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San Vicente, con su inseparable rueda de molino, en su capilla de la Seo

Cuenta la tradición que allá por el 304 d.C. moría en Valencia, martirizado por los romanos, Vicente de Zaragoza (aunque parece que había nacido en Huesca). Era diácono del obispo San Valero quien, al ser tartamudo, le dejaba al cargo de la predicación. Sobre su martirio circulan historias de lo más variadas, empezando por cargarle las culpas al gobernador romano Daciano (un ser maligno y perverso sin límites que aparece en montones de tradiciones, historias o leyendas por toda España, y que parece que no hubiera hecho otra cosa en su vida que martirizar cristianos con una saña digna de mejor causa).

Interrogatorio de Sän Vicente y San Valero por Daciano

Daciano detuvo a Vicente y a Valero por cristianos, claro, y los mandó llevar ante él. ¿Veis el relieve del retablo de la Seo de Zaragoza? Pues bien, de los dos que aparecen abajo a la izquierda con las manos atadas Vicente es el jovencico, y Valero el más viejete. De los tres con cara de malos que hay a la derecha Daciano es el del centro, el que tiene la barba rubia y está sentado en una silla de tijera. Como no hubo forma de que adoraran a los dioses paganos (los de la esquina superior derecha, desnudos o casi, como buenos paganos), que era de lo que se trataba, Daciano, que no podía jugarse el prestigio, actuó. A Valero (que aún no era santo, pero se lo estaba ganando) lo mandó desterrado a Enate. A Vicente le empezó a hacer todo tipo de perrerías para que renunciara a su fe. Le puso en el potro hasta que le descoyuntó las articulaciones, le abrió las tripas con unos garfios… en fin, que no sigo porque ya os podéis hacer una idea de la situación. Al final Vicente se murió, claro, y lo arrojó a un muladar en las afueras de Valencia (porque todo esto estaba pasando en Valencia, no sé si os lo había dicho). ¡¡¡Pasmaos!!! Los animales respetaban el cuerpo, y unos cuervos lo protegían para que ninguno se lo comiera. Y esto a Daciano le tocó el amor propio, normal, así que puso manos a la obra y tiró el cuerpo al mar atado a una rueda de molino. ¿Queréis ver lo que pasó? Pues mirad este cuadro.

En este cuadro que hay en la capilla de San Vicente, en la Seo, queda todo bien claro

El cuerpo de San Vicente sobre la rueda de molino, que flota sobre las aguas del mar, y con los cuervos vigilantes, por si acaso. La cuestión es que después de esto… Después de esto, nos vamos de viaje.

Escudo de Lisboa, con el barco, los cuervos…

Cuando uno pasea por Lisboa hay algo relacionado con Zaragoza que está por todas partes. En las farolas, en las papeleras, en los membretes de las cartas oficiales, en el pavimento… ¿No os imagináis qué puede ser? Pues el escudo de la ciudad, un barco con dos cuervos. ¿Y qué tiene que ver? Si fuera la Virgen del Pilar, un adoquín, yo qué sé… estaría claro. Pero así… ¿No os imagináis lo que pasó? Pues eso mismo, que los cristianos de Valencia pusieron el cuerpo de San Vicente en un barco, vigilado por los cuervos, y él solico fue navegando, navegando… hasta el sur de Portugal, ni más ni menos. Si esto no es un milagro, que baje Dios y lo vea. El caso es que hoy, en el escudo de Lisboa, aparece ese barco con los cuervos protegiendo a San Vicente, y dominando todo el paisaje de Alfama está la espectacular basílica de San Vicente da Fora (de fuera, fuera de la muralla) pagada por Felipe II cuando logró ser rey de Portugal. Allí sigue estando el cuerpo (el suyo o… el de quien sea). La próxima vez que vayáis a Lisboa no os perdáis el increible placer de caminar por sus tejados con el Tajo a vuestros pies. Por cierto, la cúpula que aparece por detrás en la fotografía es el Panteón Nacional, y ¿sabéis a quién está dedicado? Pues a Santa Engracia (santa portuguesa, por otra parte). Más zaragozano todo, imposible.

