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Archive for the ‘Un otoño de muerte’ Category

Sólo hay una cosa que sobreviva a la muerte, y es el amor. Lo afirma Quevedo en un soneto maravilloso en el que dice que sí, que podrá venir la muerte a buscarnos, que se nos llevará, que nos descompondremos y no quedará más que un montón de polvo, pero…

Cenizas son, más tendrán sentido.

Polvo serán, más polvo enamorado.

Son los dos versos más extraordinarios que he leído nunca, pero para mí son mucho más que eso. Cuanto más contacto tengo con los cementerios (por las visitas que hacemos en ellos, fundamentalmente) más claro tengo que es así, que la muerte no acaba con el Amor, cualquier tipo de amor, sino todo lo contrario. La mayoría de las tumbas, aparte de lo que pueda haber en ellas de vanidad (que a veces es mucho) son un acto desesperado de lucha contra el olvido, porque no podemos soportar la idea de que las personas a las que hemos querido (y seguimos queriendo) desaparezcan para siempre.

Un beso que durará toda la eternidad

Hay una tumba perdida en el cementerio de Montparnasse de París que representa maravillosamente esto que estamos diciendo. Estamos en 1908 y los padres de Tania Rachevskaia, una anarquista rusa que se suicidó por amor, encargaron la escultura a Constantin Brancusi, un escultor rumano (como nuestro conde preferido) que había llegado a París unos años antes. Parece que no se quedaron muy contentos con la obra, pero Brancusi, que la consideraba perfectamente adecuada para una mártir del amor, no quiso cambiarla. A mí me parece maravillosa.

Sólo hay otro beso en el que dos personas se fundan de esta manera, y es el de Burt Lancaster y Deborah Kerr en «De aquí a la eternidad»

Si nos vamos ahora a Portugal encontraremos otra maravillosa historia de amor que vence a la muerte, la del rey Pedro I e Inés de Castro. Si os digo que ella reinó después de morir a lo mejor os imagináis por dónde van los tiros, pero vamos a empezar por el principio. Resulta que, por uno de estos matrimonios concertados, una noble gallega se casó con un infante de Portugal y se llevó con ella a unas cuantas damas para no sentirse sola. El infante se casó con quien debía, pero se enamoró de… Inés, una de aquellas damas y, para colmo, prima de la susodicha. La legítima murió, Pedro e Inés se casaron en secreto, tuvieron hijos… y ante el miedo de que aquellos bastardos pudieran llegar a reinar el abuelo, el rey don Alfonso IV, mandó asesinar a Inés. Así, como suena, en un lugar de Coimbra que hoy se sigue llamando «Quinta das lágrimas».

Inés de Castro en su tumba

Cuando Pedro llegó a reinar su venganza fue terrible. Fue a por los asesinos y, entre otras cosas, les mandó arrancar el corazón en vivo y a uno de ellos por la espalda (cuentan que el rey incluso llegó a morder los corazones con la rabia que sólo puede experimentar alguien que está vengando a aquella de la que sigue enamorado). Pero fue mucho más lejos. Mandó desenterrar a Inés, la sentó en el trono y todos los nobles tuvieron que pasar a besar la mano de la reina. «Reinar después de morir», se titula una obra de teatro escrita siglos después de aquello.

Las tumbas, una frente a la otra, en el monasterio de Santa Clara de Coimbra

Lo mejor de la historia es que el rey mandó que su tumba y la de Inés se colocasen no una al lado de otra, sino enfrentadas. ¿Sabéis para qué? Pues para que el día del Juicio Final, cuando llegase la hora de la resurrección, al levantarse  viera frente a él, antes que ninguna otra cosa, a su amada Inés. «Polvo serán, más polvo enamorado». Pedro e Inés ya no están en Coimbra, pues sus tumbas fueron trasladadas al espectacular monasterio de Alcobaça. Eso sí, siguen estando el uno frente al otro esperando el día en que puedan volver a mirarse a los ojos.

Los dos amantes, uno frente al otro, en el monasterio de Alcobaça

La eternidad es algo terrible de imaginar. No hay perspectiva más escalofriante que la de algo que no se acaba nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca… Sin embargo, cuando uno está enamorado todo el tiempo es poco, y necesita la vida eterna para estar con la persona amada. A lo mejor pensáis que todo esto forma parte más de los mitos y las leyendas que de la vida real de la gente de verdad, aunque bien mirado, el amor es lo único que puede convertir un minuto corriente de una vida normal en algo extraordinario. Historias cotidianas para demostrarlo las hay a miles, pero para contradecirme un poco a mí mismo voy a acudir a dos personajes de ficción que me fascinan especialmente y entre los que últimamente estoy encontrando muchas relaciones: Drácula y don Juan Tenorio. Los dos están tremendamente solos y da la impresión de que no quieren saberlo. A lo mejor por eso mismo los dos son insaciables y viven en una angustiosa carrera por acumular conquistas (que caen en sus brazos más o menos voluntariamente) en la que nunca están satisfechos y siempre necesitan más. Escuchad a Leporello, criado de Don Giovanni en la ópera de Mozart, cantando el catálogo de las conquistas de su señor. Si queréis leer la letra en italiano y la traducción en español pinchad aquí, pero os resumo lo que dice: a mi señor, con tal de que lleven falda, lo demás les da igual.

Aún tienen Drácula y Don Juan más cosas en común, pero sobre todo una: los dos se sienten invulnerables, y los dos encuentran una mujer que se sacrifica por ellos y les salva de sí mismos por amor.

Un amor apasionado, intemporal, desgarrado, atormentado… y con final feliz

¿Drácula? Pues sí, Drácula, pero no uno cualquiera, sino el protagonista de la maravillosa película de Coppola, una de las historias más grandes jamás contadas. ¿No la habéis visto? ¿Y a qué estáis esperando? Anque la promoción dijera que era una versión fiel de la novela de Bram Stoker, escrita casi un siglo antes, no es cierto en absoluto. Coppola coge la novela y mantiene lo esencial del relato, pero… inventa algunas cosillas, crea un prólogo inolvidable (los primeros cinco minutos de la película) y de pronto todo encaja. ¿Por qué Drácula se había convertido en un vampiro? ¿Por qué es como es? ¿Va hacia algún lado, o sólo aspira a la «supervivencia», si es que esa palabra se puede aplicar en el caso de un no-muerto? Nada de eso tiene respuesta en la novela, donde Drácula es un ser maligno, monolítico y sin matices al que hay que aniquilar, pero queda claro en la película: todo es por amor.

Sólo he podido encontrar este extraordinario prólogo en inglés (y no completo), pero las imágenes son tan potentes que si no entendéis el texto no pasa nada. Drácula, enamorado de Elizabetha, sale a encabezar sus ejércitos contra los turcos. Sobrevive y vuelve a su castillo, pero antes de que llegue sus enemigos han enviado un mensaje en el que dice que ha muerto, y su amada, creyéndolo, se ha suicidado. Al llegar la encuentra muerta y los sacerdotes, sin piedad, le advierten que ella está fuera de la ley de Dios. Drácula reacciona enfurecido contra la iglesia que él ha luchado por defender contra el avance de los turcos, clava su espada en la cruz y recoge la sangre que cae en un cáliz de oro, del que la bebe. A partir de ahí empieza la historia que todos conocemos y que nunca más podremos volver a ver de la misma forma.

«¿Cree usted en el destino?»

