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¿Quién no recuerda “Pretty Woman”, aquella historia en la que un millonario y una prostituta se acaban enamorando? Hay un momento en el que él la viste de gala, la lleva a la ópera y cuando están esperando a que empiece la función le dice: “La reacción de la gente la primera vez que ve una ópera es muy espectacular: o les encanta, o les horroriza. Si les encanta será para siempre, y si no, pueden aprender a apreciarla, pero jamás les llegará al corazón”.

Las cosas nunca son tan simples, claro, pero a la protagonista de la película le emociona la historia que ve. Por cierto, ¿cuál es? No podía ser otra que “La traviata”, de Giuseppe Verdi, la ópera más representada en el mundo, que trata precisamente de la historia de una mujer “traviata”, extraviada, perdida y sin rumbo, al menos para la estrecha moral de aquella época. En pocas palabras, una prostituta que disfruta de cada instante de la vida hasta que un día, sin esperarlo, se enamora y es correspondida. ¿Una historia feliz? No, eso hubiera sido un escándalo, pues las gentes biempensantes solo podían aceptar a una cortesana en escena si al final acababa pagando por lo que había hecho. La pobre Violetta acabará muriendo en los brazos de su amado Alfredo, pero… no adelantemos acontecimientos.

Dumas

¿Qué le había inspirado a Verdi esta historia? Antes de entrar al tema es necesario recordar que Verdi se había quedado viudo muy joven, y poco antes de que muriera su esposa lo habían hecho sus dos hijos, un niño y una niña. Aquello le dejó sumido en una profunda depresión, pero poco a poco consiguió salir gracias al trabajo. Unos años después conoció a una diva de la ópera que ya empezaba a estar de capa caída, Giuseppina Strepponi, y empezaron una relación que duraría hasta la muerte de ella, tras más de cincuenta años juntos.

Giuseppina, cuando todavía era una diva y triunfaba sobre los escenarios de media Europa

Giuseppina, cuando todavía era una diva y triunfaba sobre los escenarios de media Europa

Estando en París con Giuseppina fueron al teatro a ver La dama de las camelias. La había escrito Alejandro Dumas (hijo), tras alcanzar un enorme éxito con la novela del mismo título. En ella se inspiraba en su relación con una famosa cortesana, Marie Duplessis, que en su corta vida había tenido docenas de amantes que le proporcionaron todos los lujos posibles salvo uno: el amor. El mismo Dumas la había abandonado, despidiéndose de ella con una carta que empezaba diciendo: “No soy lo bastante rico para amarte como quisiera, ni lo suficientemente pobre para ser amado como quisieras tú”. Ella murió a los 23 años, y de todos sus antiguos amigos y amantes sólo la acompañaron dos al cementerio, en medio de una soledad como sólo París puede hacer sentir.

Marie Duplessis, poco antes de morir con 23 años

Marie Duplessis, poco antes de morir con 23 años

Dumas, impresionado por aquel final, cogió aquel episodio de su vida, modificó lo que quiso y lo convirtió en una gran historia protagonizada por una mujer inolvidable: Margarita Gautier. Hermosa, joven, llena de encanto… lo tenía todo para triunfar en aquel alegre París, hasta que se enamoró de un caballero de buena familia y abandonó todo por él. Todo iba bien hasta que el intransigente padre de Armando, que así se llamaba, la convenció de que si le quería de verdad debía dejarle, porque para él y para su familia sería un desastre que le relacionaran con una mujer como ella. Dando una inmensa prueba de amor Margarita le abandona y él se siente tan herido que llega a insultarla en público. Sin embargo, finalmente se entera de todo y vuelve justo a tiempo para que ella, enferma de tuberculosis, muera en sus brazos.

La tumba de la auténtica "dama de las camelias", en el cementerio de Montmartre (París)

La tumba de la auténtica «dama de las camelias», en el cementerio de Montmartre (París)

Verdi y Giuseppina debieron sentirse muy identificados con aquellos personajes. Ella había tenido una vida disipada, pero no alegre (tuvo cuatro hijos de diferentes hombres y a los cuatro tuvo que abandonarlos). Él se había quedado destrozado tras la muerte de sus dos hijos y de su esposa, siendo todavía muy joven. Se enamoraron, y Peppina, que le adoró ciegamente hasta su muerte, siempre dijo que quería ser enterrada con la primera carta de amor que él le había escrito, un deseo que no se cumplió porque Verdi no logró encontrarla hasta días después del funeral (todavía hoy la familia la conserva sin abrir).

Tumba de Verdi y Giuseppina, en la casa de reposo para músicos sin recursos que él construyó en Milán

Tumba de Verdi y Giuseppina, en la casa de reposo para músicos sin recursos que él construyó en Milán

Las cosas, sin embargo, no fueron fáciles para ellos. No sólo la conservadora sociedad de Busseto (la ciudad donde él había crecido, y donde se fueron a vivir) se opuso a aquella relación de la que nadie sabía nada a ciencia cierta (ni siquiera si estaban casados o no, algo que no hicieron hasta unos años después), haciéndoles la vida imposible durante años, sino que el mismo padre del compositor rechazó totalmente a Giuseppina. Desde aquel mismo día la historia empezó a rondar por la cabeza de Verdi, y decidió que ése sería el tema de su próxima ópera. La apuesta era arriesgada por muchos motivos: no sólo no trataba de asuntos grandiosos, sino que ponía en escena la historia de una prostituta a la que no situaba en una época remota, sino en el presente (algo que la gente no estaba acostumbrada a ver). Por lo menos se desarrollaba en París, que en aquel momento ya se veía como la capital del libertinaje, y no en Italia, pero aún así Verdi tuvo que ceder a las presiones de la censura y situar la historia siglos antes (tendrían que pasar más de treinta años hasta que se representara tal y como Verdi deseaba y no con pelucas empolvadas del tiempo de Luis XIV).