Sao Vicente da Fora

Si estáis pensando que San Vicente está tranquilo y completo en su tumba, estáis completamente equivocados. Está repartido en trocicos por media Europa, que para eso fue uno de los santos más venerados de toda la Edad Media. Así que continuamos nuestro viaje para irlo reconstruyendo y volvemos a Valencia, porque ¿los valencianos no se quedaron nada? Pues no sabemos si se lo cortaron antes de montarlo en el barco o lo reclamaron después, pero el caso es que tienen el brazo incorrupto (y un poco chamuscado, de tanto martirio) en una capilla de la catedral de Valencia. Eso sí, lo suyo les ha costado recuperarlo, pues un obispo de finales del siglo XI parece que era aficionado a llevárselo de viaje. Se fue para Tierra Santa y se llevó el brazo para que le protegiera de las adversidades del camino (que eran muchas en aquellos tiempos, eso hay que reconocerlo), y como el hombre se murió en Italia allí se quedó el brazo… ¡¡¡hasta 1970!!! Volvió en una fragata de la Armada española con todos los honores, pero incompleto: le falta un pulgar, que continúa en paradero desconocido.

El brazo, en su urna

Pero no se vayan todavía, que aún hay más. Nos vamos ahora para París, ni más ni menos. Resulta que allá por el siglo VI un rey de los francos tomó Pamplona y llegó hasta Zaragoza. No consiguió tomarla, pero se llevó a París la túnica de San Vicente (¿pero no habíamos quedado que el cuerpo estaba en Lisboa?). Parece ser que el hombre se enteró de que los habitantes de Zaragoza habían colocado la ciudad bajo la protección del santo, y como vio que la cosa funcionaba… pues se llevó la túnica. No me preguntéis como consiguió hacerse con ella sin conquistar la ciudad, porque para esto no tengo respuesta. El caso es que en su honor hizo construir a las puertas de París el monasterio de Saint Germain des Prés, o sea, de los prados (hoy famoso por los cafés que lo rodean, donde miraban la vida pasar Sartre, Simone de Beauvoir, Juliette Greco y compañía).

Saint Germain des Prés, después de siglos de obras

¿Creíais que ya habíamos acabado de viajar? Pues para nada, porque el pobre San Vicente está repartido un poco por todas partes, tanto que da que pensar si en un solo hombre cabe tanto hueso. Os dejó aquí algunos ejemplos, entre los muchos que hay:

En Brindisi (Italia) tienen un dedo. ¿Será el pulgar desaparecido? No lo parece, la verdad

Estamos en Dijon (Francia), y el hueso de San Vicente, perfectamente etiquetado, es el segundo empezando por arriba

¿Y en Zaragoza? Porque al fin y al cabo, aunque naciera en Huesca (algo sobre lo que hay dudas, la verdad), de toda la vida es sabido que «el buey no es de donde nace, sino de donde pace», y la carrera la hizo en Zaragoza. La cuestión es que en la Edad Media un rey de Aragón pidió a un rey de Portugal que tuviera un detalle y le mandara un trozo del santo. Aún la conservamos, que para algunas cosas seremos dejaos, pero para otras… en el retablo mayor de la Seo está este busto-relicario, y dentro… pues eso, que está dentro. Ahora mismo no sé qué parte del cuerpo será la que se conserva en su interior, pero desde luego el relicario es maravilloso. Es uno de los cuatro que regaló el Papa Luna a finales del siglo XIV y que se habían hecho en los talleres de Avignon (los otros son los de San Lorenzo y San Valero, además del de Santa Engracia, este último desaparecido).

Busto-relicario de San Vicente

Si queréis descubrir LOS SECRETOS DE LA SEO no os podéis perder la visita que hemos preparado para los sábados de julio y agosto a las 10’30, con la fresca:

Cuándo – Sábados de julio y agosto a las 10’30 de la mañana
Dónde – Puerta principal de la Seo
Precio – 10 € por persona (jubilados, 8 €; parados, 5 €)
Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

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Seguro que conocéis este lugar, ¿no? Seguramente la Torre de Belém es la imagen más famosa de Portugal, y el mejor símbolo de la época de los descubrimientos. Por eso la UNESCO la declaró, junto con el Monasterio de los Jerónimos, Patrimonio de la Humanidad. Eso sí, por muchas veces que la hayáis visto es probable que no os hayáis fijado en este pequeño detalle.

