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Posts Tagged ‘Cartuja Baja’

Este mes de agosto vamos a continuar descubriendo la Zaragoza escondida visitando tres iglesias de una forma muy, muy, muy especial: de noche, nosotros solos y entrando a lugares que normalmente están cerrados. Y no solo eso, sino que todos los sábados por la mañana continuaremos descubriendo «Los secretos de la Seo». ¿Qué os parece el plan? Pues os cuento más:

San Miguel

Miércoles a las 20’45 – SAN MIGUEL DE LOS NAVARROS

Una de las iglesias más ricas en historia y en tesoros artísticos de Zaragoza es San Miguel de los Navarros. Por cierto, ¿sabéis por qué se llama así? ¿Y que su fabuloso retablo mayor lo pagó en parte un Papa? Otra cosa, ¿nunca os habéis preguntado por qué hay una calle de «Zaragoza la vieja»? Si queréis descubrir esto y muchas más cosas, entrar en una minúscula capilla que casi nadie conoce y que está situada justo detrás del retablo mayor (el trasagrario, tan pequeño que apenas caben en él una docena de personas pero completamente recubierto de pinturas), descubrir qué pasa con el demonio que hay sobre la puerta y oír tocar la campana de los perdidos, no os podéis perder la visita que hemos preparado para este mes de agosto.

Cuándo – Miércoles hasta el 10 de septiembre a las 20’45

Dónde – Puerta de la iglesia de San Miguel (plaza de San Miguel)

Precio – 10 € por persona (8 € para jubilados y estudiantes menores de 26 años, 5 € para parados)

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

San Gil

Viernes a las 20’30 – SAN GIL

La iglesia de San Gil, casi escondida si no fuera por su torre, pasa bastante desapercibida cuando uno pasea por el centro de Zaragoza, y sin embargo está llena de tesoros. ¿Os apetece descubrirlos con nosotros? Conoceremos la historia de la cierva de San Gil, descubriremos a los santos ermitaños que hay en su interior, subiremos a la galería que da a la calle Estébanes y a otra mucho menos conocida… ¿A qué estáis esperando para venir a descubrir este lugar lleno de sorpresas?

Cuándo – Viernes hasta el 12 de septiembre, a las 11’30

Dónde – Puerta de la iglesia de San Gil (calle Don Jaime)

Precio –  10 € por persona (8 € para jubilados y estudiantes menores de 26 años, 5 € para parados)

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Seo

Sábados a las 10’30 – LOS SECRETOS DE LA SEO

La Seo es el edificio medieval más importante de Zaragoza y de Aragón. Es una catedral absolutamente extraordinaria, que además de ser una joya artística está llena de historias que nos hablan de casi 1.000 años de convivencia (unas veces pacífica y otras no, que de todo hubo) entre judíos, moros y cristianos; de asesinatos en mitad de la noche; de milagros increíbles y reliquias extraordinarias… en fin, un lugar excepcional, algunos de cuyos secretos os contaremos en la visita.

Cuándo – Todos los sábados de julio y agosto a las 10’30

Dónde – Plaza de la Seo, delante de la puerta

Precio – 10 €  por persona (mayores de 65 años 8 €; parados 5 €)

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

cartuja

Sábados a las 21’00 – LA CARTUJA BAJA, Tras la sombra de los cartujos. VISITA TEATRALIZADA NOCTURNA

¿Conocéis el barrio de la Cartuja Baja? Pues os estáis perdiendo una de las sorpresas más increíbles de Zaragoza, así que os proponemos recorrerlo con nosotros los sábados de agosto al anochecer el fantasma de lo que fue la Cartuja de la Concepción, cuando todavía es posible oír el eco de los rezos de los antiguos cartujos que vivieron aquí durante siglos. ¿Qué tiene de especial este lugar? Pues todo. Imaginaos que llegáis a vivir, con mucha más gente, a un monasterio abandonado que hay que adaptar para la vida cotidiana. Aquel conjunto dio lugar a un barrio único, pues las galerías de los antiguos claustros se fueron convirtiendo en unas calles muy especiales (con arcos, los arranques de las bóvedas…), el claustro grande, en el que se enterraban los cartujos, es hoy un parque en el que juegan los niños, pequeñas puertas medio escondidas dan paso a un claustro donde el tiempo se ha detenido… en fin, una sorpresa detrás de otra. Y este año, una más, porque podremos visitar, de noche, la maravillosa iglesia recién restaurada, que es el corazón de todo este magnífico conjunto.