Si hay una cantante que se haya identificado plenamente con "La Traviata" esa es María Callas, alguien que supo muy bien lo que es sufrir por amor

Si hay una cantante que se haya identificado plenamente con «La Traviata» esa es María Callas, alguien que supo muy bien lo que es sufrir por amor

La Margarita Gautier de Dumas se convirtió en Violetta Valèry, enamorada de Alfredo Germont. El estreno, que tuvo lugar en el veneciano teatro de La Fenice en 1853, fue un fracaso. Verdi se quejó de que los cantantes no estuvieron a la altura, y seguramente era cierto, pero el auténtico problema es que el público aún no estaba preparado para aceptar aquella historia. Sin embargo, pronto cambiaron las tornas y comenzó la exitosa trayectoria de una ópera que hoy, 160 años después de su presentación en sociedad, sigue siendo la más representada del repertorio. Todas las grandes cantantes, desde entonces, han interpretado este apasionante personaje, pero ninguna lo ha hecho suyo como María Callas. ¿Por qué? Pues seguramente porque le pasó lo mismo que a Verdi, que se identificó extraordinariamente con esta historia. Nadie como ella sabía lo que era sufrir por amor, tanto que alguien dijo que «su canto asemeja una herida abierta, que sangra entregando sus fuerzas vitales…como si ella fuese la memoria del dolor del mundo…«. Os dejo un fragmento del primer acto. Ella ha estado enferma y cuando se recupera organiza una gran fiesta en su casa, con todos sus amigos. Allí le presentan a Alferdo Germont, enamorado de ella, que durante su enfermedad ha estado preocupándose por su estado. Hablan y… ¡se enamoran! Cosas de la ópera, podrá pensar alguno, pero no. ¡¡¡El flechazo existe, no es un mito!!! Ella le da una camelia y le dice que vuelva a verla cuando se marchite; él se va feliz, pero cuando Violetta se queda sola en su casa, aún en estado de shock, reacciona cantando un aria que empieza con las palabras «Sempre libera«. O sea, que quiere seguir siendo libre para ir de un placer a otro, de una alegría a otra. Lo que no sabe es que ya no lo es, y en cuanto oye la voz de él cantando en la calle…

Por cierto, no se acaba con «La Traviata» la historia de este personaje, porque en 1937 Georges Cukor dirigió «Camille», una inolvidable película protagonizada por Greta Garbo. Seguro que la pobre Marie Duplessis nunca imaginó que su corta vida daría para tantas obras de arte excepcionales, pero así fue, gracias a genios como Dumas, Verdi, Cukor, Callas, la Garbo… y quién sabe quién más en el futuro, porque eso es lo que tienen las grandes historias, que nunca mueren.

Greta

Si queréis conocer muchas más cosas sobre la Traviata y sobre las demás óperas de Verdi no os podéis perder la exposición que hemos montado para el Centro Comercial Aragonia con la Asociación Aragonesa de la Ópera, ni tampoco las CENAS TEATRALIZADAS que tendrán lugar los martes a partir del 24 de septiembre. Si queréis toda la información entrad aquí, y para reservar llamadnos al 976207363 o entrad aquí.

Cuándo – Martes 24 de septiembre, 1 y 8 de octubre a las 21’00

Dónde – Restaurante Gino’s, Centro Comercial Aragonia

Precio – 25 € por persona (3 horas de parking incluidas)

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Noviembre es una noche muy particular. En ningún otro momento del año el mundo de los vivos y el de los muertos están tan cerca, tanto que casi se tocan y se puede pasar de uno a otro, como en aquellos versos de Espronceda:

Era más de media noche

(antiguas historias cuentan),

cuando, en sueño y en silencio

lóbrego envuelta la Tierra,

los vivos muertos parecen,

los muertos la tumba dejan…

«Los muertos la tumba dejan…». Inquietante, ¿no? ¿Se os ocurre un plan mejor que pasear entre tumbas, con un farol de luz temblorosa en la mano? ¿Sabéis que estas noches algunas de las esculturas del cementerio de Torrero vuelven a la vida, y que hay quien dice que han dicho que dicen que han visto fantasmas paseándose por allí?

¿Queréis acompañarnos a descubrirlo? Pues no tengáis miedo, porque nada es tan dramático como parece, y venid a disfrutar todos juntos de una noche mágica en un lugar muy, pero que muy especial. Historia, arte, leyendas, tradiciones, música, versos… ¿Os apetece el plan?

  • Cuándo – 31 de octubre, 1, 2 y 8 de noviembre a las 20’30; 31 de octubre y 1 de noviembre también a las 20’45; 15 y 22 de noviembre a las 18’00.
  • Dónde – Puerta antigua del Cementerio de Torrero (junto al Tercer cinturón)
  • Precio – 15 € (13 € estudiantes menores de 26 años y jubilados; 10 € parados)
  • Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

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Al final del Paseo de Cuéllar, junto al Canal Imperial, hay una iglesia dedicada a San Antonio que tiene una torre imponente y maciza. ¿Es un simple campanario? Pues no, nada más lejos. A principios de los años 40 Mussolini mandó construir en Zaragoza un Sacrario militare italiano para enterrar aquí los restos de la mayoría de los soldados italianos muertos en la Guerra Civil. El proyecto, una enorme torre que dominara toda la ciudad, se quedaría más o menos en la mitad de lo previsto, pero aún así es espectacular. ¿Habéis entrado alguna vez? Pues esto es lo que se ve desde la capilla que hay en la parte de abajo.
En un principio iban a enterrarse aquí solamente muertos del bando fascista, pero las vicisitudes de la Segunda Guerra Mundial llevaron a que la obra se acabase después de la muerte del dictador, con lo que también acabaron aquí los restos de algunos brigadistas internacionales. De arriba a abajo los muros están cubiertos de miles de lápidas con sus nombres, en muchas de las cuales hay notas, cartas… escritas por sus familiares, muchos de los cuales descubren todavía hoy que su tío, su abuelo, su hermano… están enterrados en Zaragoza.
Os proponemos, pues, descubrir un impresionante edificio lleno de recuerdos de aquella terrible «guerra de España»,  un lugar que nos hará viajar a un pasado peor, pero que también nos permitirá hablar de un presente y un futuro de reconciliación.
Cuándo – Todos los domingos hasta el 14 de diciembre a las 11’30 (excepto el 2 de noviembre)
Dónde – Puerta de la iglesia de San Antonio (Paseo de Cuéllar, 10)
Precio – 8 € (7 € para jubilados y estudiantes menores de 26 años; 4 € para parados)
Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

