Antes de nada, pinchad aquí y escuchad esta música maravillosa mientras seguís leyendo. Es «La madrugá«, de Abel Moreno. Para mí, la mejor banda sonora posible cuando se habla de Semana Santa. Y es que no falta mucho para que llegue el Domingo de Ramos y dé el pistoletazo de salida para los siete días más alucinantes del año. ¿Por qué digo eso? Pues porque es imposible que exista en el mundo una fiesta más espectacular, mejor conservada, con tradiciones tan variadas y con un número de participantes (muchos de ellos, entre los que me incluyo, adictos) tan enorme como la Semana Santa en España. Para millones de personas no es más que un puente festivo en el que si con un poco de suerte hace buen tiempo se irán a la playa. Para otros muchos millones es otra cosa, y no sólo es cuestión de creencias, sino también de algo igualmente intenso y fuerte a lo que llamamos tradición, identidad…
En esta cena vamos a hablar de algunas de esas tradiciones, de las más conocidas y de otras absolutamente insólitas y peculiares: nazarenos en Sevilla y esqueletos bailando la danza de la muerte en Verges, largas filas de hombres vestidos con sus mortajas en Bercianos de Aliste, «picaos» en San Vicente de la Sonsierra, legionarios en Málaga, tambores en Híjar o en Hellín… y muchas cosas más. No tiene nada que ver estar un jueves Santo de madrugada viendo caer una petalada sobre la Esperanza de Triana mientras suena la música más alegre del mundo, en Híjar mientras los rosarieros cantan su «Ay de mí«, oyendo el Miserere en Zamora… De norte a sur y de este a oeste de España se despliega esos días todo un mundo a veces deslumbrante y a veces sobrecogedor de penitentes, nazarenos, músicos, tamborileros, legionarios, manolas, hebreas, armaos, romanos o alabarderos, que según donde estemos convive con procesiones de borrachos, timbas y muchas otras cosas.
«Empalao» de Valverde de la Vera
Como siempre, contaremos historias, oiremos música, veremos imágenes sorprendentes… y todo ello acompañado de un menú de cuaresma rico, rico:
Menú – Recordad que si sois celíacos, vegetarianos, alérgicos a algo… solo tenéis que decírnoslo en el momento de reservar y os prepararemos otro menú.
Hojaldre relleno de mousse de setas y puerros
Bacalao al horno con verduritas
Torrijas sobre una cama de natillas
Cuándo – 21 y 28 de marzo a las 21’30 h
Dónde – Patio del Museo diocesano
Precio – 29 € por persona (visita teatralizada a las 20’00 + cena, 39 €; estudiantes y jubilados, 38 €; parados, 35 €)
Lo confieso: me encanta Sexo en Nueva York. Más aún, soy un adicto del tipo «Me llamo Carlos y no puedo vivir sin mi dosis diaria de Sexo en Nueva York«. Tiene el tono justo para ser frívolo pero no superficial, que es lo que mola. «Sálvame» es superficial, porque hablan de cosas que no tienen la menor importancia, pero no es frívolo, porque parece que se las toman terriblemente en serio. «Sexo en Nueva York» habla de cosas tremendamente serias, pero tomándoselas de la única manera que uno puede hacerlo: a risa, que es el arma de la gente inteligente para enfrentarse a la vida. Así que no tengo ninguna intención de desengancharme.
Cuatro personalidades perfectamente lujuriosas
Sólo Marilyn (y Liz, claro) resume todos los significados de la palabra lujuria como ellas. Sexo y lujo a partes iguales y no necesariamente por este orden, hombres y champagne, por supuesto francés, teniendo claro, además, que un diamante es para siempre y es un amigo fiel (aunque te cueste algunas lágrimas y tengas la tentación de devolver el anillo, como nuestros abuelos se devolvían las cartas cuando partían peras). Ya lo decía la señorita Monroe, ¿no? «Un beso en la mano puede ser muy europeo, pero un diamante es el mejor amigo de las chicas«. Y ni ella se lo creía, claro, igual que nuestras protagonistas tampoco se lo creen, pero algunas saben que aprender consiste también en darse cuenta de que el dolor y el orgullo pasan y las piedras quedan.
La cuestión es decidir cuáles son las cosas realmente importantes en la vida, y miles de años de historia de la Humanidad, de pensadores más y menos brillantes dándole vueltas al tarro para encontrar la gran respuesta, llevan siempre al mismo punto: lo único realmente importante es ser feliz, y lo demás, cuentos. Y ahí viene lo peliagudo, decidir qué es exactamente eso de ser feliz. Y claro, nuestras cuatro amigas tienen respuestas radicalmente opuestas y completamente similares a esa pregunta. Escuchemos qué tienen que decirnos al respecto.
A tí, Charlotte, querida, ¿qué te hace feliz?
