Después de Semana Santa continuamos con nuestras actividades para descubrir Zaragoza en familia. Si tenéis hijos, sobrinos, nietos… y queréis descubrir con ellos los montones de lugares increíbles que tiene nuestra ciudad no os las podéis perder.
Sábados a las 11’30 – UN BAÚL EN EL DESVÁN DE LOS LARRINAGA
¿Conocéis el palacio Larrinaga? Pues gracias a Ibercaja, su actual propietario, ahora tenéis la oportunidad de descubrirlo con vuestros hijos, sobrinos, nietos…de una forma completamente distinta. Con la ayuda de un baúl que hemos encontrado en el desván vamos a conocer a la familia, la historia de amor de Miguel y Asunción, sus barcos que recorrían el mundo…
Cuándo – Sábados (y domingo 21 de abril) a las 11’30
Dónde – Palacio Larrinaga (Avda. Miguel Servet, 123)
Duración – Hora y media
Precio – 7 € por persona (familias numerosas, gratis el tercer hijo y siguientes)
Forma de reserva – Llamando al 976207363 o entrando aquí
Domingos a las 11’30 – LAS 1.001 NOCHES EN LA ALJAFERÍA
Hay en Zaragoza un lugar en el que las leyendas se hacen realidad. En los patios de la Aljafería se oye el rumor de los cuentos que tanto les gustan a los árabes, y en sus rincones hay historias de trovadores, princesas, brujas… Para conocerlas sólo tenéis que ayudarnos a frotar la lámpara maravillosa, y poco a poco irán saliendo de su interior. Si quieres saber más entra aquí.
Cuándo – Domingos a las 11’30
Dónde – Junto a las taquillas de la Aljafería
Duración – Hora y media
Precio – 7 € por persona (familias numerosas, gratis el tercer hijo y siguientes)
Forma de reserva – Llamando al 976207363 o entrando aquí
En las afueras de Zaragoza, al final de la avenida de Miguel Servet, hay un palacio de cuento cargado de leyenda y con una hermosa historia de amor detrás. Es verdad que el Palacio Larrinaga no es un palacio, sino una casa rica, pero como si lo fuera. Un naviero vasco afincado en Liverpool se casó con una chica de Albalate del Arzobispo y le regaló una casa en Zaragoza, justo en el lugar por donde entraban los de Albalate cuando llegaban a la ciudad, para que vieran cómo había progresado su Asunción.
Félix Navarro, uno de los mejores arquitectos de la Zaragoza de finales del siglo XIX y principios del XX (autor del Mercado Central, del monumento al Justicia, de la Escuela de Artes de la Plaza de los Sitios…) fue el encargado de materializar aquel sueño, y creó un edificio que es pura fantasía. En él trabajaron muchos de los mejores artesanos de Zaragoza haciendo vidrieras, mosaicos, relieves, cerámica, rejas, yeserías… que forman uno de los conjuntos más hermosos de Zaragoza. Por todas partes hay barcos, anclas, cuerdas, caballitos de mar… para recordar de donde venía la fortuna de la familia.