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Cuenta la tradición que el 2 de enero del año 40 d.C. la Virgen vino a Zaragoza para animar a Santiago (que estaba intentando convertir a los hispanos al Cristianismo, con bastante poco éxito) y trajo una columna de piedra a la que todos llamamos «el Pilar», que según esa tradición sigue hoy exactamente en el mismo lugar en que lo dejó.

Allá por el siglo XV o XVI se decidió cubrir la columna con un forro de bronce (que es el que se ve en la vieja fotografía de arriba) para protegerla, pues parece que los fieles arrancaban trozos de piedra para llevárselos. Eso sí, se dejó en la parte de atrás un pequeño orificio para que pudieran besar la columna directamente.

En el siglo XVIII se decidió cubrir aquel forro de bronce con otro de plata, mucho más adecuado, que se colocó en 1739. Hay dos, uno que cubre toda la parte de la columna que sobresale por encima del suelo del camarín para los días en los que la Virgen no lleva manto, y otro que se coloca el resto de los días y que llega más o menos a media altura.

En cuanto a los mantos, la tradición de ponerlos también viene de lejos, por lo menos de 1504, aunque no se colocaban como ahora. ¿Veis el cuadro? Pues en él se ve cómo se ponían, tapando la imagen prácticamente hasta el cuello. Fue a mediados del siglo XVIII y parece que por indicación de Ventura Rodríguez (el arquitecto que hizo la Santa Capilla, inaugurada en 1765) cuando los mantos se empezaron a colocar como en la actualidad, a ras con la parte superior de la columna. Desde los años 40 del siglo XX se sujeta el manto a la columna con esta magnífica pieza de plata.

Decíamos que la noticia más antigua que tenemos sobre los mantos es de 1504, y en una catalogación que se hizo en 1577 se dice que había 72. Sin embargo, el más antiguo que conservamos es el del Cabildo, de 1762, que es el que se coloca para el día del Pilar.

¿Cuántos mantos hay hoy? Pues en una catalogación que se hizo en 2003 eran 410, pero tenemos que tener en cuenta que no se han dejado de regalar, con lo que el número sigue aumentando. Los hay de todo tipo, desde los más ricos a los más sencillos, de los regalados por miembros de la familia real a los que dejaron donantes anónimos, de los más tradicionales a los más originales, como uno de ganchillo o el que regaló el Grupo Zaragozano de Papiroflexia, confeccionado con más de 1.500 pajaritas de papel unidas sin pegamento ni celo.

Todos los mantos tienen la misma forma y dimensiones, para colocarse encima de un portamantos sujetos con cintas. En cuanto a los colores, se intenta que se adapten a los colores litúrgicos: blancos, verdes, morados, azules o rojos. Se cambian cada día (como se ve en la foto de abajo), y algunos días más de una vez. Eso sí, muchos de ellos tienen días concretos, en relación con la festividad que se celebra, con el donante que lo regaló o, como decíamos antes, con el color litúrgico que corresponda.

El manto se ve como algo unido indisolublemente a la imagen que tenemos de la Virgen del Pilar, tanto que al acto de presentar a los niños a la Virgen (algo muy habitual, hasta que hacen la primera comunión) se le llama tradicionalmente «pasar por el manto«. Son los infanticos los encargados de acompañarlos, como se ve en esta foto.

Esa proximidad del manto a la columna y a la Virgen del Pilar hace que se les atribuya cierto carácter «milagroso». Todavía hoy se puede ver en algunas esquelas la frase «Murió bajo el manto de la Virgen del Pilar«, aunque hoy es un privilegio que tienen los caballeros y damas de la Corte de Honor de la Virgen y algunas personalidades (el papa Juan XXIII, por ejemplo, o Alfonso XIII, que murió en Roma bajo el manto que envió el Cabildo, que lo volvió a mandar años después a Lausanne cuando murió la reina Victoria Eugenia). De hecho, ya a principios del siglo XVII las peticiones de mantos para los enfermos eran tan abundantes que se crearon las «medidas de la Virgen«, las famosas cintas, cuya función era precisamente esa, suplir al manto a la hora de la muerte.

Las cintas miden 36’5 cm, exactamente la altura de la imagen de la Virgen. La primera noticia que tenemos de ellas es de 1621, en un documento en el que los Jurados de Zaragoza prohiben a mercaderes y ciudadanos la comercialización de esas medidas, reservando ese derecho exclusivamente al Cabildo zaragozano bajo pena de 60 sueldos jaqueses. No sabemos cómo serían entonces, pues la imagen que vemos aquí arriba corresponde al aspecto que tenían en el siglo XIX. Hoy son algo distintas y se hacen en once colores diferentes, siendo enormemente populares.