Cuándo – Sábados hasta el 21 de agosto a las 21’00

Dónde – Portería de la Cartuja Baja (si queréis venir con nosotros en el bus, quedamos en la parada del 25 en el Paseo de la Constitución, número 16, a las 20’30)

Precio – 12 € por persona (10 € para jubilados y estudiantes menores de 26 años, 6 € para parados).

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Más información – Entrando aquí

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Cerca de Zaragoza y a orillas del Ebro se encuentra el monasterio cisterciense de Santa María de Rueda. Los monjes del Císter se instalaron aquí hace más de 800 años, en 1182, y estuvieron viviendo en este lugar nada menos que 653 años.


A finales del siglo XI un monje llamado Roberto se retiró con siete compañeros a un bosque perdido en Francia para intentar recuperar la austeridad de la vida monástica que la orden benedictina, a la que pertenecían, había olvidado. Poco después se trasladaron a una zona llamada Cîteaux, y de ahí vino el nombre con el que se conoció la nueva orden que estaba naciendo: el Císter. Seguramente aquel movimiento no hubiera pasado de ser una anécdota, pero pronto llegó allí San Bernardo, que con su inmensa capacidad organizativa pronto le dio dimensión europea. Para empezar, fundó un nuevo monasterio con 12 compañeros, Clairvaux (de ahí el nombre con el que se le conoce, San Bernardo de Claraval, que es la traducción española).

En la Seo de Zaragoza hay una maravillosa capilla dedicada a San Bernardo. La construyó para enterrarse Don Hernando de Aragón, que antes de ser arzobispo había sido monje cisterciense

San Bernardo murió en 1153, y en aquel momento ya había 343 monasterios masculinos de la Orden. Repito, para que veáis que no me he equivocado al escribir: ¡¡¡343!!! Y lo pondré con letra también, para que no haya error: trescientos cuarenta y tres. Y todo esto en poco más de medio siglo, lo que supone una auténtica barbaridad. Pero es que a finales de la Edad Media había más de 700 monasterios cistercienses masculinos y otros tantos femeninos.

Claustro del Monasterio de Rueda

La Orden se organizó a partir de cuatro casas madres, a partir de las cuales se fueron fundando el resto. El procedimiento era siempre el mismo: un grupo de monjes partía de un monasterio para fundar otro, y entre ellos se establecía una especie de relación filial. Rueda, concretamente, deriva de la línea de Morimond.

Ventanal del claustro de Rueda

Rueda es uno de los monasterios cistercienses mejor conservados de Europa. Aunque el origen de la fundación es como medio siglo anterior, los monjes se instalaron aquí en 1202, en unos terrenos junto al Ebro cedidos por el rey Alfonso II con el objetivo de que los monjes colonizaran los territorios que se iban conquistando a los musulmanes.

Interior de la espectacular iglesia de Rueda

A lo largo del siglo XIII se construyó un monasterio que no es demasiado grande, pero que por un lado es una «maqueta» casi perfecta del monasterio cisterciense tipo, y por otro es de una enorme calidad. El trabajo de la piedra, tan escaso en el valle del Ebro, es de una finura increíble, especialmente en la fachada de la sala capitular, tan recargada como elegante.

La sala capitular es una pequeña joya

Pero no todo iba a ser piedra estando donde estamos. La torre es una estupenda obra mudéjar de ladrillo, iniciada en la Edad Media y acabada en época barroca. En un entorno tan llano como éste, en pleno centro del valle del Ebro, es un mirador excepcional desde el que no sólo se ve una perspectiva alucinante del monasterio, sino también un paisaje en el que contrasta la estepa con el vergel de las orillas del Ebro.

Hay mucho más en el monasterio, porque tanto en el Renacimiento como en época barroca hubo sucesivas ampliaciones (no todo está restaurado aún, pero una gran parte se ha convertido en una Hospedería del Gobierno de Aragón). En cualquier caso, lo más curioso está fuera, porque ¿de dónde viene el nombre de Rueda?

