Roma es una ciudad alegre, bella y luminosa como pocas. Sus piedras milenarias han visto de todo, desde Nerón tocando la lira mientras la veía arder hasta Anita Ekberg bañándose en la Fontana de Trevi o Audrey Hepburn recorriéndola en Vespa.
Sin embargo… Roma es mucho más que lo que se ve. Es también una ciudad llena de fantasmas que conviven pacíficamente (a veces) y con la mayor naturalidad con los romanos de hoy, gente sabia y acostumbrada a todo desde la época de Rómulo y Remo, hace casi 3.000 años. La historia de la ciudad está plagada de aparecidos, espectros, seres del inframundo que no descansan en paz y que intentan comunicarse con los vivos, almas del purgatorio que dejan su huella por todas partes… Al fin y al cabo todos los caminos llevan a Roma, y los de ultratumba parece que también.
¿Queréis conocer la historia de la mano de Constanza de Cupis, que algunas noches se puede ver en los balcones de un palacio de Piazza Navona? ¿Y la de los huesos de un Papa que se agitan cada vez que está a punto de morir uno de sus sucesores? ¿Os venís a ver las huellas de fuego que dejan las almas del Purgatorio cuando se manifiestan? ¿O preferís conocer a Fray Piccolo, el fantasma que vive en la embajada de España en Roma? Espectros, milagros, demonios y aparecidos para una noche fantasmagórica en la que descubriremos que no es tan fiero el león como lo pintan, y que hasta los espectros más gruñones tienen su lado simpático.
Por cierto, los fantasmas no comen (o eso dicen) pero nosotros sí, y hemos preparado para la ocasión un menú típicamente romano, como el que podríamos encontrar en cualquier trattoria del Trastevere. Aquí lo tenéis:
Melanzane alla parmigiana (o sea, berenjenas con queso)
Saltimbocca alla romana (unos deliciosos rollitos de carne muy fina, jamón y salvia)
Arrosto di maiale a l’oglio di rosmarino (asado de carne de cerdo al aceite de romero)
Tiramisu alla crema di ricotta (Tiramisú con crema de queso)
Y ya sabéis, si sois celíacos, vegetarianos, alérgicos a algo… no tenéis más que decírnoslo cuando hagáis la reserva y os prepararemos otra cosa. Os esperamos para pasar una noche de lo más romana y fantasmal.
Cuándo – 3, 10, 17, 24 y 31 de julio a las 21’00
Dónde – Restaurante El Atrapamundos (C/ Mefisto, 4)
Y si queréis más, durante este verano, entre el 19 de julio y el 13 de septiembre, también tendremos «Cenas de los jueves», dedicadas a «L@s amantes de los reyes (y reinas) de España» (si queréis más información entrad aquí), además de nuestras «Cinco rutas a la fresca» y una gymkana muy especial. Entrad aquí y lo encontraréis todo.
Antes de nada, pinchad aquí y escuchad esta música maravillosa mientras seguís leyendo. Es «La madrugá«, de Abel Moreno. Para mí, la mejor banda sonora posible cuando se habla de Semana Santa. Y es que no falta mucho para que llegue el Domingo de Ramos y dé el pistoletazo de salida para los siete días más alucinantes del año. ¿Por qué digo eso? Pues porque es imposible que exista en el mundo una fiesta más espectacular, mejor conservada, con tradiciones tan variadas y con un número de participantes (muchos de ellos, entre los que me incluyo, adictos) tan enorme como la Semana Santa en España. Para millones de personas no es más que un puente festivo en el que si con un poco de suerte hace buen tiempo se irán a la playa. Para otros muchos millones es otra cosa, y no sólo es cuestión de creencias, sino también de algo igualmente intenso y fuerte a lo que llamamos tradición, identidad…
En esta cena vamos a hablar de algunas de esas tradiciones, de las más conocidas y de otras absolutamente insólitas y peculiares: nazarenos en Sevilla y esqueletos bailando la danza de la muerte en Verges, largas filas de hombres vestidos con sus mortajas en Bercianos de Aliste, «picaos» en San Vicente de la Sonsierra, legionarios en Málaga, tambores en Híjar o en Hellín… y muchas cosas más. No tiene nada que ver estar un jueves Santo de madrugada viendo caer una petalada sobre la Esperanza de Triana mientras suena la música más alegre del mundo, en Híjar mientras los rosarieros cantan su «Ay de mí«, oyendo el Miserere en Zamora… De norte a sur y de este a oeste de España se despliega esos días todo un mundo a veces deslumbrante y a veces sobrecogedor de penitentes, nazarenos, músicos, tamborileros, legionarios, manolas, hebreas, armaos, romanos o alabarderos, que según donde estemos convive con procesiones de borrachos, timbas y muchas otras cosas.
«Empalao» de Valverde de la Vera
Como siempre, contaremos historias, oiremos música, veremos imágenes sorprendentes… y todo ello acompañado de un menú de cuaresma rico, rico:
Menú – Recordad que si sois celíacos, vegetarianos, alérgicos a algo… solo tenéis que decírnoslo en el momento de reservar y os prepararemos otro menú.
Hojaldre relleno de mousse de setas y puerros
Bacalao al horno con verduritas
Torrijas sobre una cama de natillas
Cuándo – 21 y 28 de marzo a las 21’30 h
Dónde – Patio del Museo diocesano
Precio – 29 € por persona (visita teatralizada a las 20’00 + cena, 39 €; estudiantes y jubilados, 38 €; parados, 35 €)
Hay muchos tipos de besos de amor. Están los que te hacen flotar y olvidarte de que el mundo sigue girando alrededor. Están los apasionados, cargados de erotismo, esos en los que querrías fundirte con la otra persona y que tienen mucho de canibalismo, de quererse devorar el uno al otro. Están los que se dan en el andén de una estación (bueno, eso era antes, cuando se podía) al despedirse, que se querría que fueran eternos, y los que se dan al reencontrarse… Pues bien, sólo conozco una imagen que los contenga todos a la vez, y es esta.
