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¿Qué se esconde detrás de esta portada tan sencilla?

En pleno centro de Zaragoza hay un magnífico edificio, enorme y monumental. Es el antiguo Colegio de la Inmaculada y el Padre Eterno, que tras la expulsión de los jesuitas (a los que pertenecía) en 1767 se convirtió en Real Seminario de San Carlos Borromeo. Todo el mundo sabe dónde está, pero estar, lo que se dice estar… mucho menos. Eso sí, es vox populi que es uno de los interiores más impresionantes de la ciudad, y que precisamente por eso está solicitadísimo para casarse allí. De hecho, uno de los comentarios más repetidos en relación con esta iglesia es: «Yo estuve allí en una boda«.

Simplemente fastuoso

Este lugar tiene una larga historia. Para empezar, si retrocediéramos quinientos y pico años nos encontraríamos aquí con la sinagoga mayor de la ciudad, pues estaríamos en pleno centro de la judería. Tras la expulsión de los judíos en 1492 quedó abandonada, hasta que décadas después la compraron los jesuitas. Durante un tiempo la utilizaron como capilla, hasta que construyeron su colegio y la tiraron para hacer la iglesia. Por aquí pasaron jesuitas tan ilustres como Baltasar Gracián, uno de los escritores fundamentales del Barroco español, que dio clases en sus aulas y escribió aquí algunas de sus obras; o San José de Pignatelli, que fue uno de los principales artífices de la restauración de los jesuitas después de su desaparición…

Baltasar Gracián fue uno de los más ilustres habitantes de este lugar

La iglesia se fue enriqueciendo a lo largo del siglo XVII y la primera mitad del XVIII, hasta convertirse en uno de los conjuntos más espectaculares y mejor conservados en la actualidad del Barroco español. A finales del siglo XVII, p.ej., los duques de Villahermosa construyeron aquí una magnífica capilla para enterrarse, que entre otros tesoros artísticos cuenta, además de las dos tumbas monumentales de los duques, con un conjunto de cuadros de Vicente Berdusán.

La capilla de San José, con sus pinturas en el techo

Poco después, a principios del siglo XVIII, se redecoró la iglesia con una estética barroca muy cercana al gusto del rococó. Sorprendentemente, y a pesar de que durante los Sitios voló justo aquí al lado un polvorín que se llevó por delante parte del edificio, esa decoración se ha conservado íntegramente y convierte la iglesia es una especie de fabuloso cofre del tesoro. Aunque para todo hay gustos, pues en pleno siglo XVIII Antonio Ponz, mucho más clásico y austero, digo de ella que «haga usted cuenta que viene a ser una tienda de espejero». Lo dicho, para gustos. En cualquier caso, más que el valor individual que pueda tener cada una de las piezas lo verdaderamente impresionante es el conjunto, que constituye un auténtico viaje en el tiempo.

El coro de la iglesia

Aquí no acaba la historia del edificio, ni mucho menos. En 1767 fueron expulsados los jesuitas de España, y su antiguo colegio se convirtió en Real Seminario de San Carlos Borromeo (una institución que ya existía y que se trasladó aquí), un seminario sacerdotal, que no es lo mismo que uno de novicios (ese estaba en la plaza de la Seo hasta que se trasladó al edificio de Casablanca, el que hoy ocupa el Ayuntamiento). Hoy el antiguo colegio es, también, residencia de sacerdotes. En fin, una mezcla así de Historia, Arte, Literatura… y en pleno centro de Zaragoza, se merece una visita detenida. Por eso os proponemos que nos acompañéis a descubrir este lugar fascinante.


Si queréis descubrir 10 de las 10.000 razones por las que no os podéis perder este lugar, pinchad aquí. Y si queréis visitarlo, este mes de diciembre tenéis la oportunidad de hacerlo:

  • Cuándo – 5, 6, 7, 14, 20 (completo), 21, 27 y 28 de diciembre a las 17’00
  • Dónde – Puerta de la iglesia de San Carlos
  • Precio – 10 € por persona (estudiantes menores de 26 años y jubilados, 8 €; parados, 5 €)
  • Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

 

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No conozco otra imagen más lujuriosa, en todos los sentidos de la palabra. Lujo a raudales, una relación con las joyas que tiene una fuerte carga sexual, belleza fascinadora… Una combinación explosiva, a veces sofisticada y a veces vulgar, pero siempre irresistible. Porque no hay mejor palabra para definir a Liz que esa: irresistible, magnética, un auténtico imán para todo. Para los hombres, para los problemas, para las joyas legendarias, para las enfermedades… y también para los buenos personajes. Mujeres trágicas, atormentadas, cargadas de erotismo, grandiosas, enamoradas… así son sus mejores creaciones, y así es sobre todo Maggie, la protagonista de «La gata sobre el tejado de zinc«, un título al que la censura española arrebató una palabra que con ella resultaba innecesaria: «caliente». 

Maggie, la gata en celo y enamorada, condenada a maullar sola

Con 14 años Liz era ya una estrella. Con 28 ganó su primer Oscar después de ser nominada cuatro años consecutivos (un récord que sólo iguala Marlon Brando). Antes y después habría interpretaciones gloriosas, porque a Liz le pasa como a Marlon y a Sofía. Son hermosos más allá de lo humano, pero su inteligencia está a la altura de su belleza. Son auténticos animales de la interpretación y consiguen algunos de los momentos más lujuriosos de la historia del cine, porque ¿hay algo más excitante que un cerebro en funcionamiento?

¿No será Liz la causa del cambio climático? ¿Alguien ha visto una cara más bella que ésta? ¿Hubo alguna vez otros ojos color violeta, o son los únicos de la Historia de la Humanidad?

Sin embargo, hoy no estamos aquí para hablar de sus películas, sino de sus dos grandes pasiones: Richard Burton y las joyas fabulosas, que vienen a ser lo mismo. Se conocieron durante el rodaje de Cleopatra y como era de esperar saltaron chispas. Todo lo hicieron a lo grande y sin importarles que hubiera público: amarse y pelearse, broncas y reconciliaciones de un tono épico que no tenía nada que envidiar al de sus películas, y joyas, muchas, grandes, carísimas, legendarias, fabulosas. Todo estuvo a la altura en una de las historias de amor más tremendas de todo el siglo XX.

Marco Antonio y Cleopatra reaparecen en pleno siglo XX y vuelven a asombrar a la Humanidad. Estaba escrito

Ellos eran la lujuria. No podían estar juntos y no podían estar separados, como en la canción: «Ni contigo ni sin ti / tienen mis males remedio. / Contigo porque me matas / y sin ti porque me muero«. Se casaron, se separaron, se casaron y se volvieron a separar, pero se quisieron apasionadamente hasta el final de sus vidas.

«Si me dejas tendré que matarme, no hay vida sin tí», llegó a escribir Richard. El murió diez años después de su segundo divorcio. Ella fue a su funeral vestido de rojo, el color preferido del actor.

Hasta el último día se escribieron, hasta el punto de que ella recibió la última carta al volver del funeral. La había escrito tres días antes de morir y le pedía otra oportunidad. Ella siempre la guardó en su mesilla de noche, y tiempo después dijo: “Richard era magnífico en todo el sentido de la palabra. Y en todo lo que hacía. Desde los primeros momentos en Roma estuvimos siempre loca y poderosamente enamorados. Tuvimos tiempo, pero no el suficiente«. Para compensarlo, al morir ella hace unos meses la familia de él ofreció la posibilidad de que pasaran juntos la eternidad. Ojalá ocurra alguna vez.

Krupp

Taylor-Burton

La Peregrina

Sólo hubo otro amor en la vida de Liz que pudiera compararse con ése, pues su idilio con las joyas fue eso, un auténtico romance cargado de pasión. Y como no podía ser de otra manera estando Taylor y Burton de por medio, de proporciones descomunales. De entre las muchísimas piezas de su excepcional colección, que ahora sale a subasta, me quedo con tres, las tres regaladas por Richard: la perla Peregrina y los diamantes Krupp y Taylor Burton. Y vamos a detenernos en la fascinante historia de la primera por lo mucho que nos toca de cerca.

Felipe III, con la Peregrina colgando de la pluma del sombrero

Una perla digna de una reina

La Peregrina (que no se llama así por lo mucho que ha viajado, sino porque tiene una belleza extraña, bizarra, peregrina) fue descubierta en el siglo XVI por un esclavo en aguas del Archipiélago de las Perlas, en Panamá. Es una enorme perla en forma de lágrima (muy escasas, y por eso muy apreciadas) que pasó a manos de Felipe II y se convirtió en una de las joyas preferidas de las reinas de España (montada en un aderezo con un diamante excepcional, El Estanque, dando lugar a lo que se conoció como el «joyel rico de los Austrias«).