Ay, qué pregunta. Pues lo que a todos, aunque otros no se atreven a confesarlo. Una vida con la dosis justa de estabilidad y de aventura, de amor y de sexo… Yo no pido nada del otro mundo: una boda bonita, un marido guapo y rico que me quiera y me tenga como a una reina, unos niños divinos, un apartamento de lujo en Park Avenue, una suegra que no dé mucho mal, que de las otras ya he tenido… en fin, lo que todo el mundo, ya digo. Ah, y una casa en la playa, en los Hamptons, of course. Con eso me conformo, soy una chica sencilla.
¿Puedes resumir todo eso en dos o tres palabras?
Pues claro, a ver… ¿Amor, sexo y lujo está bien? Y si no, amor, amor y amor. Eso, pon eso.
Y tú, Samantha, ¿qué necesitas para ser feliz? Dinos algo que no sepamos ya
Ay, picarón, jajaja. Yo lo quiero todo, TODO, y a TODOS, ya sabes. Yo quiero hombres guapos con penes grandes y duros. Y quiero descubrir el secreto de la eterna juventud para estar siempre joven y estupenda, que eso me quita a mí la alegría, no te creas, que las patas de gallo, las cartucheras, los pechos caídos y el culo flácido son compañeros de viaje que no tengo ninguna gana de tener, y las de veinte vienen empujando y yo no me pienso apartar y dejarles el camino libre. Lo mío me cuesta, pero aquí sigo, en la brecha. Y tómate eso como quieras, darling.
¿Y el amor? Porque ya sabes que hay quien piensa que el sexo sin amor es una experiencia vacía.
Jajajaja sí, y como dice Woody Allen, como experiencia vacía es una de las mejores. Unos reprimidos todos. Y el amor… si llega, llegará, pero se sufre mucho y no sé… ¿tú crees que vale la pena pasarlo tan mal? Además, en mi vida hay mucho amor: estoy enamoradísima de mí misma, jajaja.
Te toca a tí, Miranda. ¿Qué es para tí la felicidad?
¿Y yo qué diablos sé lo que es la felicidad? Cuando salí de Harvard lo tenía claro, pero… ya no. Mira, yo siempre pensé que la felicidad era ser brillante, tener una estupenda carrera profesional y ser independiente, sin necesitar nunca el dinero de ningún hombre. Y sí, todo eso está bien, pero ¿te hace feliz? ¿Quién me iba a decir a mí que iba a babear con una criatura? ¿Y que me iba a volver loca por un camarero? ¿Y que iba a irme a vivir fuera de Manhattan para verlos felices a los dos? Chico, las cosas cambian cada día, pero cada vez tengo más claro que soy más feliz cuanto más felices puedo hacer a los que quiero.
Sólo nos quedas tú, Carrie. Sorpréndenos con tu idea de la felicidad
Pues no creo que te sorprenda, que me estoy volviendo cada día más simple en estas cosas. Hombre, me sigue haciendo feliz tener mi dinero donde lo pueda ver, o sea, colgando en mi armario, jajaja. Pero… y aquí habla la sesuda columnista… si te hubieras ido unos miles de años atrás y hubieras preguntado a cuatro cavernícolas a la vuelta de la caza del bisonte, te hubieran respondido lo mismo que nosotras. A lo mejor con otras palabras, pero lo mismo. Porque aquellos antepasados nuestros tan primitivos ya sabían lo que llevamos milenios intentando descubrir. Ellos en la cueva y nosotras en la sofisticadísima Nueva York, sabemos que lo único que nos hace felices es… el amor. Ni más, ni menos. Bueno, el amor y sus condimentos, claro. Que contigo pan y cebolla, pero las penas con pan son menos, y cuando el hambre entra por la puerta el amor salta por la ventana, así que… lujuria, pura lujuria, amor, sexo y lujo, o sea, amor, amor y amor. Y vivir la vida apasionadamente, apasionándose por una canción, un par de zapatos, un cuadro, una buena discusión, una ciudad, una copa de vino… pero siempre apasionándose. No hay más. En eso se resume la esencia de la vida. En la pura lujuria.
La expresión «como pa’una boda» se refiere exactamente a esto. Ellas saben que en una boda el único término medio posible entre estar divina y ser una hortera es «ir discreta», que es la peor de las tres opciones siempre.
Porque dicen sin tapujos lo que muchos no se atreverían ni a pensar sobre el sexo, y al mismo tiempo son súper pudorosas y hasta un poco rancias y conservadoras para otras cosas. Porque mi color preferido también es el naranja de la veuve Clicquot, esa encantadora viejecita que dedicó su vida a hacer champagne. Porque ellas también saben que sencillo y simple son dos cosas completamente diferentes. Porque visten como nadie viste y hablan como nadie habla, y al mismo tiempo son absolutamente reales… por eso me encantan. Y punto.
Y si queréis más lujuria, con motivo de San Valentín tendremos nuestra ruta UNA HISTORIA DE LA LUJURIA EN ZARAGOZA.
