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Posts Tagged ‘Cartuja de la Concepción’


Cuando en 1563 don Hernando de Aragón, arzobispo de Zaragoza, fundó la Cartuja de Aula Dei, ya existía un monasterio de esta Orden en Aragón: la Cartuja de las Fuentes, en los Monegros, fundada a principios del siglo XVI. Posteriormente se fundaría otro también al lado de Zaragoza, la Cartuja de la Concepción o Cartuja Baja (de ahí que a Aula Dei también se la conozca como Cartuja Alta).

Las condiciones de subsistencia de los monjes en la Cartuja de las Fuentes eran tan precarias, en un entorno tan pobre y desértico, que se plantearon trasladarse a un lugar más adecuado, cosa que hicieron en 1563. De las tres cartujas aragonesas Aula Dei fue la más rica (su participación en la fundación de la Cartuja Baja fue muy importante) y es la mejor conservada. Antes de construirla se estudiaron las que ya se habían construido antes en Cataluña y Valencia, y después de mucho pensar se diseñó un plano absolutamente racional y que respondía perfectamente a las necesidades de los monjes.

Aquí tenemos el plano de la Cartuja de Aula Dei. Está rodeada por una muralla baja con pequeños torreones, como se podía apreciar en las fotos de arriba. Esa muralla no forma aún un rectángulo perfecto, como en la Cartuja Baja (construida casi un siglo después), pero es bastante regular. En la parte de abajo del plano están las construcciones de servicios, las que están ocupadas por los criados y los hermanos legos (o sea, los que se encargan del funcionamiento diario del monasterio, lo que les obliga a estar en contacto con el mundo exterior). En la parte de arriba está el corazón del monasterio, la iglesia con dos claustros pequeños a los lados (uno de capillas, para que todos los monjes puedan cantar misa a diario, y otro con el refectorio, donde los domingos comen en comunidad) y el gran claustro con las celdas de los monjes detrás, en la parte más alejada de la puerta del recinto. Todo esto fue una auténtica novedad, y todas las cartujas españolas construidas después siguieron el modelo: Ara Christi en Valencia, la Cartuja Baja en Zaragoza, Nuestra Señora de las Fuentes en la provincia de Huesca y la de Jesús Nazareno en Valldemosa (Mallorca).

Aquí podemos ver el aspecto exterior del conjunto, magníficamente conservado. En el dibujo de arriba vemos la iglesia con su torre en primer plano, y detrás el gran claustro con las celdas de los monjes alrededor. En la vista aérea tenemos una impresionante imagen de ese claustro, con el cementerio en el centro (se distingue por el grupo de cipreses) y las 36 celdas alrededor, cada una de ellas con dormitorio, oratorio, estudio, comedor, huerto, taller y solana

La construcción de este magnífico conjunto fue posible gracias al apoyo del arzobispo de Zaragoza (nieto de Fernando el Católico y primo hermano de Carlos V) don Hernando de Aragón, que puso el dinero para que fuera posible una fundación «magnífica, suntuosa y cumplida«, que además pudo construirse en muy pocos años. Hasta el siglo XIX vivirían aquí los monjes sin sobresaltos, algo que acabaría con la Guerra de la Independencia, el Trienio Liberal (1820-1823) y la Desamortización de Mendizábal. Los monjes se marcharon, pero volvieron en 1901 y hasta hoy mismo han vivido en el monasterio. Ahora que se marchan, un tema del que hablaremos próximamente, no sabemos lo que ocurrirá con un lugar que, gracias a haber estado ocupado, se ha mantenido en un excelente estado de conservación.

Dentro del monasterio hay muchos espacios singulares, como la espléndida biblioteca, el claustrillo de capillas decorado con pinturas del siglo XVII de la vida de San Bruno, las pinturas del XVIII dedicadas a los siete sacramentos que los cartujos se trajeron de Francia en 1901, cuando volvieron tras la Desamortización… pero por encima de todo destaca la iglesia, contemporánea de la Lonja, de la última ampliación de la Seo… como en ellas, hay magníficas bóvedas de crucería estrelladas decoradas con florones de madera, muy propios de la arquitectura aragonesa de la época.

