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Archive for the ‘Averly’ Category

Cuando acabó la Guerra de la Independencia Zaragoza era una ciudad machacada: más de 50.000 muertos durante los Sitios, edificios e infraestructuras en ruinas por todas partes… Le costó décadas levantar cabeza, pero finalmente lo consiguió. En la segunda mitad del siglo XIX llegó el ferrocarril y la industrialización, y hacia 1900 la ciudad miraba al futuro con optimismo y vivía una auténtica renovación urbana, protagonizada por dos arquitectos: Ricardo Magdalena (arquitecto municipal por aquellos años) y Félix Navarro. Y aquí quería llegar yo, a Félix Navarro, porque hace justo cien años que murió, y claro, no íbamos a deja la posibilidad de celebrarlo. ¿Queréis conocerlo? Pues aquí lo tenéis.

Félix Navarro, todo serio para la foto

A lo mejor estáis pensando que quién demonios es este hombre, que no os suena ni el nombre ni la cara, pero si os digo que él hizo el Mercado Central, la ex-Escuela de Artes (la de la plaza de los Sitios), el monumento al Justicia de la Plaza de Aragón, la clínica del Doctor Lozano en el Paseo de Sagasta, además de edificios industriales (de los que sólo queda en pie la fábrica de Galletas Patria, en la Avenida de Cataluña), de viviendas, panteones en el cementerio…

Antiguo edificio de la Escuela de Artes, construido para la Exposición Hispano-Francesa, en la Plaza de los Sitios

Teatro Pignatelli (desaparecido, estaba más o menos donde el actual edificio de Correos, en el Paseo de la Independencia)

Monumento al Justicia

Clínica del doctor Lozano, Paseo de Sagasta

Panteón de la familia Maynar, en el cementerio de Torrero

Panteón de las familias Ascaso y Moncasi

Antigua fábrica de Galletas Patria, en la Avenida de Cataluña

Félix Navarro fue el arquitecto que trajo la modernidad a Zaragoza. Estudió arquitectura en Madrid pero completó su formación en Estados Unidos y en Alemania (algo que en aquellos tiempo no era normal) y viajó mucho, absorbiendo todas las novedades de la arquitectura de su tiempo y especialmente una: la utilización de nuevos materiales, como el hierro. Gracias a él uno de los dos primeros edificios en hierro que se hicieron en España se levantó en Zaragoza, y fue el desaparecido Teatro Pignatelli. Y en hierro construiría también su mejor obra, el Mercado Central, que sigue en pie y cumpliendo la misma función para la que se construyó.

Postal en la que se ve el Mercado central hace unos cien años

Gracias a Félix Navarro Zaragoza fue más hermosa, más moderna, más cómoda y agradable para sus ciudadanos. Si quieres descubrir cómo fue aquella ciudad que él contribuyó a transformar, en una ruta en la que conoceremos edificios tan distintos como el Mercado Central o la Escuela de Artes, el Monumento al Justicia, edificios de viviendas… ponte en contacto con nosotros en el 976207363, pues podemos realizar la ruta en cualquier momento para un grupo.

Y si quieres descubrir una de sus obras más singulares, el Palacio de Larrinaga, ahora tienes la oportunidad. Todos los sábados de diciembre a las 11’30 podrás participar en una visita a un palacio lleno de lujo y leyenda que tiene una gran historia de amor detrás. Hace ya más de cien años que el naviero Miguel Larrinaga, cuyos barcos daban la vuelta al mundo desde su sede de Liverpool, se lo regaló a su mujer, Asunción, nacida en Albalate del Arzobispo. Seguro que habéis visto muchas veces sus puertas cerradas al pasar por allí, pero ¿os imagináis cómo es por dentro? ¿Queréis descubrir con nosotros este fascinante lugar? Pues gracias a IberCaja, su actual propietario, ahora tenéis la oportunidad.