Un beso eterno
En 1904 llegó a París un joven escultor rumano: Constantin Brancusi. A lo mejor no os suena, pero es uno de mis artistas preferidos. Cuando quería representar algo no paraba de darle vueltas y vueltas, de experimentar con materiales haciendo distintas versiones… hasta que lograba justo lo que buscaba, llegar a la esencia de las cosas, eliminar todo lo superfluo y quedarse con lo demás. Vamos a fijarnos en esta escultura. Son dos personas abrazándose mientras se besan. ¿Las veis? La que está a la derecha es la mujer. El pelo le cae por la espalda hasta el suelo (¿veis las líneas talladas en la piedra?) y tiene algo de tripilla, que hace que tenga unas formas algo más curvas. El otro es el hombre, con el pelo corto. Será un tópico, pero nos sirve perfectamente para identificarlos, ¿no?
Como si fuera esta noche la última vez
Fijaos ahora en los ojos. ¿Habíais visto alguna vez una imagen más potente de ese momento en el que dos personas se miran a los ojos como si se quisieran ver hasta el fondo del alma, o tirarse a esa piscina para bucear dentro del otro? Esos dos ojos, uno clavado en el otro para siempre… uffffffffff. Son tremendos, igual que esos labios. Cuando de vez en cuando aparece la noticia de que una pareja ha batido nuevamente el récord del mundo con un beso que dura 30, 40, 50 horas o más… me da la risa. Eso no es un beso, es otra cosa. La duración de un beso no tiene nada que ver con el reloj ni con el calendario, porque la eternidad cabe en un segundo. Y no sé si estaréis de acuerdo conmigo, pero creo que Brancusi capta ese segundo como nadie lo había hecho.
Lía con tus brazos / un nudo de dos lazos / que me ate a tu pecho / amor
Mirad esta otra versión (en la que se ve la espalda del hombre, con el pelo corto). ¿Cómo consigue Brancusi que tengamos la sensacion de que de verdad se han fundido el uno con el otro? Vistos de perfil el pelo de uno parece una prolongación del del otro, el ojo de uno mira fijamente al del otro, los labios están sellados… y además los dos parecen uno, porque nada sobresale del bloque de piedra. Por eso los brazos son tan planos, prácticamente sin relieve. Casi parece que poco a poco vayan a ir desapareciendo los pocos rasgos que hay tallados y la pareja vaya a acabar convirtiéndose en un solo bloque completamente liso. A lo mejor eso hubiera sido el beso perfecto. A lo mejor a Brancusi no se le ocurrió. O sí, y pensó que nadie lo hubiera entendido. ¿Quién sabe?
Una versión anterior
Mirad ahora esta versión y comparad los brazos con los de las anteriores. ¿A que aquí el efecto no se consigue tanto? También es impactante, porque probablemente esos brazos tan largos y desproporcionados hacen que nos fijemos sobre todo en el abrazo, pero no sé por qué esta última me recuerda un poco a cuando te abrazan y te besan tu abuela o tus tías, y parece que nunca te vayas a poder soltar. En cualquiera de las otras hay un equilibrio entre todas las partes de la escultura que aquí se rompe con esos brazos tan llamativos (bueno, en la anterior pasaba lo mismo con los ojos, ¿no?).
Un beso para la eternidad
Os dejo ya la última versión de este beso, que fue la primera. En 1907 los padres de Tania Rachevskaia, una anarquista rusa que se suicidó por amor, encargaron a Brancusi una estela para su tumba, en el cementerio de Montparnasse. Brancusi hizo una de las esculturas funerarias más emocionantes y más apropiadas que he visto nunca, aunque a los padres de ella parece que no les acabó de convencer. Para gustos están los colores, por supuesto, pero… a mí me parece absolutamente maravillosa, y siempre me recuerda a los versos de Quevedo refiriéndose a lo que queda de nosotros después de la muerte: «Cenizas son, más tendrán sentido. / Polvo serán, más polvo enamorado«.
Otro día más, pero de momento si queréis descubrir muchas más HISTORIAS DE AMOR EN FEBRERO, entrad aquí. Os dejo un resumen de lo que podréis encontrar:
Viernes 13 y sábado 14 de febrero a las 21’30 – CENA TEATRALIZADA: UNA NOCHE CON LOS ROMAÑOS
Sábado 14 y domingo 15 a las 8’00 – NOS VAMOS DE EXCURSIÓN: LOS AMANTES DE TERUEL
Sábado 14 a las 19’00 y domingo 15 a las 11’30 – UNA HISTORIA DE LA LUJURIA EN ZARAGOZA
Domingos a las 11’00 – AMORES Y DESAMORES EN EL MUSEO DE ZARAGOZA
París, 1 de abril de 1950. Robert Doisneau, fotógrafo de la revista «Life», estaba tomando tranquilamente un café y sin esperarlo hizo la foto de su vida: «El beso del Hôtel de Ville«. No hay un beso más famoso que éste, ¿no? El marco, perfecto: la rue Rivoli con el Ayuntamiento de París detrás, las mesas de un café, el Sena que se intuye al fondo… El blanco y negro, que le añade un punto extra de poesía a la cosa. Los protagonistas enamorados, encerrados en su burbuja, indiferentes a lo que pasa alrededor y pillados sin que se den cuenta. ¿Seguro? Pues en realidad nada es lo que parece, porque ni era espontáneo (el fotógrafo les acababa de conocer y les pidió que posaran para él) ni el amor duró eternamente, pero da el pego. Al fin y al cabo, el amor es eterno… mientras dura, sea un segundo o toda la vida (si no no es amor, es otra cosa). Y viendo este beso, uno siente que puede ser dueño del tiempo, hacer que los relojes se paren a tu alrededor y lograr que algo así puede durar para siempre (a veces se consigue).
El beso «destronado»
Antes de esta foto, probablemente el beso más famoso de la historia era el que había esculpido Rodin. Viéndolo parece una maravillosa representación del erotismo y el amor, y sí, todo eso es cierto, pero como hoy estamos en que a veces nada es lo que parece tengo que contaros un secreto: esta imagen nació en realidad como símbolo del adulterio. Vayamos por partes: cuando esculpió a esta pareja, allá por 1887, en realidad eran bastante más pequeños y su idea era que formaran parte de «Las puertas del infierno» (que en principio estaban destinadas al Museo de Artes Decorativas de París).