La noria, o rueda, que sube el agua del Ebro hasta el monasterio

En el Ebro se hizo un azud que sirvió para desviar el agua por una especie de canal lateral. La corriente mueve la rueda y el agua llena los cangilones (¡qué palabra más maravillosa!). Cuando va girando y llegan a la parte de arriba el agua cae a un canal, el acueducto que la distribuye por todo el interior del monasterio por medio de tuberías de barro.

A la orilla del Ebro, en medio de la vegetación, con el ruido de la noria y el frescor del agua… se está en la gloria. Y no sólo eso: monasterios bien conservados hay muchos, pero acueductos góticos en funcionamiento, muy pocos. La rueda no sólo está en el escudo y el nombre del monasterio, sino que sigue ahí, cumpliendo su función.

Si os apetece pasar un día «de monasterios», el próximo domingo 2 de octubre repetimos la excursión a la Cartuja de las Fuentes (Lanaja), en plenos monegros, y al Monasterio de Rueda. ¿Queréis saber más sobre el plan? Pues pinchad aquí o llamad al 976207363 y encontraréis toda la información.

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Cuando en 1563 don Hernando de Aragón, arzobispo de Zaragoza, fundó la Cartuja de Aula Dei, ya existía un monasterio de esta Orden en Aragón: la Cartuja de las Fuentes, en los Monegros, fundada a principios del siglo XVI. Posteriormente se fundaría otro también al lado de Zaragoza, la Cartuja de la Concepción o Cartuja Baja (de ahí que a Aula Dei también se la conozca como Cartuja Alta).

Las condiciones de subsistencia de los monjes en la Cartuja de las Fuentes eran tan precarias, en un entorno tan pobre y desértico, que se plantearon trasladarse a un lugar más adecuado, cosa que hicieron en 1563. De las tres cartujas aragonesas Aula Dei fue la más rica (su participación en la fundación de la Cartuja Baja fue muy importante) y es la mejor conservada. Antes de construirla se estudiaron las que ya se habían construido antes en Cataluña y Valencia, y después de mucho pensar se diseñó un plano absolutamente racional y que respondía perfectamente a las necesidades de los monjes.

Aquí tenemos el plano de la Cartuja de Aula Dei. Está rodeada por una muralla baja con pequeños torreones, como se podía apreciar en las fotos de arriba. Esa muralla no forma aún un rectángulo perfecto, como en la Cartuja Baja (construida casi un siglo después), pero es bastante regular. En la parte de abajo del plano están las construcciones de servicios, las que están ocupadas por los criados y los hermanos legos (o sea, los que se encargan del funcionamiento diario del monasterio, lo que les obliga a estar en contacto con el mundo exterior). En la parte de arriba está el corazón del monasterio, la iglesia con dos claustros pequeños a los lados (uno de capillas, para que todos los monjes puedan cantar misa a diario, y otro con el refectorio, donde los domingos comen en comunidad) y el gran claustro con las celdas de los monjes detrás, en la parte más alejada de la puerta del recinto. Todo esto fue una auténtica novedad, y todas las cartujas españolas construidas después siguieron el modelo: Ara Christi en Valencia, la Cartuja Baja en Zaragoza, Nuestra Señora de las Fuentes en la provincia de Huesca y la de Jesús Nazareno en Valldemosa (Mallorca).

Aquí podemos ver el aspecto exterior del conjunto, magníficamente conservado. En el dibujo de arriba vemos la iglesia con su torre en primer plano, y detrás el gran claustro con las celdas de los monjes alrededor. En la vista aérea tenemos una impresionante imagen de ese claustro, con el cementerio en el centro (se distingue por el grupo de cipreses) y las 36 celdas alrededor, cada una de ellas con dormitorio, oratorio, estudio, comedor, huerto, taller y solana

La construcción de este magnífico conjunto fue posible gracias al apoyo del arzobispo de Zaragoza (nieto de Fernando el Católico y primo hermano de Carlos V) don Hernando de Aragón, que puso el dinero para que fuera posible una fundación «magnífica, suntuosa y cumplida«, que además pudo construirse en muy pocos años. Hasta el siglo XIX vivirían aquí los monjes sin sobresaltos, algo que acabaría con la Guerra de la Independencia, el Trienio Liberal (1820-1823) y la Desamortización de Mendizábal. Los monjes se marcharon, pero volvieron en 1901 y hasta hoy mismo han vivido en el monasterio. Ahora que se marchan, un tema del que hablaremos próximamente, no sabemos lo que ocurrirá con un lugar que, gracias a haber estado ocupado, se ha mantenido en un excelente estado de conservación.