Sobre el pecho de la reina Margarita de Austria, el joyel rico de los Austrias

La Peregrina se convirtió en una de las Joyas de la Corona de España, lo que quiere decir que los reyes no podían regalarlas ni venderlas, porque estaban asociadas a la dinastía y tenían un enorme valor simbólico. ¿Cómo llegó entonces hasta el hermoso escote de Liz Taylor? Pues la historia comienza cuando en 1808 José Bonaparte pide que le entreguen las joyas de los reyes de España y envía La Peregrina a su esposa, que estaba en París. Cuando se divorciaron él se la llevó a Estados Unidos y parece que a su muerte se la dejó a Napoleón III, que la vendió al duque de Abercorn. Sabemos que en 1914 estaba en manos de una joyería inglesa que se la ofreció a Alfonso XIII, pero no hubo acuerdo. Eso sí, le regaló a su esposa Victoria Eugenia otra enorme perla que probablemente es la que lleva la Reina Sofía en esta foto.

¿Es La Peregrina?

Llegamos así a 1969 y La Peregrina sale a subasta en Nueva York. La Casa Real española intentó hacer creer al mundo que la auténtica era la que tenían ellos (o sea, la que Alfonso XIII regaló a Ena cuando todavía eran felices), la misma que luce la Reina en cualquier ocasión en la que haya que subrayar la continuidad de la dinastía (las bodas de sus hijos, por ejemplo). Sin embargo, sabemos que alguien pujó por ella, lo que quiere decir que sabía que era la auténtica. ¿Quién fue? Pues el malogrado Alfonso de Borbón y Dampierre (que por aquellos tiempos aún no estaba casado con la nietísima, Carmencita Martínez Bordíu). Poseer esta pieza hubiera tenido un gran valor simbólico para sus aspiraciones al trono, pero no lo logró. El resto de las pujas llegaron a los 15.000 dólares. Alfonso se detuvo en los 20.000. Richard Burton pagó 37.000 (muy simbólico todo, pues se la regaló a Liz para su 37 cumpleaños). Todo era poco para su reina, la mejor actriz del mundo, la más bella… la perla que habían lucido durante siglos las reinas de España, colgaría ahora del pecho de Liz Taylor, realzada aún más si cabe por el maravilloso aderezo con rubíes que hizo Cartier.

Liz con La Peregrina en «Ana de los mil días»

La propia Liz Taylor, en su libro «Mi romance con las joyas«, cuenta un episodio digno de una película: parece ser que Richard y ella estaban alojados en el Caesar’s Palace de Las Vegas, y la perla se desprendió de su aderezo. Como la alfombra era tan espesa y peluda Liz no la veía. Chica de recursos, se descalzó para ver si la palpaba con los pies. El lujo del hotel, los ojos violetas al acecho, la suave alfombra en la que se hunde el menudo pie de la estrella, el contacto de su piel con la suavidad de la perla… ¿Imagináis la escena? ¿No es pura lujuria todo esto? ¿Queréis saber cómo acabó la cosa? Liz, de pronto, levantó la vista y vio la magnífica y enorme perla entre las fauces de su pequeño caniche. ¿Perdió los nervios? No. Mujer de temple, se acercó dulcemente y se la quitó con cuidado, como sólo una reina puede hacer.

Con joyas o sin joyas Liz es Liz, única e incomparable, reina entre todas las reinas

Y si queréis más lujuria, con motivo de San Valentín tendremos nuestra ruta UNA HISTORIA DE LA LUJURIA EN ZARAGOZA.

Cuándo – Sábado 14 a las 19’00 y domingo 15 a las 11’30

Dónde – Puerta de la iglesia de la Magdalena

Precio – 8 € (estudiantes menores de 26 años y jubilados, 7 €; parados, 4 €)

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Si queréis seguirnos podéis entrar en http://www.facebook.com/gozARTE y pinchar en “me gusta”, o en twitter @gozARTE. Y ahora, os dejo unos cuantos post de nuestro blog con historias de lo más lujuriosas:

Lujuria es… Liz Taylor

Lujuria es… Olympia

Lujuria es… Marilyn Monroe

Pecadores encantadores – Rebeca y la lujuria

Lujuria es… el jamón

Lujuria es… el champagne (francés, bien sûr)

Lujuria es… sexo en Nueva York

Lujuria es… unas piernas de cinco millones de dólares

Lujuria es… el Bulli

Lujuria es… Venus

Lujuria es… el teatro chino de Manolita Chen

Lujuria es… Sodoma y Gomorra

Lujuria es… el “gabinete secreto” de Nápoles

Lujuria es… Marlon Brando

Lujuria es… Sofía

Lujuria es… la guerra de los biquinis

Lujuria es… el biquini

Lujuria es… El Plata

Lujuria es… Zeus y sus chic@s

Lujuria es… la Lollo

Lujuria es… pecado

Lujuria es… San Juan de la Cruz


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¿Qué os parece este león tan colorido? Al verlo a mí me viene a la cabeza una jota que comienza así: «Cuatro leones tenía / el antiguo Puente Piedra…«. Habla de aquellos leones de piedra ya desaparecidos, pero de los que nos quedan algunas fotografías como ésta.

Uno de los leones de piedra del puente, en el lado del Arrabal

El Puente de Piedra siempre fue el acceso más monumental a Zaragoza. Uno lo iba cruzando y veía la fachada más espectacular de la ciudad, la que iba desde la Puerta de la Tripería (más o menos a la entrada del actual Puente de Santiago) hasta la del Sol (donde hoy está el Puente de Hierro): el conjunto de la Zuda y San Juan de los Panetes, el Pilar, las Casas de la Ciudad (el Ayuntamiento), la Lonja, la Puerta del Ángel, la Diputación del Reino (el actual edificio de Cáritas), el Palacio Arzobispal con la Seo detrás, casas ricas de nobles… en fin, todo un espectáculo.

Y precisamente por esa razón la mayoría de las vistas de la ciudad se hicieron desde la orilla de enfrente. Ésta que veis aquí arriba la hizo el yerno de Velázquez, Juan Bautista Martínez del Mazo, desde el convento de San Lázaro (donde está el Balcón del mismo nombre, claro), que tenía una galería con unas vistas estupendas. Allí se alojaba el príncipe Baltasar Carlos cuando estaba en la ciudad, y le pidió a su pintor que le pintara lo que veía cada día para podérselo llevar (muy portátil no es, porque mide 180 x 331, pero bueno…). Eso sí, cuando Mazo pintó este cuadro, que ahora está en el Museo del Prado, una riada se acababa de llevar la parte central del puente y era necesario utilizar el de tablas (que está a la izquierda, casi donde ahora está el de hierro).

No sabemos si en aquella época (el cuadro es de 1647) ya estarían los leones de piedra a la entrada y a la salida del puente, pero lo que es seguro es que a principios del siglo XX allí seguían. ¿Y por qué? Pues porque si ésta era la mejor entrada de la ciudad, la más monumental, la más todo… lo lógico era que a los viajeros los recibiera el animal heráldico de la ciudad, el que llevaba en su escudo ni más ni menos que desde mil ciento treinta y tantos, año arriba, año abajo. Otro día hablamos de qué pinta el león desde hace casi 900 años en el escudo de Zaragoza, pero hoy vamos a lo que interesa: ¿qué fue de aquellos leones de piedra? Pues lamento decir que no lo sabemos. Parece que existe el testimonio de un taxista que antes fue camionero y que cuenta que fue él quien los llevó a una gravera en las afueras de Zaragoza. ¿Quién sabe? La cuestión es que ya no están, y que «si lo viera el tío Jorge / de pena se moriría«, como dice la jota. Lo que está claro es que habían dejado un hueco que había que llenar, y…

En 1991 se colocaron los nuevos leones, obra del escultor Paco Rallo (como el caballito de la Lonja, p.ej.) sobre unos altísimos pedestales diseñados por José Manuel Pérez Latorre, el arquitecto encargado de la reforma del puente que se estaba haciendo en aquel momento. Nada que ver con los antiguos, la verdad. Aquellos eran pequeños, estaban agachados tranquilamente… estos son enormes (dos metros y medio de altura más siete de pedestal), están erguidos, altivos, orgullosos de su papel, vigilantes… Aquellos eran de piedra, y estos de bronce. Otra cosa completamente diferente, la verdad. Si aparecieran los antiguos y a alguien se le ocurriera que había que elegir unos u otros, yo no sabría con cuáles quedarme, porque me gustan todos.