Las puertas del infierno, llenicas de pecadores
En aquel infierno tremendo, lleno de pecadores, no podían faltar Francesca de Rímini y Paolo, su amante. ¿Quiénes eran? Pues os cuento: resulta que Francesca estaba casada con Gianciotto, pero en realidad era un matrimonio de conveniencia con muchos intereses políticos de por medio. Un día estaba la hermosa y joven Francesca con su cuñado Paolo, que era más de su edad y a ella le molaba un montón, y en vez de rezar el rosario se pusieron a leer la historia de la reina Ginebra y el caballero Lanzarote, un par de adúlteros de tomo y lomo. Y claro, mientras leían como aquellos dos le ponían los cuernos al rey Arturo… en fin, ¿para qué seguir si ya os imagináis todos lo que ocurrió? Como dice el viejo refrán, «El diablo es fuego, la mujer estopa, llega el demonio… ¡¡¡y sopla!!!» El caso es que se hicieron amantes, pero… poco les duró la alegría. Un mal día Gianciotto se levantó con el pie izquierdo y se encontró con su mujer y su hermano en pleno frenesí. ¿Qué creéis que hizo? Pues lo que hubiera hecho cualquier marido cabal del siglo XIII, cargárselos por la vía rápida (por cierto, para que el adulterio fuese completo Paolo también estaba casado). ¡¡¡Cómo me recuerda esta historia a «Noche de Reyes», el tango de Gardel!!! Escuchadlo y me daréis la razón.
El caso es que Dante escribió por aquellos años su «Divina comedia«, en la que él mismo baja a los infiernos acompañado por Virgilio (el poeta latino que escribió «La Eneida» en la época de Augusto) y nos va contando, el muy cotilla, los pecadores que se va encontrando en su camino. Y claro, cuando habla de los adúlteros famosos de la historia no podían faltar Francesca y Paolo, ardiendo los pobrecicos pa’los restos en el caldero de Pedro Botero.
Francesca y Paolo, dándose cabezazos por haberse dejado pillar tan tontamente
Aquí os dejo un grabado que hizo Gustavo Doré para una edición de la Divina Comedia que se hizo en el siglo XIX, poco antes de que Rodin esculpiera a la pareja. Por cierto, finalmente los quitó de las puertas y decidió convertirlos en una escultura independiente y mucho mayor. Fue entonces cuando empezó dar igual a quién representaran, pues se convirtieron en una imagen con valor universal: los cuerpos de dos amantes fundidos en un beso que era cualquier cosa menos casto y que se ha reproducido por todas partes. Incluso en un sello británico de correos que miles y miles de labios besarían antes de pegarlo sobre cartas de amor, de abandono, de despecho o de vaya usted a saber qué.
¿Y esto?
Después de este paréntesis volvemos a la foto de la que estábamos hablando. Decíamos que en los besos de hoy nada es lo que parece, y a eso vamos. ¿Qué pasó con aquella foto? Pues que se fue haciendo cada vez más famosa, se convirtió en símbolo de la nueva libertad que llegó tras la Segunda Guerra Mundial (bueno, les llegó a otros, porque aquí tardaría bastante más), del romanticismo de París, de la fuerza del amor… y mientras Doisneau, el fotógrafo, cobrando cada año unas cantidades mucho más que interesantes en concepto de derechos. Hasta que un buen día, unos cuarenta años después, apareció una pareja diciendo que los de la foto eran ellos. Jean-Louis y Denise Lavergne se llamaban, y conservaban un diario que demostraba que ese mismo día habían estado allí. Además, ella todavía tenía la falda y la chaqueta (hay que ser económica, que diría mi abuela), y el reconocía la bufanda que llevaba. Al principio fueron encantadores, y se sentían pagados con formar parte de la historia universal del Romanticismo, pero resulta que Doisneau, con todo lo que ganaba a cuenta de la foto, no les ofreció ni para un mal «café crème» y unos «croissants«, y la cosa se empezó a poner peor. Acabaron diciendo cosas como que les habían robado el momento más romántico de sus vidas y fueron a juicio, reclamando un buen montón de francos. Pero… justo entonces apareció la señora que hay en la foto de arriba, la del pelo blanco. Françoise Bornet decía que estaba «desolée«, pero que la de la foto era ella con un noviete que tenía por aquellos tiempos, que habían posado para el fotógrafo, habían cobrado unas perrillas pero que consideraba que, visto lo visto, se merecían más. ¿Os imagináis la situación? Estaban en juego los sueños románticos de millones de personas, la felicidad conyugal de los Lavergne, la economía doméstica de Françoise, una cuestión tan seria como los derechos de autor de los fotógrafos del mundo entero… en fin, un problemón para el juez, como podéis ver. Pues lamento (bueno, no sé si lo lamento, ahora que pienso) deciros que Françoise tenía razón. Ella era la modelo y los tribunales le dieron la razón, y además… aprovechando que aquellos días el Pisuerga pasaba por Valladolid se sacó de la manga una foto que le había regalado Doisneau pocos días después de hacerla, la subastó… y ganó 155.000 euretes, que no está nada mal por un beso que, además, debió dar con mucho gusto.
Françoise y su actual marido, encantados de la vida
¿Desilusión? Bueno, no sé por qué. Al fin y al cabo aquel beso de la fotografía estaba preparado, y los amantes de Rodin eran unos adúlteros, pero en los dos casos se querían de verdad, al menos en ese momento, y ¿no es eso lo que importa? Pues yo creo que sí, y por eso precisamente el beso de Françoise con su amante de aquel momento es universal y ha logrado que millones de personas se sientan identificadas con él y se mueran de ganas de ir a París a besarse por cualquier rincón: porque salta a la vista, gracias a ellos y también a Doisneau, que es auténtico.
Otro día más, pero de momento si queréis descubrir muchas más HISTORIAS DE AMOR EN FEBRERO, entrad aquí. Os dejo un resumen de lo que podréis encontrar:
Viernes 13 y sábado 14 de febrero a las 21’30 – CENA TEATRALIZADA: UNA NOCHE CON LOS ROMAÑOS
Sábado 14 y domingo 15 a las 8’00 – NOS VAMOS DE EXCURSIÓN: LOS AMANTES DE TERUEL
Sábado 14 a las 19’00 y domingo 15 a las 11’30 – UNA HISTORIA DE LA LUJURIA EN ZARAGOZA
Domingos a las 11’00 – AMORES Y DESAMORES EN EL MUSEO DE ZARAGOZA
Estamos a 24 de diciembre de 1223, a punto de asistir al nacimiento de una de nuestras tradiciones más queridas: el belén. Eso sí, el belén viviente, que fue el que montó San Francisco de Asís en aquella lejana Nochebuena. El primer Belén que figuras, que sepamos, se hizo para un monasterio alemán en 1252, y el primero en España fue el de la catedral de Barcelona de 1300. Poco a poco fueron apareciendo los nacimientos hechos con grandes figuras de madera o de barro cocido, que en el siglo XVII pasarían de las iglesias, donde se instalaron los primeros, a las casas (con figuras de tamaño más pequeño). Eso sí, donde se convirtieron en una auténtica modalidad artística fue en el Nápoles del siglo XVIII, de donde Carlos III se los trajo a España. El fue quien en 1760 encargó para su hijo (el futuro Carlos IV, que entonces era Príncipe de Asturias) el maravilloso Belén del Príncipe, que es el que todos los años se monta en el Palacio Real de Madrid.
