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Cae la noche en Zaragoza...

Cuando cae la tarde en Zaragoza todo el mundo se echa a la calle, y hasta la gente de otras épocas sale buscando la animación. Últimamente se ha visto pasear por ahí al mismísimo Don Francisco de Goya, participando en una visita teatralizada dedicada a él. Así que hemos metido a un reportero en la máquina del tiempo y lo hemos enviado hasta el verano de 1808, entre el primer y el segundo Sitio que sufrió la ciudad durante la Guerra de la Independencia, a hacerle unas cuantas preguntas al hijo más ilustre de nuestra ciudad. Y ha contestado, vaya que sí, y sin pelos en la lengua.

Goya en plena charla con un viejo amigo

Buenas noches, Don Francisco. Le vemos muy a gusto.

Yo en Zaragoza siempre estoy a gusto, joven, y más si se está pasando el rato con un amigo tomando buen vino de Cariñena de taberna en taberna.

Tiene usted muchísima razón. ¿Y qué le trae por Zaragoza esta vez? 

Cualquier motivo es bueno, oiga, que no necesito yo excusas para venir a mi casa, digo yo. Que aquí tengo a los amigos de siempre, a la familia… y a la Virgen del Pilar, que se dice pronto.

Pues también tiene usted razón. ¿Pero aún le quedan ganas de ir al Pilar, después del disgusto aquel? Para que nuestros lectores lo sepan, Don Francisco pintó en el Pilar una vez a principios de los años 70 del siglo XVIII, cuando hizo la bóveda del coreto de la Virgen, y otra vez unos diez años después, cuando pintó la cúpula «Regina Martyrum«. Y aquella segunda vez las cosas acabaron peor que mal entre nuestro pintor y el Cabildo del Pilar, tanto que de las dos cúpulas que iba a pintar al final sólo hizo una.

Calle, y aquello ni me lo mencione, que no hay necesidad. ¿Pero qué tendrá que ver la Virgen con todo aquel lío? Además, que va para treinta años que pasó, así que… casi que habrá que irlo olvidando, ¿no?

Hombre, en eso no le falta razón. Pero era usted el que decía que «acordándome de Zaragoza y pintura me quemo vivo«, ¿no?

Pues sí, yo lo decía, y era verdad. Pero desde entonces acá ha pasado mucha agua debajo del Puente de Piedra, y hasta he pintado muchas cosas en Zaragoza. ¿No ha visto usted mis tres retablos en la iglesia de San Fernando de Torrero? Porque son una cosa buena, ¿eh? Vaya, vaya y ya me contará.

Lo que Don Francisco de Goya no sabía en 1808 es que aquellos tres estupendos retablos desaparecerían durante la guerra y sólo nos quedarían los bocetos, pero ¿para qué se lo vamos a decir?

Bueno, ¿y ha venido usted a pintar o sólo de visita?

Pues a pintar, joven, a pintar, que con España en guerra y los franceses por todas partes no están las cosas como para visitas de placer. Que alguna vez me he escapado de Madrid sólo para pasar con mis amigos las fiestas del Pilar, pero esta vez… es diferente.

¿Y eso? Cuéntenos, que nos tiene en ascuas. ¿Le han encargado alguna gran obra en nuestra ciudad?

Bueno, ya se verá lo que sale, que si se habla mucho de los proyectos al final se gafan, ya sabe. Pero así entre nosotros y sin que salga de aquí… Palafox me mandó llamar para que pintara el heroísmo de los zaragozanos durante el primer Sitio. Esa Agustina disparando el cañón, el tío Jorge y todos los demás han sido el asombro del mundo. Dicen que Napoleón está que trina.

¿Y cómo ha encontrado Zaragoza?

¿Pues cómo la voy a encontrar? Destrozada. Esto es una pena. Los franceses son unos ‡¢¥♦µ¥‡¢< (intraducible, por su boca salen rayos y centellas). ¿Así quieren traernos la libertad y el progreso? ¿En la punta de las bayonetas? No me haga hablar, que se me calienta la boca y digo lo que quiero y lo que no quiero, y luego alguna vez hasta me arrepiento y la Josefa me pone firme.

Pues no, Don Francisco, no se altere y siga disfrutando de esta noche de verano. Nosotros le dejamos con su amigo, pero antes, ¿podríamos hacerles una foto?

¿Una qué? Haga lo que quiera pero déjenos tranquilos ya, que nosotros teníamos una conversación a medias. Venga, vayan con Dios y hasta otra.