Cuándo – todos los sábados a las 11’30
Dónde – Palacio Larrinaga, Avda. Miguel Servet 123
Precio – 10 € (9 € para jubilados y estudiantes menores de 26 años; 6 € para parados)
Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Y si queréis saber más sobre Félix Navarro…

Félix Navarro, el Eiffel de Zaragoza – Nace la arquitectura del hierro

Félix Navarro – un paseo en imágenes por la historia del Mercado Central

10 lugares y 10 motivos para descubrir a Félix Navarro en Zaragoza

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En diciembre de 1118 un rey con nombre de calle, Alfonso I el Batallador, entraba en la Saraqusta musulmana, conocida desde entonces como Çaragoça por los cristianos. El rey siguió por todo el valle del Ebro venga a conquistar más territorios y por eso le llamaron Batallador. Eso sí, los problemas no se limitaban a batallar y conquistar, sino que había que organizar todo aquello, conseguir que hubiera población para trabajar las tierras (muchos musulmanes se quedaron, pero muchos otros se fueron hacia el sur para no vivir en tierra de cristianos), impedir que los musulmanes volvieran a conquistarlo… en fin, un no parar. Tanto jaleo tenía el rey que se olvidó de su misión principal, tener un hijo, y cuando murió no tenía heredero. Y como era un caballero cristiano de los pies a la cabeza decidió dejarle el reino a las órdenes militares (la orden de San Juan, de la que dependía el Hospital de San Juan de Jerusalén, la del Temple…).

El Batallador mirando las tierras que ha conquistado

Aquello era imposible, así que a las órdenes hubo que darles compensaciones para que se quedaran tranquilas y no dieran mucho mal. ¿Por qué creíais que en Zaragoza hay una calle del Temple? Pues por eso, porque allí los templarios tuvieron propiedades. Y la Zuda se llamó Zuda del Hospital, porque toda esa parte y la iglesia de San Juan de los Panetes eran de los Hospitalarios, y así sucesivamente. La cuestión es que una vez que tuvieron claro que el testamento del rey estaba para no cumplirlo hubo que buscar a alguien, y todos pensaron en el mismo: Ramiro. ¿Y quién era Ramiro? Pues os lo presento rápidamente.

En principio no tenía por qué haber problema, pero… Ramiro era monje. Claro, era el pequeño de tres hermanos y ni se imaginaba que alguna vez le pudiera tocar reinar, pero su hermano mayor, Pedro, murió sin hijos; le sucedió su hermano mediano, Alfonso, que también murió sin hijos, y claro… como ninguno de los anteriores había hecho los deberes (porque la primera obligación de un rey es asegurar un heredero, o a ser posible más de uno) le toco a él. Lo malo es que como no tenía experiencia de gobierno al principio los nobles se le subían a las barbas, aunque él pronto tomó medidas y organizó el famoso episodio de la campana de Huesca.

La cuestión es que el rey estaba ocupado con tantas cosas a la vez (también tenía que buscar mujer para asegurarse un heredero urgentemente, porque ya no había otro hermano de repuesto) que no podía estar a todo, y los musulmanes amenazaban las fronteras del Reino. Tan fea se puso la cosa que fue el rey de León el que tuvo que entrar en Zaragoza para evitar que la ciudad cayera en sus manos. La ciudad siguió un tiempo bajo protección castellana y luego volvió a Aragón, pero de aquello le quedó algo. ¿Os imagináis el qué? Pues claro, el león de su escudo, que aún sigue ahí casi 900 años después.

Volviendo a Alfonso I el Batallador, el caso es que mucho tiempo después la ciudad seguía recordándolo, y cuando en la segunda mitad del siglo XIX el alcalde Candalija consiguió abrir una calle amplia, recta y de empaque que llevaba hasta el Pilar se le dio su nombre. Y por aquel entonces el pintor Francisco Pradilla (nacido en Villanueva de Gállego y famoso en toda España) pintó su retrato para el salón de plenos del Ayuntamiento.

Alfonso I el Batallador sitiando Saraqusta y calculando cuánto tardarán los musulmanes en entregarla

Unas décadas después, en 1918, se cumplía el VIII centenario de todo aquello, y se creó una Junta para celebrarlo que decidió encargar un gran monumento. Salieron varios nombres de escultores ilustres, como el valenciano Mariano Benlliure (que tenía en Zaragoza monumentos como el de la plaza del Portillo), pero finalmente el que se llevó el gato (bueno, el león) al agua fue un zaragozano, José Bueno. A lo mejor el nombre no os dice gran cosa, pero hizo muchas esculturas que seguro que os resultan familiares.