Un detalle del Belén del Príncipe
Se cuenta que en su mejor momento este belén llegó a tener casi 6.000 piezas (hoy sólo se conserva una pequeñísima parte), y que en el montaje participaba toda la Familia Real, incluidas la Reina y sus damas cose que te cose. Eran necesarias varias salas de palacio para montarlo y el público, igual que ahora, podía verlo. Si queréis ver algunas fotografías magníficas (publicadas por ¡Hola!), pinchad aquí. Y para que veáis cómo se recrean en él todos los más pequeños detalles de la vida cotidiana os dejó aquí una muestra, la tienda de un librero hecha con todo lujo de detalles. Todo lo que se podía ver en una calle napolitana del siglo XVIII aparece en estos maravillosos belenes.
El librero, y al fondo a la derecha el panadero
Si queréis conocer algo más sobre los orígenes del belén napolitano podéis pinchar aquí para leer otro post de este blog, titulado «Curiosidades napolitanas: Se armó el Belén». Allí podréis viajar hasta la Vía San Gregorio Armeno, en pleno corazón de Nápoles, donde se encuentran hoy los mejores talleres de artesanos belenistas, que siguen manteniendo las tradiciones del siglo XVIII a la hora de hacer las figuras. En cualquier caso, hoy vamos a viajar hasta Nueva York, pues una de las tradiciones navideñas más arraigadas en la Gran Manzana es ir a ver el belén napolitano del Metropolitan Museum, el Met.
La tradición mediterránea del belén y el árbol del norte de Europa conviven aquí sin ningún problema. Sincretismo neoyorquino elevado a la máxima potencia
¿Cómo llegó este belén de más de 200 figuras al Met? Pues como muchas de las grandes obras de los museos americanos, por una donación. Loretta Hines Howard comenzó a coleccionarlo en 1925, y lo mostró al público por primera vez en 1957. Pocos años después, en el 64, lo donó al museo. Desde entonces y hasta su muerte lo montó personalmente cada año hasta su muerte en 1982. Hoy la encargada del montaje es su hija Linn, y su nieta, Andrea, estará encantada de tomar el relevo cuando llegue el momento. La continuidad está garantizada (para que luego digan que los americanos no tienen tradiciones).
¿Es o no espectacular?
De todas maneras, este belén no sería lo mismo sin el fondo de la reja de la catedral de Valladolid (otra forma muy americana de crear un museo es a golpe de talonario, comprando en Europa lo que no tienen) y sin el árbol de Navidad de siete u ocho metros con 50 ángeles napolitanos revoloteando entre sus ramas. Por cierto, ¿de dónde viene la tradición del árbol? Pues parece que en el norte de Europa se celebraba por estas fechas el nacimiento del dios del Sol, y lo hacían adornando un árbol de hoja perenne que simbolizaba el Universo: en la copa estaba la morada de los dioses y el palacio de Odín (el Valhalla), y en las raíces el reino de los muertos. Igual que habían hecho con las Saturnalia de los romanos y con otras fiestas los cristianos acabaron por incorporar esa tradición a la Navidad, que caía por las mismas fechas. Siempre es más fácil sumar que restar, ¿no? Pues eso. La costumbre se iría extendiendo a Alemania (1605), Inglaterra (1829), España (1870) y por supuesto Estados Unidos, donde cada año se enciende el Rockefeller Christmas Tree en medio de una auténtica multitud.
Uno de los 50 ángeles del árbol de Navidad del Met
Si queréis conocer estas y otras muchas historias sobre LAS TRADICIONES DE LA NAVIDAD, no os podéis perder la cena que hemos preparado para el sábado 28 de diciembre en el MUSEO DIOCESANO. Si queréis toda la información entrad aquí.
Lo confieso: los saltos de esquí me aburren bastante, pero no me imagino empezar el año sin el Concierto de Año Nuevo, en la Musikverein de Viena. Cuando suena la marcha Radetzky no hay vuelta atrás y estamos ya en el año siguiente, en el futuro, como quien dice.
Enero, pues, empieza austriaco, y este año estamos dispuestos a que siga así, porque vamos a dedicar las «cenas de los martes» en El Atrapamundos a una maravillosa ciudad: Salzburgo. ¿Os venís?
Por cualquier esquina pueden aparecer cantando los niños de la familia Von Trapp
Salzburgo es muchas cosas, pero sobre todo una: pura música. Música de todo tipo, eso sí, porque por cualquier esquina suenan las melodías de las óperas de su hijo más ilustre, Mozart, y también las canciones de una famosísima película rodada aquí. Sabéis cuál, ¿no? Pues uno de mis clásicos favoritos, «Sonrisas y lágrimas«. ¿Os acordáis de Julie Andrews corriendo por las praderas como si fuera Heidi y cantando como una loca? ¿O de cómo les enseñaba las siete notas musicales a los encantadores (y un poco repelentes, lo justo) niños del capitán Von Trapp? ¿Y de cómo les hizo los trajes a todos con unas cortinas viejas, en plan Escarlata O’Hara convertida en monja? En fin, un maravilloso despropósito, un poco ñoño (no demasiado) pero inolvidable.
En fin, que si queréis venir a recorrer Salzburgo con nosotros, conociendo mil y una historias desde «Las bodas de Fígaro» hasta «The sound of music»… os esperamos. Y todo eso mientras cenamos un auténtico menú austriaco. ¿Queréis verlo?