Por cierto, ¿por qué hay veces que la Virgen del Pilar no lleva manto? Pues muy sencillo: todos los días 2, 12 y 20 no lo lleva. El 2, porque según la tradición la Virgen vino a Zaragoza el 2 de enero del año 40 d.C. El 12, porque la dedicación del templo fue un 12 de octubre. Y el 20, porque la coronación canónica de la Virgen del Pilar fue un 20 de mayo. Así pues, todos los 2, 12 y 20, excepto el 2 de enero, el 12 de octubre y el 20 de mayo se puede ver la columna, o más bien el forro de plata que la cubre.

Además de todo lo que hemos dicho, una vez al año la Virgen luce un manto de lo más especial, hecho de millones de flores llevadas por cientos de miles de personas. ¿Veis el cartel de fiestas de arriba? De alguna manera ya se ve en él la idea de la Ofrenda de flores, aunque esta no nacería hasta ocho años después, en 1958.

Os dejo una foto de la primera Ofrenda de flores. En ella participaron 2.000 personas y el Ayuntamiento regaló las flores (seguiría haciéndolo, en parte, hasta 1986). Con ellas se «tejió» un manto multicolor, que seguiría siéndolo durante más de medio siglo. Sobre él se colocó, prácticamente desde el principio, la cruz de Lorena, un símbolo elegido por el hospital Royo Villanova (que entonces se conocía como «el Cascajo») por ser desde mucho tiempo antes el símbolo de la «cruzada» contra la tuberculosis. En aquellos años la hacían los enfermos, y como no podían salir (los tratamientos antituberculosos duraban incluso dos años por aquel entonces) era la Reina de Fiestas la que iba a recogerla, y luego la entregaba. Hoy son los trabajadores del hospital los que la traen.

La Ofrenda fue el primer acto verdaderamente popular de las fiestas, y ha llegado a alcanzar unas dimensiones enormes (algunos años han pasado casi medio millón de personas y se han utilizado unos diez millones de flores). Hoy es  el acto  central de las fiestas y su imagen es reconocible en medio mundo. La inmensa pirámide de flores que se coloca en la plaza del Pilar, coronada por la Virgen con un manto confeccionado con claveles y gladiolos blancos, sobre los que la cruz roja destaca enormemente, está en las retinas de millones de personas desde hace unos 25 años, que es cuando empezó a convertirse en tradicional la utilización de un color perfectamente adecuado para una fiesta de la Virgen.

Si queréis conocer esta y muchas otras historias, no os podéis perder las actividades que hemos preparado para descubrir las TRADICIONES DE LAS FIESTAS DEL PILAR durante estas fiestas. Entrad aquí y encontraréis toda la información.

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En algunas ciudades el santo patrón es la excusa para celebrar las fiestas, y poco más. En Zaragoza, sin embargo, la situación es completamente diferente. La Virgen del Pilar es la protagonista absoluta de las fiestas, debido a la larguísima historia de amor que tiene con los zaragozanos, y las tradiciones que tienen que ver con ella son absolutamente multitudinarias. ¿Queréis conocer su origen, descubrir cómo han sido en otras épocas y cómo han evolucionado…? 

farol-del-pilar

Os proponemos una actividad en la que vamos a descubrir las historias y secretos del Pilar, las tradiciones que tienen que ver con las fiestas, visitando también el Museo del Rosario de Cristal, para descubrir los increíbles detalles de esa espectacular joya de nuestro patrimonio. Aquí os dejo todos los datos:

Cuándo – 27 y 28 de septiembre a las 11’00

Donde – Centro de la fachada del Pilar

Precio (entradas incluidas) – 10 €  (jubilados, 9 €; parados, 6 €)

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Y además, también relacionado con las fiestas del Pilar, Un viaje a la Zaragoza de “Gigantes y cabezudos”. En 1898 se estrena Gigantes y cabezudos, una zarzuela que hizo reír y llorar a España entera. La zarzuela se ambienta en plenas fiestas del Pilar, y como ya se aproximan os proponemos recorrer sus escenarios, conocer la ciudad de 1898 y, si os animáis, cantar alguno de los fragmentos más famosos. Si queréis saber más entrad aquí.

 

Si queréis ir leyendo más sobre las tradiciones de las Fiestas del Pilar, aquí os dejo algunos posts de nuestro blog (en los próximos días, iremos colgando más):

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El Pilar es el edificio más visitado de Zaragoza y, probablemente, el menos conocido. Suena chocante, ¿verdad? La extraordinaria atracción de la Virgen del Pilar hace que el resto del edificio quede prácticamente en sombra y no le hagamos mucho caso. Es verdad que de esa situación se salva Goya, y en todo caso las bombas, pero poco más.

Santa Capilla

Pues bien, para acercarnos a descubrir este increíble lugar, su historia, sus tradiciones, sus leyendas, sus tesoros artísticos… y sobre todo, para intentar comprender el origen de esa relación tan estrecha, íntima, entrañable y peculiar que tiene Zaragoza con la Virgen del Pilar, hemos preparado una visita muy especial en la que recorreremos detenidamente el edificio, su historia, sus tradiciones y leyendas, sus obras de arte…

Cuándo – 4 y 11 de octubre a las 11’00, y 6, 8 y 10 de octubre a las 18’00

Dónde – Puerta principal del Pilar (junto al Ayuntamiento)

Precio – 8 € por persona (jubilados y estudiantes menores de 26 años, 7 €; parados, 4 €)

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

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Esos ojos, esa boca, esos dedos… ¡¡¡Qué miedo!!!

Seguramente Béla Lugosi es una de esas personas a las que nunca invitarías a cenar, por si acaso (¿o sí?). Drácula es igualico, igualico que él, no hay más. Y es que ya desde pequeño Béla estaba destinado a convertirse en el conde más famoso del mundo. Para empezar, nació en la mismísima Transilvania, concretamente en Lugoj, y por eso se puso de nombre artístico Béla (que era su nombre real) Lugosi (o sea, el de Lugoj). Vamos, como Marifé de Triana, pero en rumano. No sabemos si por su origen, por su aspecto físico o por todo junto, pero el caso es que interpretó tantas veces al vampiro más famoso de todos los tiempos y se sintió tan identificado con él que cuentan que llegó a creérselo. Tanto, que pidió que le enterraran vestido con su capa negra forrada de satén rojo. ¿Cómo lo veis?