Os suena, ¿no? Está a la entrada del Paseo de la Constitución y el Paseo de la Independencia, y no la despiertan ni los coches, ni las obras, ni el tranvía

El caso es que José Bueno presentó dos proyectos, uno con el rey a caballo (hubiera sido una escultura de bronce) y otro inspirado en el retrato de Pradilla, que sería de piedra. Se eligió el segundo y se pusieron manos a la obra, aunque no creáis que la cosa fue una balsa de aceite, que no. De hecho José Bueno sólo hizo el modelado de la escultura en su tamaño definitivo (seis metros y medio de altura, que se dice pronto), mientras que otro escultor hizo el vaciado en escayola y otro la pasó a mármol de Carrara.

Ahí está el Batallador, dominando la ciudad desde las alturas

En una revista que se estrenó en la época aparecía el rey quejándose de la postura que le tocó en suerte, todo el día de pie:

Me canso de estar de pie, mas así me esculpió Bueno

y eligiendome terreno entre Areyzaga y Allué.

Maligno el odioso mote de muchachos deslenguados,

que me llaman «Rey de espadas» escapado de un guiñote.

El Batallador según David Guirao, uno de los mejores ilustradores de Aragón

La parte arquitectónica del monumento la diseñó Miguel Angel Navarro (hijo de Félix Navarro, el arquitecto del Mercado Central, y autor de cosas tan diferentes como el Colegio Joaquín Costa, la casa Solans, la ciudad jardín, las dos últimas torres del Pilar…). Sólo faltaba para completar el conjunto el león.

El león es una gran pieza de bronce fundida en los talleres de Averly a partir del molde hecho por el comandante de infantería Virgilio Garrán, que también era pintor aficionado. La pieza se fundió y estuvo año y medio medio olvidada en el jardín de la fundición, hasta que finalmente se colocó en 1927, con lo que se dio el monumento por acabado.

Si queréis conocer esta y muchas otras historias no os podéis perder nuestra visita sobre las «Historias del Parque Grande», todos los sábados y domingos hasta el 7 de junio Si queréis saber más solo tenéis que entrar aquí, y para reservar podéis llamarnos al 976207363 o entrar aquí. Y si queréis conocer más historias del Parque Grande…

Los ¿delfines? de Neptuno


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Averly era una fundición en la que se hacía de todo, en hierro colado y bronce (entra aquí si quieres saber más). En 1880 se anunciaba diciendo que tenía «una muy variada colección de modelos de poleas, ruedas y demás piezas para maquinaria, columnas, tubos, balcones, pies de mesas y demás piezas para ornato y edificios«. Vamos, un de todo. Y claro, a veces un molde se reutilizaba una y otra vez (una columna, una farola, una reja, una fuente) y otras veces servía para hacer una pieza única.

¿Sabéis cuál fue la más complicada? Pues la escultura del Justicia que está en el monumento de la Plaza de Aragón, diseñado por Félix Navarro (el arquitecto que hizo el Mercado Central, o la Escuela de Artes de la plaza de los Sitios, p.ej.). Ahí está el hombre apuntando con el dedo desde hace más de 100 años, y aunque os hayáis fijado en él montones de veces a lo mejor no se os ha ocurrido que pesa… ¡¡¡CASI 3.000 KILOS!!! ¿Y sabéis de dónde salieron? Pues de once cañones que donó el Ministerio de Artillería. ¿Os imagináis lo que suponía fundirla en una sola pieza?

El peso de la ley, sí señor. 3.000 kilos de ná

Antonio Averly aceptó el reto y se ofreció a hacerla. La cosa tenía su complicación, y tuvo que contratar personal especializado y dedicar casi ocho meses, que se dice pronto. Eso sí, se quedó satisfecho de verdad, convencido de que era lo mejor que había salido de su empresa y de que la escultura había quedado «como ninguna«. Y tan contento estaba que abrió las puertas de su taller y por allí pasó media Zaragoza, claro. «Ay, Mariano, si sólo le falta hablar. ¿Te has fijao qué porte, qué señorío, qué todo?» «Chica, Pilar, ¿te podrás quejar tú de lo que tienes tú en casa? Ya me dirás qué tiene el señor Justicia que no tenga yo«. Lo dicho, media Zaragoza vio la escultura de cerca antes de que se colocara en su pedestal.