Trilogía de salchichas austriacas
Kässpätzle (o sea, Spätzle con queso, una especie de pasta austriaca a la que llaman «gorrioncillos»)
Codillo al horno con salteado de col verde
Apfelstrudel (milhojas de manzana y canela con frutos secos)
¿Suena bien? Pues mejor sabrá. De momento, aquí os dejo todos los datos:
De toda la vida yo he sido de los Reyes Magos, y eso no va a cambiar, pero… si de Nueva York se trata, hay que reconocer que Melchor, Gaspar y Baltasar no tienen allí mucho cartel. El que de verdad tiene tirón por aquellas tierras es Santa. Santa Claus, quiero decir. No hay más que oír a Bing Crosby para que quede bien claro.
En 1934 se compuso «Santa Claus is coming to town», vamos, que «Santa Claus está viniendo a la ciudad«. Para entonces ya se había convertido en un señor que vestía de rojo y venía cargado de regalos de algún lugar muy, muy lejano en un trineo tirado por ocho renos y uno más muy especial, que se llamaba Rudolph y tenía una nariz luminosa que venía de perlas para las noches de niebla. Sin embargo, esta historia comienza mucho, muchísimo antes. ¿Queréis saber dónde?
Todo comienza aquí, junto a las venerables piedras del templo de Saturno, en Roma
Resulta que los romanos tenían por estas fechas unas fiestas dedicadas a Saturno: las Saturnales. ¿Qué celebraban? Pues más o menos lo mismo que nosotros. A lo largo de la primavera el día se va haciendo más y más largo, hasta que parece que la luz va a triunfar definitivamente. Llegamos así al solsticio de verano, la noche más corta del año (que se llena de luz con las hogueras de San Juan, como si quisiéramos ayudar a que ese día durase 24 horas), y vuelta a empezar. La noche va alargando, alargando, alargando… hasta que la oscuridad lo cubre casi todo. Y ¿qué día es el más corto, a partir del cual el sol empieza a reconquistar su terreno perdido? Pues el del solsticio de invierno, que coincide justamente (y no es casualidad, por supuesto, pues Cristo se identificó con la luz del mundo) con nuestra Navidad. Todos hemos oído decir aquello de que «eres más corto que el día de Navidad«, ¿no? Pues a partir de ese día la noche empieza a acortar y eso hay que celebrarlo. Los romanos tenían las Saturnales, y los cristianos, que vinieron después, aprovecharon que la gente ya estaba acostumbrada a celebrar una gran fiesta por esas fechas y simplemente cambiaron el nombre. Por cierto, ¿sabéis lo que hacía la gente para las Saturnales? Se intercambiaban regalos. Como lo oís. Os suena, ¿no?
Los Reyes Magos, en el retablo mayor de la Seo de Zaragoza
La tradición de los regalos por estas fechas se ha mantenido. Otro día hablamos de los Reyes Magos, pero también podríamos hablar de la Befana, el Orentzero, la tronca de Navidad… y San Nicolás.
La iglesia de San Nicolás, en Zaragoza
Allá por el siglo IV, en tierras turcas, hubo un obispo que se llamaba Nicolás y que llegó a ser santo. Ahora bien, de ahí a que en muchos lugares se considere que es el que lleva regalos a los niños por Navidad… Vayamos por parte y todo tendrá sentido. Resulta que el hombre era muy caritativo, y lo primero que hizo fue repartir la fortuna de sus padres entre los pobres. Pero es que además cuentan que había por allí un hombre desesperado porque no podía casar a sus hijas (no tenía dinero para la dote) y aquellas pobres chicas iban a acabar en la prostitución (yo creo que había otras opciones menos radicales, tipo solterona, monja… pero bueno, ellos no lo debían ver así). Total, que San Nicolás les dejó a cada una un saquito con monedas de oro en el zapato. ¿Qué? ¿Os va sonando la cosa? Pues aún hay más. Era una época de crisis y penalidades, y un día unos niños fueron a pedirle algo de comer a un carnicero. No sólo no les dio nada, sino que los troceó y los metió en salazón (otro que no conocía el término medio; con haberles dicho que no valía, digo yo). Siete años después pasó por allí San Nicolás, vio el barril donde estaban (que no los hubiera vendido en todo ese tiempo es algo que escapa a mi capacidad de comprensión, pero bueno, cosas de santos y milagros) y los devolvió a la vida (enteros, no a trozos). Repartía dinero, lo dejaba en los zapatos, era bueno con los niños… de ahí a que San Nicolás se convirtiera en el que llevaba los regalos a las criaturas hay un paso.
Imaginaos la sed que tendrían los angelicos después de siete años en sal
Nos vamos ahora para el norte de Europa, y concretamente a Holanda. Allí llega todos los 5 de diciembre Sinterklaas (San Nicolás, en holandés), en barco de vapor y desde España, con su ayudante Pedrito el negro (realmente lo llaman Zwarte Pieten), que va echando unas galletitas a la gente. Luego monta en un caballo blanco y empieza su reparto (bueno, el que baja por las chimeneas es su ayudante, claro).
Qué cosas, ¿verdad? Nadie diría que sale de España, porque aquí no le hacemos ni caso al hombre y allí se desviven.
Por cierto, ¿adivináis qué ponen los niños holandeses, ya desde el siglo XV, la noche en que viene Sinterklaas? Pues sus zapatos junto a la chimenea, claro. Bueno, o sus zuecos, que para eso estamos en Holanda.
¿Quién nos iba a decir que esto de los zapatos venía de tan lejos?
Resulta, resulta… que Nueva York lo fundaron en realidad los holandeses, y su primer nombre fue Nueva Amsterdam (bueno, antes estuvieron los franceses, pero no dejaron mucha huella). Para allí se llevaron sus costumbres y sus tradiciones, y entre ellas la de Sinterklaas, que también llegaba hasta aquellas tierras todos los 5 de diciembre. Y en ese momento comienza un proceso que es la especialidad de los americanos: coger los viejos mitos europeos, transformarlos un poco o un mucho y después vendérnoslos por nuevos. Es decir, convertir al viejo San Nicolás-Sinterklaas en Santa Claus.
Comienza la transformación
Para empezar, el que transforma el nombre holandés en Santa Claus es Washington Irving (el de los «Cuentos de la Alhambra«), en un cuento que escribe en 1809: «Historia de Nueva York«. Unos años después, en 1823, se escribe un poema en que Santa Claus es un duende enano y delgado que regala a los niños juguetes por Navidad y que viene en un trineo tirado por ocho renos.