¿Cuántas veces, al pasar por delante, habéis visto sus puertas cerradas y os habéis imaginado lo que hay dentro? Pues bien, Ibercaja (su actual propietario) no sólo lo restauró, sino que ahora ha decidido que todo el mundo pueda acercarse a conocer esta joya del patrimonio zaragozano, tan llamativa y tan desconocida a la vez. Si sois un grupo, de escolares o de adultos, llamadnos al 976207363 y os contaremos todas las propuestas que tenemos para vosotros. Y si no… aquí os dejo toda la información:
Cuándo – Sábados a las 11’30 de la mañana
Dónde – Palacio Larrinaga, Avda. Miguel Servet 123
Precio – 10 € (estudiantes menores de 26 años y jubilados, 9 €; parados, 6 €)
Orfeo, con su lira, tiene a los animales escuchándole con la boca abierta
Para estas navidades os proponemos pasar «Un día con los romanos» toda la familia en el Museo de Zaragoza (Plaza de los Sitios), y para ir calentando motores os iremos contando las historias de algunos de los personajes que viven allí, y también de los animales. Eso sí, id preparados, porque no sólo hay animalillos pequeños y pacíficos, sino que nos podemos encontrar cualquier cosa, desde leones hasta osos. ¿No os lo creéis? Pues ya lo veréis, pero no os preocupéis mucho, porque normalmente están de lo más tranquilos y relajados. ¿Sabéis por qué? Seguro que habéis oído miles de veces que la música amansa a las fieras, ¿no? Pues viendo este mosaico está claro que es verdad. Un hombre toca la lira y a su alrededor le escuchan tranquilamente águilas, serpientes, tigres, leones… ¿Quién puede ser, para tener semejante poder? Pues es Orfeo, y ahora mismo os hablo de él. Pero antes de nada: el mosaico que veis en la foto está en el Museo de Zaragoza, y apareció en una casa romana que estaba por la zona de San Juan de los Panetes. Estaba en el suelo del comedor, así que os podéis imaginar qué lujo. Para que os hagáis una idea os pongo una foto del comedor de otra casa de Caesaraugusta, que era como llamaban a Zaragoza los romanos, y ese sí podréis verlo si venís al Museo.
El comedor de los romanos finos se llamaba «triclinium»
Y ahora, a lo que vamos. ¿Quién era Orfeo? Pues respecto al padre no se ponen de acuerdo, pues unos dicen que era hijo de un rey y otros que del mismísimo dios Apolo. En cuanto a la madre, parece que fue una de las nueve musas, que eran las que inspiraban a músicos, poetas… así que el chico iba para artista ya desde que nació. El caso es que le dio por la música, y que no sólo tocaba bien sino que encima mejoró los instrumentos que había en aquella época. ¿Queréis un ejemplo? Pues a la lira le añadió un par de cuerdas y así sonaba muchísimo mejor, donde va a parar.
Orfeo tocando la lira. Los animales alrededor y él a su marcha, sin desconcentrarse
La cosa es que Orfeo tenía novia, Eurídice, pero cuando iban a casarse, a ser felices y a comer perdices… pues todo se torció. Un día, justo el de antes de la boda, ella iba paseando tranquilamente, pisó una víbora y claro, la otra se revolvió y le mordió un pie. Resultado: Eurídice se murió. ¿Os imagináis el sofocón? Orfeo, desesperado, se puso a tocar su lira, y lo que tocaba era tan, pero tan, tan triste, que todos los que le oían lloraban con él y le aconsejaron que la fuera a buscar al mundo de los muertos.
Caronte, el barquero de los dioses
Resulta que para llegar al Hades, el reino de los muertos, había que atravesar el río Aqueronte. Eso sí, a nado no se podía y la única forma era hacerlo en la barca de Caronte. Hasta aquí todo parece muy fácil, pero Caronte era de lo más pesetero y siempre pedía una moneda, por lo que se enterraba a los muertos con una moneda en la boca, para que le pudieran pagar. ¿Que no la tenían? Pues Caronte les hacía esperar nada menos que… ¡¡¡CIEN AÑOS!!!
«Al pasar la barca / me dijo el barquero…». Os acordáis, ¿no? Pues en la barca de Caronte las niñas bonitas pagaban dinero como los demás, y si no, nada
El caso es que Caronte estaba allí para pasar las almas de los muertos, y cuando Perseo bajó a buscar a Eurídice… estaba muy vivo. «Que no te paso, que te pongas como te pongas no te paso«. «Pero chico, que te voy a pagar, no te pongas así«. «Si quieres que te pase te tendrás que morir«. «Pero hombre, no me digas eso, que soy muy joven todavía«. «Pues tú verás«. Así estaba la conversación hasta que Orfeo se puso a pensar. «¿Qué podría hacer yo para convencer a este hombre?«. ¿Ya os imagináis lo que se le ocurrió? Pues claro, se sentó en una piedra, sacó su lira, se puso a tocarla… y Caronte se ablandó, que tampoco era tan malo. «Hala, venga, que sí, que montes, que te llevo«. Y claro, como el truco le funcionó lo repitió en la mismísima puerta del Hades, donde estaba de portero un perro de tres cabezas, el can Cerbero (os suena lo de «cancerbero», ¿no?).