La iglesia se redecoró en el siglo XVIII, y fue entonces cuando se hizo el retablo y, sobre todo, las grandes pinturas murales de Goya, de las que hablaremos en el siguiente capítulo. De momento, si queréis descubrir este lugar con nosotros no os podéis perder la visita que hemos preparado.

Cuándo – Todos los sábados a las 12’00

Dónde – Portería de la Cartuja de Aula Dei a las 11’50, o parada del bus 28 en el Coso, nº 118 a las 11’10

Precio – 10 € por persona (8 € para jubilados y estudiantes menores de 26 años, 6 € para parados)

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Y si queréis saber más sobre los cartujos aquí os dejo algunos post de nuestro blog, y si queréis seguirnos podéis entrar en http://www.facebook.com/gozARTE y pinchar «me gusta», o entrar en twitter @gozARTE:

Las cartujas de Aragón

La cartuja de Aula Dei

Un paseo nocturno por la Cartuja Baja

Con la tele en la Cartuja Baja

Las sombras de la muerte

Cartujas y tortugas

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Restos del gran claustro de la Cartuja de la Concepción

Lo que hoy es el parque del barrio de la Cartuja Baja, conocido como Huerto Frisón, era el gran claustro alrededor del cual estaban las celdas de los monjes. Y en su interior, donde hoy juegan los niños, estaba el cementerio en el que los cartujos esperarían al día de la resurrección de los muertos rodeados del mismo silencio que les había acompañado durante su vida. Puede que para nosotros, que muchas veces vivimos la vida queriendo olvidarnos de que la muerte está agazapada en cualquier esquina, sea algo macabro imaginar que a pocos metros de la celda donde el cartujo pasaba su vida se encontraba la fosa donde su cuerpo sería enterrado tras su muerte. Pero no creo que para ellos sea algo trágico encontrarse de frente con su tumba cuando salen de su celda, ni tampoco me los imagino esperando la muerte con ansiedad como Santa Teresa, cuando decía aquello de «Ven, muerte, tan escondida / que no te sienta venir / porque el placer de morir / no me vuelva a dar la vida«, sino más bien aceptándola con naturalidad, un poco como en los versos de Machado: «Y cuando llegue el día del último viaje / y esté al partir la nave que nunca ha de tornar / me encontraréis a bordo, ligero de equipaje / casi desnudo, como los hijos de la mar«. 

San Bruno en la cartuja de Nápoles, reflexionando sobre la vida y la muerte

San Bruno suele aparecer representado contemplando una calavera. Viéndolo me viene a la cabeza Quevedo reflexionando sobre la fugacidad de la vida, cuando escribe aquellos versos en los que habla del hombre y dice:

Sueño fue ayer, mañana será tierra.

Poco antes nada, poco después humo.

Y también me viene a la cabeza esa imagen (probablemente falsa) del cartujo dando cada día de su vida una paletada para cavar su tumba al leer estos otros versos:

Azadas son la hora y el momento

que a jornal de mi pena y mi cuidado

cavan en mi vivir mi monumento.

Y sin embargo no tienen nada que ver. Quevedo ama intensamente la vida, disfruta hasta el último segundo, y más cuando nota que se le escapa entre los dedos. Su obsesión por la muerte es la otra cara de su vitalismo, ni más ni menos. Para el cartujo la muerte no es un final, algo tenebroso o que dé miedo, sino algo hacia lo que camina todos los días.

Claustro grande de la Cartuja de San Martino, en Nápoles

Yo comencé a entender un poco de todo esto en un lugar maravilloso, la Cartuja de San Martino, en Nápoles. En una ciudad bulliciosa como Nápoles, caótica, loca, desenfrenada… hay un oasis de paz, que es este claustro que se ve en la fotografía. Y en este claustro un cementerio que a mí me pareció en aquel momento un pequeño paraíso.

Cementerio de los cartujos

Queda claro que es un cementerio, aunque las tumbas no se ven por ninguna parte. Es un pequeño recinto, sencillo pero cuidadísimo, donde los cartujos esperan el juicio de Dios. Las calaveras que lo rodean no resultan macabras, o a mí no me lo parecen. En ningún otro lugar como en ése he tenido la tentación de creer que podía haber algo después de la muerte. Y precisamente por el momentáneo consuelo de creer que a lo mejor ésta no era un punto y final, en pocos sitios me he sentido tan bien como en aquel cementerio y en aquel momento.