¿Veis esta imagen? Algo similar aparece en muchas de las versiones cinematográficas que se hicieron anteriormente, desde «Nosferatu» en adelante. Drácula quiere trasladarse a una gran ciudad (en la que haya muchas presas) y se ha puesto en contacto con un despacho de abogados de Londres, que le envía a Jonathan Harker con los contratos. En un momento dado a Jonathan se le cae una foto de su novia, Mina. Nosferatu, p.ej., queda prendado de ella, y la desea tanto que cuando la consigue olvida todo, incluso que la luz del sol puede acabar con él, y prácticamente se «suicida» por poderla seguir disfrutando. Pero esto es otra cosa, porque al Drácula de Coppola, cuando ve la foto sobre su mesa, le da un vuelco el corazón y pregunta a Jonathan: «¿Cree usted en el destino?». Por una vez sus nervios le fallan, derrama el tintero sin querer cuando va a cogerla y no puede evitar llorar. ¡¡¡Drácula llorando!!! En ese momento sus intenciones respecto a su viaje a Londres cambian. Tiene una cita con su Destino y desde luego no va a faltar a ella. No os cuento cómo sigue la cosa (ved la película, es inolvidable), pero sí os diré que ella, enamorada tan locamente como él, hará un inmenso sacrificio por amor, y que, probablemente, los dos pasarán la eternidad juntos.

Los dos amantes pintados en la cúpula de la iglesia del castillo de Drácula, juntos para siempre

¿Qué pasa con Don Juan? Pues una cosa similar, que Zorrilla consigue reescribir el mito y darle una dimensión nueva gracias a que Doña Inés también se sacrifica por él. Don Juan es un calavera sin conciencia hasta que conoce a Inés y se enamora de ella (nadie está más desprotegido contra el amor que aquel que cree que la cosa no va con él). Eso sí, las cosas se complican, Don Juan tiene que huir de Sevilla y Doña Inés muere del sofocón. En ese momento llega a las puertas del cielo, se planta ante Dios y más o menos le viene a decir que o con Don Juan o nada. ¿Qué pasa después? Don Juan vuelve cinco años más tarde, y cuando está ante la tumba de Doña Inés… mejor lo escucháis de los labios de sus protagonistas, ¿no? Pinchad aquí e id hasta el minuto 10, 5 segundos aproximadamente.

Paco Rabal, como Don Juan, tiene momentos estupendos. Y a Doña Inés también la habréis reconocido, claro. Es una joven Concha Velasco que dice:

Yo a Dios mi alma ofrecí

en precio de tu alma impura.

Y Dios, al ver la ternura

con que te amaba mi afán

me dijo: espera a Don Juan 

en tu misma sepultura.

Y pues quieres ser tan fiel

a un amor de Satanás,

con Don Juan te salvarás

o te perderás con él.

Y Zorrilla los salvó, igual que Coppola. Y por amor, pero amor de verdad, del grande, sin ñoñerías. El Amor y la Muerte, el Tiempo y la Eternidad, unidos como una sola cosa. Lo dicho, que al final la verdad siempre está en Quevedo: «Polvo serán, más polvo enamorado«.

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Esos ojos, esa boca, esos dedos… ¡¡¡Qué miedo!!!

Seguramente Béla Lugosi es una de esas personas a las que nunca invitarías a cenar, por si acaso (¿o sí?). Drácula es igualico, igualico que él, no hay más. Y es que ya desde pequeño Béla estaba destinado a convertirse en el conde más famoso del mundo. Para empezar, nació en la mismísima Transilvania, concretamente en Lugoj, y por eso se puso de nombre artístico Béla (que era su nombre real) Lugosi (o sea, el de Lugoj). Vamos, como Marifé de Triana, pero en rumano. No sabemos si por su origen, por su aspecto físico o por todo junto, pero el caso es que interpretó tantas veces al vampiro más famoso de todos los tiempos y se sintió tan identificado con él que cuentan que llegó a creérselo. Tanto, que pidió que le enterraran vestido con su capa negra forrada de satén rojo. ¿Cómo lo veis?

Después de ver esto, ¿quién se atreve a asegurar que los vampiros no existen?

Cuenta una vieja leyenda de Hollywood (probablemente más falsa que Judas) que en el entierro de Béla Lugosi se juntaron dos astros del cine de terror, Vincent Price y Peter Lorre, y mirándolo dijeron: «¿No deberíamos clavarle una estaca por si acaso?«. No lo hicieron, entre otras cosas porque parece que ninguno de los dos estuvo realmente en el funeral, pero aunque sea falsa la anécdota es genial. Y seguro que lo mismo piensan los que hicieron este muñeco «encantador».

¿Os imagináis dormir con «esto» en la habitación?

Pero estamos yendo muy deprisa. Es verdad que la muerte es el nacimiento a la no-vida de un vampiro, pero… ¿qué sabemos del auténtico Béla? Pues para empezar, que nació en 1882, 15 años antes de que Bram Stoker escribiera su novela «Drácula«. Y que al principio se ganó la vida como actor haciendo papeles «normales«. Y que por sus ideas políticas de izquierdas tuvo que marcharse primero a Alemania y luego a Estados Unidos, sin un céntimo en el bolsillo y pagándose el viaje trabajando en las máquinas del barco. Y que con treinta y tantos años encontró el papel de su vida. A partir de 1927, cuando empezó a interpretarlo en Broadway, y todavía más cuando lo llevó al cine en 1931, Béla Lugosi sería para todo el mundo el conde Drácula, y viceversa.

Drácula nunca fue tan elegante

No era la primera vez que la novela se llevaba al cine. Murnau había rodado en Alemania, en 1922, una película inolvidable: «Nosferatu«, aunque tuvo que cambiar el nombre de Drácula por el de Conde Orlok por no haber conseguido de la viuda de Bram Stoker los derechos de la novela.

De tan feíco casi da ternura, ¿verdad?

Nosferatu es un ser monstruoso, horriblemente feo y desagradable, con rasgos de roedor y largas uñas. Nada que ver con el Drácula que encarnará Béla Lugosi nueve años después: apuesto, seductor, impecablemente vestido… todo un galán.

Como para decirle que no, con ese gesto que tiene de estar encantado de haberte conocido

Aunque Tod Browning, que fue contratado por la Universal Pictures para dirigir «Drácula» en 1931, buscaba un actor desconocido para que resultase aún más siniestro (se decía que para «Nosferatu» habían contado con un auténtico vampiro para representar el papel, y había que estar a la altura), el estudio le impuso en el cásting a Béla Lugosi, que llevaba tres años representando al conde en el teatro con un enorme éxito. El acierto fue total. Béla pudo usar todos los recursos aprendidos durante 30 años de profesión: los gestos de la cara, su mirada penetrante, unas manos que pueden expresar desde el mayor refinamiento hasta el más absoluto terror, una media sonrisa capaz de helarte la sangre en las venas y un acento centroeuropeo que hacía aún más creíble el personaje. Os dejo aquí una escena para que podáis comprobarlo.

Ese ambiente de castillo gótico en ruinas combinado con la elegancia británica del vestuario; el conde parado en mitad de la escalera, con el candelabro en la mano; las sombras que lo cubren todo; el aullido de los lobos, «children of the night«, hijos de la noche, la música preferida del conde… ¡¡¡Inolvidable!!! He puesto la versión inglesa para que disfrutéis de la voz de Béla, de su hablar lento y parsimonioso, de sus movimientos tan elegantes como precisos, tan lentos como contundentes… todos los recursos que había adquirido en 30 años de profesión están aquí.