Y no sólo me gustan esos, sino que hay 25 más… que me encantan. Cuando en el año 2006 El Corte Inglés cumplió 25 años en Zaragoza lo celebró de una manera muy peculiar. Se hicieron 25 leones de poliéster que reproducían a escala los del Puente de Piedra, y se le encargó a 25 artistas diferentes que los pintaran a su gusto. El resultado fue espectacular, pero lo mejor es que aquellos leones no desaparecieron. Están escondidos en diferentes lugares de Zaragoza, y cuando menos te lo esperas… te encuentras uno. Os proponemos un reto: ¿por qué no intentamos localizarlos entre todos? A medida que vayan apareciendo los iremos poniendo aquí, con el nombre de su descubridor. Vamos a hacer un mapa «leonino» de nuestra ciudad, ¿os apetece? De momento, os dejo los dos primeros:

Descubierto por Nacho e Irene, colegio de las Escuelas Pías

Sin pincháis aquí podréis encontrar el catálogo de aquella exposición, y veréis fotografías de los 25 leones.

Descubierto por Marisa, edificio Pignatelli

Descubierto por Ana, está en el Colegio La Salle Franciscanas

Ahí queda la propuesta: vamos a construir este post entre todos poco a poco. Iremos añadiendo las fotos de todos los leones que vayáis encontrando, las iremos geoposicionando para que todo el que quiera pueda acercarse a ver cada uno de los leones… esperamos vuestra colaboración para que sea algo hecho entre todos.

Y si queréis saber mucho más sobre la fauna que vive en los edificios, las calles y las plazas de Zaragoza podéis apuntaros el domingo 19 de mayo a nuestra ruta “Un safari en Zaragoza” a un precio muy especial con motivo del DÍA INTERNACIONAL DE LOS MUSEOS. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar podéis llamarnos al 976207363 o entrar aquí.

 

Tarde de toros

El león de San Marcos, un trozo de Venecia en Zaragoza

El perro de San Roque no tiene rabo

El caballo de Palafox 

El caballito de la Lonja

Los ¿delfines? de Neptuno

Los gallos de las veletas… y algún otro

El león del Batallador

El tocinico de San Antón

La cierva de San Gil

Los camellos de la Seo

El dragón de San Jorge

Leones de colores

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¿Conocéis la historia de Lola Puñales? Quintero, León y Quiroga, la Santísima Trinidad de la copla, la escribieron para Concha Piquer, que la grabó en 1948. Puro crimen pasional, sin tontadas ni concesiones a la ñoñería. Sentimientos de los de verdad, sin paños calientes. Asesinato del bueno, sin remordimientos. Pura verdad. Tan verdad, como que la historia estaba basada en hechos reales, como las películas americanas malas. Pero esta vez un crimen del que nadie se acordaría dio lugar a una joya como esta copla.

¿Cómo se pudo llegar a pensar que la copla era algo franquista? No me puedo imaginar nada más contrario al ideal de mujer que encarnaban Pilar Primo de Rivera y su Sección Femenina que esta Lola Puñales, tan dueña de su destino como para decir «que no me importa esta pena / ni ir a la trena / que estoy serena y en mis cabales«. Y ella misma dicta los cargos que se le deben imputar, cuando dice que «al causante de mis males / por jurar cariño en vano / sin siquiera temblarle la mano lo mató Lola Puñales«. Vamos, que no se esconde, porque entonces la cosa no tendría gracia. Le he matado yo y se lo merecía. Y punto. No ha sido un accidente, ni sin querer. Que quede claro. «Lo maté y a sangre fría / por hacer burla de mí / y otra vez lo mataría / si volviera a revivir«. Uffffffff. Tremenda, la Lola Puñales.

La Piquer, sin tapujos

¿Quién mejor para cantar aquello que una mujer que no hizo otra cosa en su vida sino lo que le dio la gana? Concha Piquer vivió con un hombre casado en plenos años cuarenta, dio a luz a su hija en Argentina para que tuviese una situación legal mucho mejor que la que podía tener en España la hija de una madre soltera, pagó gustosamente 500 pesetas de la época cada vez que le pusieron una multa por cantar «Ojos verdes» sin la letra aceptada por la censura (es decir, aquello de «apoyá en la puerta de mi casa un día» en vez de «apoyá en el quicio de la mancebía«), se retiró el día que quiso y en pleno éxito, sin encomendarse a nadie… y así sucesivamente. Si había una mujer dueña de su destino en aquella España de los años cuarenta y cincuenta, esa era Concha Piquer (bueno, y Lola Flores, pero dos monstruos geniales de ese calibre no me caben en un sólo artículo).

Aquí la Piquer parece la mismísima Lola Puñales tramando su venganza

María de los Dolores Castro y León fue la que inspiró a Quintero, León y Quiroga esta copla. Había nacido en un pueblo de la provincia de Córdoba hacia 1870, y no era gitana (eso se lo inventó Rafael de León porque así el personaje le quedaba más redondo). En realidad sus padres vivían de unas tierrecillas, pero eso no quedaba nada literario, la verdad. La cuestión es que el hijo del rico del pueblo le robó «la rosa de sus rosales«, como dice la canción, y no conforme con eso el muy sinvergüenza se lo contó a todo el que le quiso oír. Las consecuencias estaban claras: «con fatiguitas de muerte y sudores de agonía» se tuvo que marchar de su casa, y de allí primero a Córdoba y luego a Sevilla, donde sobrevivió medio cantando, medio bailando y prostituyéndose del todo. Como debía ser morena, de ojos brujos y flamenca (o sea, metida en carnes pero sin pasarse), era lo que se dice una mujer de bandera, y como encima despreciaba a los hombres después de que «aquel hombre moreno» se llevara «pa toa la vía / la rosa de sus rosales«, digamos que tenía éxito e incluso alguno llegó a arruinarse por ella.

La canción, de 1948, se incluyó dos años después en la película «Me casé con una estrella»

Pero, ay, el amor llega cuando uno menos se lo espera, y a la Puñales (que aún no se llamaba así, básicamente porque no había matado a nadie todavía) también le llegó. Un día vino por el café-cantante donde trabajaba un jovencito guapo, bien plantao, con aspiraciones de torero y con muy poca vergüenza, y claro… «sin saber cómo ni cuándo / tú te vas a enamorar. / Con el fuego estás jugando / y te tienes que quemar«. Y se quemó, vaya que si se quemó, pero entera: el angelico le sacó los dineros para librarse del servicio militar en Cuba y claro, le dijo que la quería y lo que hizo falta. Eso sí, prudentemente se calló que tenía novia formal y que además andaba medio liao con un influyente caballero sevillano que tenía mano en la Maestranza, y claro, el trabajo es lo primero y el chico quería torear, y los tiempos estaban muy perros y todo eso. ¿Torero? Ni novillero fue, que la Lola se encargó de cortarle la coleta en cuanto se enteró de todo aquello. «Corrió como loca / buscando la reja / en donde de otra los besos bebía…» y allí mismo, delante de la otra, le mató «y a sangre fría«, con nocturnidad, premeditación, alevosía y una sobredosis de amor y despecho a partes iguales. ¿Arrepentimiento? Eso para otras, pero no para Lola Puñales. No la condenaron a garrote vil porque lo de que fuera un crimen pasional tan claro sirvió de atenuante, pero cuando años después murió en el penal de Cartagena se tuvo que ir al otro barrio sin la absolución, porque ni entonces mostró ni el menor signo de arrepentimiento. Olé, olé y olé. Lo que se dice una mujer de bandera.

Sólo para acabar, otra copla extraordinaria, de las que me ponen los pelos de punta, que muestra la reacción contraria. La de la mujer que lo sabe todo y que lo calla todo, a la que le «duele la cal de los huesos de tanto querer» y que prefiere hacerse la tonta que perder a la persona a la que ama desesperadamente. Os dejo con «Los tientos del reloj«, también compuesta por Quintero, León y Quiroga, pero en este caso para Estrellita Castro y en los años 30. Otro tipo de ira, pero ira al fin y al cabo, igualmente intensa, apasionada y verdadera. Y es que el amor es lo único que lo justifica todo, lo único por lo que cualquier reacción, por airada, extravagante e incomprensible que sea se puede entender.