¿Lo reconocéis? Es un rinoceronte. Pero no un rinoceronte cualquiera, ni mucho menos. Es el primero que llegó a Europa. Claro, en los barcos que volvían de Africa, Brasil, la India… no sólo había especias, sino todos los pingos exóticos que pillaban, incluidos bichejos encantadores como éste. Cuando algunos lo vieron por las calles de Lisboa pensaron en el mítico unicornio (muy cotizado, se decía que su cuerno curaba la impotencia), pero claro, entre un animalillo blanco, grácil, cariñoso, encantador y con un cuerno largo y delgado, y un rinoceronte… pues en fin, nada que ver, creo yo.

Lo más fuerte no es eso, sino otra cosa. Resulta que en Lisboa vivía un comerciante alemán, de Nüremberg para más señas, y el hombre se quedó tan impresionado con aquello que se lo contó a un amigo en una carta, describiéndolo con todo lujo de detalles. Y el amigo…

…hizo este dibujo. ¿Cómo se os queda el cuerpo? ¿Tenéis amigos así? Para no haber visto nunca al animalejo aquél, no me diréis que no es impresionante. Claro, el amigo no era cualquiera, sino Alberto Durero, el mejor pintor alemán de todos los tiempos, pero aún así, no me diréis que no tiene mérito.

Ya sabéis, si queréis conocer ésta y otras muchas historias mientras disfrutáis con la gastronomía portuguesa… no os podéis perder una auténtica cena portuguesa en el Atrapamundos(C/ Mefisto, 4), en la que os contaremos montones de historias sobre esta ciudad maravillosa mientras disfrutamos de un menú 100% portugués:

  • Arroz Peixe
  • Bacalahau a Braz
  • Pastéis de Belém

Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar llamadnos al 976207363 o entrad aquí. Y para que os vayáis animando, aquí os dejo unos cuantos posts de nuestro blog dedicados a Lisboa:

La verbena de Santo Antoni0

Zaragoza en Lisboa

San Antonio, pesetero y casamentero

El paraíso del bacalao

Sao rosas: la historia de Santa Isabel

Los pastéis de Belém

Los Jerónimos de Lisboa… y los de Zaragoza

Un rinoceronte muy viajero

Cuarto y mitad de San Vicente

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Hay en Lisboa un monasterio que casi parece sacado de un cuento. Lo mandó construir un rey de Portugal cuando, después de casi un siglo buscando cómo llegar a la India dando la vuelta a Africa, por fin lo lograron. Las especias de Oriente empezaron a llegar al puerto de Lisboa y de allí a Europa, y eso era dinero, muchísimo dinero, ríos de dinero. Un kilo de pimienta llegó a cambiarse por un kilo de oro, y el rey, que no era tonto (le llamaban Manuel «o venturoso», el afortunado), se quedó por decreto con un quinto de los beneficios. Y con ese dinero se cuenta que pagó el monasterio, al que llamaron el monasterio de la pimienta. Y como había decidido enterrarse allí, con sus descendientes, necesitaba unos monjes que estuvieran todo el día venga a rezar por su alma, venga una misa detrás de otra… y para eso pensó en los jerónimos.

Seguramente Manuel el afortunado copió esa costumbre de los reyes españoles (al fin y al cabo se casó con una hija de los Reyes Católicos, y cuando la primera se murió les pidió otra). Felipe II entregó El Escorial a los jerónimos. Carlos V, su padre, se retiró a Yuste, un monasterio de la misma orden. ¿Y sus abuelos? Los Reyes Católicos también habían construído un fantástico monasterio jerónimo, ¿sabéis dónde? No penséis mucho, que es muy fácil. En Zaragoza.