Un buen lugar para pasar la eternidad

Cuando muere el cartujo, en su celda y rodeado de sus hermanos, se le coloca sobre unas parihuelas, con el rostro cubierto con la capucha. Se lleva primero a la sala capitular, cubriendo el cadáver con un gran paño, y luego a la iglesia, y al acabar la misa toda la comunidad rodea al difunto y canta mientras el prior echa agua bendita sobre él. Parte entonces la procesión que atraviesa el gran claustro y se dirige al cementerio: un novicio con una cruz, el Prior y detrás los monjes en fila, el cuerpo llevado por cuatro de ellos y finalmente los hermanos,todos cantando salmos de alegría y esperanza hasta que llegan a la fosa cavada pocas horas antes. Se retira entonces el paño y se deja el cadáver sobre una tabla, depositándolo con cuidado en la fosa y cubriéndolo con tierra mientras el Prior dice: «Ilumina, Señor, el alma de tu siervo, cuyo cuerpo descansa ahora en las sombras de la muerte«. Un simple cruz sin nombre recordará su existencia.

Si queréis conocer una de las dos cartujas zaragozanas, los sábados por la mañana a las 12’00 haremos visitas a la Cartuja de Aula Dei. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar llámanos al 976207363 o entrad aquí.

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Las cartujas de Aragón

La cartuja de Aula Dei

Un paseo nocturno por la Cartuja Baja

Con la tele en la Cartuja Baja

Las sombras de la muerte

Cartujas y tortugas

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Anoche tuvo lugar nuestro primer paseo «Tras la sombra de los cartujos«. En una noche de tormenta, con truenos y relámpagos a lo lejos, la Cartuja Baja fue el marco ideal para un paseo de lo más especial. Como nos acompañaba Juan, nuestro reportero más dicharachero, os dejo aquí algunas de las fotos que hizo, para que os hagáis una idea de lo que podréis ver si os animáis a venir.

Al anochecer, justo antes de atravesar la portería y entrar en lo que fue la Cartuja de la Concepción

Sólo había una forma de acceder al recinto de la Cartuja, y era a través de la portería, que ha sido recientemente restaurada. Eso haremos, y entraremos a un mundo en el que el tiempo se ha detenido, y de noche casi no se oyen otros ruidos que algún perro, algún niño llorando y muy poco más.

En la plaza de la iglesia junto al único cartujo que aún queda por aquí

En la plaza de la iglesia, entre los edificios de la antigua hospedería y la procura, intentamos comprender la forma de vida tan peculiar que han elegido los cartujos.

Aunque algunos edificios del conjunto han desaparecido o están muy transformados, lo que queda sigue siendo impresionante. La experiencia no tiene nada que ver con visitar un monasterio ni con pasear por calles de un pueblo. Es una mezcla de las dos cosas, pues estamos en un lugar en el que el pasado y el presente se mezclan continuamente.

En medio del gran claustro, donde estaba el cementerio de los cartujos

El enorme claustro alrededor del cual vivían los monjes se ha conservado en gran parte, transformado hoy en un singular parque. La mole de la iglesia nos vigila mientras pisamos la tierra en la que se enterraron generaciones y generaciones de monjes.

La iglesia, imponente, asoma por encima de lo que queda de las galerías del gran claustro

En el antiguo claustrillo del refectorio

Uno de los dos claustrillos, el del refectorio, se ha conservado bastante bien, a la sombra de la iglesia y del lugar donde los monjes comían en comunidad los domingos y algunos días de fiesta.

Nos despedimos de nuestro cartujo preferido hasta el viernes que viene

Esto es una muestra de lo mucho que ofrece la Cartuja Baja. Si sois un grupo podemos organizar una visita en cualquier momento (llamadnos al 976207363 o escribidnos a educacion@gozarte.net), y si no, en este momento tenemos, todos los sábados a las 12’00, visitas a la otra cartuja zaragozana, la de Aula Dei. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar llámanos al 976207363 o entrad aquí.