Os dejo una fotografía de la inauguración del monumento, el 22 de octubre de 1904, en la actual plaza de Aragón. La idea inicial había sido instalarlo en la Plaza de la Constitución (actual Plaza de España), pero finalmente ganaron la partida los que querían instalar allí el monumento a los mártires de la religión y la patria. Fue una pelea más entre los sectores más conservadores de la ciudad y los más liberales, que a lo largo del siglo XIX habían convertido al Justicia Juan de Lanuza en un mito, que se saldó con el triunfo de los primeros y con el disgusto de Félix Navarro.

Inauguración monumento al Justicia

La cosa fue un éxito total, y después de aquello Averly fundiría obras de otros muchos escultores. Os adelanto dos ejemplos: el león del Batallador y las obras de Ramón Acín, ya en los años 30. Está claro que Averly es una parte muy importante de la historia de Zaragoza, pero en este momento está en peligro y puede desaparecer.  Una constructora ha comprado los terrenos y planea levantar en ellos 200 pisos, con lo que un lugar absolutamente único, una joya del patrimonio zaragozano, está en riesgo (entra aquí para saber más). Sólo se salvaría la casa de la familia y la puerta que da hacia el paseo María Agustín, que es la parte catalogada como Bien de Interés Cultural, pero las naves de la fábrica, en las que se ha detenido el tiempo, desaparecerían para siempre.

Estamos absolutamente en contra de que esto ocurra. Podemos comprender que la familia necesite vender; podemos entender que la situación sea la que es, con los presupuestos de las administraciones públicas bajo mínimos; pero lo que de ninguna manera podríamos entender es que el Ayuntamiento de Zaragoza y el Gobierno de Aragón asistieran de brazos cruzados a lo que, sin ninguna duda, sería la pérdida más importante en el patrimonio de nuestra ciudad desde hace décadas (probablemente desde que se hundió la capilla de la antigua Universidad de la plaza de la Magdalena). Por eso creemos que es necesario que los ciudadanos presionemos a las instituciones para entre todos salvar Averly. ¿Qué podemos hacer? Pues de momento, demostrar que somos muchos los que estamos en contra de esta barbaridad:

  • Si estás en Facebook, hemos creado una página llamada “Amigos de Averly”. Puedes entrar en ella y pinchar “me gusta” para estar al tanto de todo lo que se vaya organizando. También puedes seguirnos en Twitter, @salvemosAverly.
  • También se ha creado una campaña de recogida de firmas. Sabemos que todo el mundo está un poco saturado de este tipo de cosas y que somos muchos los que empezamos a creer que sirven de poco, pero creemos que es muy importante recoger un número importante de firmas para poder presionar con ellas a la administración. Si quieres dejar la tuya, entra aquí.

En los años 70 la ciudad de Zaragoza se movilizó para salvar el Mercado central, y lo logró. Ahora nos toca emular a los zaragozanos de hace casi 40 años para salvar Averly. No podemos permitir que nuestro patrimonio siga desapareciendo y dejándonos huérfanos de nuestra historia.

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Durante siglos, cuando un viajero llegaba a Zaragoza y preguntaba por una fuente le debían mirar con cara rara. ¿Una quéeeeeee? Aquí había pozos en las casas, que para encontrar el agua del Ebro había que excavar poco, y punto. Pero claro, cuando los franceses conquistaron la ciudad después del segundo Sitio debieron arrugar el mostacho mientras se decían: «C’est pas possible. Pas de fontaines?«. Y eso que era febrero y no sabían aún lo que habían de sudar por estas tierras. El caso es que se pusieron en marcha, que nuestros vecinos son gente eficiente, pero las cosas estaban como estaban y entre que se ponían y no se les acabó la guerra y tuvieron que salir por pies, dejando las cosas a medio hacer. ¿Sabéis cuál fue la primera fuente que hubo en la ciudad? Pues la de Neptuno, que ahora está en el parque pero que primero estuvo en la plaza de España. Pinchad aquí si queréis conocer su historia.

¿Dos monumentos son demasiado para una plaza?