Resulta, resulta, que el padre de Fernando el Católico, el rey Juan II, tenía cataratas. Mandó llamar a un famoso médico judío de Lérida para que le operara, pero antes, por si acaso, que más vale prevenir, pidió que le pasaran por los ojos el clavo de Santa Engracia (el que le habían clavado en la frente hacía no sé cuántos siglos, que estaría como para coger una infección, digo yo). Total, que la cosa salió bien, y el mérito se lo dieron al clavo (yo soy el médico y no sé qué les hago, la verdad). Y claro, en agradecimiento el hombre decidió construir un gran, gran, gran monasterio dedicado a Santa Engracia. Pero claro, entre unas cosas y otras se murió y lo acabó haciendo su hijo, Fernando, el Católico.

¿Qué os parece el claustro? No tenía nada que envidiar al de Lisboa, pero… los franceses volaron una parte del monasterio al final del primer Sitio, y después de la Guerra de la Independencia no había medios para reconstruir el resto y se acabó tirando. Una lástima, porque hoy tendríamos unos estupendos «jerónimos» en Zaragoza.

Ya sabéis, si queréis conocer ésta y otras muchas historias mientras disfrutáis con la gastronomía portuguesa… no os podéis perder una auténtica cena portuguesa en el Atrapamundos(C/ Mefisto, 4), en la que os contaremos montones de historias sobre esta ciudad maravillosa mientras disfrutamos de un menú 100% portugués:

  • Arroz Peixe
  • Bacalahau a Braz
  • Pastéis de Belém

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Si nunca habéis visitado la «Antiga confetaria: casa dos pastéis de Belém», haced el favor de coger el primer tren, avión o bicicleta que pase y corriendo para allí. Eso sí, no cometáis el error típico de los principiantes y pidáis uno, que estoy a régimen. Media docena es lo mínimo para quedarse satisfecho, porque esto es como en el anuncio: «pruebe uno y no quedará ninguno».

Uno llega a la «Casa dos Pastéis de Belém», se sienta, pide, come… sin saber que hay algo inquietante detrás. El secreto de la receta, que tiene más de doscientos años… ¡¡¡sólo lo conocen tres personas en el mundo!!! Y se preparan, durante dos días, en un lugar conocido como «oficina do segredo». ¿Os imagináis a tres abueletes bicentenarios dale que te pego al rodillo día y noche? Algo así como la Coca-Cola, pero en versión artesanal y muchísimo más rico.

La historia empezó hace dos siglos y pico entre las paredes de un convento. Ya se sabe que las monjas, para esto de los dulces, tienen mano de santo, valga la redundancia. Pero si os imagináis a las hermanas de aquel santo lugar con las manos en la masa, tendré que desilusionaros. Ellas ejercían más bien de… supervisoras, llamémoslo así. Para el duro trabajo de cada día tenían un panadero, que ellas eran unas monjas muy señoras y la harina mancha cantidad. La cosa es que ahí estaban, venga a comer pasteles y viviendo como reinas, cuando de pronto, y sin comerlo ni beberlo… estalla la revolución, chica, qué inoportuna, y yo con la toca de medio lao. En fin, que tuvieron que salir por pies, y el panadero… se quedó en el paro, pero con la receta, que menos da una piedra.

Total que un día pasaba por allí un empresario brasileño y oye, que era un tío rumboso y se la compra. Los descendientes del panadero aún no han parado de darse cabezazos contra cada pedrusco que encuentran, porque los tatatatatataranietos del brasileño venden… ¡¡¡Unos 10.000 pasteles al día!!! Lo he escrito bien, diez mil, no se me ha escapado ningún cero. Nosotros hemos intentado sobornar a los tres guardianes del secreto, pero claro… no ha habido forma. Así que Jorge Cano, el fantástico cocinero del Atrapamundos, se ha tenido que estrujar el cerebro para llegar a algo que no es igual, igual (eso hubiera sido un milagro), pero que está rico, rico.

Ya sabéis, si queréis conocer ésta y otras muchas historias mientras disfrutáis con la gastronomía portuguesa… no os podéis perder una auténtica cena portuguesa en el Atrapamundos(C/ Mefisto, 4), en la que os contaremos montones de historias sobre esta ciudad maravillosa mientras disfrutamos de un menú 100% portugués:

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O sea, son rosas, que es lo que dijo Santa Isabel de Portugal, nacida en la Aljafería de Zaragoza, cuando su marido la pilló «in fraganti», vamos, con las manos en la masa, en la escalera de palacio. Qué hacía? ¿Os estáis muriendo de ganas de saberlo, ¿eh? Pues tendréis que esperar, porque antes vamos al principio de la cuestión.

