Si nunca habéis visitado la «Antiga confetaria: casa dos pastéis de Belém», haced el favor de coger el primer tren, avión o bicicleta que pase y corriendo para allí. Eso sí, no cometáis el error típico de los principiantes y pidáis uno, que estoy a régimen. Media docena es lo mínimo para quedarse satisfecho, porque esto es como en el anuncio: «pruebe uno y no quedará ninguno».
Uno llega a la «Casa dos Pastéis de Belém», se sienta, pide, come… sin saber que hay algo inquietante detrás. El secreto de la receta, que tiene más de doscientos años… ¡¡¡sólo lo conocen tres personas en el mundo!!! Y se preparan, durante dos días, en un lugar conocido como «oficina do segredo». ¿Os imagináis a tres abueletes bicentenarios dale que te pego al rodillo día y noche? Algo así como la Coca-Cola, pero en versión artesanal y muchísimo más rico.
La historia empezó hace dos siglos y pico entre las paredes de un convento. Ya se sabe que las monjas, para esto de los dulces, tienen mano de santo, valga la redundancia. Pero si os imagináis a las hermanas de aquel santo lugar con las manos en la masa, tendré que desilusionaros. Ellas ejercían más bien de… supervisoras, llamémoslo así. Para el duro trabajo de cada día tenían un panadero, que ellas eran unas monjas muy señoras y la harina mancha cantidad. La cosa es que ahí estaban, venga a comer pasteles y viviendo como reinas, cuando de pronto, y sin comerlo ni beberlo… estalla la revolución, chica, qué inoportuna, y yo con la toca de medio lao. En fin, que tuvieron que salir por pies, y el panadero… se quedó en el paro, pero con la receta, que menos da una piedra.
Total que un día pasaba por allí un empresario brasileño y oye, que era un tío rumboso y se la compra. Los descendientes del panadero aún no han parado de darse cabezazos contra cada pedrusco que encuentran, porque los tatatatatataranietos del brasileño venden… ¡¡¡Unos 10.000 pasteles al día!!! Lo he escrito bien, diez mil, no se me ha escapado ningún cero. Nosotros hemos intentado sobornar a los tres guardianes del secreto, pero claro… no ha habido forma. Así que Jorge Cano, el fantástico cocinero del Atrapamundos, se ha tenido que estrujar el cerebro para llegar a algo que no es igual, igual (eso hubiera sido un milagro), pero que está rico, rico.
Ya sabéis, si queréis conocer ésta y otras muchas historias mientras disfrutáis con la gastronomía portuguesa… no os podéis perder una auténtica cena portuguesa en el Atrapamundos(C/ Mefisto, 4), en la que os contaremos montones de historias sobre esta ciudad maravillosa mientras disfrutamos de un menú 100% portugués:
- Arroz Peixe
- Bacalahau a Braz
- Pastéis de Belém
Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar llamadnos al 976207363 o entrad aquí. Y para que os vayáis animando, aquí os dejo unos cuantos posts de nuestro blog dedicados a Lisboa:
San Antonio, pesetero y casamentero
Sao rosas: la historia de Santa Isabel
Debe estar conectado para enviar un comentario.