Dentro del monasterio hay muchos espacios singulares, como la espléndida biblioteca, el claustrillo de capillas decorado con pinturas del siglo XVII de la vida de San Bruno, las pinturas del XVIII dedicadas a los siete sacramentos que los cartujos se trajeron de Francia en 1901, cuando volvieron tras la Desamortización… pero por encima de todo destaca la iglesia, contemporánea de la Lonja, de la última ampliación de la Seo… como en ellas, hay magníficas bóvedas de crucería estrelladas decoradas con florones de madera, muy propios de la arquitectura aragonesa de la época.

La iglesia se redecoró en el siglo XVIII, y fue entonces cuando se hizo el retablo y, sobre todo, las grandes pinturas murales de Goya, de las que hablaremos en el siguiente capítulo. De momento, si queréis descubrir este lugar con nosotros no os podéis perder la visita que hemos preparado.

Cuándo – Todos los sábados a las 12’00

Dónde – Portería de la Cartuja de Aula Dei a las 11’50, o parada del bus 28 en el Coso, nº 118 a las 11’10

Precio – 10 € por persona (8 € para jubilados y estudiantes menores de 26 años, 6 € para parados)

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Y si queréis saber más sobre los cartujos aquí os dejo algunos post de nuestro blog, y si queréis seguirnos podéis entrar en http://www.facebook.com/gozARTE y pinchar «me gusta», o entrar en twitter @gozARTE:

Las cartujas de Aragón

La cartuja de Aula Dei

Un paseo nocturno por la Cartuja Baja

Con la tele en la Cartuja Baja

Las sombras de la muerte

Cartujas y tortugas

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Restos del gran claustro de la Cartuja de la Concepción

Lo que hoy es el parque del barrio de la Cartuja Baja, conocido como Huerto Frisón, era el gran claustro alrededor del cual estaban las celdas de los monjes. Y en su interior, donde hoy juegan los niños, estaba el cementerio en el que los cartujos esperarían al día de la resurrección de los muertos rodeados del mismo silencio que les había acompañado durante su vida. Puede que para nosotros, que muchas veces vivimos la vida queriendo olvidarnos de que la muerte está agazapada en cualquier esquina, sea algo macabro imaginar que a pocos metros de la celda donde el cartujo pasaba su vida se encontraba la fosa donde su cuerpo sería enterrado tras su muerte. Pero no creo que para ellos sea algo trágico encontrarse de frente con su tumba cuando salen de su celda, ni tampoco me los imagino esperando la muerte con ansiedad como Santa Teresa, cuando decía aquello de «Ven, muerte, tan escondida / que no te sienta venir / porque el placer de morir / no me vuelva a dar la vida«, sino más bien aceptándola con naturalidad, un poco como en los versos de Machado: «Y cuando llegue el día del último viaje / y esté al partir la nave que nunca ha de tornar / me encontraréis a bordo, ligero de equipaje / casi desnudo, como los hijos de la mar«. 

San Bruno en la cartuja de Nápoles, reflexionando sobre la vida y la muerte

San Bruno suele aparecer representado contemplando una calavera. Viéndolo me viene a la cabeza Quevedo reflexionando sobre la fugacidad de la vida, cuando escribe aquellos versos en los que habla del hombre y dice:

Sueño fue ayer, mañana será tierra.

Poco antes nada, poco después humo.

Y también me viene a la cabeza esa imagen (probablemente falsa) del cartujo dando cada día de su vida una paletada para cavar su tumba al leer estos otros versos:

Azadas son la hora y el momento

que a jornal de mi pena y mi cuidado

cavan en mi vivir mi monumento.

Y sin embargo no tienen nada que ver. Quevedo ama intensamente la vida, disfruta hasta el último segundo, y más cuando nota que se le escapa entre los dedos. Su obsesión por la muerte es la otra cara de su vitalismo, ni más ni menos. Para el cartujo la muerte no es un final, algo tenebroso o que dé miedo, sino algo hacia lo que camina todos los días.