El conde quiere trasladarse a vivir (bueno, a no-vivir, para ser exactos) a Londres y ha contactado con un despacho de abogados para comprar una propiedad. Renfield será el primer enviado a Transilvania para resolver los detalles. El conde le recibe, le dice que ya ha cenado y echa una primera mirada a los contratos. Su invitado se corta con un cuchillo, aparece la sangre por primera vez y poco después el conde le da las buenas noches (una ironía como otra cualquiera). Cuando Renfield (que algo ya se debe oler) abre la ventana, ve revolotear un murciélago, y al poco llegan tres «vampiras» (lo de vampiresa sería más adecuado para ese tipo de mujer que es la perdición de los hombres, aunque no les saque la sangre literalmente), a las que el conde expulsa de allí. Esa misma escena de la cena aparece en muchas otras películas. ¿Queréis verla en alguna? Pues por ejemplo, pinchad aquí para ver cómo Nosferatu recibe a su invitado (id hasta el minuto 20, 18 segundos), o aquí para ver cómo en el año 2.000 se recreó aquel rodaje en «La sombra del vampiro«, una película en la que John Malkovich interpretó a Murnau, el director, y en la que se daba como real la leyenda de que contó con un vampiro auténtico para su conde Orlok. Cine que bebe del cine que bebe del cine que bebe de una novela que bebe de innumerables tradiciones que beben de la vida misma. Eso es arte, y del bueno.

Una imagen de la misma escena en el inolvidable «Drácula» de Coppola. El conde, su sombra (que va por libre) sobre el plano de Londres, el pasante enviado por el despacho de abogados…

Aquella película fue el mayor acierto de Béla Lugosi. Su mayor error lo tuvo muy poco después, cuando rechazó el papel de Frankestein, que llevaría al estrellato al que sería su eterno rival, Boris Karloff. Haría muchas más películas de terror, pero poco a poco su carrera se iría deslizando hacia abajo, pasando a la Serie B y más abajo aún. Murió arruinado y consumido por la morfina en 1956, pero los mitos nunca mueren. Hoy está enterrado en el cementerio de Holy Cross, cerca de Los Angeles, en una estupenda compañía. Si de noche vuelve a la vida podrá bailar con Ryta Hayworth mientras suena la música de Bing Crosby y John Ford dirige la escena, pues todos ellos (y muchos más) también están enterrados allí. Una compañía estupenda para pasar la eternidad, para qué nos vamos a engañar. Su tumba sigue siendo visitada por sus admiradores, que a lo mejor esperan verlo aparecer por allí en cualquier momento, quizá en forma de murciélago.

Si esta lápida pudiera hablar…

Alguien decía, siempre que hablaba de él: «He’ll be back«, o sea, volverá. Aquellas palabras fueron proféticas, porque Tim Burton volvió a darle vida en una estupenda película dedicada al peor director de cine de todos los tiempos, «Ed Wood«, con el que hizo sus últimos trabajos (Martin Landau consiguió el Oscar por su memorable interpretación de una estrella en la decadencia, y Johnny Depp, que interpreta a Ed Wood, vive hoy en la casa de Béla Lugosi, que la vida da muchas vueltas). ¿La habéis visto? Pues aquí os dejo un enlace a youtube para que podáis verla entera (está en varias partes, pero completa; cuando acabe cada una pinchad en la siguiente y ya está). En cualquier caso, como no quiero que os quedéis con esa imagen de un Béla olvidado por todos, enganchado a las drogas, arruinado… os dejo una imagen del actor en su esplendor:

Nunca habrá otro vampiro más elegante y seductor

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Cuando acabó la Guerra de la Independencia Zaragoza era una ciudad machacada: más de 50.000 muertos durante los Sitios, edificios e infraestructuras en ruinas por todas partes… Le costó décadas levantar cabeza, pero finalmente lo consiguió. En la segunda mitad del siglo XIX llegó el ferrocarril y la industrialización, y hacia 1900 la ciudad miraba al futuro con optimismo y vivía una auténtica renovación urbana, protagonizada por dos arquitectos: Ricardo Magdalena (arquitecto municipal por aquellos años) y Félix Navarro. Y aquí quería llegar yo, a Félix Navarro, porque hace justo cien años que murió, y claro, no íbamos a deja la posibilidad de celebrarlo. ¿Queréis conocerlo? Pues aquí lo tenéis.

Félix Navarro, todo serio para la foto

A lo mejor estáis pensando que quién demonios es este hombre, que no os suena ni el nombre ni la cara, pero si os digo que él hizo el Mercado Central, la ex-Escuela de Artes (la de la plaza de los Sitios), el monumento al Justicia de la Plaza de Aragón, la clínica del Doctor Lozano en el Paseo de Sagasta, además de edificios industriales (de los que sólo queda en pie la fábrica de Galletas Patria, en la Avenida de Cataluña), de viviendas, panteones en el cementerio…

Antiguo edificio de la Escuela de Artes, construido para la Exposición Hispano-Francesa, en la Plaza de los Sitios

Teatro Pignatelli (desaparecido, estaba más o menos donde el actual edificio de Correos, en el Paseo de la Independencia)

Monumento al Justicia

Clínica del doctor Lozano, Paseo de Sagasta

Panteón de la familia Maynar, en el cementerio de Torrero

Panteón de las familias Ascaso y Moncasi

Antigua fábrica de Galletas Patria, en la Avenida de Cataluña

Félix Navarro fue el arquitecto que trajo la modernidad a Zaragoza. Estudió arquitectura en Madrid pero completó su formación en Estados Unidos y en Alemania (algo que en aquellos tiempo no era normal) y viajó mucho, absorbiendo todas las novedades de la arquitectura de su tiempo y especialmente una: la utilización de nuevos materiales, como el hierro. Gracias a él uno de los dos primeros edificios en hierro que se hicieron en España se levantó en Zaragoza, y fue el desaparecido Teatro Pignatelli. Y en hierro construiría también su mejor obra, el Mercado Central, que sigue en pie y cumpliendo la misma función para la que se construyó.

Postal en la que se ve el Mercado central hace unos cien años

Gracias a Félix Navarro Zaragoza fue más hermosa, más moderna, más cómoda y agradable para sus ciudadanos. Si quieres descubrir cómo fue aquella ciudad que él contribuyó a transformar, en una ruta en la que conoceremos edificios tan distintos como el Mercado Central o la Escuela de Artes, el Monumento al Justicia, edificios de viviendas… ponte en contacto con nosotros en el 976207363, pues podemos realizar la ruta en cualquier momento para un grupo.

Y si quieres descubrir una de sus obras más singulares, el Palacio de Larrinaga, ahora tienes la oportunidad. Todos los sábados de diciembre a las 11’30 podrás participar en una visita a un palacio lleno de lujo y leyenda que tiene una gran historia de amor detrás. Hace ya más de cien años que el naviero Miguel Larrinaga, cuyos barcos daban la vuelta al mundo desde su sede de Liverpool, se lo regaló a su mujer, Asunción, nacida en Albalate del Arzobispo. Seguro que habéis visto muchas veces sus puertas cerradas al pasar por allí, pero ¿os imagináis cómo es por dentro? ¿Queréis descubrir con nosotros este fascinante lugar? Pues gracias a IberCaja, su actual propietario, ahora tenéis la oportunidad.

Cuándo – todos los sábados a las 11’30
Dónde – Palacio Larrinaga, Avda. Miguel Servet 123
Precio – 10 € (9 € para jubilados y estudiantes menores de 26 años; 6 € para parados)
Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Y si queréis saber más sobre Félix Navarro…

Félix Navarro, el Eiffel de Zaragoza – Nace la arquitectura del hierro

Félix Navarro – un paseo en imágenes por la historia del Mercado Central

10 lugares y 10 motivos para descubrir a Félix Navarro en Zaragoza

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Va a hacer 450 años que se pintó uno de mis cuadros preferidos: «El triunfo de la Muerte«, de Pieter Brueghel el Viejo. No me preguntéis por qué ya me quedaba embelesado delante cuando mis padres me llevaban al Museo del Prado hace muchos, muchos años, porque no lo sé. Lo que sí recuerdo es lo que pensaba siempre: «por favor, por favor, por favor… si me tengo que morir que sea después de Semana Santa» (después de pasarla en Híjar, claro, tocando el tambor con mi gente).