Si queréis conocer muchas más historias de amor de las tremendas, os dejo nuestra programación sobre HISTORIAS DE AMOR EN FEBRERO. Si queréis saber más entrad aquí o llamadnos al 976207363:

  • Viernes 13 y sábado 14 a las 21’30 – CENA TEATRALIZADA: UNA NOCHE CON LOS ROMAÑOS
  • Sábado 14 y domingo 15 a las 8’00 – NOS VAMOS DE EXCURSIÓN: LOS AMANTES DE TERUEL
  • Sábado 14 a las 19’00 y domingo 15 a las 11’30 – UNA HISTORIA DE LA LUJURIA EN #ZARAGOZA
  • Domingo 15 a las 11’00 – AMORES Y DESAMORES EN EL MUSEO DE ZARAGOZA

Y si queréis seguirnos podéis entrar en http://www.facebook.com/gozARTE y pinchar en «me gusta», o en twitter @gozARTE. Y si queréis conocer más historias de «Pecadores encantadores«, aquí os dejo dos de mis preferidos: Rebeca para la lujuria y Homer Simpson para la pereza.


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Si yo fuera Marge Simpson… no sé lo que haría. A veces pienso que asesinaría a Homer, pero con esa cara de niño bueno, esa tripilla perfectamente convexa, esos ronquidos propios de un hombre con la conciencia tranquila y la baba cayéndole por la comisura de los labios… ¿quién sería capaz de estrangularlo con unos pantys en mitad de la noche? Yo, desde luego que no.

Me imagino que haría lo mismo que Marge, es decir, asumir que nadie es perfecto, y que los muy guapos, abstemios y trabajadores no son trigo limpio. Al fin y al cabo, ¿quién elegiría a Flanders pudiendo quedarse con Homer? A mí Flanders me da miedo. Es el típico vecino que te invita a rezar el rosario, te asesina sin querer y acaba haciendo un estofado con tus michelines y echándoles las vísceras a los perros. Y todo eso mientras recita las obras de misericordia con cara de chico bueno: «Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento…«. Desconfiad de los santurrones hiperactivos. Tienen muy buena intención, pero…

…son imprevisibles. Y no lo olvidemos, el infierno está lleno de buenas intenciones. En cambio… ¿cuántos perezosos habrá en el caldero de Pedro Botero? Pobrecicos, si no hacen mal a nadie. Por no discurrir ni cansarse no dan un paso, y claro, el que no hace nada… ¿puede pecar?

Por esa cabeza no pueden estar pasando malos pensamientos. Ni buenos tampoco. ¿Puede haber una imagen mejor de lo que significa bloquear el cerebro y dejar la mente en blanco? ¿Os lo imagináis haciendo el esfuerzo de pecar? Maquinar, diseñar, ejecutar… ni en sueños. En un cerebro funcionando al ralentí sólo caben pensamientos básicos, simples, imprescindibles: comida, cerveza, mando a distancia, comida, cerveza, mando a distancia, comida, cerveza, mando a distancia… ése es el mantra que se repite una y otra vez, los pensamientos que giran en el círculo eterno formado por el borde de una pizza, el aro de una lata de cerveza, el corte de un perrito caliente, pizza, cerveza, perrito, pizza, cerveza, perrito… Hipnótico, ¿no? No caben ahí los malos pensamientos, no cabe nada que no sea pizza, cerveza, perrito.

De lo cual se deduce que si Homer no es malo, es esencialmente bueno. Y no me negaréis que es buen chico. Hasta tiene sus arranques de ternura (e incluso de la agotadora lujuria), cuando consigue escapar de los brazos del binomio sofá-televisión, esos dos amigos fieles que nunca le fallan. Al fin y al cabo, Homer es el resultado de un largo proceso evolutivo encaminado a la perfección, como puedes ver aquí:

Encaminado a la perfección, pero… se queda en Homer Simpson. ¿Queréis ver el resumen de una vida marcada por la pereza, por haber convertido el «dolce far niente» en una de las Bellas Artes? Pues aquí lo tenéis:

Y aquí tenéis la interpretación psicoanalítica y daliniana de una familia en la que ya solo el cerebro de Lisa, que nunca descansa, resiste al síndrome de los «relojes blandos». Incluso el de Marge ha caído en la tentación de tirarse a la bartola y derretirse poco a poco y sin agobios.

Si queréis saber más sobre este tema fascinante de los pecados no os podéis perder, esta Noche en Blanco 2013 (sábado 22 de junio) dos de nuestras rutas preferidas, dedicadas a los grandes pecadores y pecadoras de la historia de Zaragoza: La lujuria y la ira. Si queréis toda la información o reservar llamadnos al 976207363 o entrad aquí.

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Los jueves entre el 19 de julio y el 13 de septiembre tendremos, a las 21’30, una visita titulada «Los convidados de piedra», esos otros zaragozanos de piedra, bronce… en los que muchas veces ni nos fijamos, pero que viven entre nosotros y tienen montones de historias que contar. Hoy vamos a hablar de uno de ellos, Augusto, que de momento sigue en la avenida de su nombre, junto a las murallas romanas. Por cierto, que a lo mejor os suena de haber visto esta misma escultura en Tarragona, Mérida, Astorga… ¿La misma? ¿Qué lío es éste? Bueno, la misma exactamente no. En realidad, lo que pasa es que el original está en Roma, en los Museos Vaticanos, y lo que se puede ver en todas esas ciudades y en alguna otra son copias en bronce hechas a partir de ese original. ¿Por qué razón? ¿Cuál es el motivo de que haya esculturas iguales en sitios tan distintos? ¿Os apetece verla con más detenimiento?

Augusto, junto a las murallas romanas de la antigua Caesaraugusta

Vayamos por partes. La escultura representa a Augusto, con el que acaba la República y comienza el Imperio en Roma. Aunque nunca recibió el título de emperador lo fue a todos los efectos, y de hecho aquí se le ve en actitud de mando y con un porte completamente imperial. Parece que la decisión de fundar nuestra ciudad vino de él, y de ahí su nombre: Caesaraugusta. Hay otras ciudades relacionadas con él que también llevan el apellido Augusta, como Astorga (Asturica Augusta, en tierra de los astures) o Mérida (Emerita Augusta, fundada con eméritos, licenciados de las legiones romanas), pero sólo a una le dio su nombre completo: a la nuestra. ¿Por qué? Pues tenemos que confesar que no tenemos ni idea, aunque alguna cosa sospechamos. Por ejemplo, que a lo mejor tomó la decisión coincidiendo con su cincuenta cumpleaños (que hoy es una fecha importante pero entonces mucho más, por la sencilla razón de que la mayor parte de la gente no llegaba a cumplirlos) y fue una forma de celebrarlo. Eso tuvo lugar en el 14 a.C., y la arqueología nos dice que Caesaraugusta se debió de fundar por esa fecha. En fin, que coincide, así que parece una hipótesis creíble.

Augusto de Prima Porta, en los Museos Vaticanos

La cuestión es que esta escultura no apareció aquí, sino en Roma. Se encontró en 1863 cuando se excavaba una villa en la que al parecer se retiró Livia, la esposa de Augusto, cuando éste murió (las malas lenguas, que nunca descansan, dicen que ella envenenó los higos directamente en el árbol del que él los comía). La villa estaba en los alrededores de una zona conocida como Prima Porta, y de ahí el nombre con que se conoce la escultura. Parece ser que Livia no debía poder vivir sin tener cerca la imagen del hombre con el que compartió su vida (y parece que también la muerte; la de él, claro), y encargó una copia en mármol de una escultura en bronce que había en Roma, seguramente en un lugar público como el Foro.

La escultura tiene restos de color, algo que puede parecernos sorprendente pero que era bastante normal. El color es frágil y siempre es lo primero que se pierde, pero si os imagináis que las esculturas antiguas eran de un blanco resplandeciente… ya podéis ir olvidándolo. A los griegos y a los romanos les gustaba el «colorín», hasta un punto que a nosotros podría parecernos hasta un pelín hortera (los gustos cambian y siempre intentamos adaptar todo al nuestro, al del presente). Colores fuertes para luces intensas y cegadoras como las del Mediterráneo.

Cabeza de Augusto aparecida en Tarazona y conservada en el Museo de Zaragoza

Cabeza del Augusto de Prima Porta (Museos Vaticanos)

Seguramente la principal diferencia entre la escultura romana y la griega es que la primera es muy realista, con retratos llenos de verdad, de vida y de intensidad, pero en época de Augusto se vuelve la mirada hacia Grecia y lo que se lleva es la idealización (Augusto era enfermizo, no muy alto… nada que ver con esto). De hecho, lo que tenemos aquí no es propiamente un retrato de Augusto (si entendemos retrato como una representación más o menos realista de las características físicas), sino una idealización que resume todas las virtudes que debe reunir alguien tan excepcional como para ser capaz de gobernar el Imperio. Por cierto, que junto a la cabeza del Augusto de Prima Porta podemos ver una pequeña joya aparecida en Tarazona, no lejos de aquí. Es una cabeza de Augusto hecha en sardónice que hoy pertenece a la magnífica colección de arte romano del Museo de Zaragoza. En los dos casos, y aunque la de Tarazona está hecha bastante después, parece más la cabeza de un dios que la de un humano.