Claustro grande de la Cartuja de San Martino, en Nápoles

Yo comencé a entender un poco de todo esto en un lugar maravilloso, la Cartuja de San Martino, en Nápoles. En una ciudad bulliciosa como Nápoles, caótica, loca, desenfrenada… hay un oasis de paz, que es este claustro que se ve en la fotografía. Y en este claustro un cementerio que a mí me pareció en aquel momento un pequeño paraíso.

Cementerio de los cartujos

Queda claro que es un cementerio, aunque las tumbas no se ven por ninguna parte. Es un pequeño recinto, sencillo pero cuidadísimo, donde los cartujos esperan el juicio de Dios. Las calaveras que lo rodean no resultan macabras, o a mí no me lo parecen. En ningún otro lugar como en ése he tenido la tentación de creer que podía haber algo después de la muerte. Y precisamente por el momentáneo consuelo de creer que a lo mejor ésta no era un punto y final, en pocos sitios me he sentido tan bien como en aquel cementerio y en aquel momento.

Un buen lugar para pasar la eternidad

Cuando muere el cartujo, en su celda y rodeado de sus hermanos, se le coloca sobre unas parihuelas, con el rostro cubierto con la capucha. Se lleva primero a la sala capitular, cubriendo el cadáver con un gran paño, y luego a la iglesia, y al acabar la misa toda la comunidad rodea al difunto y canta mientras el prior echa agua bendita sobre él. Parte entonces la procesión que atraviesa el gran claustro y se dirige al cementerio: un novicio con una cruz, el Prior y detrás los monjes en fila, el cuerpo llevado por cuatro de ellos y finalmente los hermanos,todos cantando salmos de alegría y esperanza hasta que llegan a la fosa cavada pocas horas antes. Se retira entonces el paño y se deja el cadáver sobre una tabla, depositándolo con cuidado en la fosa y cubriéndolo con tierra mientras el Prior dice: «Ilumina, Señor, el alma de tu siervo, cuyo cuerpo descansa ahora en las sombras de la muerte«. Un simple cruz sin nombre recordará su existencia.

Si queréis conocer una de las dos cartujas zaragozanas, los sábados por la mañana a las 12’00 haremos visitas a la Cartuja de Aula Dei. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar llámanos al 976207363 o entrad aquí.

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Las sombras de la muerte

Cartujas y tortugas

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Hola a todos

El otro día pasamos una tarde estupenda en la Cartuja Baja con nuestros amigos de ZTV, que sacaron ayer este reportaje en su programa «Todo incluído». Es un pequeño resumen de nuestra visita, aunque sin el encanto de la noche. Espero que os guste.

Si queréis conocer ésta y muchas otras historias sobre los cartujos, os proponemos visitar con nosotros la Cartuja de Aula Dei los sábados a las 12’00. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar llámanos al 976207363 o entrad aquí.

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Las cartujas de Aragón

La cartuja de Aula Dei

Un paseo nocturno por la Cartuja Baja

Con la tele en la Cartuja Baja

Las sombras de la muerte

Cartujas y tortugas

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Anoche tuvo lugar nuestro primer paseo «Tras la sombra de los cartujos«. En una noche de tormenta, con truenos y relámpagos a lo lejos, la Cartuja Baja fue el marco ideal para un paseo de lo más especial. Como nos acompañaba Juan, nuestro reportero más dicharachero, os dejo aquí algunas de las fotos que hizo, para que os hagáis una idea de lo que podréis ver si os animáis a venir.

Al anochecer, justo antes de atravesar la portería y entrar en lo que fue la Cartuja de la Concepción

Sólo había una forma de acceder al recinto de la Cartuja, y era a través de la portería, que ha sido recientemente restaurada. Eso haremos, y entraremos a un mundo en el que el tiempo se ha detenido, y de noche casi no se oyen otros ruidos que algún perro, algún niño llorando y muy poco más.

En la plaza de la iglesia junto al único cartujo que aún queda por aquí

En la plaza de la iglesia, entre los edificios de la antigua hospedería y la procura, intentamos comprender la forma de vida tan peculiar que han elegido los cartujos.

Aunque algunos edificios del conjunto han desaparecido o están muy transformados, lo que queda sigue siendo impresionante. La experiencia no tiene nada que ver con visitar un monasterio ni con pasear por calles de un pueblo. Es una mezcla de las dos cosas, pues estamos en un lugar en el que el pasado y el presente se mezclan continuamente.

