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Archive for the ‘7 pecados’ Category


Sólo conozco otra foto que exprese tan bien como ésta qué es la lujuria, una combinación de sexo y lujo en una proporción que sólo unos pocos elegidos conocen. No sabría decir si me resulta más lujuriosa Marilyn mordiendo las perlas y tumbada en algún lugar en el que acaba de caer una excitante lluvia de oro, o Liz Taylor (fe-Liz Taylor, que diría Fabio McNamara) jugando con las suyas y con el vello de la nuca erizado por la excitación que le produce el contacto de las joyas con su piel. En cualquier caso, ¿por qué elegir? ¿A quién quieres más, a papá o a mamá? Me quedo con las dos, por supuesto. Chicas listas, que saben que son capaces de derretir los polos con una mirada, ellas son la tentación, vivan arriba, abajo o al fondo a la izquierda. Eso sí, la Marilyn de las comedias inolvidables no tiene ni idea de que acabará consumiéndose en su propio fuego, mientras que la Liz trágica, la que se siente como una gata sobre un tejado de zinc caliente tiene claro que será capaz de sobrevivir a todos los terremotos de la vida, cueste lo que cueste.

Hoy vamos a hablar de Marilyn, y concretamente de dos películas en las que encarna a una inocente diosa de la lujuria. ¿Inocente? Inocente, sí, porque ella no busca dejar el mundo lleno de cadáveres a su paso. No pretende que los maridos sean infieles a sus mujeres, sea de pensamiento, palabra, obra u omisión. Sólo busca un pedacito de felicidad, un poco de amor, pero… no controla su inmenso poder, y acaba provocando cataclismos, maremotos y hasta sería capaz de sacar a flote al Titanic y volverlo a hundir con sólo una caída de pestañas. Sin intención, eso sí, porque aunque quisiera evitarlo ella es… ¡¡¡la tentación!!!

Un escritor neoyorquino se queda de Rodríguez (o de Smith, o de lo que sea que se diga allí en estos casos) mientras su señora se va a pasar el verano a la playa convencida de que lo ha dejado todo atado y bien atado. Ninguno de los dos cuenta con la llegada de una nueva vecinita, una modelo publicitaria que anuncia una estupenda pasta de dientes en televisión. Un día se van al cine, y… (si no ves la pantalla pincha aquí y no te pierdas ni una palabra, porque el guión de Billy Wilder es hot, hot, hot).

La censura impidió que la historia pasara más allá, pero no es necesario. ¿Sabéis cuál es para mí el momento más lujurioso? La segunda vez que pasa el metro la cámara muestra durante un momento una hoja revoloteando. ¿Es más excitante comerse un bombón o desenvolverlo, anticipando en nuestra mente el placer que vamos a sentir, relamiéndonos, salivando lujuriosamente mientras imaginamos el chocolate fundiéndose en nuestra boca? Es una pregunta difícil de contestar, pero creo que la respuesta está en esa hoja.

Un verano curioso el neoyorquino, en cualquier caso. Caen las hojas, suben las faldas. Y una secuencia curiosa ésta, porque nunca se ve la imagen que aparece en esta fotografía archiconocida. Nunca vemos la cara de Marilyn mientras su falda vuela por los aires, aunque nos la imaginamos. Ni vemos babear al escritor, aunque sabemos que se está derritiendo por dentro. Sólo vemos las piernas. Unas piernas deseadas por media Humanidad y una parte de la otra media. Las piernas de una jovencita inocente que logró sin proponérselo que medio Manhattan peregrinara hasta el lugar de la grabación.

Hasta lo más maravilloso puede convertirse en vulgar. No hay más que ver la escultura que han colocado hace unas semanas en Chicago. De la fina (a veces no tan fina, la verdad) ironía de Billy Wilder no queda nada en esos paseantes que se meten entre las piernas para hacerle una foto a las bragas (nunca diré la cursilería esa de braguitas, me niego) de la escultura. Pero, ¿qué más da? Ahí está la película para recordar ese momento una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez…

«La tentación vive arriba» es de 1955, y en 1959 Marilyn vuelve a rodar a las órdenes de Billy Wilder, esta vez la comedia más divertida y más caliente de la historia del cine. La única, inigualable, desternillante, increíble, maravillosa, extraordinaria… «Con faldas y a lo loco«.