Orfeo convenciendo a Hades, con todo el jaleo del infierno detrás
La cuestión es que Orfeo llegó hasta donde estaba Hades, el rey del inframundo. Ya os imagináis la cara que se le quedaría, claro: «Y tú, ¿cómo has llegado hasta aquí si estás vivo? Cuando coja yo a Caronte y al can Cerbero les voy a enseñar lo que vale un peine, vaya que sí, menudo par de blandos«. La cuestión es que Orfeo, que ya se había aprendido el truco, se puso a cantarle sus penas a Hades y a su señora hasta que les convenció, pero… siempre hay un pero. «Eurídice te seguirá, pero tú no puedes volverte a mirarla hasta que no hayáis salido al sol. Si no, la perderás para siempre«.
¿Creéis que Orfeo aguantó sin volver la vista?
Orfeo echó a andar sin saber si Eurídice le seguía y aguantó, aguantó y aguantó sin volver la vista atrás, hasta que cuando salió por la puerta del Hades ya no pudo aguantar más, se volvió pensando que Eurídice ya estaría completamente fuera y bañada por los rayos del sol, y… lo único que alcanzó a ver fue como ella se volvía y desaparecía, esta vez para siempre.
Orfeo, en otro mosaico
Después de esto, comprendéis mejor porque el pobre Orfeo pasaba los ratos muertos tocando su lira y cantando sus penas a quien le quisiera oír, ¿no? Y claro, lo hacía tan bien, pero tan bien, tan bien, que todo el mundo se quedaba embelesado, empezando por los animales. Si venís al museo veremos ese maravilloso mosaico que os ponía al principio, contaremos esta historia y muchas más.
Cuándo – 26 de diciembre y 2 de enero a las 11’30 y a las 17’00
Dónde – Museo de Zaragoza, Plaza de los Sitios
Precio – 7 € por persona (familias numerosas, tercer hijo gratuito)
¿Quién no se ha imaginado alguna vez patinando en esta pista de hielo mientras suena la banda sonora de «Love Story» o alguna ñoñería parecida?
De toda la vida, a los americanos (y con esto quiero decir norteamericanos, claro) les gustan las cosas grandes. Muy grandes, a poder ser. Más grandes todavía. Yo aún diría más: las más grandes. Y claro, cuando llega la Navidad quieren tener el árbol más grande del mundo. ¿Lo consiguen? Pues no lo sé, pero lo que sí logran es que sea el más famoso, porque no hay otro más conocido que el «Rockefeller Center Christmas Tree», o sea, el árbol de Navidad del Rockefeller Center de Nueva York.
¿Alguien no conoce esta foto?
Seguro que conocéis esta foto, la pesadilla de cualquiera que se dedique a la prevención de riesgos laborales y todas esas cosas. Pues bien, fue tomada en 1932, durante la construcción del Rockefeller Center, el proyecto privado más grande (¿qué os decía yo?) construido en el siglo XX. Los Rockefeller, que se habían forrado con el petróleo, plantearon un enorme complejo de edificios para oficinas, centro comercial y de ocio en pleno corazón de Manhattan. Llegó el crack del 29 pero ellos siguieron adelante, construyendo a lo largo de los años 30 un complejo impresionante, de lo más espectacular de Nueva York. Hoy se puede subir a la terraza del rascacielos que veis en esta foto (y que para mí es el más elegante de la ciudad), conocido como el edificio General Electric.