Augusto aparece representado como general en jefe, probablemente con un bastón de mando en la mano izquierda y una corona de laurel en la derecha (ambos desaparecidos). Lo más llamativo es la coraza, llena de una decoración que para nada es casual. Todo está ahí por algo, para contar algo: que Augusto ha sido el que ha traído la paz y la prosperidad al Imperio. Pura propaganda política, por supuesto. Vamos a ver sólo algún detalle:

  • En la parte de abajo de la coraza, en el centro, aparece representada la Tierra, recostada y con un cuerno de la abundancia en la mano. Es evidente el significado, ¿no?
  • En el centro hay dos hombres. El que está a la derecha lleva falda corta y un estandarte en sus manos. En realidad es la insignia de una legión romana que fue capturada por los partos, un pueblo de Asia Menor. Aquello fue una tremenda humillación para Roma, y por eso recuperar esa insignia fue algo prioritario. Finalmente se consiguió, y lo que aparece aquí es uno de los partos entregándosela a Marte, el dios romano de la guerra.
  • A los lados de estos hombres hay dos mujeres sentadas: Hispania y la Galia, completamente pacificadas en época de Augusto.

Con todo lo que llevamos dicho no es extraño que a Augusto le considerasen un dios ya en vida, y de hecho aquí aparece descalzo, como los antiguos dioses olímpicos (si hubiese sido simplemente una representación de un humano se hubiera representado el calzado con el mismo detalle que el resto de la ropa). Pero es que además en la escultura de mármol aparece algo que no está en las copias de bronce, incluida la de Zaragoza: Cupido cabalgando sobre un delfín junto a su pierna. Con eso ya quedaba definitivamente claro que Augusto pertenecía a la estirpe de Venus, de la que Cupido era hijo (y también Eneas, el fundador de Roma y protagonista de «La Eneida«, escrita en época de Augusto, que nada es casualidad). Vamos, que era uno de los inmortales, nada más y nada menos. Lo dicho, una obra maestra de propaganda política.

Augusto, cuando vivía en la plaza de Paraíso

Y vamos llegando otra vez al principio. ¿Qué hace Augusto aquí? Ya hemos dicho que la ciudad se fundó en su época y probablemente por decisión suya, y en 1940 Mussolini regala, para recordarlo, una copia en bronce de la escultura de mármol a varias ciudades fundadas por Augusto o que habían tenido una relación especial con él. La escultura, al principio, se colocó en una glorieta en la plaza de Paraíso, pero finalmente se trasladó a su ubicación actual cuando se reformó todo el entorno del mercado (eso sí, como vivimos en una ciudad de monumentos viajeros no podemos asegurar que siga aquí para siempre; al fin y al cabo, siempre es demasiado tiempo, como debió de pensar nuestro alcalde cuando tuvo la peregrina idea de trasladarlo a la calle Alfonso, que por suerte quedó en nada). Por cierto, la original que regalaron los italianos es ésta, y la que hay en la entrada del Ayuntamiento es una copia más pequeña y de peor calidad que se hizo más tarde.

Detrás de Augusto se ven cuatro grandes «arcos» que representan lo que el autor considera las cuatro grandes etapas de la historia de la ciudad (íbera, romana, musulmana y actual), pero lo que más llama la atención es… una pequeña rana. ¿Qué pinta ahí?

¿Qué hace aquí esta misteriosa rana? ¿O no es tan misteriosa?

Os dejaremos con la incógnita, y si queréis averiguarlo… podéis participar en nuestra visita «Un safari en Zaragoza». De momento, si queréis conocer a muchos otros convidados de piedra, os esperamos los jueves de verano a las 21’30 en la bola del mundo que hay junto a la fuente de la Hispanidad, en la plaza del Pilar. ¿Queréis reservar? Pues llamadnos al 976207363 o entrad aquí.

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Hay muchos desnudos femeninos a lo largo de la historia del arte, pero seguramente ninguno tan provocador como el de Olympia. Corre el año de 1865, estamos en París y Édouard Manet está en boca de todos. Ha pintado un cuadro que es el escándalo de todas las personas decentes de la ciudad. ¿Queréis verlo? Pues aquí lo tenéis.

Pues tampoco era para tanto… ¿O sí?

¿Qué tiene Olympia para que este desnudo sea más escandaloso que tantos otros? ¿Por qué la gente habla de ella entre murmullos? ¿Se ve algo que no se vea en otros cuadros o esculturas? Pues no, y la postura tampoco tiene nada de particular. Muchísimo más explícito, sin comparación, es el cuadro que Gustave Courbet pintó al año siguiente, y que tiene un nombre de lo más directo: El origen del mundo.

El origen del mundo, según Courbet, está justo ahí. Y no le vamos a quitar la razón a estas alturas, digo yo

Realmente en París siempre fueron unos adelantadillos («Si vas a París, papá«, y todo eso), pero esto era demasiado incluso allí. Para empezar, no se ve la cara, con lo que no sólo es imposible mirar hacia otro lado, sino que es una forma de subrayar lo que interesa y conseguir que la atención se fije intensamente donde el pintor quiere, es decir, en lo que él llama el origen del mundo. Las piernas se muestran abiertas sin ningún pudor, la mujer no está depilada, es prácticamente de tamaño natural… nunca se había visto algo así, y por eso muchos de los propietarios que tuvo el cuadro (que ahora está en el Museo de Orsay, como Olympia) prefirieron llevar el asunto con discrección. Tanto impresiona que resulta casi agresivo, y cuando empezó a exponerse en el museo, casi a finales del siglo XX, pusieron un vigilante especial en la sala por miedo a que algún visitante atacara el cuadro.

¿No os gustaría ver la foto contraria, para ver las caras que están poniendo? Casi 150 años después hay gente que se sigue escandalizando

En cualquier caso, tampoco era una novedad absoluta lo que se veía allí. En Francia ya hacía décadas que triunfaban los grabados eróticos, como éste que tenemos aquí, en los que se veía de todo y sin ningún recato. ¿Cuál era la diferencia? Pues muchas, la verdad. Por un lado, es completamente diferente ver un cuadro de tamaño natural y un pequeño grabado. El tamaño sí que importa en estos casos, y mucho. Por otro, no es lo mismo ver un grabado en la intimidad de tu casa que ver un cuadro en público, con otras personas a tu lado poniendo la misma cara de póker que tú. Cada formato, cada soporte, estaba reservado para representar unas cosas u otras, y saltarse esas reglas era faltar al decoro.

«Remate usted, caballero, que viene gente y no me gusta quedarme a medias», o algo así le estará diciendo

Por eso este grabado, que es aparentemente mucho más escandaloso, en realidad escandaliza muchísimo menos, porque el grabado es un vehículo más adecuado para algo así. Pero en cualquier caso, volvamos a Olympia a ver si descubrimos qué tiene este cuadro de particular. Bueno, mejor nos vamos más allá, a ver dónde se pudo inspirar Manet. Y tenemos que viajar nada menos que a 1538 y a Venecia, que es donde vivía uno de los más grandes pintores de todos los tiempos: Tiziano que acababa de pintar para el duque de Urbino una de sus obras más famosas.

La Venus de Urbino

Representar a diosas desnudas no estaba mal visto. Entra dentro de las reglas del decoro, y a nadie le extraña. Por eso, la mejor manera de pintar un desnudo y que no pasara nada era decir que era Venus y quedarse tan ancho, porque lo raro sería que Venus fuese vestida. Eso sí, viendo este cuadro ¿parece una diosa? ¿O más bien una mujer normal, en su palacio veneciano? Pues yo me inclino por lo segundo, porque el perrillo encima de la cama, las criadas ordenando el arcón… son bastante terrenales, tanto como la belleza de esta mujer, que no tiene nada que ver con la idealización de otras representaciones de Venus. Además, nos mira directamente, orgullosa y consciente de su belleza. El pelo suelto y largo, la postura un tanto indolente, la cama revuelta… ¿quién es realmente?