Pues todo esto nos ha contado Don Francisco de Goya, el ilustre pintor. Pero eso sí, si queréis saber mucho más y conocer a otros personajes de su tiempo que circulan por Zaragoza, ya sabéis. Nos encontraremos con la escultura de una maja de lo más dicharachera, participaremos en una auténtico aquelarre y conoceremos a dos zaragozanos que vivieron y sufrieron los Sitios, durante la Guerra de la Independencia. Y todo ello buscando el origen de los sueños, los fantasmas y las pesadillas de Goya en la ciudad en la que vivió toda su infancia y juventud. Para un congreso, reunión familiar, cumpleaños, viaje de empresa… nuestra visita teatralizada sobre «Los sueños de Goya» es una opción estupenda para descubrir la ciudad de una forma completamente diferente, amena y divertida. ¿Queréis más información? Pues llamadnos al 976207363 y os contaremos todo lo que necesitéis saber.

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El gallo de la casa Marín Corralé, vigilando la calle Don Jaime (San Gil, de toda la vida)

A pesar de que el gallo volar, lo que se dice volar, vuela poco, estamos acostumbrados a verlos por las alturas. Nuestras ciudades están llenas de veletas con gallos de todos los tamaños, pero ¿qué hacen ahí? Es más, en Zaragoza nos nos privamos de nada y tenemos nuestro propio barrio del Gallo, y además aparecen en montones de capillas, retablos… ¿Qué han hecho los gallos para tener tanto protagonismo? Pues como siempre, la explicación está en alguna esquina de la Historia, así que… vamos a ver qué encontramos (eso sí, por si no tenéis ganas de leer y preferís oírlo aquí os dejo un podcast de la sección que tenemos todos los martes de verano en «Hoy por hoy» de Radio Zaragoza y a la que hemos llamado «Animalario zaragozano»).

Y lo primero de todo, y como la verdad sólo tiene un camino, es decir que los gallos se lo deben todo a San Pedro. No hay más. Así que abrochaos los cinturones, porque nos vamos de viaje al primer Jueves Santo. Jesús y los apóstoles se van a rebajar la cena dando un paseo hasta el monte de los olivos (también conocido como Getsemaní, que se vea que somos gente leída). Los apóstoles se duermen, Jesús se agobia («Padre, aparta de mí este cáliz«), Judas llega con los soldados a prender a Jesús (por 30 monedas de plata, una de las cuales cuentan que se fundió con el bronce de la campana de Velilla, pero esto nos llevaría muy lejos y lo dejamos para otro día). El caso es que de pronto se arma el revuelo, a Pedro le sale el pronto ése que le pierde y le corta la oreja a Malco (no preocuparse, Jesús se la vuelve a poner en su sitio en un pispás). En fin, resumiendo, que los soldados se llevan a Jesús a casa de Anás, y luego de a la de Caifás. Y aquí es donde queríamos llegar.

San Pedro diciéndole a la criada de Caifás que no, que él pasaba por aquí

Ya en la cena Jesús le había dicho a Pedro: «Antes de que el gallo cante dos veces tú me habrás negado tres». Hala, ahí queda eso. «¿Yooooooooooooooo? Imposible, pero imposible de toda imposibilidad». Más le valía haberse callado al pobre, porque si tres le preguntaron en el patio de la casa de Caifás que si conocía a Jesús, a los tres les dijo lo mismo: «¿Yoooooooooooooo? Yo pasaba por aquí, de verdad de la buena». El miedo es muy malo, y todos hubiéramos hecho lo mismo, no nos engañemos. El caso es que a la tercera va la vencida, y nada más contestar Pedro… el gallo cantó. El sofocón que se llevó el pobre hombre él sólo lo sabe.

En el Santo Entierro de Sevilla no podía faltar el gallo, claro que no. Por cierto, ¿que tienen que ver ese gallo y Sevilla?

Pero lo mejor viene ahora. ¿Qué fue del gallo? Siempre nos olvidamos de los personajes secundarios de las historias, pero de éste en concreto… algo sabemos. Y lo que sabemos es que no acabó guisado, sino incinerado. Sí, sí, lo que os cuento. Y lo sabemos porque resulta que mil quinientos y pico años después el Marqués de Tarifa se fue de peregrinación a Jerusalén y, como por aquel entonces la cosa era complicadilla, pues el hombre se pasó el resto de su vida contando la hazaña a todo el que le quiso oír. La cuestión es que no se vino de vacío, y se llevó para Sevilla… ¡¡¡Las cenizas del gallo!!! Repito: ¡¡¡LAS CENIZAS DEL GALLO!!! Sí, sí, hasta con negrita si hace falta: ¡¡¡¡LAS CENIZAS DEL GALLO!!!! No pongáis esa cara de incredulidad, gente de poca fe, que parece que tenéis alguna duda sobre su autenticidad. El caso es que las cenizas allí siguen, en la maravillosa Casa de Pilatos, que como todo el mundo sabe en Sevilla es el lugar donde Pilatos se alojaba cuando iba a pasar la Semana Santa (los sevillanos, que son gente sabia, siempre dicen que «menos mal que el jodío de Pilatos se lavó las manos, porque si no nos deja sin Semana Santa»; y estoy absolutamente de acuerdo con ellos)

