Ya vamos viendo que nuestra ciudad está llena de animales, pero aparte de los leones me da la impresión de que ninguno es tan abundante como los caballos. Y tan variado, porque los tenemos grandes, pequeños, de bronce, de madera, de acero, serios, festivos… Iremos hablando de ellos en diferentes días, pero de momento aquí tenéis el primero, seguramente el más famoso de todos. Y eso que no es un caballo sino un caballito, que no es lo mismo.
No es que un caballito sea más pequeño, las diferencias son más sutiles. Pensadlo un poco, puede haber caballos de 5 centímetros y caballitos como éste, que tiene un pelín más de un metro de altura. Pero los caballos son serios y formales, están metidos en su papel, y los monta un santo, un jefe indio, un rey… mientras que los caballitos son divertidos, y normalmente los montan niños o adultos que son como niños, que viene a ser lo mismo. Hoy la cosa va de los segundos, y concretamente de uno de cartón. El que Angel Cordero Gracia plantó junto a la Lonja allá por 1925 y no movió hasta 53 años después. Corrió mucha agua debajo del Puente de Piedra en todos aquellos años, y él hizo fotografías a miles de niños que pasaron por allí.
Angel Cordero era un fotógrafo minutero. ¿Habíais oído la expresión? Pues es una cosa que suena muy antigua pero aún los hay. Se plantaban en plena calle (muchas veces aprovechando fiestas, ferias… en fin, esos momentos en los que el bolsillo va más suelto y la gente está más dispuesta a hacer cosas especiales) con un tenderete que incluía cámara y laboratorio de revelado, y en unos ocho minutos eran capaces de hacerte la foto, revelarla y positivarla para que te la llevaras calentita. Sólo necesitaban agua, porque lo demás lo traían todo puesto. Y claro, lo tenían todo para convertirse en personajes de la pequeña historia de un lugar, protagonistas de los recuerdos de aquella gente para la que hacerse una fotografía no era algo normal a lo que no se daba ninguna importancia, sino un momento muy, muy, muy especial que se vivía pocas veces en la vida.
Angel Cordero llegó a hacerse tan querido en Zaragoza que, cuando se retiró en 1978, se le echaba en falta. ¿Qué podíamos hacer? Pues justo lo que hizo el Ayuntamiento cuando trece años después encargó a Paco Rallo un caballito de bronce para colocarlo en el mismo lugar donde había estado el otro durante más de medio siglo. Así los niños podrán seguir haciéndose sus fotos montados en él, y aunque ya no haya un fotógrafo (últimamente todos llevamos uno dentro de nuestro teléfono móvil) seguirán siendo fotos con un aire antiguo y entrañable que se ha quedado pegado a ese lugar para siempre.
Os dejo con este video, que muestra a un fotógrafo minutero en acción. Quedan pocos, pero a lo mejor un día os encontráis a uno de ellos a la vuelta de cualquier esquina. Si eso ocurre, esconded vuestro teléfono móvil y poneos en sus manos. Seguro que viviréis una experiencia diferente, y lo que sale tendrá muchísimo más sabor.

¿Creíais que ya no existían fotógrafos minuteros? Pues aquí tenéis la prueba de que sí. Más o menos así sería el chiringuito de Angel Fernández Cordero. Todo portátil, para podérselo llevar a cuestas de lado a lado
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