Corre el año 1271, o sea, antesdeayer. Carreras en la Aljafería, agobios, que si pon el agua a hervir, que si trae paños… la reina Constanza está de parto, y todo son nervios… ¿Qué ha sido, qué ha sido? Una niña. Uyyyyyyyyy, qué rica que es, mira qué mona… ¿Y cómo la llamamos? Chica, es igualica, igualica que la tía Isabel, la de Hungría. Pues ahora que lo dices… no sé yo, ¿tú crees? Ay, hijo, qué más da, Isabel y ya está, así se queda.

La chica creció, claro, y hubo que buscarle marido, y un buen partido, claro, y con once añicos se casó, tal día como hoy (24 de junio) con el rey de Portugal. Ya se lo cantaban de pequeña: «andares de reina…». Y tanto se lo cantaban que se lo creyó, y reina fue. De Portugal, para más señas. Eso sí, feliz, feliz… no tanto. Su marido no era lo que se dice una balsa de aceite, y se pasó la vida de follón en follón, con el marido, entre el marido y los hijos… chico, un sinvivir, que para esto más le valía haberse metido monja, vamos, digo yo.

La cuestión es que la mujer se entregó a sus caridades: que si a fundar un convento, que si a hacer donaciones a un hospital… y claro, los pobres encantaos con una reina tan rumbosa, y el rey hartico de tanto gasto. El caso es que un día, estando en su castillo de Estremoz, la reina bajaba por la escalera y llevaba unas monedas en la falda para repartir a los mendigos y tullidos que estaban en la puerta, pero en esto… que se cruzó con el rey, que ya andaba con la mosca detrás de la oreja. «¿Qué llevas ahí?», dijo. «Sao rosas», le contestó la otra. «¿Rosas? A verlas». Y ya os podéis imaginar lo que pasó, ¿no? Mirad este cuadro de Zurbarán y veréis qué cara de sota y de chula puso cuando se las enseñó, como diciendo «Toma rosas».

El caso es, que al final la mujer se murió, de algún sofocón de aquellos, y la enterraron en Coimbra, que es donde sigue. Pero claro, como la hicieron santa (se había ganado el cielo, no me lo neguéis) la Diputación del Reino de Aragón la hizo su patrona, y le dedicó una estupenda iglesia.

Ya sabéis, si queréis conocer ésta y otras muchas historias mientras disfrutáis con la gastronomía portuguesa… no os podéis perder una auténtica cena portuguesa en el Atrapamundos(C/ Mefisto, 4), en la que os contaremos montones de historias sobre esta ciudad maravillosa mientras disfrutamos de un menú 100% portugués:

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Un presidente francés, creo que De Gaulle, dijo que era imposible gobernar un país con más de 400 tipos de queso. El pobre se hubiera vuelto loco en Portugal, donde hay cientos de maneras diferentes de preparar el bacalao, el plato nacional. Ni más ni menos que hace 500 años ya iban los barcos portugueses a pescar bacalao hasta Terranova, y claro, como el viaje era largo y no había frigoríficos, lo salaban para que aquello aguantara el viaje de regreso.

La cosa fue progresando tanto que el rey don Manuel I, que no daba puntada sin hilo, les dijo a los pescadores: «Majos, no puede ser que ganéis tanto y yo aquí viendo la vida pasar. A partir de ahora, un diez por ciento de lo que os quede con este pez tan majo y tan salao me lo tenéis que dar a mí, que para eso soy el rey y me paso la vida preocupándome por vosotros». Corría el año de 1506, y ya por entonces se instalaron portugueses en Terranova y en la costa de Canadá para pescar bacalao y enviarlo a Portugal. Y claro, como las cuentas salían… fueron llegando cada vez más.

