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Posts Tagged ‘certosa di san Martino’

Restos del gran claustro de la Cartuja de la Concepción

Lo que hoy es el parque del barrio de la Cartuja Baja, conocido como Huerto Frisón, era el gran claustro alrededor del cual estaban las celdas de los monjes. Y en su interior, donde hoy juegan los niños, estaba el cementerio en el que los cartujos esperarían al día de la resurrección de los muertos rodeados del mismo silencio que les había acompañado durante su vida. Puede que para nosotros, que muchas veces vivimos la vida queriendo olvidarnos de que la muerte está agazapada en cualquier esquina, sea algo macabro imaginar que a pocos metros de la celda donde el cartujo pasaba su vida se encontraba la fosa donde su cuerpo sería enterrado tras su muerte. Pero no creo que para ellos sea algo trágico encontrarse de frente con su tumba cuando salen de su celda, ni tampoco me los imagino esperando la muerte con ansiedad como Santa Teresa, cuando decía aquello de «Ven, muerte, tan escondida / que no te sienta venir / porque el placer de morir / no me vuelva a dar la vida«, sino más bien aceptándola con naturalidad, un poco como en los versos de Machado: «Y cuando llegue el día del último viaje / y esté al partir la nave que nunca ha de tornar / me encontraréis a bordo, ligero de equipaje / casi desnudo, como los hijos de la mar«. 

San Bruno en la cartuja de Nápoles, reflexionando sobre la vida y la muerte

San Bruno suele aparecer representado contemplando una calavera. Viéndolo me viene a la cabeza Quevedo reflexionando sobre la fugacidad de la vida, cuando escribe aquellos versos en los que habla del hombre y dice:

Sueño fue ayer, mañana será tierra.

Poco antes nada, poco después humo.

Y también me viene a la cabeza esa imagen (probablemente falsa) del cartujo dando cada día de su vida una paletada para cavar su tumba al leer estos otros versos:

Azadas son la hora y el momento

que a jornal de mi pena y mi cuidado

cavan en mi vivir mi monumento.

Y sin embargo no tienen nada que ver. Quevedo ama intensamente la vida, disfruta hasta el último segundo, y más cuando nota que se le escapa entre los dedos. Su obsesión por la muerte es la otra cara de su vitalismo, ni más ni menos. Para el cartujo la muerte no es un final, algo tenebroso o que dé miedo, sino algo hacia lo que camina todos los días.

Claustro grande de la Cartuja de San Martino, en Nápoles

Yo comencé a entender un poco de todo esto en un lugar maravilloso, la Cartuja de San Martino, en Nápoles. En una ciudad bulliciosa como Nápoles, caótica, loca, desenfrenada… hay un oasis de paz, que es este claustro que se ve en la fotografía. Y en este claustro un cementerio que a mí me pareció en aquel momento un pequeño paraíso.

Cementerio de los cartujos

Queda claro que es un cementerio, aunque las tumbas no se ven por ninguna parte. Es un pequeño recinto, sencillo pero cuidadísimo, donde los cartujos esperan el juicio de Dios. Las calaveras que lo rodean no resultan macabras, o a mí no me lo parecen. En ningún otro lugar como en ése he tenido la tentación de creer que podía haber algo después de la muerte. Y precisamente por el momentáneo consuelo de creer que a lo mejor ésta no era un punto y final, en pocos sitios me he sentido tan bien como en aquel cementerio y en aquel momento.

Un buen lugar para pasar la eternidad

Cuando muere el cartujo, en su celda y rodeado de sus hermanos, se le coloca sobre unas parihuelas, con el rostro cubierto con la capucha. Se lleva primero a la sala capitular, cubriendo el cadáver con un gran paño, y luego a la iglesia, y al acabar la misa toda la comunidad rodea al difunto y canta mientras el prior echa agua bendita sobre él. Parte entonces la procesión que atraviesa el gran claustro y se dirige al cementerio: un novicio con una cruz, el Prior y detrás los monjes en fila, el cuerpo llevado por cuatro de ellos y finalmente los hermanos,todos cantando salmos de alegría y esperanza hasta que llegan a la fosa cavada pocas horas antes. Se retira entonces el paño y se deja el cadáver sobre una tabla, depositándolo con cuidado en la fosa y cubriéndolo con tierra mientras el Prior dice: «Ilumina, Señor, el alma de tu siervo, cuyo cuerpo descansa ahora en las sombras de la muerte«. Un simple cruz sin nombre recordará su existencia.

Si queréis conocer una de las dos cartujas zaragozanas, los sábados por la mañana a las 12’00 haremos visitas a la Cartuja de Aula Dei. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar llámanos al 976207363 o entrad aquí.