Cuándo – Sábado 14 a las 19’00 y domingo 15 a las 11’30
Dónde – Puerta de la iglesia de la Magdalena
Precio – 8 € (estudiantes menores de 26 años y jubilados, 7 €; parados, 4 €)
Si queréis seguirnos podéis entrar en http://www.facebook.com/gozARTE y pinchar en “me gusta”, o en twitter @gozARTE. Y ahora, os dejo unos cuantos post de nuestro blog con historias de lo más lujuriosas:
O sea, las piernas más largas de la historia del cine, inacabables, peligrosas, seductoras, tentadoras, capaces de llevarte directamente por la calle de la Amargura, esquina con Perdición. Estamos hablando, claro, de las dos piernas, dos, de la única, inigualable, extraordinaria… CYD CHARISSE. Por buen actor que fuese Gene Kelly, esa cara que tiene en la foto cuando de repente y sin esperárselo se encuentra con que su sombrero ha caído justo donde no debía… en fin, que no necesitaba fingir para que le cortase el hipo al ver aquello.
«Cantando bajo la lluvia», o sea, la película que Woody Allen dice que hay que ver una vez al mes si uno quiere ser feliz. Gene Kelly, con esa cara de buen chico recién llegado a la gran ciudad. Ese plano con una pierna infinita, estirada, con un sombrero en la punta del pie, que acaba en un cuerpo de tanguista peligrosa, embutida en un vestido verde que, por sí solo, ha sido suficiente para llenar varias veces el caldero de Pedro Botero de pecadores con cerebros llenos de pensamientos libidinosos… Esa mujer que se permite despreciar el amor a cambio del dinero, fría, calculadora y que se mueve como nadie se movió nunca. Ufffffffffffffffffffffffffffffffffffffffffffff
Por esa cuesta abajo uno se desliza sin enterarse hasta la puerta del mismísimo infierno
Tula Ellice Finklea había nacido en Amarillo, Texas. Con ese nombre y en semejante lugar tenía que ser una bailarina muy, muy, muy grande para llegar a convertirse en una estrella, pero ella lo era. Tanto que llegó a bailar en los ballets rusos de Diaghilev (con nombres falsos como Felia Sidorova, que al fin y al cabo eran los ballets rusos) y protagonizó unas cuantas de las escenas más inovidables de la historia del cine.
Sin palabras
Aquellas piernas infinitas que ella sabía mover como nadie eran un tesoro, así que… había que asegurarlas. Y lo hizo en 1952, en medio de una enorme campaña publicitaria, por la escandalosa cantidad de cinco millones de dólares, o sea, un Potosí. En realidad, la Metro pulverizaba así el récord de la Fox, que había asegurado las piernas de Betty Grable en un millón de dólares cada una. Una barbaridad también, porque como hubiera dicho Celia Gámez «da lo mismo de suspiros que de tiros, un millón es un millón«. La cosa venía de que Betty había protagonizado en el 39 «Las piernas del millón de dólares», título que se refería a las de un caballo de carreras, pero los publicistas de la Fox se lo curraron y la gente acabó conociéndola así.
Según la revista Life, ésta es una de las 100 fotos que cambiaron el mundo. ¡¡¡Pobrecica Betty!!! La chica de las piernas de un millón de dólares, la estrella femenina favorita de los soldados americanos durante la II Guerra Mundial, se quedó en nada cuando llegó Cyd
A principios de los 50 Cyd firma un contrato con la Metro y empieza a tener papeles protagonistas en películas importantes, sobre todo musicales. Ahí va una lista para quitar el hipo: «Cantando bajo la lluvia», «Melodías de Broadway», «Siempre hace buen tiempo», «Brigadoon». Antes la veíamos en la primera, y ahora vamos a verla en la segunda, en la que tuvo como pareja a un bailarín mítico, Fred Asteire. La diferencia de edad entre los dos no impidió que se crease una química… inolvidable. Disfrutad de cada segundo de esta escena:
Y ya para acabar otra escena que quizá no sea tan lujuriosa, pero es… yo creo que el mejor «paso a dos» de toda la historia del cine. Montones de ensayos, una falda que vuela y subraya cada movimiento, una música perfecta, un decorado elegante y romántico… En fin, el que seguramente es el mejor número de la historia del cine musical, «Dancing in the dark»:
Sobran las palabras. Y aún a riesgo de que me toméis por el abuelo Cebolleta, diré lo que estoy pensando: ya no se hacen películas así. En fin, os dejo con la maravillosa Cyd, que es la mejor manera de empezar el fin de semana.
Y si queréis más lujuria, con motivo de San Valentín tendremos nuestra ruta UNA HISTORIA DE LA LUJURIA EN ZARAGOZA.
Cuándo – Sábado 14 a las 19’00 y domingo 15 a las 11’30
Dónde – Puerta de la iglesia de la Magdalena
Precio – 8 € (estudiantes menores de 26 años y jubilados, 7 €; parados, 4 €)
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