Hubo un tiempo en que el cementerio de Torrero acababa donde está la tumba de Joaquín Costa. Allí, fuera de la verja que rodea el monumento que le recuerda, hay una vieja y humilde tapia de ladrillos que, aparentemente al menos, es igual que cualquier otra tapia de cualquier otro lugar. Pero no es así: esos ladrillos, cada uno de ellos, fueron testigos de la muerte de miles de personas fusiladas aquí, al amanecer, durante la Guerra Civil y en los años que siguieron. ¡Cuántos hijos, madres, nietos… se habrán parado aquí delante deseando que las piedras hablaran, contando cómo fueron los últimos momentos de aquellos a las que tanto quisieron, a veces sin llegar a conocerlos siquiera! ¿Fue una muerte lenta, o no sufrieron? ¿El miedo les hizo renunciar en en el último momento a todo aquello por lo que habían luchado, o murieron con las botas puestas? ¿De qué se les acusó? ¿Llegaron a saber por qué morían? Mucha, muchísima gente habrá preguntado todo esto y muchas más cosas a esos ladrillos sin obtener respuesta. ¿O sí?
Pues sí, porque esta vez sí la hubo. La voz de Gumersindo de Estella, capuchino y confesor en la cárcel de Torrero, que asistió espiritualmente a muchos de aquellos presos en los últimos momentos de su vida, se ha conservado. Aquel hombre sólo podía rebelarse contra aquella barbarie de una manera: contándolo. Y eso es lo que hizo, dejarlo por escrito para que tiempo después pudiéramos leerlo con el corazón en un puño. Como cuando Goya escribe tres simples palabras debajo de una imagen de la Guerra de la Independencia: «Yo lo vi«. No me la han contado, no lo he oído por ahí, no me lo imagino: lo vi. Pues bien, Gumersindo de Estella lo vio, y no sólo lo vio, sino que fue un actor de aquel drama, ayudando siempre en lo que pudo y yendo mucho más allá de su obligación e incluso de lo que aconsejaba la prudencia en aquellas circunstancias.
El respeto a la memoria de las víctimas, de todas las víctimas, así como el convencimiento de que el olvido nunca es la solución, nos ha llevado a preparar una ruta que comienza en lo que queda de la antigua cárcel de Torrero y continúa por aquellos lugares del cementerio que de una manera u otra están vinculados con la Guerra Civil: la tapia donde se produjeron los fusilamientos, el lugar donde estaban las fosas comunes, la capilla levantada a los muertos del bando nacional… así como los distintos memoriales, desde el monumento que se trajo aquí desde la Plaza del Pilar (levantado por Franco) hasta el memorial en memoria de todos los fusilados, pasando por el pequeño pero muy valiente monumento que erigió el alcalde Sainz de Varanda «A los mártires de la libertad y la democracia» en el lejano año de 1981, cuando las aguas no estaban precisamente en calma.
Rebuscar en la memoria puede ser incómodo, doloroso… pero es muy sano. Os proponemos viajar a un pasado triste para volver al presente llenos de optimismo. Y no sólo porque hemos superado aquella tragedia, o lo estamos haciendo, sino porque incluso en los momentos más terribles surge alguien como Gumersindo de Estella que nos devuelve la fe en la Humanidad.
Cúando – Sábado desde el 18 de octubre al 29 de noviembre a las 11’30
Dónde – Avenida de América 109, delante de la antigua cárcel
Precio – 8 € por persona (7€ jubilados y estudiantes menores de 26 años, 4€ parados)
Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí
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