«Cuando tú llegas airada / todo lo pasas de claro / con tu flecha», decía Jorge Manrique

Me sigue fascinando este cuadro. Su sentido está muy claro: la muerte siempre vence. ¿Siempre? Eso ya lo veremos, porque nosotros también tenemos nuestros pequeños (y no tan pequeños) triunfos sobre ella, pero lo que está claro es que viendo este cuadro no da esa impresión. Vamos a detenernos en alguno de sus detalles, pero como somos gente educada vamos a empezar por la protagonista, la propia Muerte, cabalgando sobre un caballo rojizo y dirigiendo a sus huestes.

La Muerte, cabalgando sobre su escuálido caballo y con la guadaña en la mano

Todos tenemos que morir, esto es una verdad indiscutible, pero ¿siempre ha sido así? Pues no, porque hubo un tiempo en que fuimos inmortales,o al menos eso cuenta la tradición cristiana, para la que la Muerte es una consecuencia del hecho de que Eva cogiera la manzana del árbol del Bien y del Mal y ella y Adán fueran expulsados del Paraíso. A partir de entonces los hombres no sólo estuvimos condenados a trabajar, sino también a morir. En cualquier caso, lo que siempre se ha considerado una condena, bien mirado, ¿no fue una liberación? Luego volvemos sobre eso, pero antes viene la primera victoria sobre la Muerte. ¿Os imagináis cuál es? Pues la resurrección de Cristo, claro. Y como según el Cristianismo Dios nos hizo a su imagen y semejanza… la consecuencia directa es que también resucitaremos.

La sangre de Cristo escurrió desde la cruz hasta el cráneo de Adán, limpiándolo así del pecado original y abriéndonos otra vez las puertas de la Eternidad, aunque sin liberarnos del trago de la Muerte

Sonarán las trompetas que nos convocarán al Juicio Final en el valle de Josafat, los muertos dejarán la fosa y San Miguel pesará las almas para decidir quién se salva y quién no. Como dicen los curas, igual que hemos compartido la muerte de Cristo compartiremos su resurrección.

El día del Juicio los muertos saldrán de sus fosas, desnudos pero de peluquería (como puede verse), que la ocasión no es para menos

No conozco ninguna representación más impactante del triunfo de Cristo sobre la Muerte que «La Canina«, el paso más singular de la Semana Santa de Sevilla. «La muerte venció a la propia Muerte«, dice una inscripción que lleva. Es decir, que la muerte de Cristo venció a la Muerte, y por eso todos podemos tener la esperanza de resucitar como él. Si queréis verla en la calle, el Sábado Santo por la tarde durante la procesión del Santo Entierro, pinchad aquí.

Canina se ha quedado la pobre de no comer, claro

La victoria de Cristo sobre la Muerte nos abre las puertas de la Eternidad, pero ¿conocéis algún concepto más terrible? ¿Os imagináis algo que no se acabe nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca…? Me da a mí que no hay Paraíso tan maravilloso que no llegue a aburrir. Saber que algo estará ahí siempre, siempre, siempre, siempre, siempre… ¿no le quita valor e interés? La vida se disfruta y se exprime más cuanto más presente tengamos que podemos perderla, que no es eterna y que antes o después moriremos.

«Si un día para mi mal / viene a buscarme la Parca», que diría Serrat

¿Cómo se ha representado a la Muerte a lo largo del tiempo? Los antiguos imaginaron a las Parcas, las tres hermanas que controlaban el hilo de cada vida: Cloto lo hilaba, Láquesis lo medía y Atropos lo cortaba. Esos nombres les dieron los griegos, pero a mí me gustan más los que les pusieron los romanos: Nona, Décima y Morta. Aquí las tenéis en acción en «Hércules«, la película de Disney.

Así de simple: un tijeretazo y ya está. Un segundo, un abrir y cerrar de ojos, o sea, «In ictu oculi«. Eso es lo que pintó Valdés Leal en sus inolvidables cuadros del Hospital de la Caridad de Sevilla. ¿Cuánto le cuesta a la muerte acabar con una vida? Lo mismo que apagar una vela, un parpadeo, no más.

«Como se pasa la vida / como se viene la muerte / tan callando». Jorge Manrique dixit

¿Desde cuándo se representa a la Muerte como un esqueleto? Pues desde el siglo XIII, más o menos, y sobre todo desde el XIV. Eran «tiempos recios«, la peste acechaba, las guerras eran algo habitual y los cuatro jinetes del Apocalipsis campaban a sus anchas por Europa. La Muerte te podía sacar a bailar en cualquier momento…

Bailando con la Muerte

Así lo contaban las «Danzas de la Muerte», donde ésta bailaba con el Papa y con el mendigo, con el caballero y con el emperador, con el joven, el niño y el anciano…

«Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar / que es el morir. / Allá van los señoríos / derechos a se acabar / e consumir. / Allá los ríos caudales / allá los otros medianos / e más chicos. / E llegados son iguales / los que viven de sus manos / e los ricos». Otra vez Jorge Manrique

Brueguel representa a la muerte montada en su caballo, con su guadaña y con su inmenso ejército de esqueletos. La imagen viene de los cuatro jinetes que ya aparecen en el Apocalipsis, donde se describe a la Muerte montada en un caballo bayo (de color pálido), como la imaginó Durero.

Los cuatro jinetes sembrando la destrucción

La Muerte, montada en el caballo que está más cerca de nosotros, atropella a todos los que se ponen por delante. ¿Hay algo que os choque? Pues probablemente sí, porque siempre la asociamos con una mujer pero aquí es un hombre. Y es lo habitual en aquella época, aunque poco a poco se fue representando como un personaje femenino (no siempre, en cualquier caso). De más o menos un par de siglos después, del XVII, es ésta otra imagen:

La tumba de Alejandro VII, en San Pedro

Bernini hizo esta tumba monumental, espectacular, para el Papa Alejandro VII. A lo mejor en esta fotografía no apreciáis el detalle, pero un esqueleto con un reloj de arena en la mano levanta esa pesada tela y sale de abajo, parece que de la mismísima cripta (a la que se accede por esa puerta de madera) para llevarse al Papa con él, como en las «Danzas de la muerte» medievales, de dos o tres siglos antes.

Tic, tac, tic, tac…

También como un esqueleto aparece en esta tumba del cementerio de los vampiros de Celakovice, susurrándole algo al oído a esta joven, probablemente que se vaya apurando, que esto se ha acabado y ha llegado su hora.

¿Vienes conmigo?

En cualquier caso, nadie cuenta ese momento como Jorge Manrique en sus coplas. Don Rodrigo, su padre, está a punto de morir, y en ese momento entra la Muerte en la habitación y habla con él con toda naturalidad: «En la su villa de Ocaña / vino la muerte a llamar / a su puerta«.

No se os haga tan amarga

la batalla temerosa

que esperáis,

pues otra vida más larga

de la fama glorïosa

aquí dejáis.

Y aunque esta vida tercera

tampoco no es eternal,

ni verdadera,

aún con todo es muy mejor

que la otra temporal,

perecedera.