Si no veis la pantalla pinchad aquí para ver una selección de lo mejor (imposible, lo mejor es todo, todo, todo). Jack Lemmon y Toni Curtis son dos músicos que, por accidente, presencian la matanza del día de San Valentín en Chicago. Botines Colombo da orden de liquidarlos y a ellos no se les ocurre mejor idea que meterse en una orquesta de mujeres. A partir de ahí se desencadenan todo tipo de situaciones desternillantes que no os contaré, porque si alguno no ha visto la película… que vaya a confesarse, porque eso sí que es pecado mortal, y que la vea hoy mismo. Eso sí, hay un momento que no puedo evitar comentar, porque es pura lujuria de la mejor. Los andares de Marilyn por el andén son tan increiblemente provocativos que… hasta el mismísimo tren se pone a mil y suelta un buen chorro de humo cuando ella pasa por delante.

Cuentan que el rodaje fue tan complicado que Toni Curtis llegó a decir que besar a Marilyn era más o menos como besar a Hitler (con el paso de los años negó haber dicho nunca algo así). Marilyn contestó que era pura envidia, pues sus vestidos en la película eran mucho más bonitos que los de él. Para muestra, este momento en el que nos dice a cada uno de nosotros que quiere que la queramos: «I wanna be loved by you, just you, nobody else but you«.

Cuando la oigo tengo la sensación de que me la susurra al oído a mí, sólo a mí, a nadie más que a mí. Y me dan ganas de abrazarla y decirle que no está sola, que somos millones y millones los que la queremos todavía y la querremos siempre.

Marilyn murió en extrañas circunstancias en agosto del 62, hace ahora 49 años. Morir a los 36 le permitió ascender al Olimpo, donde viven los dioses, y quedarse allí para siempre. Eso sí, Andy Warhol contribuyó muchísimo a convertirla en una diosa divina con esos retratos que son auténticos iconos.

Tanto, que uno de ellos incluso tiene el fondo de oro, como los antiguos iconos bizantinos. El lenguaje de toda la vida y la modernidad más absoluta (al fin y al cabo son exactamente lo mismo) consiguieron crear una imagen eterna para la nueva Venus, la diosa del amor, de la belleza, de la lujuria, del lujo…

Os dejamos con la «Marilyn de oro«, y si queréis más lujuria con motivo de San Valentín tendremos nuestra ruta UNA HISTORIA DE LA LUJURIA EN ZARAGOZA.

Cuándo – Sábado 14 a las 19’00 y domingo 15 a las 11’30

Dónde – Puerta de la iglesia de la Magdalena

Precio – 8 € (estudiantes menores de 26 años y jubilados, 7 €; parados, 4 €)

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Lujuria es… Liz Taylor

Lujuria es… Olympia

Lujuria es… Marilyn Monroe

Pecadores encantadores – Rebeca y la lujuria

Lujuria es… el jamón

Lujuria es… el champagne (francés, bien sûr)

Lujuria es… sexo en Nueva York

Lujuria es… unas piernas de cinco millones de dólares

Lujuria es… el Bulli

Lujuria es… Venus

Lujuria es… el teatro chino de Manolita Chen

Lujuria es… Sodoma y Gomorra

Lujuria es… el “gabinete secreto” de Nápoles

Lujuria es… Marlon Brando

Lujuria es… Sofía

Lujuria es… la guerra de los biquinis

Lujuria es… el biquini

Lujuria es… El Plata

Lujuria es… Zeus y sus chic@s

Lujuria es… la Lollo

Lujuria es… pecado

Lujuria es… San Juan de la Cruz


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No conozco otra imagen más lujuriosa, en todos los sentidos de la palabra. Lujo a raudales, una relación con las joyas que tiene una fuerte carga sexual, belleza fascinadora… Una combinación explosiva, a veces sofisticada y a veces vulgar, pero siempre irresistible. Porque no hay mejor palabra para definir a Liz que esa: irresistible, magnética, un auténtico imán para todo. Para los hombres, para los problemas, para las joyas legendarias, para las enfermedades… y también para los buenos personajes. Mujeres trágicas, atormentadas, cargadas de erotismo, grandiosas, enamoradas… así son sus mejores creaciones, y así es sobre todo Maggie, la protagonista de «La gata sobre el tejado de zinc«, un título al que la censura española arrebató una palabra que con ella resultaba innecesaria: «caliente». 

Maggie, la gata en celo y enamorada, condenada a maullar sola

Con 14 años Liz era ya una estrella. Con 28 ganó su primer Oscar después de ser nominada cuatro años consecutivos (un récord que sólo iguala Marlon Brando). Antes y después habría interpretaciones gloriosas, porque a Liz le pasa como a Marlon y a Sofía. Son hermosos más allá de lo humano, pero su inteligencia está a la altura de su belleza. Son auténticos animales de la interpretación y consiguen algunos de los momentos más lujuriosos de la historia del cine, porque ¿hay algo más excitante que un cerebro en funcionamiento?