Después de ver esto, ¿quién se atreve a asegurar que los vampiros no existen?

Cuenta una vieja leyenda de Hollywood (probablemente más falsa que Judas) que en el entierro de Béla Lugosi se juntaron dos astros del cine de terror, Vincent Price y Peter Lorre, y mirándolo dijeron: «¿No deberíamos clavarle una estaca por si acaso?«. No lo hicieron, entre otras cosas porque parece que ninguno de los dos estuvo realmente en el funeral, pero aunque sea falsa la anécdota es genial. Y seguro que lo mismo piensan los que hicieron este muñeco «encantador».

¿Os imagináis dormir con «esto» en la habitación?

Pero estamos yendo muy deprisa. Es verdad que la muerte es el nacimiento a la no-vida de un vampiro, pero… ¿qué sabemos del auténtico Béla? Pues para empezar, que nació en 1882, 15 años antes de que Bram Stoker escribiera su novela «Drácula«. Y que al principio se ganó la vida como actor haciendo papeles «normales«. Y que por sus ideas políticas de izquierdas tuvo que marcharse primero a Alemania y luego a Estados Unidos, sin un céntimo en el bolsillo y pagándose el viaje trabajando en las máquinas del barco. Y que con treinta y tantos años encontró el papel de su vida. A partir de 1927, cuando empezó a interpretarlo en Broadway, y todavía más cuando lo llevó al cine en 1931, Béla Lugosi sería para todo el mundo el conde Drácula, y viceversa.

Drácula nunca fue tan elegante

No era la primera vez que la novela se llevaba al cine. Murnau había rodado en Alemania, en 1922, una película inolvidable: «Nosferatu«, aunque tuvo que cambiar el nombre de Drácula por el de Conde Orlok por no haber conseguido de la viuda de Bram Stoker los derechos de la novela.

De tan feíco casi da ternura, ¿verdad?

Nosferatu es un ser monstruoso, horriblemente feo y desagradable, con rasgos de roedor y largas uñas. Nada que ver con el Drácula que encarnará Béla Lugosi nueve años después: apuesto, seductor, impecablemente vestido… todo un galán.

Como para decirle que no, con ese gesto que tiene de estar encantado de haberte conocido

Aunque Tod Browning, que fue contratado por la Universal Pictures para dirigir «Drácula» en 1931, buscaba un actor desconocido para que resultase aún más siniestro (se decía que para «Nosferatu» habían contado con un auténtico vampiro para representar el papel, y había que estar a la altura), el estudio le impuso en el cásting a Béla Lugosi, que llevaba tres años representando al conde en el teatro con un enorme éxito. El acierto fue total. Béla pudo usar todos los recursos aprendidos durante 30 años de profesión: los gestos de la cara, su mirada penetrante, unas manos que pueden expresar desde el mayor refinamiento hasta el más absoluto terror, una media sonrisa capaz de helarte la sangre en las venas y un acento centroeuropeo que hacía aún más creíble el personaje. Os dejo aquí una escena para que podáis comprobarlo.

Ese ambiente de castillo gótico en ruinas combinado con la elegancia británica del vestuario; el conde parado en mitad de la escalera, con el candelabro en la mano; las sombras que lo cubren todo; el aullido de los lobos, «children of the night«, hijos de la noche, la música preferida del conde… ¡¡¡Inolvidable!!! He puesto la versión inglesa para que disfrutéis de la voz de Béla, de su hablar lento y parsimonioso, de sus movimientos tan elegantes como precisos, tan lentos como contundentes… todos los recursos que había adquirido en 30 años de profesión están aquí.

El conde quiere trasladarse a vivir (bueno, a no-vivir, para ser exactos) a Londres y ha contactado con un despacho de abogados para comprar una propiedad. Renfield será el primer enviado a Transilvania para resolver los detalles. El conde le recibe, le dice que ya ha cenado y echa una primera mirada a los contratos. Su invitado se corta con un cuchillo, aparece la sangre por primera vez y poco después el conde le da las buenas noches (una ironía como otra cualquiera). Cuando Renfield (que algo ya se debe oler) abre la ventana, ve revolotear un murciélago, y al poco llegan tres «vampiras» (lo de vampiresa sería más adecuado para ese tipo de mujer que es la perdición de los hombres, aunque no les saque la sangre literalmente), a las que el conde expulsa de allí. Esa misma escena de la cena aparece en muchas otras películas. ¿Queréis verla en alguna? Pues por ejemplo, pinchad aquí para ver cómo Nosferatu recibe a su invitado (id hasta el minuto 20, 18 segundos), o aquí para ver cómo en el año 2.000 se recreó aquel rodaje en «La sombra del vampiro«, una película en la que John Malkovich interpretó a Murnau, el director, y en la que se daba como real la leyenda de que contó con un vampiro auténtico para su conde Orlok. Cine que bebe del cine que bebe del cine que bebe de una novela que bebe de innumerables tradiciones que beben de la vida misma. Eso es arte, y del bueno.

