976207363 o entrar aquí. De momento, os dejo unos cuantos post de nuestro blog para que os vayáis animando a disfrutar de Nápoles con nosotros.

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Os suena este nombre, ¿no? A lo mejor no le ponéis cara, pero casi seguro que le ponéis música. Os doy una pista: aquellas verbenas de pueblo de cuando éramos adolescentes, aquellas orquestas que (gracias a Dios) aún no conocían Operación Triunfo y tocaban los grandes éxitos de ayer, hoy y siempre… y sonaba esto.

¿Qué? Os trae recuerdos, ¿no? A mí, muchísimos. Esta canción me huele a noche de verano como ninguna otra. En Nápoles o en mi pueblo, da lo mismo, porque Renato Carosone tuvo tal éxito que sus canciones se escuchaban (y se escuchan) en medio mundo.  Seguramente nadie le hubiera dicho a su «mamma» cuando el chiquillo nació allá por 1920 que su Renato iba a tocar en el mismísimo Carnegie Hall de Nueva York, pero enseguida empezó a apuntar maneras. Con 17 añicos ya tenía el título de piano, y enseguida consiguió un contrato como director de orquesta para una gira por Africa. Cuando acabó se quedó como pianista en Addis Abeba, lugar exótico donde los haya. ¿Qué pintaba allí? Pues todo tiene su explicación. Unos años antes a Mussolini le había dado por conquistar Etiopía y aquello estaba lleno de italianos. Diez años se pasó por aquellas tierras, y al final volvió a Italia después de la II Guerra Mundial.

Guapo, lo que se dice guapo, no era. Pero tenía cara de graciosico, ¿verdad?

Después de diez años en el extranjero en Italia no le conocía nadie, claro. Así que otra vez a empezar, tocando el piano con pequeñas orquestas de baile, algo para lo que siempre había trabajo. La Italia de finales de los 40 era muchísimo más liberal que España (justo al revés que ahora). Aquí el baile agarrao se consideraba pecado casi mortal (cuando los obispos lo nombraban en sus sermones, que era casi siempre, era como si estuviesen hablando del Apocalipsis, poco más o menos), y allí se aplaudían los escotes de la Lollo y Lucía Bosé ganaba el concurso de Miss Italia, Fellini rodaba «La dolce Vita», Sofía Loren estaba a punto de ganar el primer óscar que se daba a un actor por una película de habla no inglesa…

Anita Ekberg bañándose en la fontana de Trevi, Audrey Hepburn lanzando la moneda de espaldas en «Vacaciones en Roma»… todo alegría y felicidad

Pues bien, fue Renato Carosone quien puso banda sonora a aquella Italia feliz. Pronto le encargaron crear una banda para la inauguración de un local, y aquel «Trío Carosone» sería el germen de su orquesta, y pronto llegaron sus grandes éxitos. El primero, inolvidable, «Tu vuò fa’ l’americano», una de las canciones más versionadas (aún hoy) del siglo XX. Seguro que queréis oirla y bailar un poco, ¿no? Pues adelante, pinchad aquí.

Y a partir de aquí todo éxitos, incluyendo una gira que les llevaría desde La Habana hasta el mismísimo Carnegie Hall de Nueva York, un lugar que supone la verdadera consagración de cualquier gran artista. Tres años después, cuando estaba en pleno éxito, se retiró durante quince años a pintar, pero en 1975 volvió a la carga. Y fue en esta etapa de su carrera cuando compuso, para una gira por España, la canción que seguramente fue su mayor éxito: «Torero«. Se tradujo a doce idiomas y estuvo catorce semanas en el número uno de las listas de éxitos de Estados Unidos, que se dice pronto. Con ella os dejamos, y si os entran ganas de bailad… no las reprimáis. Seguro que Renato os acompaña tocando el piano desde su tumba.

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