Y si queréis saber más sobre los cartujos aquí os dejo algunos post de nuestro blog:

Las cartujas de Aragón

La cartuja de Aula Dei

Un paseo nocturno por la Cartuja Baja

Con la tele en la Cartuja Baja

Las sombras de la muerte

Cartujas y tortugas

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A estas alturas ya os habréis dado cuenta de que tengo un serio problema de adicción a Nápoles, pero lo que todavía no he confesado es que una de las cosas que más me gusta hacer allí es ir a ver… ¡¡¡BELENES!!! Sí, sí, belenes, porque Nápoles es la capital mundial del Belén, esto es un hecho indiscutible. Y más concretamente una pequeña callejuela en Spaccanapoli, el corazón de Nápoles: la via San Gregorio Armeno.

Hay pocos lugares más mágicos en el mundo que ésta pequeña callejuela, estrecha, oscura y…           M-A-R-A-V-I-L-L-O-S-A

El niño que todos llevamos dentro va a pegar saltos de alegría en cuanto dobléis la esquina y entréis en un mundo en el que el tiempo se paró hace mucho, mucho tiempo… los mejores artesanos belenistas tienen aquí sus tiendas y talleres, y en cualquier momento del año las figuras del Belén son las protagonistas. ¿Queréis ver cómo es una de estas tiendas por dentro? Pues aquí tenéis una imagen de mi preferida, Ferrigno (no me pagan por hacerles publicidad, aunque no me importaría que me diera alguna figurita como comisión).

Esto del Belén nació cuando San Francisco empezó a montar belenes vivientes con sus frailes hace unos 800 años, pero se convirtió en arte en el Nápoles del siglo XVIII

Cuando vayáis no os quedéis aquí, vosotros hasta la cocina. Subid a la planta de arriba, donde están las mejores piezas (y las más caras, claro) y el taller donde trabajan. Si vais con niños, va a ser una experiencia que recordaréis toda la vida, seguro. Si no, también. Por encima de vuestras cabezas veréis revolotear docenas de ángeles de todos los colores, y miréis donde miréis habrá todo tipo de personajes que os contarán cómo era la vida en esta ciudad hace doscientos y pico años. Viva, bulliciosa, un poco caótica, colorista, animada… vamos, exactamente igual que ahora.

¿Qué os parece esta charcutería, con todos los detalles? Sus jamones, sus chorizos, su de tó.

Pero corro mucho. ¿Veis la figura del tendero? Pues vamos a ver cómo se hacen. Aquí tenéis unas cuantas desnudas. Las cabezas de barro, las manos de madera y el resto del cuerpo de alambre envuelto en esparto, para que se pueda cambiar la posición de brazos y piernas a la hora de montar el Belén.

Las figuras hay que vestirlas, claro, pero no de cualquier manera. Con todo lujo de detalles y telas de calidad, especialmente la estupenda seda de San Leucio, que se producía para toda Europa y que hoy sigue presente en los mejores lugares. Por poner sólo un par de ejemplos, las banderas de la Casa Blanca o del palacio de Buckingham están hechas con ella. Igual que las ropas de estas figuras. ¿O es que esta chica no puede ir a cualquier sitio con este estupendo traje?

Lo más curioso de los belenes napolitanos es que intentan captar la vida de la ciudad, y tanto esfuerzo se dedica a la tienda del pescadero, del que vende piezas de vidrio, de la lotera, del que vende cuadritos de devoción… como al portal. Y no sólo al personaje, sino a cada uno de los infinitos detalles que forman parte de su establecimiento.

Mis sardinitas, qué ricas son…

Y claro, si tenemos en cuenta que cada figura tiene entre 35 y 45 cm, y que hay belenes que tienen cuatrocientas o más… pues podremos imaginar que en un rincón de casa no nos caben (aunque los hay desde tres figuras, la Virgen, San José y el niño). Los montajes son muchas veces espectaculares, y la vista se pierde por todos los rincones.

¿Qué os parece éste? Pues la foto muestra sólo una parte, pero sólo con el torbellino de ángeles os podéis hacer una idea del conjunto. Está en uno de los lugares más bonitos de Nápoles, la cartuja de San Martino, junto con otros muchos, grandes y pequeños. ¿A qué estáis esperando para hacer las maletas y marcharos para allí?

Si queréis conocer estas y otras muchas historias sobre LAS TRADICIONES DE LA NAVIDAD, no os podéis perder la cena que hemos preparado para el sábado 28 de diciembre en el MUSEO DIOCESANO. Si queréis toda la información entrad aquí.

Cuándo – Sábados 21 y 28 de diciembre a las 21’30
Dónde – Taquillas del Museo Diocesano
Precio – 29 € por persona
Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

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