Una imagen de la misma escena en el inolvidable «Drácula» de Coppola. El conde, su sombra (que va por libre) sobre el plano de Londres, el pasante enviado por el despacho de abogados…

Aquella película fue el mayor acierto de Béla Lugosi. Su mayor error lo tuvo muy poco después, cuando rechazó el papel de Frankestein, que llevaría al estrellato al que sería su eterno rival, Boris Karloff. Haría muchas más películas de terror, pero poco a poco su carrera se iría deslizando hacia abajo, pasando a la Serie B y más abajo aún. Murió arruinado y consumido por la morfina en 1956, pero los mitos nunca mueren. Hoy está enterrado en el cementerio de Holy Cross, cerca de Los Angeles, en una estupenda compañía. Si de noche vuelve a la vida podrá bailar con Ryta Hayworth mientras suena la música de Bing Crosby y John Ford dirige la escena, pues todos ellos (y muchos más) también están enterrados allí. Una compañía estupenda para pasar la eternidad, para qué nos vamos a engañar. Su tumba sigue siendo visitada por sus admiradores, que a lo mejor esperan verlo aparecer por allí en cualquier momento, quizá en forma de murciélago.

Si esta lápida pudiera hablar…

Alguien decía, siempre que hablaba de él: «He’ll be back«, o sea, volverá. Aquellas palabras fueron proféticas, porque Tim Burton volvió a darle vida en una estupenda película dedicada al peor director de cine de todos los tiempos, «Ed Wood«, con el que hizo sus últimos trabajos (Martin Landau consiguió el Oscar por su memorable interpretación de una estrella en la decadencia, y Johnny Depp, que interpreta a Ed Wood, vive hoy en la casa de Béla Lugosi, que la vida da muchas vueltas). ¿La habéis visto? Pues aquí os dejo un enlace a youtube para que podáis verla entera (está en varias partes, pero completa; cuando acabe cada una pinchad en la siguiente y ya está). En cualquier caso, como no quiero que os quedéis con esa imagen de un Béla olvidado por todos, enganchado a las drogas, arruinado… os dejo una imagen del actor en su esplendor:

Nunca habrá otro vampiro más elegante y seductor

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Noviembre es el mes de los muertos, de todos los muertos, incluso de los que no se resisten a morir y vuelven una y otra vez. Es el mes de las criaturas de la noche, de los seres que vagan entre este mundo y el otro, de «los otros«… y especialmente del vampiro, el más misterioso, seductor, elegante, lujurioso e irresistible de todos los seres del Más Allá que habitan en el Más Acá. Seguro que después de ver estas imágenes de «Nosferatu» estáis de acuerdo conmigo.

Tenemos una propuesta para vosotros tan terrorífica como divertida. ¿Qué os parecería cenar con Drácula? Inquietante, ¿no? Eso de que te miren comer esperando que te cortes un dedo con el cuchillo jamonero… uffffff, no es nada, pero que nada tranquilizador, así que no le invitaremos. Una pena, porque seguro que tiene tantas, pero tantas historias que compartir con nosotros… Ahora bien, ¿cómo podremos estar seguros de que no viene? Es un ser nocturno, así que habrá que estar preparados por si acaso. Recordad, no se refleja en los espejos, ni le gustan los ajos, ni las cruces.

Muchos vampiros no tienen, pero ¿qué sería de Nosferatu sin su sombra?

¿Os apetece una cena muy particular? Protegidos por un puñado de ajos y por algún espejo que nos permitirá detectar si hay algún vampiro entre nosotros, pasaremos un buen rato hablando de este ser pertubador y excitante como ninguno, mientras disfrutamos de un menú muy especial.

  • Boca2 de Valaquia – Carpaccio de Truchón con vinagreta de frutos rojos y alcaparras de Ballobar
  • Mici de latón sobre cama de cebolla y mostaza
  • Rustido de cordero de Guara con crema de ajos escaldados y su jugo
  • Frgal con peras al vino y su compota

Seguro que Bela Lugosi sigue rondando por ahí a la busca de víctimas ¿inocentes?

Cuándo – Jueves 7 y 21 de noviembre, a las 21’00

Dónde – Restaurante La Scala (C/ Sanclemente, 4)

Precio – 22 € por persona

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Si queréis conocer el resto de nuestras propuestas para pasar «Un otoño de muerte» (visitas nocturnas y diurnas al cementerio, teatralizadas, cenas, excursiones…) entrad aquí, y si sois un grupo y preferís que lo organicemos para vosotros solos, llamadnos al 976207363 y buscamos una fecha.

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Empezamos una serie de entradas en nuestro blog dedicadas a nuestras canciones-poemas-pinturas-películas favoritas, siempre y cuando estén relacionadas de una manera u otra con la muerte. No para deprimirnos ni amargarnos, que eso no nos va, sino para pasarnos este mes de noviembre que se nos avecina celebrando que estamos vivos. Y estaréis de acuerdo conmigo en que esa sí que es una buena noticia. Eso sí, no sabemos cuánto nos va a durar este regalo maravilloso que es la vida, así que… ¡¡¡aprovechemos el tiempo!!! Nada es eterno, como ya nos advertían Los Chichos, esos clásicos contemporáneos: «Porque tú te ves bonita tú te pones orgullosa / ni más ni menos, ni más ni menos / más bonitas son las rosas, llega el tiempo y las marchita«.

O sea: «No te va a servir de nada ser guapa, hija mía, que en cien años todos calvos. Tú dedícate a ser decente, que eso sí que es un fondo de pensiones. Ahorra en virtud, que luego te reirás cuando veas a las rubias explosivas cociéndose a fuego lento en el caldero de Pedro Botero«. Y eso sin contar con que los guapos y las guapas envejecen fatal, algo que se ha sabido toda la vida. En fin, que ya lo decía Jorge Manrique en las «Coplas a la muerte de su padre»:

Decidme: la hermosura,

la gentil frescura y tez

de la cara,

el color y la blancura,

cuando viene la vejez

¿cuál se para?

Las mañas y ligereza

y la fuerza corporal

de juventud,

todo se torna graveza

cuando llega el arrabal

de senectud.