Leyendo las cartas…
Hacia 1863 se convierte en un anciano gordo, barbudo y bonachón, gracias a las tiras ilustradas por Thomas Nast para la revista Harper’s Weekly. Ya se va pareciendo a lo que conocemos, ¿no? Pero aún faltan bastantes detalles que ahora nos parece que llevan ahí toda la vida. Por ejemplo, ¿de dónde viene la idea de que Santa Claus vive en el Polo Norte, o en Laponia? Pues de una campaña de publicidad de Lomen Company, una empresa que vendía carne de reno. En la Navidad de 1926 llevaron por varias ciudades de Estados Unidos a Santa Claus en un trineo tirado por renos, que se convirtió en una de las tradiciones más queridas de la Navidad en USA. A partir de entonces ya todo el mundo tuvo claro que Santa Claus se desplaza en este medio de transporte, y punto. Ya sabéis, en América el márketing lo es todo. Tanto, que el traje de Santa también se asocia con otra campaña publicitaria. ¿Os imagináis de qué?
La chispa de la vida…
Pues claro, de Coca Cola, en 1931. No es que ellos se inventaran el color blanco y rojo del traje, pues antes también había aparecido vestido así. Pero está claro que contribuyeron definitivamente a universalizar al personaje y a hacer que su imagen fuera igual en todas partes. ¿Falta algo? Pues claro que falta, un personaje fundamental de la tradición, un reno con la nariz brillante y luminosa que es perfecta para guiar a sus ocho compañeros en las noches de nieve, niebla… Rudolph parece que se popularizó a partir de un cuento de 1939 (aunque ya existía antes), y si queréis conocer su historia nada mejor que oírla contada por dos monstruos: Bing Crosby y Ella Fitzgerald.
Hoy, Santa Claus está por todas partes, y uno puede ir paseando por Nueva York y encontrarse a 150, todos iguales, y cantando «Let it snow«, «Santa Claus is coming to town«, «Have yourself a merry little christmas» o cualquier otro éxito de ayer, hoy y siempre que nos hemos acostumbrado a oír en la voz de Judy Garland, Bing Crosby, Frank Sinatra, Dean Martin, Ella Fitzgerald… y otros grandes de la canción americana.
«Santa Claus is coming to town»
Si queréis conocer estas y otras muchas historias sobre LAS TRADICIONES DE LA NAVIDAD, no os podéis perder la cena que hemos preparado para el sábado 28 de diciembre en el MUSEO DIOCESANO. Si queréis toda la información entrad aquí.
¿Quién no se ha imaginado alguna vez patinando en esta pista de hielo mientras suena la banda sonora de «Love Story» o alguna ñoñería parecida?
De toda la vida, a los americanos (y con esto quiero decir norteamericanos, claro) les gustan las cosas grandes. Muy grandes, a poder ser. Más grandes todavía. Yo aún diría más: las más grandes. Y claro, cuando llega la Navidad quieren tener el árbol más grande del mundo. ¿Lo consiguen? Pues no lo sé, pero lo que sí logran es que sea el más famoso, porque no hay otro más conocido que el «Rockefeller Center Christmas Tree», o sea, el árbol de Navidad del Rockefeller Center de Nueva York.
¿Alguien no conoce esta foto?
Seguro que conocéis esta foto, la pesadilla de cualquiera que se dedique a la prevención de riesgos laborales y todas esas cosas. Pues bien, fue tomada en 1932, durante la construcción del Rockefeller Center, el proyecto privado más grande (¿qué os decía yo?) construido en el siglo XX. Los Rockefeller, que se habían forrado con el petróleo, plantearon un enorme complejo de edificios para oficinas, centro comercial y de ocio en pleno corazón de Manhattan. Llegó el crack del 29 pero ellos siguieron adelante, construyendo a lo largo de los años 30 un complejo impresionante, de lo más espectacular de Nueva York. Hoy se puede subir a la terraza del rascacielos que veis en esta foto (y que para mí es el más elegante de la ciudad), conocido como el edificio General Electric.
El séptimo edificio más alto de Nueva York, con 259 metros de nada (y 70 plantas)
¿Sabéis cómo se llama la terraza? A mí me encanta el nombre: «Top of the Rock«. Ya no puede ser más sonoro, más contundente y más comercial (que es de lo que se trata en los USA, no lo olvidemos, de hacer caja y que entre mucho cash, que diría mi admirada Carmen Lomana). ¿Queréis ver la vista que se tiene desde allí arriba?
¿Veis el Empire State Building justo al fondo? Pa’flipar, que diría el clásico
Pero vamos al grano, que nos estamos desviando. El Rockefeller Center es conocido por muchas cosas: por las Rockettes del Radio City Music Hall, que está ahí mismo (y cuyo nombre viene precisamente de Rockefeller), por la famosísima pista de hielo (¿en cuántas películas la habéis visto?) y sobre todo por el árbol de Navidad, una tradición que comenzó en los años 30. ¿Queréis ver cómo?
Unos inicios modestos, para qué mentir
Estamos en 1931 (un año antes de la foto de los obreros sentados en la viga), en plena Gran Depresión (todo es grande en América). Los trabajadores que están construyendo el Rockefeller Center instalaron un pino que adornaron con guirnaldas de papel y latas de conserva vacías. Dos años después ya se hizo un «encendido» oficial, y en 1951 comenzó a retransmitirse por televisión. Hoy es un fiestón, con cientos de miles de personas y famosos, famosillos y famosuelos (este año, por ejemplo, estarán allí Justin Bieber para las adolescentes, y Michael Bublé para las personas con gusto musical) que actúan junto a las Rockettes, que son las verdaderas protagonistas de la fiesta. ¿Las habéis visto alguna vez? Pues dadle a play y disfrutadlas. ¿Habéis visto alguna vez algo más perfecto? ¿Cuántos miles de horas de ensayos tiene que haber detrás de esas piernas que se levantan a la vez?
A lo mejor nosotros, con nuestro complejo de europeos, pensamos que 78 años no son nada, y que los americanos no necesitan mucho para convertir algo en una tradición «de toda la vida». Pobrecillos, no tienen historia, y todas esas cosas que tanto nos gusta decir. Pues bien: nuestra multitudinaria Ofrenda de Flores, absolutamente tradicional, entrañable y muchísimas cosas más… sólo tiene 53, así que esta vez también ellos se llevan el «más» (más antiguo, pero en cuanto a la gente que participa… eso habría que verlo). Eso sí, lo que más les preocupa es que su árbol sea el más alto, y para eso organizan toda una operación de búsqueda hasta que lo encuentran.