En medio del gran claustro, donde estaba el cementerio de los cartujos

El enorme claustro alrededor del cual vivían los monjes se ha conservado en gran parte, transformado hoy en un singular parque. La mole de la iglesia nos vigila mientras pisamos la tierra en la que se enterraron generaciones y generaciones de monjes.

La iglesia, imponente, asoma por encima de lo que queda de las galerías del gran claustro

En el antiguo claustrillo del refectorio

Uno de los dos claustrillos, el del refectorio, se ha conservado bastante bien, a la sombra de la iglesia y del lugar donde los monjes comían en comunidad los domingos y algunos días de fiesta.

Nos despedimos de nuestro cartujo preferido hasta el viernes que viene

Esto es una muestra de lo mucho que ofrece la Cartuja Baja. Si sois un grupo podemos organizar una visita en cualquier momento (llamadnos al 976207363 o escribidnos a educacion@gozarte.net), y si no, en este momento tenemos, todos los sábados a las 12’00, visitas a la otra cartuja zaragozana, la de Aula Dei. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar llámanos al 976207363 o entrad aquí.

 

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Cartujas y tortugas

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¿A qué parece un trabalenguas? Pues para nada. Resulta que en las Cartujas solía haber un estanque con tortugas. ¿Y para qué? Pues no era para que los cartujos se fueran allí a contemplarlas durante horas ni porque les apeteciera poner un toque de exotismo en sus vidas, sino porque nadie tenía muy claro si las tortugas eran carne o pescado. A lo mejor estáis pensando que se me ha ido la cabeza y estoy delirando, pero no, no, para nada. Esto es un debate de enjundia, y como parece que durante siglos no sabían muy bien qué pensar, pues los cartujos decidieron que chico, ahí había un vacío legal y había que aprovecharlo. Porque claro, ellos carne no comen nunca, pero nunca, nunca, y a veces necesitamos las proteínas. Así que para estos casos está la tortuga, que deja la conciencia tranquila y arregla un poquillo el cuerpo.

Usted, señá tortuga, ¿cómo se siente? ¿Carne o pescado?

Y ya que estamos, hablemos de la alimentación de los cartujos, porque eso de «he comido como un cura» no les cuadra ni lo más mínimo. De hecho, si algún día decís que habéis comido «como un cartujo«, mala señal. Para empezar, comen prácticamente siempre solos, aunque un día a la semana se come en comunidad (en silencio, eso sí). Resulta que el fundador de la Orden, San Bruno, era un hombre práctico y realista, y veía que el ideal de vida en completa y absoluta soledad era prácticamente imposible de llevar a cabo para la mayoría. Así que se inventó una fórmula nueva y original: vivir en soledad pero en comunidad.

La celda de un cartujo. Un moderno diría que es minimalista, y se quedaría muy corto

Cada cartujo hace su vida solo, en su celda, pero sabe que está respaldado por la comunidad y para que no lo olvide los domingos comen juntos en el refectorio. Además, dentro de la comunidad están los hermanos «legos», que son de los que se encargan de todos los aspectos prácticos de la vida. De cuidar el huerto, por ejemplo, de comprar en el exterior lo que ellos no producen, de cocinar, de dejar cada día la comida delante de cada una de las celdas de los monjes… En cualquier caso, cómo sería la vida de aquellos hombres que el abad de Cluny decía: “Son los más pobres entre los monjes, habitan cada uno en una celda, llevan su tosco hábito de penitencia, ayunan casi sin interrupción y comen sólo pan. No quieren saber nada de carne, tampoco compran pescado, aunque lo comen si alguien se lo ofrece. Los domingos y jueves viven de huevos y queso, los martes y sábados de hierbas, los otros días sólo hay agua y pan. Sólo comen una vez al día, excepto los días de fiesta, y guardan el más estricto silencio, comunicándose a través de signos”.

Una dieta equilibrada, ¿eh? Bueno, pues ahora mirad este cuadro. Lo pintó Zurbarán para la Cartuja de Santa María de las cuevas de Sevilla (la de la Expo 92, la de las vajillas de la Cartuja…). ¿Veis las jarras de vino, el pan…? Pues abrid bien los ojos porque hay algo más…

¡¡¡¡¡CARNE!!!!!