¿Y no es lo mismo que todos hemos pensado cuando nos encontramos con los y las guaperas que iban a nuestra clase? «Madreeeeeeee, pero qué aviejao está«. Verdad universal que se cumple en el 95% de los casos y que es un estupendo consuelo para los que nos hemos ido convirtiendo en maduritos interesantes y resultones. Pero volvamos a lo nuestro, porque aunque Jorge Manrique parezca un poco agonías hay que ponerse en su lugar. Se muere su padre, don Rodrigo, y con todo el sofocón el hombre escribe sus (maravillosas, inolvidables) cuarenta coplas dedicadas a él. En esas circunstancias cualquiera pensaría que nada vale la pena, que todo pasa y todo queda pero lo nuestro es pasar, y todo eso. Luego se te pasa el disgusto y ves las cosas de otra manera, pero de momento… es normal.

Ilustración de la primera página de las «Coplas por la muerte de su padre»

¿Qué os parecen las  ilustraciones que acompañaban a las «Coplas»? Como para subir la moral, ¿no? La muerte, que carga con un ataúd que a lo mejor es el de don Rodrigo Manrique, lleva su guadaña en la mano y pasa por encima de todo. ¿Os habéis fijado en las calaveras que hay en el suelo y que ella pisotea sin problemas? Una de ellas es la de un rey (o una reina), porque la muerte, cuando llega la hora, baila con todos, desde el Papa hasta el mendigo. «Cuando tú llegas airada / todo lo pasas de claro / con tu flecha«, dice otra de las coplas. Todo. Ricos y pobres, guapos y feos, jóvenes y viejos. Rodrigo Manrique era un hombre muy mayor para la época, pues vivió hasta los 70 años, pero ese mismo año de 1476, unos meses antes, había muerto en Florencia una bellísima muchacha que sólo tenía 23.

¿Quién le iba a decir a la pobre Simonetta, que sirvió de modelo a Botticelli para su Venus, que moriría con 23 añicos?

Sólo un año antes de morir la bella Simonetta Vespucci había sido elegida «Reina de la belleza». Florencia entera estaba enamorada de ella, desde el mismísimo Lorenzo el Magnífico hasta Botticelli, el pintor que la inmortalizó para la eternidad en «El nacimiento de Venus» y que cuando murió pidió que le enterrasen a sus pies. Eso sí, de nada le sirvió aquella noche del 26 de abril cuando llegó la Muerte (en forma de tuberculosis) y se la llevó por delante. Seguro que cuando unos pocos años después Garcilaso de la Vega escribió este soneto, dedicado a la hermosa Isabel Freyre, estaba pensando en alguna historia parecida a la de «la bella Simonetta«:

En tanto que de rosa y azucena

se muestra la color en vuestro gesto,

y que vuestro mirar ardiente, honesto,

enciende el corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello que en la vena

del oro se escogió, con vuelo presto,

por el hermoso cuello blanco, enhiesto,

el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera

el dulce fruto, antes que el tiempo airado

cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,

todo lo mudará la edad ligera

por no hacer mudanza en su costumbre.

Que viene a ser más o menos lo mismo que decían Los Chichos, pero casi quinientos años antes y con un punto de vista muchísimo más moderno y menos machista. «Aprovecha, hija, que esto no te va a durar siempre y lo único que te quedará es lo que te lleves por delante«. O como diría un clásico más castizo, «Lo que se han de comer los gusanos, que lo disfruten los humanos«, algo con lo que parece que está completamente de acuerdo Góngora cuando escribe este soneto tan maravilloso como terrible:

Mientras por competir con tu cabello

oro bruñido al sol relumbra en vano;

mientras con menosprecio, en medio el llano,

mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,

siguen más ojos que al clavel temprano;

y mientras triunfa, con desdén lozano,

del luciente cristal tu gentil cuello…

goza cuello, cabello, labio y frente,

antes que lo que fue en tu edad dorada

oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o vïola troncada

se vuelva, más tú y ello juntamente

en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

«Disfruta, disfruta todo lo que puedas, que antes o después te has de pudrir, hija mía, y entonces ya no habrá vuelta atrás«. ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo? Pues más o menos como se te queda cuando bajas a la cripta de Santa Maria delle anime del Purgatorio, en Nápoles, a ver a la patrona de las novias napolitanas, la principessa Lucia, muerta al día siguiente de su boda. ¿La veis en la foto?

En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada…

Su calavera, con los velos de novia todavía puestos, trae a la cabeza ese último verso del soneto de Góngora, que aún no estaba escrito cuando Francisco de Borja pronunció ante el cadáver descompuesto de la bellísima emperatriz Isabel, que había escoltado desde Toledo hasta Granada, aquella terrible frase: «Nunca más serviré a un señor que pueda morir«.

San Francisco de Borja contemplando la calavera de su idolatrada emperatriz

Ay, si es que todo pasa, y la belleza lo primero de todo. La edad primero y la muerte después acaban con la lozanía de la juventud, y a la vista está. Pero en vez de asumirlo, romper los espejos y marcharnos al monte con una calavera, una vela y un reloj de arena a reflexionar, nos resistimos con todas nuestras fuerzas al paso del tiempo. Y no es de ahora, que lo hacemos desde tiempo inmemorial. Volvamos a Jorge Manrique para comprobarlo:

Si fuera en nuestro poder

dejar la cara hermosa,

temporal,

como podemos hacer

el alma tan glorïosa,

angelical…

¿Qué diligencia tan viva

tuviéramos toda hora,

y tan presta,

en componer la cautiva

dejándonos la señora

descompuesta?