El séptimo edificio más alto de Nueva York, con 259 metros de nada (y 70 plantas)
¿Sabéis cómo se llama la terraza? A mí me encanta el nombre: «Top of the Rock«. Ya no puede ser más sonoro, más contundente y más comercial (que es de lo que se trata en los USA, no lo olvidemos, de hacer caja y que entre mucho cash, que diría mi admirada Carmen Lomana). ¿Queréis ver la vista que se tiene desde allí arriba?
¿Veis el Empire State Building justo al fondo? Pa’flipar, que diría el clásico
Pero vamos al grano, que nos estamos desviando. El Rockefeller Center es conocido por muchas cosas: por las Rockettes del Radio City Music Hall, que está ahí mismo (y cuyo nombre viene precisamente de Rockefeller), por la famosísima pista de hielo (¿en cuántas películas la habéis visto?) y sobre todo por el árbol de Navidad, una tradición que comenzó en los años 30. ¿Queréis ver cómo?
Unos inicios modestos, para qué mentir
Estamos en 1931 (un año antes de la foto de los obreros sentados en la viga), en plena Gran Depresión (todo es grande en América). Los trabajadores que están construyendo el Rockefeller Center instalaron un pino que adornaron con guirnaldas de papel y latas de conserva vacías. Dos años después ya se hizo un «encendido» oficial, y en 1951 comenzó a retransmitirse por televisión. Hoy es un fiestón, con cientos de miles de personas y famosos, famosillos y famosuelos (este año, por ejemplo, estarán allí Justin Bieber para las adolescentes, y Michael Bublé para las personas con gusto musical) que actúan junto a las Rockettes, que son las verdaderas protagonistas de la fiesta. ¿Las habéis visto alguna vez? Pues dadle a play y disfrutadlas. ¿Habéis visto alguna vez algo más perfecto? ¿Cuántos miles de horas de ensayos tiene que haber detrás de esas piernas que se levantan a la vez?
A lo mejor nosotros, con nuestro complejo de europeos, pensamos que 78 años no son nada, y que los americanos no necesitan mucho para convertir algo en una tradición «de toda la vida». Pobrecillos, no tienen historia, y todas esas cosas que tanto nos gusta decir. Pues bien: nuestra multitudinaria Ofrenda de Flores, absolutamente tradicional, entrañable y muchísimas cosas más… sólo tiene 53, así que esta vez también ellos se llevan el «más» (más antiguo, pero en cuanto a la gente que participa… eso habría que verlo). Eso sí, lo que más les preocupa es que su árbol sea el más alto, y para eso organizan toda una operación de búsqueda hasta que lo encuentran.
¿Cuál será el elegido?
Al Rockefeller Center llegan cientos de propuestas de todo Estados Unidos, ofreciéndoles el árbol perfecto. Además, el jefe de jardinería sobrevuela los bosques de Connecticut, Nueva Jersey, Ohio, Vermont y hasta de Canadá si es preciso hasta que encuentra el árbol ideal, siempre con más de 50 años de vida y más de 20 metros de altura. Este año, concretamente, 22 metros y 55 centímetros (o lo que es lo mismo, 74 pies, que dicho así parece más que veintipocos metros, ¿o no?). ¿Y dónde lo han encontrado? Pues en Mifflinville, Pensilvania, en la finca de la familia Keller, que está encantadísima de haber contribuido de esta manera a poner a su pueblo en el mapa (de no ser por esto, ¿alguien conocería Mifflinville?).
La familia Keller al completo (suponemos) posa feliz ante su árbol
Una vez elegido el árbol, comienza la delicada operación que culminará con el encendido, el primer miércoles después de Acción de Gracias (que es el tercer jueves de noviembre; este tipo de juegos a los americanos les encantan). Este año, será el 30 de noviembre, y para que todo esté a punto para ese momento el árbol llega unos 20 días antes a Manhattan. Este año llegó el día 11. ¿Queréis ver cómo ha sido el viaje desde el ya famoso pueblo de Mifflinville hasta el mismísimo corazón de la Gran Manzana? Pues aquí va el relato en imágenes.