 

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La cartuja de Aula Dei

Un paseo nocturno por la Cartuja Baja

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Las sombras de la muerte

Cartujas y tortugas

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¿A qué parece un trabalenguas? Pues para nada. Resulta que en las Cartujas solía haber un estanque con tortugas. ¿Y para qué? Pues no era para que los cartujos se fueran allí a contemplarlas durante horas ni porque les apeteciera poner un toque de exotismo en sus vidas, sino porque nadie tenía muy claro si las tortugas eran carne o pescado. A lo mejor estáis pensando que se me ha ido la cabeza y estoy delirando, pero no, no, para nada. Esto es un debate de enjundia, y como parece que durante siglos no sabían muy bien qué pensar, pues los cartujos decidieron que chico, ahí había un vacío legal y había que aprovecharlo. Porque claro, ellos carne no comen nunca, pero nunca, nunca, y a veces necesitamos las proteínas. Así que para estos casos está la tortuga, que deja la conciencia tranquila y arregla un poquillo el cuerpo.

Usted, señá tortuga, ¿cómo se siente? ¿Carne o pescado?

Y ya que estamos, hablemos de la alimentación de los cartujos, porque eso de «he comido como un cura» no les cuadra ni lo más mínimo. De hecho, si algún día decís que habéis comido «como un cartujo«, mala señal. Para empezar, comen prácticamente siempre solos, aunque un día a la semana se come en comunidad (en silencio, eso sí). Resulta que el fundador de la Orden, San Bruno, era un hombre práctico y realista, y veía que el ideal de vida en completa y absoluta soledad era prácticamente imposible de llevar a cabo para la mayoría. Así que se inventó una fórmula nueva y original: vivir en soledad pero en comunidad.

La celda de un cartujo. Un moderno diría que es minimalista, y se quedaría muy corto

Cada cartujo hace su vida solo, en su celda, pero sabe que está respaldado por la comunidad y para que no lo olvide los domingos comen juntos en el refectorio. Además, dentro de la comunidad están los hermanos «legos», que son de los que se encargan de todos los aspectos prácticos de la vida. De cuidar el huerto, por ejemplo, de comprar en el exterior lo que ellos no producen, de cocinar, de dejar cada día la comida delante de cada una de las celdas de los monjes… En cualquier caso, cómo sería la vida de aquellos hombres que el abad de Cluny decía: “Son los más pobres entre los monjes, habitan cada uno en una celda, llevan su tosco hábito de penitencia, ayunan casi sin interrupción y comen sólo pan. No quieren saber nada de carne, tampoco compran pescado, aunque lo comen si alguien se lo ofrece. Los domingos y jueves viven de huevos y queso, los martes y sábados de hierbas, los otros días sólo hay agua y pan. Sólo comen una vez al día, excepto los días de fiesta, y guardan el más estricto silencio, comunicándose a través de signos”.

Una dieta equilibrada, ¿eh? Bueno, pues ahora mirad este cuadro. Lo pintó Zurbarán para la Cartuja de Santa María de las cuevas de Sevilla (la de la Expo 92, la de las vajillas de la Cartuja…). ¿Veis las jarras de vino, el pan…? Pues abrid bien los ojos porque hay algo más…

¡¡¡¡¡CARNE!!!!!

Los siete primeros cartujos, entre los que estaba el fundador, San Bruno, se habían instalado en el valle de Chartreuse gracias al apoyo del obispo Hugo de Grenoble, que entre otras cosas les enviaba comida. Total, que un domingo les envío carne con toda su buena intención, pero los pobres, que no tenían costumbre, no sabían qué hacer. El caso es que en plena discusión se quedaron dormidos durante 45 días. La siesta les  dura hasta el Miércoles Santo y el obispo se presenta a visitarlos, encontrándose con el siguiente panorama: los monjes despertándose, sin saber en qué día están, y la carne preparada encima de la mesa ¡¡¡¡y en plena Semana Santa!!!! ¿Qué ocurrió? Pues que la carne de los platos se convirtió en ceniza, y en ese momento decidieron que aquello era una señal del cielo para decirles que de carne, ná de ná (aunque sobre las tortugas el cielo no se pronunció).