Los siete primeros cartujos, entre los que estaba el fundador, San Bruno, se habían instalado en el valle de Chartreuse gracias al apoyo del obispo Hugo de Grenoble, que entre otras cosas les enviaba comida. Total, que un domingo les envío carne con toda su buena intención, pero los pobres, que no tenían costumbre, no sabían qué hacer. El caso es que en plena discusión se quedaron dormidos durante 45 días. La siesta les  dura hasta el Miércoles Santo y el obispo se presenta a visitarlos, encontrándose con el siguiente panorama: los monjes despertándose, sin saber en qué día están, y la carne preparada encima de la mesa ¡¡¡¡y en plena Semana Santa!!!! ¿Qué ocurrió? Pues que la carne de los platos se convirtió en ceniza, y en ese momento decidieron que aquello era una señal del cielo para decirles que de carne, ná de ná (aunque sobre las tortugas el cielo no se pronunció).

En uno de los claustros pequeños de la Cartuja Baja (o de la Concepción) estaba el refectorio (restaurado recientemente), donde los monjes comían en comunidad los domingos

Si queréis conocer una de las dos cartujas zaragozanas, los sábados por la mañana a las 12’00 haremos visitas a la Cartuja de Aula Dei. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar llámanos al 976207363 o entrad aquí.

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Cartujas y tortugas

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La orden cartuja fue fundada por San Bruno hace más de 900 años, que se dice pronto. Otro día hablamos de él, pero hoy vamos a hablar de las Cartujas aragonesas, nada menos que tres, y hasta ahora una de ellas seguía «en activo». Después de la desamortización de Mendizábal las tres se abandonaron, y cada una de ellas ha vivido una historia completamente distinta.

La Cartuja de las Fuentes está al lado de Lanaja, en plenos Monegros

La más antigua de las tres es la Cartuja de las Fuentes, fundada en 1509 por los condes de Sástago. Después de la Desamortización pasó a ser de propiedad privada e incluso llegó a instalarse aquí un balneario (que no funcionó, porque «las fuentes» eran de agua de lo más corriente). Lo más impresionantes son las pinturas que hizo aquí Fray Manuel Bayeu, el pequeño de los Bayeu (Francisco, Ramón y él, los tres pintores). Como era cartujo a la orden le salía barato (más bien gratis) encargarle la decoración de los monasterios, y pintó en varios (p.ej. en la cartuja de Valdemosa, en Mallorca). Aquí dejó más de 2.000 metros cuadrados de pinturas en un estado de conservación muy aceptable. Fray Manuel es un pintor bastante más torpe que sus hermanos, pero más que la calidad del detalle lo que abruma aquí es la cantidad de pintura por todas partes.

Interior de la iglesia, casi completamente cubierta de pinturas

La Cartuja de las Fuentes puede visitarse todos los domingos del año de 9’00 a 14’00. En ese horario dos guías de Gozarte hacen visitas, por encargo de Turismo de Aragón. En cualquier caso, en el mes de septiembre organizaremos una excursión de la que os mandaremos pronto información. De todas formas, sin moveros de Zaragoza podéis ver algo que pertenece a la Cartuja: en el Sagrario estaba el templete que ahora está en la capilla de Santiago del Pilar.

A partir de 1564 don Hernando de Aragón (arzobispo de Zaragoza) construye la cartuja de Aula Dei, en las afueras de la ciudad. Después de la Desamortización los cartujos volvieron en 1901 y han estado hasta ahora, pues van a marcharse otra vez, y seguramente ahora de forma definitiva. La culpa, en parte, las tienen las pinturas de Goya, de la segunda mitad del siglo XVIII, pues para los cartujos el movimiento que supone que un sábado por la mañana al mes estén abiertas al público (hombres y mujeres) resulta excesivo. Por cierto, los próximos son 27 de agosto, 24 de septiembre y 29 de octubre, y el teléfono de las reservas es 976484547.

Iglesia de la Cartuja de Aula Dei, con las pinturas de Goya

La primera obra importante de Goya, todavía muy joven, es la bóveda del coreto del Pilar. Después pintaría los muros de esta iglesia, que fueron restaurados a principios del siglo XX por los hermanos Buffet, que rehicieron casi completamente algunas de las pinturas. El hecho de querer ver estas pinturas motivó que se hiciera una intervención en el monasterio para que las mujeres también pudieran entrar a verlas. Estos fue el principio del fin de la paz de los cartujos, por lo visto, y ahora han conseguido su propósito de marchar a un lugar en el que nada turbe su vida contemplativa.