Unos 70 años duró en aquel lugar, pues cuando a principios del siglo XX se construyó el monumento a los mártires, la religión y la patria le dieron la patada y fue a parar a un almacén hasta que aterrizó en el parque grande, que es donde han acabado muchos de los monumentos viajeros de nuestra ciudad. ¿Todos? Pues no, todos no. En 1863, cuando todavía las fuentes eran una rareza en Zaragoza, de los recién inaugurados talleres de fundición de Antonio Averly, llegado de Lyon (Francia, de toda la vida), salió la fuente de la Samaritana. ¿Y dónde se colocó? Pues como vale más una imagen que mil palabras, aquí van dos, ni más ni menos.

Plaza de la Seo, irreconocible

Si os fijáis bien en la foto, la Samaritana y los árboles no son lo único que ha desaparecido de la plaza. El arco que unía el palacio arzobispal y la Seo también, y no hace tanto de eso: en 1969, como quien dice antesdeayer.

La Samaritana, tan airosa ella, frente a los balcones del señor arzobispo

Eso sí, la Samaritana se había marchado unos años antes. Primero se la llevaron a pasar una temporada al parque Bruil, a que viera mundo, y después… le buscaron acomodo definitivo en la plaza del Justicia (aunque eso de definitivo nunca se puede decir en una ciudad como ésta, en la que los monumentos viajan sin parar). Y ahí lleva cuarenta y tantos años luciendo tipo y viendo la vida pasar.

¿Quién diría que pesa 650 kilos de ná?

Por cierto, eso de Samaritana… más bien parece una ninfa de las aguas o algo por el estilo, pero claro, en un país tan católico como era el nuestro hace 150 años… «Chico, Mariano, ¿que no te recuerda a la Samaritana dándole de beber a Nuestro Señor en el pozo de Jacob?» «Ay, Pilar, no sé qué te diga, ¿tú crees, tan descocada, enseñando los hombros como va?» «Que sí, que te lo digo yo, que en Tierra Santa debe hacer un calor de no poderse aguantar» «Ay, chica, un poco fresca y desahogada la veo, pero si tú lo dices…«. Y la cosa iría rodando, rodando… y Samaritana se quedó.

Además de la Samaritana salieron de los talleres de Averly miles y miles de piezas y esculturas que son historia de Zaragoza. En este momento Averly está en peligro y puede desaparecer.  Una constructora ha comprado los terrenos y planea levantar en ellos 200 pisos, con lo que un lugar absolutamente único, una joya del patrimonio zaragozano, está en riesgo (entra aquí para saber más). Sólo se salvaría la casa de la familia y la puerta que da hacia el paseo María Agustín, que es la parte catalogada como Bien de Interés Cultural, pero las naves de la fábrica, en las que se ha detenido el tiempo, desaparecerían para siempre.

Estamos absolutamente en contra de que esto ocurra. Podemos comprender que la familia necesite vender; podemos entender que la situación sea la que es, con los presupuestos de las administraciones públicas bajo mínimos; pero lo que de ninguna manera podríamos entender es que el Ayuntamiento de Zaragoza y el Gobierno de Aragón asistieran de brazos cruzados a lo que, sin ninguna duda, sería la pérdida más importante en el patrimonio de nuestra ciudad desde hace décadas (probablemente desde que se hundió la capilla de la antigua Universidad de la plaza de la Magdalena). Por eso creemos que es necesario que los ciudadanos presionemos a las instituciones para entre todos salvar Averly. ¿Qué podemos hacer? Pues de momento, demostrar que somos muchos los que estamos en contra de esta barbaridad:

  • Si estás en Facebook, hemos creado una página llamada “Amigos de Averly”. Puedes entrar en ella y pinchar “me gusta” para estar al tanto de todo lo que se vaya organizando.
  • También se ha creado una campaña de recogida de firmas. Sabemos que todo el mundo está un poco saturado de este tipo de cosas y que somos muchos los que empezamos a creer que sirven de poco, pero creemos que es muy importante recoger un número importante de firmas para poder presionar con ellas a la administración. Si quieres dejar la tuya, entra aquí.

En los años 70 la ciudad de Zaragoza se movilizó para salvar el Mercado central, y lo logró. Ahora nos toca emular a los zaragozanos de hace casi 40 años para salvar Averly. No podemos permitir que nuestro patrimonio siga desapareciendo y dejándonos huérfanos de nuestra historia.

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