¿Cuál será el elegido?
Al Rockefeller Center llegan cientos de propuestas de todo Estados Unidos, ofreciéndoles el árbol perfecto. Además, el jefe de jardinería sobrevuela los bosques de Connecticut, Nueva Jersey, Ohio, Vermont y hasta de Canadá si es preciso hasta que encuentra el árbol ideal, siempre con más de 50 años de vida y más de 20 metros de altura. Este año, concretamente, 22 metros y 55 centímetros (o lo que es lo mismo, 74 pies, que dicho así parece más que veintipocos metros, ¿o no?). ¿Y dónde lo han encontrado? Pues en Mifflinville, Pensilvania, en la finca de la familia Keller, que está encantadísima de haber contribuido de esta manera a poner a su pueblo en el mapa (de no ser por esto, ¿alguien conocería Mifflinville?).
La familia Keller al completo (suponemos) posa feliz ante su árbol
Una vez elegido el árbol, comienza la delicada operación que culminará con el encendido, el primer miércoles después de Acción de Gracias (que es el tercer jueves de noviembre; este tipo de juegos a los americanos les encantan). Este año, será el 30 de noviembre, y para que todo esté a punto para ese momento el árbol llega unos 20 días antes a Manhattan. Este año llegó el día 11. ¿Queréis ver cómo ha sido el viaje desde el ya famoso pueblo de Mifflinville hasta el mismísimo corazón de la Gran Manzana? Pues aquí va el relato en imágenes.
¡¡¡A serrar!!!
¡¡¡Arbol va!!!
Cuidadín, no se rompa
Llegamos a Manhattan
¿Y ahora quién levanta esto?
¡¡¡Arriba con él!!!
¡¡¡Todos a una!!!
Ahí queda eso
El traslado de un árbol de más de 8 pisos de altura es una operación costosa y delicada, y si tenemos en cuenta que lo han convertido en todo un ritual, nos podemos imaginar la expectación que hay alrededor. Los medios de comunicación siguen el traslado paso a paso, hasta que el árbol queda instalado en su sitio. Y entonces… comienza la siguiente fase del proceso: la decoración. Y para eso lo primero que hay que hacer es construir un enorme andamio alrededor de nuestro árbol.
Todo listo para empezar a poner bombillas como locos
No es para menos: 30.000 luces (desde hace unos años, led de bajo consumo), ocho kilómetros de cable y una enorme estrella de cristal Swarovski coronándolo todo (enorme de verdad, de tres metros de diámetro y 250 kilos de peso). El resultado es… ¡¡¡ESPECTACULAR!!! Así que cada año se congregan allí cientos de miles de personas para el momento del encendido (aunque sólo lo pueden ver directamente unos pocos, que llevan allí horas y horas muertos de frío, porque la plaza es más bien pequeña).
Un momentazo, para que nos vamos a engañar. Recordad, este año el 30 de noviembre. Si estáis por allí, no os lo perdáis. Y si pensáis pasaros por Nueva York antes del 7 de enero, pues lo mismo. Como diría la canción, «It’s Chritsmas time in the city», y para escuchársela a otro, ¿quién mejor que Bing Crosby? Pues pinchad aquí y disfrutad.
Sólo hay una forma digna de ser hortera, y es esta: a lo grande
Si queréis conocer estas y otras muchas historias sobre LAS TRADICIONES DE LA NAVIDAD, no os podéis perder la cena que hemos preparado para el sábado 28 de diciembre en el MUSEO DIOCESANO. Si queréis toda la información entrad aquí.
Como hoy es viernes (o sea, dies Veneris, el día de Venus para los romanos) viene a cuento hablar de Venus, la diosa que nació de la espuma de las olas del mar y llegó hasta la orilla sobre una venera (una concha). Es la diosa de la belleza y del amor, y las enfermedades del amor se llaman… venéreas, claro, y tienen algo que ver con el monte de Venus, ¿no? ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? Pues porque Venus no era exactamente la diosa del amor romántico, sino más bien de la atracción física y sexual.
Venus subida encima de una enorme venera y tapándose pudorosamente el monte de Venus (qué lío, madre) con su melena rubia
Parece un trabalenguas pero no lo es. Simplemente es que las palabras nunca son como son por casualidad, y aquí queda bien claro. Pero bueno, a lo que vamos, es decir, a Venus. O a Afrodita, que así la llamaban los griegos. La cosa fue que Cronos castró a Urano con una hoz y tiró sus genitales al mar. Y cosas de los dioses, su esperma fecundó las olas y…
Afrodita, en griego, quería decir algo así como «surgida de la espuma». Y no es casualidad, claro
Parece ser que «surgía del miembro inmortal una blanca espuma y en medio de ella nació una doncella«. Y por cierto, nació ya mayor e «infinitamente deseable«. El caso es que, para que no surgieran disputas entre los dioses a causa de su belleza, hubo que buscarle rápidamente un marido, y eligieron a Vulcano, feo y deforme pero con un mal genio suficiente como para ahuyentar a los posibles amantes.
Venus y Marte después de un agotador «encuentro en la tercera fase». Marte, el pobre, debió acabar exprimidico, porque no puede más
¿Suficiente? Pues no, menuda era Venus. De primer plato, Marte, dios de la guerra, que se dice pronto. Joven, guapo, bien plantao… nada que ver con su pobre marido, que estaba todo el día dale que te pego a la fragua. Menudo triángulo amoroso, ¿eh? El pobre Vulcano sudaba haciendo la armadura del amante de su mujer. Marte sudaba haciendo feliz a la insaciable Venus. Y Venus… también sudaba y se lo pasaba mejor que nadie. Hasta que…
El pretendiente despechado (Apolo) se venga yéndole con el chisme al marido cornudo (Vulcano)
Lo de los dioses de los griegos y romanos eran bajas pasiones, y lo demás cuentos. El Olimpo era un patio de vecinos y todo se sabía antes o después, y claro, cuando Apolo (rechazado por Venus) le fue a Vulcano con el cuento… Menudo cuerpo se le quedaría al pobre, que encima estaba haciendo la armadura de Marte con toda la dedicación del mundo. Pero debió de pensar… «arrieros somos, Marte, y en el camino nos encontraremos«. Y preparó una trampa para que en el momento en que se pusieran a la faena, una red les cayera encima y no pudieran escapar.