A receta nueva por año, más o menos, calculad. Uno puede comer bacalao todos los días del año y no repetir nunca la receta. Nosotros hemos elegido para la cena de Lisboa una que nos encanta: bacalhau a brás, o a braz, por el señor Braz, que parece que fue el que inventó la receta. Si queréis probarla, ya sabéis. Y si queréis conocer ésta y otras muchas historias mientras disfrutáis con la gastronomía portuguesa… no os podéis perder una auténtica cena portuguesa en el Atrapamundos(C/ Mefisto, 4), en la que os contaremos montones de historias sobre esta ciudad maravillosa mientras disfrutamos de un menú 100% portugués:

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De toda la vida de Dios se sabe que San Antonio tiene mano de santo para encontrar cosas, pero eso sí: si hay parné por medio. Si no se le ofrece dinero, las habilidades del santo caen en picado, según dicen sus devotos (que son numerosísimos; no en vano, seguramente es el que encabeza todos los ránkings de popularidad del santoral). Encuentra cosas… y personas. Novios, concretamente (eso sí, sin muchas exigencias, que según dicen suele buscarlos borrachos). Y esto me ha traído a la cabeza una canción… que a mí me encanta. «A San Antonio, por ser un santo casamentero, pidiendo matrimonio, le agobian tanto… que yo no quiero pedirle al santo más que un amor sincero». O dicho de otra manera, la archiconocida «Mazurca de las sombrillas» de Luisa Fernanda. Disfrutadla, que hoy es el día ideal para oirla.

Ya sabéis, si queréis conocer ésta y otras muchas historias mientras disfrutáis con la gastronomía portuguesa… no os podéis perder una auténtica cena portuguesa en el Atrapamundos(C/ Mefisto, 4), en la que os contaremos montones de historias sobre esta ciudad maravillosa mientras disfrutamos de un menú 100% portugués:

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Cuando uno pasea por Lisboa hay algo relacionado con Zaragoza que está por todas partes. En las farolas, en las papeleras, en los membretes de las cartas oficiales, en el pavimento… ¿No os imagináis qué puede ser? Pues el escudo de la ciudad.

Un barco con dos cuervos. ¿Qué tiene que ver esto con Zaragoza? Si fuera la Virgen del Pilar, un adoquín, yo qué sé… estaría claro. Pero así… Bueno, pues hay que remontarse un poco en el tiempo y marcharnos hasta época de San Valero, obispo de Zaragoza que debía ser un poco tartamudo y tenía un diácono que predicaba por él: Vicente, nacido en Huesca. A Valero y a Vicente los detuvo un gobernador romano que tenía una inquina que pa’qué contra los cristianos, un tal Daciano (quedaos con el nombre, y si os lo cruzáis corred en la otra dirección). A Valero lo dejó más o menos en paz, porque estaba ya un poco viejales, pero a Vicente… le hizo las mil y una perrerías, y no se moría ni a tiros. Cuando consiguió matarlo lo tiró al campo a ver si se lo merendaban los animales salvajes, y no sólo no se lo comieron sino que los cuervos vigilaban el cadáver. Después de eso lo tiró al mar con una rueda de molino, y el cuerpo… ¡¡¡salió a flote!!! Corriá el año 304, antesdeayer, como quien dice, y los cristianos de Valencia, que era donde ocurría todo esto, lo pusieron en un barco que, él solico, fue navegando, navegando, navegando hasta Portugal.

El caso es que hoy, en el escudo de Lisboa, aparece ese barco con los cuervos protegiendo a San Vicente, y dominando todo el paisaje de Alfama está la espectacular basílica de San Vicente da Fora (de fuera, fuera de la muralla), donde sigue estando el cuerpo (el suyo o… el de quien sea).

La próxima vez que vayáis a Lisboa no os perdáis el increible placer de caminar por sus tejados con el Tajo a vuestros pies. Por cierto, la cúpula que aparece por detrás en la fotografía es el Panteón Nacional, y ¿sabéis a quién está dedicado? Pues a Santa Engracia. Más zaragozano todo, imposible.

Se me olvidaba que en la Edad Media un rey de Aragón pidió a un rey de Portugal que le mandara un trozo de un santo tan nuestro, una reliquia. Aún la conservamos, que para algunas cosas seremos dejaos, pero para otras… en el retablo mayor de la Seo está este busto-relicario, y dentro… pues eso, que está dentro.