¡¡¡A serrar!!!
¡¡¡Arbol va!!!
Cuidadín, no se rompa
Llegamos a Manhattan
¿Y ahora quién levanta esto?
¡¡¡Arriba con él!!!
¡¡¡Todos a una!!!
Ahí queda eso
El traslado de un árbol de más de 8 pisos de altura es una operación costosa y delicada, y si tenemos en cuenta que lo han convertido en todo un ritual, nos podemos imaginar la expectación que hay alrededor. Los medios de comunicación siguen el traslado paso a paso, hasta que el árbol queda instalado en su sitio. Y entonces… comienza la siguiente fase del proceso: la decoración. Y para eso lo primero que hay que hacer es construir un enorme andamio alrededor de nuestro árbol.
Todo listo para empezar a poner bombillas como locos
No es para menos: 30.000 luces (desde hace unos años, led de bajo consumo), ocho kilómetros de cable y una enorme estrella de cristal Swarovski coronándolo todo (enorme de verdad, de tres metros de diámetro y 250 kilos de peso). El resultado es… ¡¡¡ESPECTACULAR!!! Así que cada año se congregan allí cientos de miles de personas para el momento del encendido (aunque sólo lo pueden ver directamente unos pocos, que llevan allí horas y horas muertos de frío, porque la plaza es más bien pequeña).
Un momentazo, para que nos vamos a engañar. Recordad, este año el 30 de noviembre. Si estáis por allí, no os lo perdáis. Y si pensáis pasaros por Nueva York antes del 7 de enero, pues lo mismo. Como diría la canción, «It’s Chritsmas time in the city», y para escuchársela a otro, ¿quién mejor que Bing Crosby? Pues pinchad aquí y disfrutad.
Sólo hay una forma digna de ser hortera, y es esta: a lo grande
Si queréis conocer estas y otras muchas historias sobre LAS TRADICIONES DE LA NAVIDAD, no os podéis perder la cena que hemos preparado para el sábado 28 de diciembre en el MUSEO DIOCESANO. Si queréis toda la información entrad aquí.
Desde que recuerdo he oído a mi madre decir que voy como el tocinico de San Antón, o sea, como vaca sin cencerro. Y la cuestión es: ¿qué haría el pobre tocino de San Antón para que nuestras madres lo tengan tan presente? Y sobre todo, ¿por qué San Antón tenía un tocino «que le dan sopas y vino y le dicen borrachón»? Lo primero de todo, y antes de empezar, ¿dónde podemos ver a San Antón con su tocino en Zaragoza? Pues sobre todo en la iglesia de San Pablo (donde está su cofradía) y especialmente un día al año, el 17 de enero. Luego contamos lo que pasa allí, porque es una auténtica fiesta.
17 de enero, San Antón sale a las calles del barrio de San Pablo
Este San Antón nació en Egipto y era casi de la quinta de Cleopatra, porque nació hacia el año 250. Con la herencia que le dejaron sus padres tenía para un buen pasar, pero al hombre le dio por retirarse al desierto y hacerse ermitaño, que por lo visto lo iba esto de la soledad (con deciros que los primeros años se los pasó durmiendo en una tumba vacía, os lo digo todo). La cuestión es que al demonio no le hacía mucha gracia ver a un hombre tan virtuoso, y se puso rápidamente a la faena de tentarlo. Pero que si quieres, San Antonio aguantando como un jabato sin hacer ni caso a ninguna de las tentaciones: ni mujeres, ni riquezas, ni ná de ná. El a lo suyo, a rezar y rezar todo el día.