No se podía resumir mejor lo que la gente de aquel tiempo pensaba. Esta vida terrenal que tanto disfrutamos y a la que nos agarramos como a un clavo ardiendo, vale poco. La buena es la vida eterna, la del Más Allá, junto a Dios, pero mientras tanto, y como ninguno nos resignamos a desaparecer completamente de la faz de la Tierra… queda un premio de consolación: la Fama. Que se acuerden de uno, y a ser posible para bien. Pura vanidad, si nos vamos a poner puntillosos, pero no está mal, ¿no? No deja de ser otra victoria sobre la Muerte, pues de alguna manera, y aunque sea algo también temporal, la Fama consigue vencerla durante un tiempo.

«Finis gloriae mundi», o sea, «El fin de las glorias del mundo»

Y sin embargo, también la Fama pasa y las vanidades del mundo acaban convertidas «En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada«, como decía Góngora. Mientras lo de la resurrección de los muertos no pase de ser una hipótesis, solo tenemos la certeza de una cosa que realmente puede vencer a la muerte. ¿Sabéis cuál es? De eso hablaremos el próximo día, pero os daré una pista que nos dejó Quevedo: «cenizas son, más tendrán sentido; / polvo serán, más polvo enamorado«. Así que el próximo día… hablaremos del Amor.

Y si queréis pasar UN OTOÑO DE MUERTE con nosotros, recorriendo el cementerio y muchos otros rincones desconocidos de nuestra ciudad, disfrutando con los versos del Tenorio y descubriendo las historias de los zaragozanos «del otro lado», tenemos un montón de propuestas para vosotros. Entrad aquí y las encontraréis, o si lo preferís llamadnos al 976207363 y os las contaremos.

Y si queréis descubrir otros posts de nuestro blog relacionados con este tema, aquí os dejo algunos:

 La Belleza y la Muerte

 El Tiempo y la Muerte

Drácula, Don Juan, el Amor y la Muerte

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Lo primero de todo: ¿por qué existe un día de Todos los Santos, si cada santo tiene su fiesta? Sin ir más lejos, para tal día como el 30 de octubre he encontrado a San Marcelo, San Alonso Rodríguez (viudo y portero, según el santoral católico), Santa Bienvenida Bolani, San Gerardo de Potenza y los beatos Angel de Acri, Terencio Alberto O’Brien, Alejandro Zaryzkyj y Dorotea de Montau. Y si vas a la Santopedia (juro que existe) todavía añade a San Claudio, San Lupercio, San Victorio y San Marcelo de León, Santa Eutropia de Alejandría, San Germán de Capua,  San Marciano de Siracusa, San Máximo de Cuma, San Serapión de Antioquía y un par de beatos más, Miguel Langevín y Juan Slade. Diecinueve, entre santos y beatos, y no sigo buscando porque seguro que encuentro más. Habrá días con más y otros con menos, pero si uno echa cuentas así por lo bajo se puede acabar preguntando: ¿pero tantos santos ha habido? Pues parece ser que sí, y aún deben parecer pocos, porque ya desde el principio la Iglesia pensó que alguno seguro que se les escapaba sin canonizar, que llevar el control de tanto martirio, tanto eremita que se retiraba al desierto a rezar toda la vida, tanta prostituta que se arrepiente y se pasa cuarenta años llorando encima de una calavera… en fin, que era complicado, y al final el papa Urbano II, allá por el lejano siglo XIII, decidió instituir la fiesta de Todos los Santos. Así, si alguno se había ido al cielo sin pasar por los altares se quedaba compensada la cosa, y en paz.

La infanta Elena sí que sabe: le puso a su chico Felipe Juan Froilán de Todos los Santos, y así no queda mal con nadie

Tradiciones para Todos los Santos las hay de todos los colores. A mí el Halloween éste de los americanos me da bastante igual, la verdad sea dicha. Al fin y al cabo no deja de ser lo de siempre: tradiciones europeas que los americanos transforman más o menos y que luego nos devuelven como si fueran nuevas. Yo, en este caso, prefiero lo de toda la vida. Me encanta, por ejemplo, comer «huesos de santo«, y no sólo por lo ricos que están, sino por que me fascina que se llamen así y que encima intenten imitar a los de verdad, con el hueso de mazapán y el tuétano de yema. Mmmmmmm. Una deliciosa profanación, ¿no? Muy español, por otra parte, eso de que la santidad y el pecado vayan de la mano.

Ni más ni menos que desde el siglo XVII llevamos comiendo «huesos de santo». Y aún quedan

¿Santidad y pecado juntos y revueltos? Pues sí, y precisamente eso es lo que encontramos (y en cantidades industriales) en la principal tradición española relacionada con Todos los Santos. ¿Y cuál es? Pues el Tenorio, claro. No puedo imaginarme un 31 de octubre sin escuchar sus versos. «Oh, Don Juan, Don Juan, yo imploro / de tu hidalga compasión, / o arráncame el corazón / o ámame, porque te adoro«. Desde hace siglos la fiesta de Todos los Santos y la representación de la historia de Don Juan van de la mano en España, y aunque durante un tiempo pareció que poco a poco se iba a acabar perdiendo, lo cierto es que está resurgiendo cada vez con más fuerza. Se vuelve a representar cada vez en más teatros, pero también en iglesias (p.ej., en Sevilla utilizan la iglesia barroca de San Luis de los Franceses, un escenario que pone los pelos de punta), en cementerios… Nosotros, este año, otra vez vamos a dedicarle una cena teatralizada que va camino de convertirse también en tradicional.

La pareja, posando junto a la tumba de Doña Inés

¿Por qué se representa el Tenorio para Todos los Santos? ¿Y desde cuándo? La respuesta a la primera pregunta es fácil: una parte de la obra se desarrolla en un cementerio, entre tumbas y muertos que vuelven a la vida. Y en cuanto a la segunda, resulta que Zorrilla estrenó su obra en 1844, pero ya desde mucho antes se representaba la historia de Don Juan por estas fechas. Nada menos que desde que Tirso de Molina, allá por el primer tercio del siglo XVII, escribió «El burlador de Sevilla o el convidado de piedra«, creando así uno de los personajes más grandes de todos los tiempos. Luego vendrían muchas otras obras, como «No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, o el convidado de piedra«, de Antonio de Zamora, que se estaría representando hasta que Zorrilla escribió su «Don Juan Tenorio» en pleno Romanticismo. Y fuera de España también, porque Don Juan pronto se convirtió en un personaje universal. Moliére escribió su «Dom Juan oú le festin de pierre«, Mozart compuso una ópera inmortal, «Don Giovanni«, y así podríamos seguir hasta hoy mismo, porque el cine sigue volviendo al personaje de vez en cuando. Sin ir más lejos, de 1995 es «Don Juan de Marco«, protagonizada por Jonny Deep y con el mismísimo Marlon Brando en el reparto.

Don Juan

Doña Inés

¿Conocéis algún verso del Tenorio? A pesar de las muchas «versiones» de la historia que hay, los que todo el mundo conoce son los de Zorrilla, que no lo sabía, pero los escribió para que mucho tiempo después Paco Rabal los recitara con esa voz maravillosa. Entre él y su Doña Inés, Concha Velasco, hubo una química que pocas veces se ha dado entre esos dos personajes míticos. Una lástima que TVE no reponga aquellos «Estudio 1» en los que nuestros mejores actores representaban nuestros mejores textos clásicos. Al fin y al cabo, eran una estupenda forma de crear afición, ¿o no? Así se mantienen las tradiciones, haciendo que los chavales de hoy las sientan también como suyas. Y para ello nada mejor que encontrarse a Don Juan también en televisión.