O sea, que corremos desesperados detrás de un imposible, que es conservar la belleza física, y no nos preocupamos de algo que está al alcance de nuestra mano, o sea, la belleza moral. Dedicamos todo nuestro esfuerzo a «la cautiva«, el cuerpo, y no hacemos ni caso a «la señora«, el alma. Vale, de acuerdo, no le falta razón, pero chico, es que estar todo el día pensando en el más allá… Que sí, que el alma es eterna (o no, quién sabe) y el cuerpo perecedero, pero vaya, que un triunfo sea efímero no significa que deje de ser un triunfo, ¿o no? Ahí están los Argensola para recordárnoslo, con su soneto dedicado «A una mujer que se afeitaba y estaba hermosa» (o sea, que se ponía afeites, no os la imaginéis con unos bigotes tipo Pancho Villa porque no es eso):

Yo os quiero confesar, don Juan, primero,

que aquel lustre y color de doña Elvira

no tiene de ella más, si bien se mira,

que el haberle costado su dinero.

Pero tras esto, confesaros quiero,

que es tanta la beldad de su mentira

que en vano a competir con ella aspira

belleza igual de rostro verdadero.

Más, que mucho que yo perdido ande

por un engaño tal, pues que sabemos

que nos engaña así Naturaleza.

Porque este cielo azul que todos vemos

ni es cielo ni es azul, lástima grande

que no sea verdad tanta belleza.

Doña Elvira se quedaría tan contenta, seguro, y eso no se paga con dinero. Ya llegaría el momento en que lo suyo no tuviera remedio, pero mientras tanto… a triunfar. «Aprovecha la florada«, que dirían las abuelas, por lo menos la mía. «Collige, virgo, rosas«, que dijo Ausonio allá por el siglo IV d.C. Que cortes las rosas mientras estén en flor, vamos. Eso sí, no quemes todos los cartuchos, que después de la belleza y la juventud sigue habiendo vida y no está nada mal tampoco, aunque haya gente que piense que sin eso no merece la pena vivir. A lo mejor algo así pasaba por la cabeza de James Dean cuando dijo aquella famosa frase: «Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver«. Y lo mismo pensarían los miembros del «club de los 27«, o sea, un buen montón de rockeros que decidieron vivir deprisa y acabaron abandonando este mundo cuando todavía estaban en la flor de la juventud (bueno, no sé si realmente lo decidieron o que la máquina no les dio para más), tras una corta pero intensa vida de sexo, drogas y rock&roll.

En fin, que después de este paseo por los clásicos de todo tiempo y lugar, ¿a qué conclusión podemos llegar? Pues cada uno a la suya, eso está claro. Si eres guap@, mon@, resultón/a… aprovecha, pero no te creas que con eso lo tienes todo, que la simpatía dura siempre y al fin y al cabo «la suerte de la fea, la guapa la desea«. Y sobre todo, no te olvides de una cosa: cualquier cosa tiene solución menos la muerte, así que aunque estés arrugado como una pasa y seas fe@ como un demonio disfruta de la vida, porque mientras no se demuestra lo contrario es lo más maravilloso que hay.

Y si queréis pasar UN OTOÑO DE MUERTE con nosotros, recorriendo el cementerio y muchos otros rincones desconocidos de nuestra ciudad, disfrutando con los versos del Tenorio y descubriendo las historias de los zaragozanos «del otro lado», tenemos un montón de propuestas para vosotros. Entrad aquí y las encontraréis, o si lo preferís llamadnos al 976207363 y os las contaremos.

¿Queréis seguir leyendo sobre el tema? Pues aquí os dejo algunas sugerencias de nuestro blog:

 El Tiempo y la Muerte

Drácula, Don Juan, el Amor y la Muerte

El triunfo de la Muerte… y los nuestros

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¿Habéis estado alguna vez en un cementerio por la noche? ¿Qué pasa cuando se cierra la puerta? ¿Tenía razón Bécquer, cuando escribía aquello de «¡Qué solos se quedan los muertos!«? ¿O tenía razón Mecano, cuando cantaban que «No es serio este cementerio«?

La luz del anochecer…

Las sombras de un farol…

Siluetas fantasmales…

Si no habéis participado todavía en nuestra actividad Una noche en el cementerio ahora tenéis la ocasión de vivir una experiencia muy, muy especial, recorriendo el cementerio a la luz de un farol y descubriendo este lugar fantástico mientras disfrutamos de la maravillosa sensación de estar vivos. No vamos a pasar miedo, pero sí viviremos experiencias intensas, como a nosotros nos gustan. Cantaremos, recitaremos versos inolvidables, nos emocionaremos e incluso nos reiremos… ¿Os baja un escalofrío de emoción por la espalda pensando en recorrer el cementerio tras la sombra de los zaragozanos «del otro lado«? ¿O más bien os da respeto, miedo, repelús…? Pues si queréis ver más, pinchad aquí y moved la barra del tiempo hasta 1 hora, 20 minutos, 13 segundos, ni uno más ni uno menos.

La luz del crepúsculo le da a todo un matiz especial

Atreveos a disfrutar de una experiencia poco común y os aseguramos que no sólo no os arrepentiréis, sino que disfrutaréis de un lugar muchísimo más fascinante de lo que podáis imaginar, lleno de historias increíbles en las que el amor es, casi siempre, el protagonista. Al fin y al cabo, ¿qué otra cosa es un cementerio sino un acto de amor, una lucha titánica y desesperada para impedir que el Tiempo y el Olvido nos arrebaten aquello que tanto hemos querido?

Cuándo – Sábados y domingos desde el 18 de octubre hasta el 30 de noviembre, a las 18’30

Dónde – Puerta antigua del Cementerio de Torrero (junto al Tercer Cinturón)

Precio – 10 € (estudiantes menores de 26 años y jubilados, 8 €; parados, 5 €)

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Tenemos muchas más propuestas para pasar juntos UN OTOÑO DE MUERTE: diferentes rutas por el cementerio, tanto de día como de noche; una visita a la torre de los italianos, en la iglesia de San Antonio de Torrero; excursiones; cenas temáticas y teatralizadas… Si quieres conocer toda la información, llámanos al 976207363.

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