En uno de los claustros pequeños de la Cartuja Baja (o de la Concepción) estaba el refectorio (restaurado recientemente), donde los monjes comían en comunidad los domingos

Si queréis conocer una de las dos cartujas zaragozanas, los sábados por la mañana a las 12’00 haremos visitas a la Cartuja de Aula Dei. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar llámanos al 976207363 o entrad aquí.

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La orden cartuja fue fundada por San Bruno hace más de 900 años, que se dice pronto. Otro día hablamos de él, pero hoy vamos a hablar de las Cartujas aragonesas, nada menos que tres, y hasta ahora una de ellas seguía «en activo». Después de la desamortización de Mendizábal las tres se abandonaron, y cada una de ellas ha vivido una historia completamente distinta.

La Cartuja de las Fuentes está al lado de Lanaja, en plenos Monegros

La más antigua de las tres es la Cartuja de las Fuentes, fundada en 1509 por los condes de Sástago. Después de la Desamortización pasó a ser de propiedad privada e incluso llegó a instalarse aquí un balneario (que no funcionó, porque «las fuentes» eran de agua de lo más corriente). Lo más impresionantes son las pinturas que hizo aquí Fray Manuel Bayeu, el pequeño de los Bayeu (Francisco, Ramón y él, los tres pintores). Como era cartujo a la orden le salía barato (más bien gratis) encargarle la decoración de los monasterios, y pintó en varios (p.ej. en la cartuja de Valdemosa, en Mallorca). Aquí dejó más de 2.000 metros cuadrados de pinturas en un estado de conservación muy aceptable. Fray Manuel es un pintor bastante más torpe que sus hermanos, pero más que la calidad del detalle lo que abruma aquí es la cantidad de pintura por todas partes.

Interior de la iglesia, casi completamente cubierta de pinturas

La Cartuja de las Fuentes puede visitarse todos los domingos del año de 9’00 a 14’00. En ese horario dos guías de Gozarte hacen visitas, por encargo de Turismo de Aragón. En cualquier caso, en el mes de septiembre organizaremos una excursión de la que os mandaremos pronto información. De todas formas, sin moveros de Zaragoza podéis ver algo que pertenece a la Cartuja: en el Sagrario estaba el templete que ahora está en la capilla de Santiago del Pilar.

A partir de 1564 don Hernando de Aragón (arzobispo de Zaragoza) construye la cartuja de Aula Dei, en las afueras de la ciudad. Después de la Desamortización los cartujos volvieron en 1901 y han estado hasta ahora, pues van a marcharse otra vez, y seguramente ahora de forma definitiva. La culpa, en parte, las tienen las pinturas de Goya, de la segunda mitad del siglo XVIII, pues para los cartujos el movimiento que supone que un sábado por la mañana al mes estén abiertas al público (hombres y mujeres) resulta excesivo. Por cierto, los próximos son 27 de agosto, 24 de septiembre y 29 de octubre, y el teléfono de las reservas es 976484547.

Iglesia de la Cartuja de Aula Dei, con las pinturas de Goya

La primera obra importante de Goya, todavía muy joven, es la bóveda del coreto del Pilar. Después pintaría los muros de esta iglesia, que fueron restaurados a principios del siglo XX por los hermanos Buffet, que rehicieron casi completamente algunas de las pinturas. El hecho de querer ver estas pinturas motivó que se hiciera una intervención en el monasterio para que las mujeres también pudieran entrar a verlas. Estos fue el principio del fin de la paz de los cartujos, por lo visto, y ahora han conseguido su propósito de marchar a un lugar en el que nada turbe su vida contemplativa.

De las tres cartujas aragonesas la última que se construyó es la de la Concepción, conocida como Cartuja Baja. Hoy es la más singular de las tres, porque cuando los cartujos la abandonaron se convirtió en el núcleo del actual barrio: las galerías de los claustros se convirtieron en calles, los patios en casas, el cementerio de los cartujos en parque… Recorrerla, y más de noche, es una experiencia única.

Edificio de la portería, restaurado recientemente

Si queréis conocer una de las dos cartujas zaragozanas, los sábados por la mañana a las 12’00 haremos visitas a la Cartuja de Aula Dei. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar llámanos al 976207363 o entrad aquí.

 

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