Don Juan en la sevillana plaza de Refinadores

¿De qué va la obra? Pues resulta que Don Juan Tenorio y Don Luis Mejía, calaveras notorios, borrachos, pendencieros, jugadores, mujeriegos… se juntan en Sevilla y ya se sabe, fanfarrones los dos… «que apostaron, me es notorio, /a quién haría en un año / con más fortuna, más daño«. Y un año justo después se vuelven a encontrar en torno a una mesa de La hostería del laurel de Sevilla, teniendo como testigos a sus amigotes y, sin saberlo (estamos en pleno Carnaval, así que pueden ir enmascarados) Don Diego Tenorio, padre de nuestro héroe, y Don Gonzalo, el comendador, padre de Doña Inés. Y con ese selecto público cada uno de ellos empieza a contar las barrabasadas que ha hecho en esos doce meses (y a fe mía que les cundió). Os dejo con Paco Rabal en el papel de Don Juan y a Fernando Guillén en el de Don Luis.

Si queréis conocer éstas y muchas otras historias, os proponemos vivir con nosotros UN OTOÑO DE MUERTE: visitas al cementerio (de día y de noche), excursiones, cenas… entrad aquí y encontraréis toda la información. Y si queréis pasar una noche CENANDO CON DON JUAN, los próximos días 1 y 2 de noviembre hemos organizado una CENA TEATRALIZADA en el mismísimo panteón de la familia Tenorio que no os podéis perder. Entrando aquí encontraréis todos los detalles. Y aún hay más, porque si queréis seguir los pasos de Don Juan por SEVILLA, os esperamos en la excursión que hemos preparado para el PUENTE DE LA INMACULADA. Entrad aquí y encontraréis el programa.

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Noviembre es el mes de los muertos, de todos los muertos, incluso de los que no se resisten a morir y vuelven una y otra vez. Es el mes de las criaturas de la noche, de los seres que vagan entre este mundo y el otro, de «los otros«… y especialmente del vampiro, el más misterioso, seductor, elegante, lujurioso e irresistible de todos los seres del Más Allá que habitan en el Más Acá. Seguro que después de ver estas imágenes de «Nosferatu» estáis de acuerdo conmigo.

Tenemos una propuesta para vosotros tan terrorífica como divertida. ¿Qué os parecería cenar con Drácula? Inquietante, ¿no? Eso de que te miren comer esperando que te cortes un dedo con el cuchillo jamonero… uffffff, no es nada, pero que nada tranquilizador, así que no le invitaremos. Una pena, porque seguro que tiene tantas, pero tantas historias que compartir con nosotros… Ahora bien, ¿cómo podremos estar seguros de que no viene? Es un ser nocturno, así que habrá que estar preparados por si acaso. Recordad, no se refleja en los espejos, ni le gustan los ajos, ni las cruces.

Muchos vampiros no tienen, pero ¿qué sería de Nosferatu sin su sombra?

¿Os apetece una cena muy particular? Protegidos por un puñado de ajos y por algún espejo que nos permitirá detectar si hay algún vampiro entre nosotros, pasaremos un buen rato hablando de este ser pertubador y excitante como ninguno, mientras disfrutamos de un menú muy especial.

  • Boca2 de Valaquia – Carpaccio de Truchón con vinagreta de frutos rojos y alcaparras de Ballobar
  • Mici de latón sobre cama de cebolla y mostaza
  • Rustido de cordero de Guara con crema de ajos escaldados y su jugo
  • Frgal con peras al vino y su compota

Seguro que Bela Lugosi sigue rondando por ahí a la busca de víctimas ¿inocentes?

Cuándo – Jueves 7 y 21 de noviembre, a las 21’00

Dónde – Restaurante La Scala (C/ Sanclemente, 4)

Precio – 22 € por persona

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Si queréis conocer el resto de nuestras propuestas para pasar «Un otoño de muerte» (visitas nocturnas y diurnas al cementerio, teatralizadas, cenas, excursiones…) entrad aquí, y si sois un grupo y preferís que lo organicemos para vosotros solos, llamadnos al 976207363 y buscamos una fecha.

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¿Sabéis cuál es nuestra tradición preferida por estas fechas de Todos los Santos? Pues aparte de visitar el cementerio, que también, pasar un buen rato con don Juan y con doña Inés, que como de todos es sabido llevan siglos contándonos su historia cada mes de noviembre. Y como nos vuelven locos sus andanzas, y sabemos que a muchos de vosotros también, vamos a viajar cuatrocientos años atrás en el tiempo y nos vamos a cenar ¡¡¡al panteón de la familia Tenorio!!!

Don Juan y doña Inés, encantada junto a su tumba

¿Dónde? Pues en el mismísimo Palacio Arzobispal de Zaragoza. Allí, entre tumbas, conoceremos al mismísimo don Juan, pero también al posadero Buttarelli, a Brígida (liante y celestina como ella sola) y al fantasma de doña Inés, que intentará convencer a su chico de que tiene que arrepentirse en esa misma noche si no quiere que acaben los dos en el caldero de Pedro Botero. ¿Serán felices y comerán perdices o se pudrirán en el infierno? La cosa está dificililla, pero entre plato y plato nos iremos enterando de cómo acaba.

«Yo a Dios mi alma entregué / en precio de tu alma impura / y Dios, al ver la ternura / con que te amaba mi afán / me dijo: espera a Don Juan / en tu misma sepultura»

Os dejo el menú, pero recordad que si sois vegetarianos, celíacos, alérgicos… solo tenéis que decírnoslo al reservar y os prepararemos otra cosa.

  • Hojaldre de mousse de longaniza con frutos del bosque
  • Dados de rabo de toro deshuesado con mousse de patata
  • Panellets de piñones

Cuándo – Viernes 31 de octubre a las 21’30 y sábado 8 de noviembre a las 21’00

Dónde – Museo Diocesano de Zaragoza, Plaza de la Seo s/n

Precio – 35 € por persona

Reserva – Llamando al 976207363 o entrando aquí

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Empezamos una serie de entradas en nuestro blog dedicadas a nuestras canciones-poemas-pinturas-películas favoritas, siempre y cuando estén relacionadas de una manera u otra con la muerte. No para deprimirnos ni amargarnos, que eso no nos va, sino para pasarnos este mes de noviembre que se nos avecina celebrando que estamos vivos. Y estaréis de acuerdo conmigo en que esa sí que es una buena noticia. Eso sí, no sabemos cuánto nos va a durar este regalo maravilloso que es la vida, así que… ¡¡¡aprovechemos el tiempo!!! Nada es eterno, como ya nos advertían Los Chichos, esos clásicos contemporáneos: «Porque tú te ves bonita tú te pones orgullosa / ni más ni menos, ni más ni menos / más bonitas son las rosas, llega el tiempo y las marchita«.

O sea: «No te va a servir de nada ser guapa, hija mía, que en cien años todos calvos. Tú dedícate a ser decente, que eso sí que es un fondo de pensiones. Ahorra en virtud, que luego te reirás cuando veas a las rubias explosivas cociéndose a fuego lento en el caldero de Pedro Botero«. Y eso sin contar con que los guapos y las guapas envejecen fatal, algo que se ha sabido toda la vida. En fin, que ya lo decía Jorge Manrique en las «Coplas a la muerte de su padre»:

Decidme: la hermosura,

la gentil frescura y tez

de la cara,

el color y la blancura,

cuando viene la vejez

¿cuál se para?

Las mañas y ligereza

y la fuerza corporal

de juventud,

todo se torna graveza

cuando llega el arrabal

de senectud.