¿Sabría Nati Abascal, cuando fue duquesa de Feria, en qué lugar exacto de su casa está la urna con las cenizas del gallo? Segurísimo, ella es una mujer sabia y estas cosas no se le escapan

Y llegamos a las veletas, que es donde habíamos empezado. ¿De dónde vino la costumbre de poner gallos en las veletas? Pues para esto tenemos que irnos al siglo IX, porque parece que fue el papa Nicolás I el que mandó poner un gallo coronando los templos para que siempre tuviéramos presentes las negaciones de Cristo (vamos, para recordarnos eternamente que si Pedro, nada menos que Pedro, fue capaz de negar a su Maestro, los demás éramos todos unos pedazo de pecadores como la copa de un pino). El caso es que de las iglesias pasaría a otros edificios, como las casas (al principio hemos visto una foto del torreón de la esquina de la casa Marín Corralé) y hasta los museos.

Ahí tenéis al gallo, sobre el tejado del Museo Pablo Gargallo, despertando cada mañana a los vecinos de la Plaza de San Felipe

En concreto, en el Museo Pablo Gargallo. Cuesta un poco verlo cuando uno está en la plaza (hay que alejarse bastante de la fachada, pero ahí está). No es una obra suya, pero en el interior del Museo tenemos la plantilla de cartón que él hacía antes de recortar las chapas de metal con las que montaba algunas de sus esculturas.

De todas maneras, si de veletas con gallo hablamos, hay en Zaragoza una que no podemos olvidar. No sólo corona una torre espectacular, sino que llegó a dar su nombre a todo un barrio: la Magdalena, el barrio del Gallo (por oposición a San Pablo, el barrio del Gancho).

La torre de la Magdalena, en pleno corazón del barrio del Gallo, con su veleta

Pero no se vayan todavía, que aún hay más. Resulta que en la Edad Media, cuando cualquiera que se preciase un poco tenía un escudo, se empezó a pensar cuáles serían las armas de Cristo. Y se llegó a la conclusión de que lo que mejor resumía su gloria eran los instrumentos de su Pasión, que se empezaron a representar en cuadros, retablos, relieves de capillas… cada vez más y más variados. La bolsa con las treinta monedas, la escalera para descolgarlo de la cruz, los dados con los que se jugaron sus vestiduras, la lámpara que llevaban los soldados que subieron a buscarlos al monte de los olivos, los clavos y el martillo para clavarlo a la cruz, el látigo y la columna… y el gallo, claro. Están representados en muchos sitios, pero a mí me encantan los que hay en la Seo, concretamente el de la capilla del Santo Cristo.

¿Cuánto hace que no estáis en la Seo? A lo mejor es hora de que volváis . Una cacería de gallos es una excusa tan buena como otra cualquiera

En el trascoro (o sea, en la parte de atrás del coro) de la Seo hay una estupenda capilla. En ella aparece un Calvario y coronándola Cristo resucitado, rodeado de ángeles con los instrumentos de la Pasión (la columna, por ejemplo). Pero además, y esto es lo que nos interesa, se hizo un zócalo de piedra negra de Calatorao (que en la foto queda justo detrás de los bancos) en el que se representaron, con piedras de otros colores, las monedas, el farol, la túnica de Cristo… y nuestro gallo. ¿Por qué no os acercáis a verlo un día de estos? Seguro que encontráis muchas más cosas de las que imaginabais.

No sólo de veletas viven los gallos, tienen muchas más salidas profesionales

Ya para acabar, un último gallo: el del reloj de la Seo. Porque el gallo también se asocia con la puntualidad, con el día que llega y trae la luz (que vence a las tinieblas, igual que Dios vence sobre el demonio, y por eso el gallo se utilizó desde muy pronto para representar a Cristo), con la vigilancia (contra el pecado, p.ej.)… pero de eso hablaremos en nuestro «Safari en Zaragoza«, porque este gallo del reloj es lo primero que vemos en nuestro recorrido.

Si queréis saber mucho más sobre la fauna que vive en los edificios, las calles y las plazas de Zaragoza podéis apuntaros el domingo 19 de mayo a nuestra ruta “Un safari en Zaragoza” a un precio muy especial con motivo del DÍA INTERNACIONAL DE LOS MUSEOS. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar podéis llamarnos al 976207363 o entrar aquí.

 

Tarde de toros

El león de San Marcos, un trozo de Venecia en Zaragoza

El perro de San Roque no tiene rabo

El caballo de Palafox 

El caballito de la Lonja

Los ¿delfines? de Neptuno

El león del Batallador

El tocinico de San Antón

La cierva de San Gil

Los camellos de la Seo

El dragón de San Jorge

Leones de colores

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