De las tres cartujas aragonesas la última que se construyó es la de la Concepción, conocida como Cartuja Baja. Hoy es la más singular de las tres, porque cuando los cartujos la abandonaron se convirtió en el núcleo del actual barrio: las galerías de los claustros se convirtieron en calles, los patios en casas, el cementerio de los cartujos en parque… Recorrerla, y más de noche, es una experiencia única.

Edificio de la portería, restaurado recientemente

Si queréis conocer una de las dos cartujas zaragozanas, los sábados por la mañana a las 12’00 haremos visitas a la Cartuja de Aula Dei. Si queréis saber más entrad aquí, y para reservar llámanos al 976207363 o entrad aquí.

 

Si queréis saber más sobre los cartujos aquí os dejo algunos post de nuestro blog, y si queréis seguirnos podéis entrar en http://www.facebook.com/gozARTE y pinchar «me gusta», o entrar en twitter @gozARTE:

Las cartujas de Aragón

La cartuja de Aula Dei

Un paseo nocturno por la Cartuja Baja

Con la tele en la Cartuja Baja

Las sombras de la muerte

Cartujas y tortugas

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Pues sí, tras la sombra de los cartujos, porque os proponemos recorrer con nosotros el fantasma de lo que fue la Cartuja de la Concepción, en las afueras de Zaragoza (barrio de la Cartuja Baja). Si no lo conocéis aún, os estáis perdiendo una de las sorpresas más increíbles de nuestra ciudad.

Las cartujas, normalmente, se instalaban en lugares aislados en los que poder vivir fácilmente en soledad. Que en las afueras de Zaragoza haya no una, sino dos, es algo curioso de verdad. La más famosa es la de Aula Dei, por las pinturas de Goya, pero esta vez os proponemos visitar la de la Concepción, o sea, el actual barrio de la Cartuja Baja. Y lo vamos a hacer al anochecer, cuando todavía es posible oír el eco de los rezos de los antiguos cartujos que vivieron aquí durante siglos.

¿Qué tiene de especial este lugar? Pues todo. Imaginaos que llegáis a vivir, con mucha más gente, a un monasterio abandonado que hay que adaptar para la vida cotidiana. Aquel conjunto dio lugar a un barrio único, pues las galerías de los antiguos claustros se han convertido en unas calles muy especiales (con arcos, los arranques de las bóvedas…), el claustro grande, en el que se enterraban los cartujos, es hoy un parque en el que juegan los niños, la hospedería es un restaurante con una bodega espectacular, pequeñas puertas medio escondidas dan paso a un claustro donde el tiempo se ha detenido… en fin, una sorpresa detrás de otra. Y además, si tenemos suerte, es posible que nos encontremos con algunos de sus habitantes, y puede que hasta con algún fantasma.

A lo mejor estáis pensando cómo se va hasta allí. En coche particular es un momento, pero también podéis ir en el bus 25 (acabaremos con tiempo de sobras para poderlo coger también de vuelta). Si alguien lo prefiere puede quedar con nosotros para coger el autobús, y desde allí ir juntos. En cualquier caso, la visita empezará a las 21’00 delante de la antigua portería. Os pongo aquí debajo una foto para que la identifiquéis sin problemas:

Lo dicho, os esperamos cualquier sábado de estos para una visita que os aseguro que no os defraudará. Animaros a recorrer el barrio con nosotros en busca de la sombra de los cartujos:

Cuándo – Todos los sábado de julio y agosto a las 21’00

Dónde – Portería de la Cartuja Baja (si queréis venir con nosotros en el bus, quedamos en la parada del 25 en el Paseo de la Constitución, número 16, a las 20’30)

Precio – 12 € por persona (10 € para jubilados y estudiantes menores de 26 años, 6 € para parados).

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Si queréis saber más sobre los cartujos aquí os dejo algunos post de nuestro blog, y si queréis seguirnos podéis entrar en http://www.facebook.com/gozARTE y pinchar «me gusta», o entrar en twitter @gozARTE:

Las cartujas de Aragón

La cartuja de Aula Dei

Un paseo nocturno por la Cartuja Baja

Con la tele en la Cartuja Baja

Las sombras de la muerte

Cartujas y tortugas

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