Otro día, más cosas sobre Zaragoza y Lisboa, que las hay. Ahora os dejo con un poco de música: pinchad aquí y escucharéis a Amalia Rodrigues cantando «Lisboa Antiga». Casi ná.

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Hoy es 12 de junio, que en Lisboa no es un día cualquiera, ni mucho menos. Mañana hace 780 años que su hijo preferido, San Antonio, murio en Padua (36 añicos tenía la criatura). Y ya puestos lo celebran por todo lo alto. No es que sea el patrón de Lisboa (es San Vicente, el de Huesca, pero de eso hablamos otro día), pero chico, como si lo fuera, porque tiran la casa por la ventana. Esta noche toda Alfama se convertirá en una inmensa verbena: sardinas asadas (millones, cuando empieza junio las pobres se deben echar a temblar),vinho verde, caipirinhas para que no falte el toque brasileño, baile en cada plaza, farolillos de colores…

…y manjericos, pequeños tiestos con albahaca, una flor de papel y unos versos. Todo el mundo se los regala a todo el mundo, ¿sabéis por qué? Pues porque se dice que el olor de la albahaca atrae a los novios, y no están los tiempos como para dejar escapar oportunidades. Eso sí… las lenguas malas, viejas y sabias de Lisboa dicen que los novios que te busca el santo son un poco borrachines, que los formales no se encuentran ni por mediación divina. A ver si va a resultar que tanto hablar el santo con el hermano pez, la hermana cabra y el hermano burro era por… mejor me callo, ¿no?

La cuestión es que si no podéis estar en Lisboa esa noche (un plan estupendo, no os quepa duda) tenemos una alternativa: una auténtica cena portuguesa en el Atrapamundos(C/ Mefisto, 4), en la que os contaremos montones de historias sobre esta ciudad maravillosa mientras disfrutamos de un menú 100% portugués:

  • Arroz Peixe
  • Bacalahau a Braz
  • Pastéis de Belém

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Seguro que los que me conocéis sabéis que tengo el corazón partío entre dos ciudades, Zaragoza y Sevilla, pero por lo menos una de las niñas de mis ojos le corresponde a una ciudad increíble que hace vibrar hasta el último milímetro de mi cuerpo: Lisboa.  Os propongo irnos a Lisboa a pasar una noche de junio en Alfama. ¿Y por qué de junio? Porque junio es el mes de Lisboa, el momento en el que de verdad huele, «cheira» a Lisboa. Pinchad aquí y escucharéis el auténtico himno de la ciudad: «Cheira bem, cheira a Lisboa». 

A pesar de ser vecinos, los portugueses son muy distintos a nosotros. En todo, y hasta en su día nacional, que no es el de ningún santo, batalla o cosa parecida, sino el día en el que murió el más grande de los escritores portugueses. Un país que celebra su fiesta nacional conmemorando la muerte de un escritor, y en el que el gobierno en pleno, encabezado por el presidente, asiste al entierro de su más extraordinaria cantante, Amalia Rodrigues, es un país especial.

Si queréis que disfrutemos juntos de estas historias, ¿por qué no os venís a una auténtica cena lisboeta? Vamos a imaginarnos que es la víspera de Santo Antonio, el santo de Lisboa, que la ciudad celebra por todo lo alto con una verbena maravillosa y regalando pequeños tiestos con albahaca, cuyo olor atrae a los novios, una rara habilidad que siempre se le ha atribuido al santo (eso sí, las portuguesas tienen claro que los novios que busca san Antonio suelen ser un poco borrachines, y que si los quieren un poco más formales se los tienen que currar ellas solas). Este es el menú:

  • Arroz peixe
  • Bacalhau a braz
  • Pasteis de Belem

Cuándo – 14 y 28 de agosto y 11 de septiembre

Dónde – Restaurante El Atrapamundos (C/ Mefisto, 4)

Precio – 22 €

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Y por si os apetece, aquí os dejo unos cuantos posts de nuestro blog para que podáis ir viajando ya con la imaginación a Lisboa:

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