¿Y no es lo mismo que todos hemos pensado cuando nos encontramos con los y las guaperas que iban a nuestra clase? «Madreeeeeeee, pero qué aviejao está«. Verdad universal que se cumple en el 95% de los casos y que es un estupendo consuelo para los que nos hemos ido convirtiendo en maduritos interesantes y resultones. Pero volvamos a lo nuestro, porque aunque Jorge Manrique parezca un poco agonías hay que ponerse en su lugar. Se muere su padre, don Rodrigo, y con todo el sofocón el hombre escribe sus (maravillosas, inolvidables) cuarenta coplas dedicadas a él. En esas circunstancias cualquiera pensaría que nada vale la pena, que todo pasa y todo queda pero lo nuestro es pasar, y todo eso. Luego se te pasa el disgusto y ves las cosas de otra manera, pero de momento… es normal.

Ilustración de la primera página de las «Coplas por la muerte de su padre»

¿Qué os parecen las  ilustraciones que acompañaban a las «Coplas»? Como para subir la moral, ¿no? La muerte, que carga con un ataúd que a lo mejor es el de don Rodrigo Manrique, lleva su guadaña en la mano y pasa por encima de todo. ¿Os habéis fijado en las calaveras que hay en el suelo y que ella pisotea sin problemas? Una de ellas es la de un rey (o una reina), porque la muerte, cuando llega la hora, baila con todos, desde el Papa hasta el mendigo. «Cuando tú llegas airada / todo lo pasas de claro / con tu flecha«, dice otra de las coplas. Todo. Ricos y pobres, guapos y feos, jóvenes y viejos. Rodrigo Manrique era un hombre muy mayor para la época, pues vivió hasta los 70 años, pero ese mismo año de 1476, unos meses antes, había muerto en Florencia una bellísima muchacha que sólo tenía 23.

¿Quién le iba a decir a la pobre Simonetta, que sirvió de modelo a Botticelli para su Venus, que moriría con 23 añicos?

Sólo un año antes de morir la bella Simonetta Vespucci había sido elegida «Reina de la belleza». Florencia entera estaba enamorada de ella, desde el mismísimo Lorenzo el Magnífico hasta Botticelli, el pintor que la inmortalizó para la eternidad en «El nacimiento de Venus» y que cuando murió pidió que le enterrasen a sus pies. Eso sí, de nada le sirvió aquella noche del 26 de abril cuando llegó la Muerte (en forma de tuberculosis) y se la llevó por delante. Seguro que cuando unos pocos años después Garcilaso de la Vega escribió este soneto, dedicado a la hermosa Isabel Freyre, estaba pensando en alguna historia parecida a la de «la bella Simonetta«:

En tanto que de rosa y azucena

se muestra la color en vuestro gesto,

y que vuestro mirar ardiente, honesto,

enciende el corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello que en la vena

del oro se escogió, con vuelo presto,

por el hermoso cuello blanco, enhiesto,

el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera

el dulce fruto, antes que el tiempo airado

cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,

todo lo mudará la edad ligera

por no hacer mudanza en su costumbre.

Que viene a ser más o menos lo mismo que decían Los Chichos, pero casi quinientos años antes y con un punto de vista muchísimo más moderno y menos machista. «Aprovecha, hija, que esto no te va a durar siempre y lo único que te quedará es lo que te lleves por delante«. O como diría un clásico más castizo, «Lo que se han de comer los gusanos, que lo disfruten los humanos«, algo con lo que parece que está completamente de acuerdo Góngora cuando escribe este soneto tan maravilloso como terrible:

Mientras por competir con tu cabello

oro bruñido al sol relumbra en vano;

mientras con menosprecio, en medio el llano,

mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,

siguen más ojos que al clavel temprano;

y mientras triunfa, con desdén lozano,

del luciente cristal tu gentil cuello…

goza cuello, cabello, labio y frente,

antes que lo que fue en tu edad dorada

oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o vïola troncada

se vuelva, más tú y ello juntamente

en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

«Disfruta, disfruta todo lo que puedas, que antes o después te has de pudrir, hija mía, y entonces ya no habrá vuelta atrás«. ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo? Pues más o menos como se te queda cuando bajas a la cripta de Santa Maria delle anime del Purgatorio, en Nápoles, a ver a la patrona de las novias napolitanas, la principessa Lucia, muerta al día siguiente de su boda. ¿La veis en la foto?

En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada…

Su calavera, con los velos de novia todavía puestos, trae a la cabeza ese último verso del soneto de Góngora, que aún no estaba escrito cuando Francisco de Borja pronunció ante el cadáver descompuesto de la bellísima emperatriz Isabel, que había escoltado desde Toledo hasta Granada, aquella terrible frase: «Nunca más serviré a un señor que pueda morir«.

San Francisco de Borja contemplando la calavera de su idolatrada emperatriz

Ay, si es que todo pasa, y la belleza lo primero de todo. La edad primero y la muerte después acaban con la lozanía de la juventud, y a la vista está. Pero en vez de asumirlo, romper los espejos y marcharnos al monte con una calavera, una vela y un reloj de arena a reflexionar, nos resistimos con todas nuestras fuerzas al paso del tiempo. Y no es de ahora, que lo hacemos desde tiempo inmemorial. Volvamos a Jorge Manrique para comprobarlo:

Si fuera en nuestro poder

dejar la cara hermosa,

temporal,

como podemos hacer

el alma tan glorïosa,

angelical…

¿Qué diligencia tan viva

tuviéramos toda hora,

y tan presta,

en componer la cautiva

dejándonos la señora

descompuesta?

O sea, que corremos desesperados detrás de un imposible, que es conservar la belleza física, y no nos preocupamos de algo que está al alcance de nuestra mano, o sea, la belleza moral. Dedicamos todo nuestro esfuerzo a «la cautiva«, el cuerpo, y no hacemos ni caso a «la señora«, el alma. Vale, de acuerdo, no le falta razón, pero chico, es que estar todo el día pensando en el más allá… Que sí, que el alma es eterna (o no, quién sabe) y el cuerpo perecedero, pero vaya, que un triunfo sea efímero no significa que deje de ser un triunfo, ¿o no? Ahí están los Argensola para recordárnoslo, con su soneto dedicado «A una mujer que se afeitaba y estaba hermosa» (o sea, que se ponía afeites, no os la imaginéis con unos bigotes tipo Pancho Villa porque no es eso):

Yo os quiero confesar, don Juan, primero,

que aquel lustre y color de doña Elvira

no tiene de ella más, si bien se mira,

que el haberle costado su dinero.

Pero tras esto, confesaros quiero,

que es tanta la beldad de su mentira

que en vano a competir con ella aspira

belleza igual de rostro verdadero.

Más, que mucho que yo perdido ande

por un engaño tal, pues que sabemos

que nos engaña así Naturaleza.

Porque este cielo azul que todos vemos

ni es cielo ni es azul, lástima grande

que no sea verdad tanta belleza.

Doña Elvira se quedaría tan contenta, seguro, y eso no se paga con dinero. Ya llegaría el momento en que lo suyo no tuviera remedio, pero mientras tanto… a triunfar. «Aprovecha la florada«, que dirían las abuelas, por lo menos la mía. «Collige, virgo, rosas«, que dijo Ausonio allá por el siglo IV d.C. Que cortes las rosas mientras estén en flor, vamos. Eso sí, no quemes todos los cartuchos, que después de la belleza y la juventud sigue habiendo vida y no está nada mal tampoco, aunque haya gente que piense que sin eso no merece la pena vivir. A lo mejor algo así pasaba por la cabeza de James Dean cuando dijo aquella famosa frase: «Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver«. Y lo mismo pensarían los miembros del «club de los 27«, o sea, un buen montón de rockeros que decidieron vivir deprisa y acabaron abandonando este mundo cuando todavía estaban en la flor de la juventud (bueno, no sé si realmente lo decidieron o que la máquina no les dio para más), tras una corta pero intensa vida de sexo, drogas y rock&roll.