Vulcano, debajo de la mesa, no puede creer lo que ven sus ojos
Imaginaos la escena. Venus diciendo «esto no es lo que parece, Vulcano, hijo, que eres un dramático, de verdad te lo digo«, Marte sin saber dónde meterse, y Vulcano que llama a todos los dioses del Olimpo para que vengan a ver el espectáculo. Un show, os lo digo yo. Eso sí, ¿creéis que Venus escarmentó con aquello? Pues no, pero es que hay que ponerse en el lugar de la pobre, Vulcano era poco dios para ella, y claro…
Con ese bigotillo, esa caida de ojos, esos rizos, ese cuerpazo juvenil… Adonis estaba como pa’un tropezón, y hasta pa’dos. ¿Quién lo dejaba marchar, aunque fuera de caza?
¿Alguna vez os han dicho «estás hecho un Adonis«? Es que Adonis era un bombón, y claro… Venus perdió la cabeza por él. Hasta se aficionó a la caza para acompañarle, no os digo más. Pero claro, tenía que llegar el día en que no pudiera acompañarle, que Venus también tenía sus obligaciones, y Adonis se fue solo a cazar. «Hazme el favor de ir con cuidao, Adonis, que tú te piensas que todo el mundo es bueno como tú y no, que yo sé más de la vida, y los bichos tienen mucho peligro«. Igual le iba a dar, porque Adonis se marchó tan contento pensando que al fin y al cabo, ¿qué sabrían de caza las mujeres? En éstas estaba cuando se encontró con un jabalí con cara de pocos amigos, y… Hay quien piensa que el jabalí era Marte, harto de que Venus pasara de él, y yo creo que posiblemente sí. ¿Sabéis por qué? Pues por la forma que tuvo de matar a Adonis, castrándole de un mordisco y dejando que se desangrara. Si habéis hecho un curso de detectives por correspondencia estaréis de acuerdo conmigo en que eso es un crimen pasional de manual, ¿o no? La cuestión es que el sofocón que se dio la pobre Venus cuando se encontró a Adonis muerto no es ni para contarlo. Al final medio resucitó, pero chico, ya no era lo mismo.
Una imagen vale más que mil palabras, y si es de Goya aún más
Y si queréis más lujuria, con motivo de San Valentín tendremos nuestra ruta UNA HISTORIA DE LA LUJURIA EN ZARAGOZA.
Cuándo – Sábado 14 a las 19’00 y domingo 15 a las 11’30
Dónde – Puerta de la iglesia de la Magdalena
Precio – 8 € (estudiantes menores de 26 años y jubilados, 7 €; parados, 4 €)
Si queréis seguirnos podéis entrar en http://www.facebook.com/gozARTE y pinchar en “me gusta”, o en twitter @gozARTE. Y ahora, os dejo unos cuantos post de nuestro blog con historias de lo más lujuriosas:
O sea, son rosas, que es lo que dijo Santa Isabel de Portugal, nacida en la Aljafería de Zaragoza, cuando su marido la pilló «in fraganti», vamos, con las manos en la masa, en la escalera de palacio. Qué hacía? ¿Os estáis muriendo de ganas de saberlo, ¿eh? Pues tendréis que esperar, porque antes vamos al principio de la cuestión.
Corre el año 1271, o sea, antesdeayer. Carreras en la Aljafería, agobios, que si pon el agua a hervir, que si trae paños… la reina Constanza está de parto, y todo son nervios… ¿Qué ha sido, qué ha sido? Una niña. Uyyyyyyyyy, qué rica que es, mira qué mona… ¿Y cómo la llamamos? Chica, es igualica, igualica que la tía Isabel, la de Hungría. Pues ahora que lo dices… no sé yo, ¿tú crees? Ay, hijo, qué más da, Isabel y ya está, así se queda.
La chica creció, claro, y hubo que buscarle marido, y un buen partido, claro, y con once añicos se casó, tal día como hoy (24 de junio) con el rey de Portugal. Ya se lo cantaban de pequeña: «andares de reina…». Y tanto se lo cantaban que se lo creyó, y reina fue. De Portugal, para más señas. Eso sí, feliz, feliz… no tanto. Su marido no era lo que se dice una balsa de aceite, y se pasó la vida de follón en follón, con el marido, entre el marido y los hijos… chico, un sinvivir, que para esto más le valía haberse metido monja, vamos, digo yo.
La cuestión es que la mujer se entregó a sus caridades: que si a fundar un convento, que si a hacer donaciones a un hospital… y claro, los pobres encantaos con una reina tan rumbosa, y el rey hartico de tanto gasto. El caso es que un día, estando en su castillo de Estremoz, la reina bajaba por la escalera y llevaba unas monedas en la falda para repartir a los mendigos y tullidos que estaban en la puerta, pero en esto… que se cruzó con el rey, que ya andaba con la mosca detrás de la oreja. «¿Qué llevas ahí?», dijo. «Sao rosas», le contestó la otra. «¿Rosas? A verlas». Y ya os podéis imaginar lo que pasó, ¿no? Mirad este cuadro de Zurbarán y veréis qué cara de sota y de chula puso cuando se las enseñó, como diciendo «Toma rosas».
El caso es, que al final la mujer se murió, de algún sofocón de aquellos, y la enterraron en Coimbra, que es donde sigue. Pero claro, como la hicieron santa (se había ganado el cielo, no me lo neguéis) la Diputación del Reino de Aragón la hizo su patrona, y le dedicó una estupenda iglesia.
Ya sabéis, si queréis conocer ésta y otras muchas historias mientras disfrutáis con la gastronomía portuguesa… no os podéis perder una auténtica cena portuguesa en el Atrapamundos(C/ Mefisto, 4), en la que os contaremos montones de historias sobre esta ciudad maravillosa mientras disfrutamos de un menú 100% portugués:
Arroz Peixe
Bacalahau a Braz
Pastéis de Belém
Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar llamadnos al 976207363 o entrad aquí. Y para que os vayáis animando, aquí os dejo unos cuantos posts de nuestro blog dedicados a Lisboa:
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