Olympia

Venus

La criada de Venus

La criada de Olympia

El gato…

Y el perro

Tiziano mantiene la ficción de que la mujer que está representada en el cuadro es Venus, aunque resulta evidente que es una cortesana (o sea, una prostituta de lujo) veneciana a la que las cosas le van estupendamente. Manet, en cambio, no disimula. Olympia es una cortesana y está encantada de serlo. Nos mira con descaro, entre provocadora e invitadora. Lleva una flor en el pelo, una cinta en el cuello, una pulsera y unas sandalias, lo que hace que el desnudo resulte más impúdico aún, pues parece mucho más desnuda que si no llevara nada. Le llega un ramo de flores de un admirador, de un amante rico, de alguno que aspira a serlo… que le entrega su criada. Y deja caer una mano sobre el sexo como quien no quiere la cosa, porque no da la impresión de que le preocupe mucho taparlo o no. Ah, y como la Venus de Tiziano, es perfectamente consciente de que estamos mirándola, y ni siquiera baja los ojos, sino que nos sostiene la mirada. ¡¡¡Un escándalo!!! La buena sociedad parisina podía aceptar la existencia de cortesanas a las que les iba estupendamente siempre y cuando al final pagasen por lo que habían hecho, a ser posible con una buena tuberculosis que se las llevase directamente al otro barrio con mucho sufrimiento. Ahí está Margarita Gautier, la protagonista de «La dama de las camelias«, que fue la que inspiró a Verdi cuando compuso la historia de Violeta Valéry, la protagonista de su ópera «La Traviata«. Greta Garbo-Margarita Gautier es la protagonista de una película inolvidable, «Camille«, y María Callas-Violeta Valéry es, probablemente, la mejor Traviata de todos los tiempos. Las dos triunfadoras, hermosas, maravillosas… las dos viven la vida a tumba abierta y se enamoran hasta perder el sentido… las dos sufren locamente y mueren jóvenes y en la plenitud de su belleza. Dos historias maravillosas que no son más que una, perfectamente aceptables por la sociedad biempensante gracias a la moraleja final.

Sin embargo, en Olympia no se ve ni rastro de sufrimiento, y más bien parece pertenecer al grupo de las triunfadoras, como La Paiva, a la que sus amantes pagaron un extraordinario palacio en los Campos Elíseos de París al que pertenece esta espectacular bañera, que muestra el lujo de que vivía rodeada.

En la imagen de abajo se ve una fiesta en su casa que recuerda a la primera escena de «La Traviata», la del baile, cuando Violeta canta «Sempre libera«. Es decir, que estaba encantada de hacer lo que le daba la gana, siempre libre, yendo de fiesta en fiesta…

Fiesta en casa de la Paiva

Pues este tipo de mujer era Olympia. Prostituta y sin remordimientos, indecente y triunfadora, impúdica y desvergonzada. Nunca antes se había representado sin tapujos a un personaje así, y Manet se atrevió a hacerlo. Y precisamente por eso, lujuria es… Olympia. Y si queréis más lujuria, con motivo de San Valentín tendremos nuestra ruta UNA HISTORIA DE LA LUJURIA EN ZARAGOZA.

Cuándo – Sábado 14 a las 19’00 y domingo 15 a las 11’30

Dónde – Puerta de la iglesia de la Magdalena

Precio – 8 € (estudiantes menores de 26 años y jubilados, 7 €; parados, 4 €)

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Más información – Entrando aquí

Si queréis seguirnos podéis entrar en http://www.facebook.com/gozARTE y pinchar en “me gusta”, o en twitter @gozARTE. Y ahora, os dejo unos cuantos post de nuestro blog con historias de lo más lujuriosas:

Lujuria es… Liz Taylor

Lujuria es… Olympia

Lujuria es… Marilyn Monroe

Pecadores encantadores – Rebeca y la lujuria

Lujuria es… el jamón

Lujuria es… el champagne (francés, bien sûr)

Lujuria es… sexo en Nueva York

Lujuria es… unas piernas de cinco millones de dólares

Lujuria es… el Bulli

Lujuria es… Venus

Lujuria es… el teatro chino de Manolita Chen

Lujuria es… Sodoma y Gomorra

Lujuria es… el “gabinete secreto” de Nápoles

Lujuria es… Marlon Brando

Lujuria es… Sofía

Lujuria es… la guerra de los biquinis

Lujuria es… el biquini

Lujuria es… El Plata

Lujuria es… Zeus y sus chic@s

Lujuria es… la Lollo

Lujuria es… pecado

Lujuria es… San Juan de la Cruz


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¿Alguna vez has visto un león con alas, un libro entre las patas y una aureola alrededor de la cabeza? Pues si cumple todos o casi todos esos requisitos no hay duda, es el león de San Marcos, y hay grandes posibilidades de que estés en Venecia. ¿O no? Pues no siempre, porque en Zaragoza también lo puedes encontrar.

El león de San Marcos, tan campante en un edificio zaragozano

Eso sí, está en un lugar que tiene cierta vinculación con Venecia, porque el edificio lo construyó la compañía de seguros «La Adriática», y el Adriático es el mar que baña las costas de la ciudad de los canales. La cuestión es que esta empresa acostumbraba a construir sedes monumentales en cada una de las ciudades donde operaba. Se quedaba con las plantas que necesitaba y posteriormente alquilaba o vendía los bajos para locales comerciales y el resto para viviendas. Seguro que, aunque no lo sepáis, habéis visto algunos de los edificios que «La Adriática» construyó por España. Os pongo algún ejemplo y veréis como sí, porque habitualmente son edificios monumentales, que no pasan desapercibidos y que están en lo mejor de cada ciudad.

Madrid, en la Gran Vía con la plaza del Callao

El de Madrid está en plena Gran Vía, y era la sede central de la compañía. Es de los años 20, como el de Sevilla, que a mi me gusta mucho más. Está en la Avenida de la Constitución, en la esquina frente al Ayuntamiento, y en los bajos se sitúa un clásico de la ciudad: la confitería Filella.

La Sevilla en la que se construyó la plaza de España y todos los edificios del parque de María Luisa es la que vio nacer el edificio de «La Adriática»

Hay otros edificios de «La Adriática» repartidos por España, pero en este caso yo creo que el de Zaragoza gana por goleada. En pleno Coso, es moderno, elegante, airoso, monumental… lo tiene todo. A mí, desde luego, es uno de los edificios que más me gustan de nuestra ciudad.

El primer rascacielos zaragozano. Sólo tiene 50 metros, pero tiene todo el garbo de los primeros rascacielos americanos. Si no fuera porque está situado entre una estupenda iglesia barroca y un palacio renacentista más estupendo aún, podríamos pensar que estamos en el Chicago o el Nueva York de principios del siglo XX

Se terminó en 1952 y encaja perfectamente en un entorno muy monumental, con la iglesia de la Mantería, la Audiencia, el edificio de los Escolapios… En cualquier caso, a nosotros lo que nos interesa hoy es el león. ¿Os habíais olvidado de él? Pues está justo sobre la cornisa donde empieza el segundo cuerpo del edificio, en la parte central (encima del arco, por si aún no lo habéis visto). Y es un león perfectamente veneciano, aunque le falte el nimbo alrededor de la cabeza.

El león, tan feliz sobre la cornisa

Zaragoza…

y Venecia


El león de San Marcos sobre una de las dos columnas de la piazzetta de Venecia

La idea de representar a San Marcos como un león con alas viene ni más ni menos que del Apocalipsis. Ya sabéis, se abre el libro de los siete sellos, llegan los cuatro jinetes, la gran ramera de Babilonia… en fin, un festival, y en medio de todo el follón hay cuatro personajes alrededor del trono de Dios, alabándole: un águila, un ángel, un león y un toro (estos dos con alas también). Cada uno de ellos se acabó identificando con uno de los cuatro evangelistas, y a San Marcos le correspondió el león. ¿Por qué? Pues a lo mejor porque su Evangelio comienza hablando de San Juan Bautista como la «voz que clama en el desierto«, y se ha identificado esa voz con el rugido de un león. O a lo mejor no.

«Pax tibi, Marce, evangelista meus. Hic requiescet corpus tuum». O sea, «La paz sea contigo, Marcos, mi evangelista. Aquí descansará tu cuerpo»

Por cierto, que el león de San Marcos lleva muchas veces entre las garras un libro con el principio de una frase, que no es la primera de su Evangelio, para nada. Es la que se supone que le dijo un ángel cuando estaba por la laguna de Venecia (la ciudad no existía aún, así que no pudo hacer el guiri dándose el típico paseo en góndola o comprando máscaras). Aunque claro, también hay gente que dice que eso se lo inventaron los venecianos después. En fin, que maliciosos con ganas de malmeter no faltan nunca. ¿A quién se le ocurre pensar eso de los venecianos, que eran buenísima gente, y tan, tan honrados?