En fin, que después de este paseo por los clásicos de todo tiempo y lugar, ¿a qué conclusión podemos llegar? Pues cada uno a la suya, eso está claro. Si eres guap@, mon@, resultón/a… aprovecha, pero no te creas que con eso lo tienes todo, que la simpatía dura siempre y al fin y al cabo «la suerte de la fea, la guapa la desea«. Y sobre todo, no te olvides de una cosa: cualquier cosa tiene solución menos la muerte, así que aunque estés arrugado como una pasa y seas fe@ como un demonio disfruta de la vida, porque mientras no se demuestra lo contrario es lo más maravilloso que hay.

Y si queréis pasar UN OTOÑO DE MUERTE con nosotros, recorriendo el cementerio y muchos otros rincones desconocidos de nuestra ciudad, disfrutando con los versos del Tenorio y descubriendo las historias de los zaragozanos «del otro lado», tenemos un montón de propuestas para vosotros. Entrad aquí y las encontraréis, o si lo preferís llamadnos al 976207363 y os las contaremos.

¿Queréis seguir leyendo sobre el tema? Pues aquí os dejo algunas sugerencias de nuestro blog:

 El Tiempo y la Muerte

Drácula, Don Juan, el Amor y la Muerte

El triunfo de la Muerte… y los nuestros

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¿Habéis estado alguna vez en un cementerio por la noche? ¿Qué pasa cuando se cierra la puerta? ¿Tenía razón Bécquer, cuando escribía aquello de «¡Qué solos se quedan los muertos!«? ¿O tenía razón Mecano, cuando cantaban que «No es serio este cementerio«?

La luz del anochecer…

Las sombras de un farol…

Siluetas fantasmales…

Si no habéis participado todavía en nuestra actividad Una noche en el cementerio ahora tenéis la ocasión de vivir una experiencia muy, muy especial, recorriendo el cementerio a la luz de un farol y descubriendo este lugar fantástico mientras disfrutamos de la maravillosa sensación de estar vivos. No vamos a pasar miedo, pero sí viviremos experiencias intensas, como a nosotros nos gustan. Cantaremos, recitaremos versos inolvidables, nos emocionaremos e incluso nos reiremos… ¿Os baja un escalofrío de emoción por la espalda pensando en recorrer el cementerio tras la sombra de los zaragozanos «del otro lado«? ¿O más bien os da respeto, miedo, repelús…? Pues si queréis ver más, pinchad aquí y moved la barra del tiempo hasta 1 hora, 20 minutos, 13 segundos, ni uno más ni uno menos.

La luz del crepúsculo le da a todo un matiz especial

Atreveos a disfrutar de una experiencia poco común y os aseguramos que no sólo no os arrepentiréis, sino que disfrutaréis de un lugar muchísimo más fascinante de lo que podáis imaginar, lleno de historias increíbles en las que el amor es, casi siempre, el protagonista. Al fin y al cabo, ¿qué otra cosa es un cementerio sino un acto de amor, una lucha titánica y desesperada para impedir que el Tiempo y el Olvido nos arrebaten aquello que tanto hemos querido?

Cuándo – Sábados y domingos desde el 18 de octubre hasta el 30 de noviembre, a las 18’30

Dónde – Puerta antigua del Cementerio de Torrero (junto al Tercer Cinturón)

Precio – 10 € (estudiantes menores de 26 años y jubilados, 8 €; parados, 5 €)

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Tenemos muchas más propuestas para pasar juntos UN OTOÑO DE MUERTE: diferentes rutas por el cementerio, tanto de día como de noche; una visita a la torre de los italianos, en la iglesia de San Antonio de Torrero; excursiones; cenas temáticas y teatralizadas… Si quieres conocer toda la información, llámanos al 976207363.

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Hubo un tiempo en que el cementerio de Torrero acababa donde está la tumba de Joaquín Costa. Allí, fuera de la verja que rodea el monumento que le recuerda, hay una vieja y humilde tapia de ladrillos que, aparentemente al menos, es igual que cualquier otra tapia de cualquier otro lugar. Pero no es así: esos ladrillos, cada uno de ellos, fueron testigos de la muerte de miles de personas fusiladas aquí, al amanecer, durante la Guerra Civil y en los años que siguieron. ¡Cuántos hijos, madres, nietos… se habrán parado aquí delante deseando que las piedras hablaran, contando cómo fueron los últimos momentos de aquellos a las que tanto quisieron, a veces sin llegar a conocerlos siquiera! ¿Fue una muerte lenta, o no sufrieron? ¿El miedo les hizo renunciar en en el último momento a todo aquello por lo que habían luchado, o murieron con las botas puestas? ¿De qué se les acusó? ¿Llegaron a saber por qué morían? Mucha, muchísima gente habrá preguntado todo esto y muchas más cosas a esos ladrillos sin obtener respuesta. ¿O sí?

Gumersindo de Estella

Pues sí, porque esta vez sí la hubo. La voz de Gumersindo de Estella, capuchino y confesor en la cárcel de Torrero, que asistió espiritualmente a muchos de aquellos presos en los últimos momentos de su vida, se ha conservado. Aquel hombre sólo podía rebelarse contra aquella barbarie de una manera: contándolo. Y eso es lo que hizo, dejarlo por escrito para que tiempo después pudiéramos leerlo con el corazón en un puño. Como cuando Goya escribe tres simples palabras debajo de una imagen de la Guerra de la Independencia: «Yo lo vi«. No me la han contado, no lo he oído por ahí, no me lo imagino: lo vi. Pues bien, Gumersindo de Estella lo vio, y no sólo lo vio, sino que fue un actor de aquel drama, ayudando siempre en lo que pudo y yendo mucho más allá de su obligación e incluso de lo que aconsejaba la prudencia en aquellas circunstancias.

La cárcel de Torrero

El respeto a la memoria de las víctimas, de todas las víctimas, así como el convencimiento de que el olvido nunca es la solución, nos ha llevado a preparar una ruta que comienza en lo que queda de la antigua cárcel de Torrero y continúa por aquellos lugares del cementerio que de una manera u otra están vinculados con la Guerra Civil: la tapia donde se produjeron los fusilamientos, el lugar donde estaban las fosas comunes, la capilla levantada a los muertos del bando nacional… así como los distintos memoriales, desde el monumento que se trajo aquí desde la Plaza del Pilar (levantado por Franco) hasta el memorial en memoria de todos los fusilados, pasando por el pequeño pero muy valiente monumento que erigió el alcalde Sainz de Varanda «A los mártires de la libertad y la democracia» en el lejano año de 1981, cuando las aguas no estaban precisamente en calma.

Rebuscar en la memoria puede ser incómodo, doloroso… pero es muy sano. Os proponemos viajar a un pasado triste para volver al presente llenos de optimismo. Y no sólo porque hemos superado aquella tragedia, o lo estamos haciendo, sino porque incluso en los momentos más terribles surge alguien como Gumersindo de Estella que nos devuelve la fe en la Humanidad.

Cúando – Sábado desde el 18 de octubre al 29 de noviembre a las 11’30

Dónde – Avenida de América 109, delante de la antigua cárcel 

Precio – 8 € por persona (7€ jubilados y estudiantes menores de 26 años, 4€ parados)

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

 

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