Cómo veis el demonio se lo curraba, pero San Antonio erre que erre, aguantando lo que le echaran
De todas maneras, que estuviera retirado en el desierto no quiere decir que el hombre no tuviera contacto con nadie. Se hizo una excursión, por ejemplo, a visitar a otro ermitaño, Pablo el Simple, que tan simple no sería porque se las había ingeniado para que cada día un cuervo le llevara un pan en el pico, y así iba tirando. Pues bien, el cuervo también debía ser agudo, porque ese día, como se olió que había visita en vez de un pan llevó dos. ¿Qué os parece? Pues así se lo imaginó Velázquez.
San Antonio Abad, San Pedro Ermitaño y el cuervo panadero
Pero no queda ahí la cosa. No sé si veréis que al fondo del cuadro aparece San Antonio (de negro) enterrando a San Pablo (de blanco). Pues bien, no lo hizo solo. Le ayudaron un par de leones y otros bichos de por allí, y por eso se convirtió en patrón de los animales (y de paso de los sepultureros también). También cuentan que un día se le acercó una jabalina con sus jabatos, que eran ciegos. San Antonio los curó, y desde entonces la jabalina siempre estuvo con él para defenderle de lo que fuera. Y aquí viene la pregunta: ¿por qué no se le representa ni con el cuervo, ni con los leones ni con la jabalina, sino con un cerdo? Pues es por una cosa un poco simbólica, porque como el cerdo es un animal impuro el santo aparece así como dominando las impurezas, el pecado y todas esas cosas. Un poco peculiar la relación, pero…
San Antón con su tocino
Mucho tiempo después de su muerte, hacia el año 1100, nació la orden de los Hermanos Hospitalarios de San Antonio para cuidar a los que sufrían de un herpes que se llegó a conocer como «fuego de San Antonio». La fundó un noble francés, agradecido por haberse curado milagrosamente gracias a las reliquias del santo. En Zaragoza tuvieron un hospital donde ahora está la plaza de San Antón (entre el Mercado Central y San Juan de los Panetes, aunque no es muy conocida porque más parece un patio de manzana que una plaza pública). Y aquí viene la segunda relación con el tocino, y la explicación a la frase de mi madre. Para mantener el hospital había que hacer un poco de todo, y concretamente se compraba cada año un tocino que se dejaba suelto, para que los vecinos del barrio le fueran echando de comer lo que tuvieran. El tocino iba de lado a lado mientras se iba engordando, pasaba la noche en la casa que le pillaba más a mano y se iba con el primero que pasara, hasta que cuando llegaba enero se organizaba una rifa, y con los beneficios el hospital tiraba un poquillo. Algo parecido se hacía en muchos pueblos, y de ahí viene lo de ir como el tocinico de San Antón.
Bendiciendo a los animales en San Pablo. Perros, iguanas, tortugas, gallinas, peces de colores… menuda fauna la del barrio de San Pablo el 17 de enero por la mañana
Pero aún hay más, que este tema da mucho de sí. ¿Recordáis que San Antón es el patrón de los animales? Pues el día de su fiesta, 17 de enero, hay bendición masiva. ¿Nunca habéis estado? Pues el año que viene no os lo perdáis, porque os va a encantar. Primero misa «zoológica», o sea, con todos los bichos por la iglesia. Luego bendición, que es lo que se ve en la foto de arriba y en la de abajo. Todo el mundo con sus bichos y el párroco de San Pablo dale que te pego al agua bendita.
«Aquí, mosen, aquí»
Después procesión por el barrio, con banda de música incluida, y luego bailoteo. Lo dicho, no os lo perdáis. A mí es una de las tradiciones zaragozanas que más me gusta, y no falto nunca. Y si tenéis algún bicho, sea perro, gato, conejo o sardina rancia, llevaoslo, que un buen chorro de agua bendita nunca le ha echo mal a nadie.
Si queréis saber mucho más sobre la fauna que vive en los edificios, las calles y las plazas de Zaragoza podéis apuntaros el domingo 19 de mayo a nuestra ruta “Un safari en Zaragoza” a un precio muy especial con motivo del DÍA INTERNACIONAL DE LOS MUSEOS. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar podéis llamarnos al 976207363 o entrar aquí.
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