Esculturas, relieves, cuadros… por todas partes, en Venecia, aparece el león con su libro

Primera cuestión: un ángel le dijo a San Marcos que su cuerpo descansaría donde luego se levantó Venecia. Segunda cuestión: una tradición cuenta que él fue el primer cristiano que llegó a Alejandría, allá por los años 60 (los del siglo I d.C., claro) y acabó siendo el obispo de esta ciudad. Allí quedó su cuerpo hasta que unos 800 años después, año arriba, año abajo… llegaron por allí unos mercaderes venecianos. Ni cortos ni perezosos decidieron robar el cuerpo del santo (para cumplir con la profecía del ángel, claro, no por otra cosa) y se lo llevaron a Venecia. Y claro, como Alejandría por aquel entonces (corría el año 828 d.C.) era musulmana, metieron el cuerpo en un cargamento de carne de cerdo, y a los musulmanes ni se les ocurrió registrarlo (aparte de que me imagino que las reliquias de San Marcos a ellos les daban un poco igual, vamos, digo yo).

Tintoretto, el extraordinario pintor veneciano del Renacimiento, representó en estos dos cuadros que se conservan en la Galería del Academia de la ciudad el hallazgo y el robo del cuerpo de San Marcos (que, para haber pasado casi 800 años desde su muerte, se conservaba estupendamente, para qué vamos a decir otra cosa)

Descubrimiento del cuerpo de San Marcos en Alejandría

Robo del cuerpo de San Marcos por los mercaderes venecianos

Cuando los mercaderes llegaron a Venecia le entregaron el cuerpo al Dux (el «jefe» de la Serenísima República), y fue entonces cuando se empezó a construir la maravillosa basílica de San Marcos que aún se puede visitar hoy.

Hemos visto el león de San Marcos en el edificio de la Adriática, pero la relación de Zaragoza con Venecia va mucho más lejos. Muchos os acordaréis del cine Venecia, habréis paseado por los pinares de Venecia, a lo mejor vivís en la calle Venecia o compráis en Puerto Venecia…

En realidad, el origen de todo esto está en el Canal Imperial, por el que navegó durante muchos años una góndola a la que se llamaba «El cisne del Canal». Y claro, tanto éxito tuvo que la gente llamaba a aquella zona «la pequeña Venecia», con su canal, su góndola… no faltaba de nada. Y claro, tanto con Venecia arriba y abajo… hoy tenemos un Stadium Venecia, los pinares se siguen llamando así y la calle Venecia continúa en su sitio, aunque el cine ya desapareció. Eso sí, que sepamos nunca se han visto por allí leones con alas, pero… tiempo al tiempo.

El Cisne del Canal, nuestra góndola particular, hacia 1900

Pero es que aún hay más. Resulta que en 1876 se fundó una de las empresas más importantes de la historia de Zaragoza, y no os vais a creer cómo se llamaba. ¿Lo adivináis? Pues claro, «La veneciana», fundada por Basilio Paraíso, el de la plaza Paraíso. ¿Y por qué se llamó así? Pues porque fue la primera empresa española especializada en la fabricación de vidrio, vidriera artística y espejos, y el prestigio de Venecia en estos temas era incuestionable (¿quién no ha oído hablar del cristal de Murano?). Pura estrategia de márketing que se llevó hasta las últimas consecuencias, pues cuando en 1908 llegó la Exposición Hispano-Francesa, ¿os imagináis cómo era el pabellón de «La veneciana»?

¿Veis asomar la punta de la góndola?

Estaba construido sobre un pequeño canal artificial, en el que había hasta góndolas, para que no faltara de nada (si os fijáis bien, debajo del puente sobre el que está construido el pabellón asoma la punta de una de ellas). Al fin y al cabo su propietario había sido el principal impulsor de la Exposición Hispano-Francesa, y una empresa tan pujante (que aún existe, con el nombre de Saint Gobain – La veneciana) podía y debía permitirse estos lujos. Por cierto, y ya para acabar, obras suyas hay por toda España, pero os pongo un ejemplo que seguro que conocéis: las vidrieras de la Casa Solans, en la Avenida de Cataluña.

El chalet que Juan Solans se construyó al ladito de su fábrica de harinas también tiene su punto veneciano, como tantas cosas en Zaragoza

Por cierto, y ya con esto acabo: Juan XXIII, que antes de ser Papa fue Patriarca de Venecia, murió bajo el manto de la Virgen del Pilar porque él mismo lo pidió. Y también antes de ser Papa estuvo en nuestra ciudad (aún os diré más, durmió en el Colegio Mayor Miraflores). ¿Qué os parece? ¿Sorprendente? ¿Os ha parecido interesante la historia del león de San Marcos?

Si queréis saber mucho más sobre la fauna que vive en los edificios, las calles y las plazas de Zaragoza podéis apuntaros los sábados de julio a las 19’30 a la actividad para familias con niños UN SAFARI A LA FRESCA. Si queréis más información o reservar llamadnos al 976207363 o entrad aquí.

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Mesa de los siete pecados capitales, de El Bosco. El ojo de Dios lo ve todo, y como nos decían nuestras madres: «Dios castiga sin palo»

Hace más de 400 años que El Bosco pintó la mesa de los pecados capitales, que hoy se conserva en el Museo del Prado. En ella aparece el ojo de Dios, con Cristo resucitado en la pupila y una inscripción que dice «Cave, cave, Deus videt«, o sea, cuidado, que Dios lo está viendo. Y alrededor siete escenas, una por cada pecado. Como para asustar a cualquiera, ¿no? Si a eso le añadimos que en las esquinas de la mesa aparecen el momento de la muerte, el Juicio Final, el Infierno y el Paraíso… resulta cualquier cosa menos tranquilizador.

El Bosco lo tenía claro: los pecadores acabarán en el caldero de Pedro Botero. Eso sí, cada uno recibirá el castigo correspondiente a su pecado, que en esto de las penas del infierno hay muchísima sofisticación.

Al fin y al cabo ninguno escaparemos de la muerte, como queda claro viendo mi cuadro preferido desde que era un niño: «El triunfo de la muerte», de Brueghel, otro tesoro del Museo del Prado. La muerte acecha a ricos y pobres, a enamorados, a jugadores, a papas, a emperadores y reyes… Y después de la muerte… nadie lo sabe, lo cual supone una perspectiva poco agradable, la verdad.

Como decía Jorge Manrique refiriéndose a la muerte: «Que si tú vienes airada / todo lo pasas de claro / con tu flecha».

Después de la muerte el sueño, y después, mucho después… sonarán las trompetas que convocarán a la Humanidad en el valle de Josafat para el Juicio Final e inapelable. Los muertos saldrán de sus tumbas, San Miguel pesará las almas, y no podremos ocultar los pecados que hayamos cometido porque, como dice la mesa de El Bosco, «Cave, cave, Deus videt«.

Y aquí quería yo llegar, a los pecados. Porque los hay mortales, veniales, pecadillos… pero por encima de todos están los siete pecados capitales. ¿Por qué son diferentes a los demás? Pues porque lo que se logra con ellos es tan deseable que por conseguirlo se cometen muchos otros en el camino. Son un poco como las cerezas de la jota. ¿Os acordáis? «Así son tus besos / según dicen, maña /como las cerezas. / Que si tiras de una / que si tiras de una / se va toda la cesta.«. Pues eso mismo ocurre, y por eso son capitales, especiales, diferentes…

Por cierto, ¿cuáles son? Ya se nos han olvidado, porque el miedo al fuego eterno ya no existe. Y con eso ganamos muchas cosas, pero perdemos el placer de pecar, y es una pena. Así que, cuanto más sepamos sobre los pecados, muchísimo mejor, porque cuando los cometamos experimentaremos el placer de la transgresión. ¿No merece la pena? Claro que sí, es fantástico que haya límites, aunque sólo sea para poder saltárselos de vez en cuando. Para que los recordéis, aquí tenéis a Homer Simpson, ese gran hombre, cometiéndolos todos, uno por uno. No es necesario traducir, ¿verdad? Los dibujos lo dicen todo.

Para conocer mejor los pecados capitales y disfrutar más intensamente cometiéndolos hemos preparado siete rutas para descubrir historias de pecadores y pecadoras a lo largo de la historia de Zaragoza:


Imagínate un lunes, después del fin de semana… ¿hay algo que apetezca más que la pereza? Desde el paseo de la Independencia hasta la orilla del Ebro vamos a ver cómo disfrutaron del «dolce far niente» los zaragozanos de otros tiempos.


La ira, que lleva a hombres y mujeres a perder la cabeza. Asesinatos de plebeyos, de un arzobispo y hasta de un cardenal, mujeres capaces de todo, cárceles mugrientas, más de 50.000 muertos en los Sitios, fusilamientos, bombas sobre el Pilar…


La envidia es el único pecado que dicen que no da placer al pecador… salvo el de ver caer a tu enemigo. Envidia cochina entre el Pilar y la Seo, una mujer que asesina a su vecina por una falda, denuncias entre amigos, Goya y sus enemigos…


La soberbia es como el jueves, siempre en medio. Artistas que se creen los más importantes, un Papa que se mantuvo en sus XIII, políticos y politiquillos, y sobre todo el Pilar, un lugar donde la soberbia anida en todos los rincones.


La avaricia, el pecado de los que lo quieren todo, todo, todo. Especulación urbanística, banqueros de otras épocas, una joyería sacada de un cuento, buscadores de tesoros, ladrones, jugadores y timadores. ¿Quién da más?


Lujuria es una de esas palabras que al decirla se llena la boca. Del descaro de las vedettes de El Plata al ¿recato? de las monjas del Santo Sepulcro, pasando la despampamante Gina Lollobrigida rodando en Zaragoza. Un sinfín de experiencias lujuriosas e inolvidables.

La gula, un pecado con el que disfruta casi todo el mundo. Banquetes, una pastelería de ensueño, un mercado fantástico, una bodega subterránea, un restaurante de 1826… en fin, una ciudad de lo más laminera.


Si sois un grupo y queréis pecar con nosotros, tenemos muchas opciones para vosotros:

  • La primera, nuestras cenas lujuriosas. Como diría Bette Davis, “abróchense los cinturones porque vamos a despegar“.
  • Cada una de nuestras 7 rutas de pecado, e incluso una que los combina todos. Si queréis reservar para un grupo podéis llamar al 976 20 73 63.

Si queréis seguirnos podéis entrar en http://www.facebook.com/gozARTE y pinchar en “me gusta”, o en twitter @gozARTE. Y si queréis conocer más historias de “Pecadores encantadores“, aquí os dejo dos de mis preferidos: Rebeca para la lujuria y Homer Simpson para la pereza. Y si queréis seguir pecando, aunque sea de pensamiento, aquí os dejo las entradas más pecaminosas de nuestro blog. Gula y lujuria nos pierden, está claro.

Lujuria es… el jamón

Lujuria es… el champagne (francés, bien sûr)

Lujuria es… sexo en Nueva York

Lujuria es… unas piernas de cinco millones de dólares

Lujuria es… el Bulli

Lujuria es… Venus

Lujuria es… el teatro chino de Manolita Chen

Lujuria es… Sodoma y Gomorra

Lujuria es… el «gabinete secreto» de Nápoles

Lujuria es… Marlon Brando

Lujuria es… Sofía

Lujuria es… la guerra de los biquinis

Lujuria es… el biquini

Lujuria es… El Plata

Lujuria es… Zeus y sus chic@s

Lujuria es… la Lollo

Lujuria es… pecado

Lisboa, el paraíso del bacalao

Los pasteis de Belém

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San Roque delante del retablo de San Pablo, preparado para salir en procesión por las calles del barrio del Gancho

Eso de «la pareja del verano» no viene de ahora, ni mucho menos. Es un invento tan viejo que una de las dos parejas estrella año tras año es la formada por la Virgen y San Roque (15 y 16 de agosto). La otra, la de Santiago y Santa Ana (25 y 26 de julio). A todos nos encantan, porque son sinónimo de fiesta, verbena en el pueblo, baile agarrao, unos vinos de más, risas con los amigos de siempre y todas esas cosas que hacen que la vida merezca la pena. Eso sí, como la cosa va de bichos nos quedaremos con San Roque. Bueno, con San Roque y su inseparable perro, que también forman una de las parejas más estables de todo el santoral. O perra, que esto no está muy claro. En Calatayud, de donde San Roque es patrón, dicen que era perra y se llamaba Rouna (y de ahí el nombre de una de las peñas).

San Roque saliendo de la iglesia de San Valero, en las Delicias

San Roque está presente en varias iglesias zaragozanas, como San Pablo o San Valero (de estas dos salen procesiones el 16 de agosto). Sin embargo, creo que no hay ninguna iglesia dedicado al santo en Zaragoza, aunque tiene plaza, y eso no lo puede decir todo el mundo. Y no en cualquier sitio, no: en pleno Coso, delante del colegio de las Escolapias. Allí estaba el arco de San Roque, ya desaparecido como tantos en nuestra ciudad.

El arco de San Roque estuvo ahí, viendo pasar el tiempo, hasta 1942

El arco estaba pegado al convento de Santo Tomás de Villanueva, al que pertenece la iglesia de la Mantería, sobre lo que hoy es la calle Teniente Coronel Valenzuela. ¿Y por qué se llamaba así? Pues porque San Roque era el patrón del gremio de los manteros, que estaban instalados en esta zona. Y muy cerca de allí, en la parroquía de San Pablo, se fundó en 1876 (aunque la devoción es mucho más antigua) la archicofradía de San Roque, que hoy sigue organizando la fiesta en honor del santo cada 16 de agosto.

San Roque saliendo a la calle

Ese día la imagen sale a la calle en procesión y se reparte el pan bendito. El resto del año se conserva en una hornacina que está al lado de la sacristía, así que si os animáis a pasaros por allí un día de estos podréis ver esta estupenda imagen del siglo XVII. Y para que no tengáis que esperar hasta el próximo 16 de agosto aquí tenéis un vídeo con imágenes de la procesión.

¿Quién era este San Roque para ser tan popular? Pues parece que allá por 1295 nació en Montpellier, así que le pasaría aquello de la canción:

Asombróse un portugués

al ver que en su tierna infancia

todos los niños de Francia 

supieran hablar francés.

Arte diabólico es,

dijo arrugando el mostacho,

que un hidalgo en Portugal

llega a viejo y lo habla mal,

y aquí lo parla un muchacho.

¿Queréis oirlo en la voz de la Niña Pastori? Pues pinchad aquí, y disfrutad de «El portugués».

El caso es que el pequeño Roque, que es a lo que íbamos, no sólo hablaba francés desde siempre, que eso en Montpellier no le llamaba la atención a nadie, sino que nació con una cruz roja en el pecho, y eso sí que les impresionó bastante, que prodigios así no se veían todos los días. La cuestión es que pronto se quedó huérfano, y en vez de dedicarse a vivir de las rentas vendió la herencia de sus padres y la repartió entre los pobres. Decidió entonces marcharse de peregrinación a Roma, y pronto se hizo famoso por que tenía mano de santo para curar a los enfermos de la peste. Y claro, de tanto tentar a la suerte paso lo que tenía que pasar, que él mismo se contagió y se tuvo que retirar a un bosque para no infectar a otros. Si a eso le sumamos que había recibido un flechazo en la pierna, debía de estar el pobre para pocos trotes, la verdad. ¿Os lo imagináis allí solo, enfermo, sin comida ni nadie que le cuidara? Pues no os preocupéis demasiado, que ahora es cuando aparece el perro. Ya le estabais echando en falta, ¿no? Pues ya llega, tranquilos.

San Roque va vestido como un peregrino, con el sombrero a la espalda, una bolsa en bandolera, el bastón, las botas… y su inseparable perro con el pan en la boca. Ah, y la herida de la flecha en la pierna, que se me olvidaba.

Resulta que un perro descubrió a Roque en medio del bosque y a partir de entonces cada día robaba un panecillo de la mesa de su amo, un hombre rico que, un día, ya un poco mosqueado, decidió seguirlo. Asombrado, se llevó a Roque a su casa, le alimentó (que no sólo de pan vive el hombre) y le curó. Eso sí, parece que el que le curó definitivamente fue un ángel, que aquel señor (Gottardo Pallastrelli, para más señas) de medicina debía saber más bien poco. La cuestión es que a pesar de que su vida está envuelta por las brumas de la leyenda y hay más dudas que certezas, es todavía hoy un santo de lo más popular, y a lo largo de los siglos se le ha pedido protección sobre todo en caso de peste. Si en la iglesia de tu pueblo hay una imagen suya, es más que probable que en algún momento, hace siglos, le invocaran para que les salvara de alguna epidemia, le sacaran en procesión… como hoy se sigue haciendo en tantos lugares.

¿Os ha parecido interesante la historia del perro de San Roque? Pues si queréis saber mucho más sobre la fauna que vive en los edificios, las calles y las plazas de Zaragoza podéis apuntaros el domingo 19 de mayo a nuestra ruta “Un safari en Zaragoza” a un precio muy especial con motivo del DÍA INTERNACIONAL DE LOS MUSEOS. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar podéis llamarnos al 976207363 o entrar aquí.

 

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