¿No será Liz la causa del cambio climático? ¿Alguien ha visto una cara más bella que ésta? ¿Hubo alguna vez otros ojos color violeta, o son los únicos de la Historia de la Humanidad?

Sin embargo, hoy no estamos aquí para hablar de sus películas, sino de sus dos grandes pasiones: Richard Burton y las joyas fabulosas, que vienen a ser lo mismo. Se conocieron durante el rodaje de Cleopatra y como era de esperar saltaron chispas. Todo lo hicieron a lo grande y sin importarles que hubiera público: amarse y pelearse, broncas y reconciliaciones de un tono épico que no tenía nada que envidiar al de sus películas, y joyas, muchas, grandes, carísimas, legendarias, fabulosas. Todo estuvo a la altura en una de las historias de amor más tremendas de todo el siglo XX.

Marco Antonio y Cleopatra reaparecen en pleno siglo XX y vuelven a asombrar a la Humanidad. Estaba escrito

Ellos eran la lujuria. No podían estar juntos y no podían estar separados, como en la canción: «Ni contigo ni sin ti / tienen mis males remedio. / Contigo porque me matas / y sin ti porque me muero«. Se casaron, se separaron, se casaron y se volvieron a separar, pero se quisieron apasionadamente hasta el final de sus vidas.

«Si me dejas tendré que matarme, no hay vida sin tí», llegó a escribir Richard. El murió diez años después de su segundo divorcio. Ella fue a su funeral vestido de rojo, el color preferido del actor.

Hasta el último día se escribieron, hasta el punto de que ella recibió la última carta al volver del funeral. La había escrito tres días antes de morir y le pedía otra oportunidad. Ella siempre la guardó en su mesilla de noche, y tiempo después dijo: “Richard era magnífico en todo el sentido de la palabra. Y en todo lo que hacía. Desde los primeros momentos en Roma estuvimos siempre loca y poderosamente enamorados. Tuvimos tiempo, pero no el suficiente«. Para compensarlo, al morir ella hace unos meses la familia de él ofreció la posibilidad de que pasaran juntos la eternidad. Ojalá ocurra alguna vez.

Krupp

Taylor-Burton

La Peregrina

Sólo hubo otro amor en la vida de Liz que pudiera compararse con ése, pues su idilio con las joyas fue eso, un auténtico romance cargado de pasión. Y como no podía ser de otra manera estando Taylor y Burton de por medio, de proporciones descomunales. De entre las muchísimas piezas de su excepcional colección, que ahora sale a subasta, me quedo con tres, las tres regaladas por Richard: la perla Peregrina y los diamantes Krupp y Taylor Burton. Y vamos a detenernos en la fascinante historia de la primera por lo mucho que nos toca de cerca.

Felipe III, con la Peregrina colgando de la pluma del sombrero

Una perla digna de una reina

La Peregrina (que no se llama así por lo mucho que ha viajado, sino porque tiene una belleza extraña, bizarra, peregrina) fue descubierta en el siglo XVI por un esclavo en aguas del Archipiélago de las Perlas, en Panamá. Es una enorme perla en forma de lágrima (muy escasas, y por eso muy apreciadas) que pasó a manos de Felipe II y se convirtió en una de las joyas preferidas de las reinas de España (montada en un aderezo con un diamante excepcional, El Estanque, dando lugar a lo que se conoció como el «joyel rico de los Austrias«).

Sobre el pecho de la reina Margarita de Austria, el joyel rico de los Austrias

La Peregrina se convirtió en una de las Joyas de la Corona de España, lo que quiere decir que los reyes no podían regalarlas ni venderlas, porque estaban asociadas a la dinastía y tenían un enorme valor simbólico. ¿Cómo llegó entonces hasta el hermoso escote de Liz Taylor? Pues la historia comienza cuando en 1808 José Bonaparte pide que le entreguen las joyas de los reyes de España y envía La Peregrina a su esposa, que estaba en París. Cuando se divorciaron él se la llevó a Estados Unidos y parece que a su muerte se la dejó a Napoleón III, que la vendió al duque de Abercorn. Sabemos que en 1914 estaba en manos de una joyería inglesa que se la ofreció a Alfonso XIII, pero no hubo acuerdo. Eso sí, le regaló a su esposa Victoria Eugenia otra enorme perla que probablemente es la que lleva la Reina Sofía en esta foto.

¿Es La Peregrina?

Llegamos así a 1969 y La Peregrina sale a subasta en Nueva York. La Casa Real española intentó hacer creer al mundo que la auténtica era la que tenían ellos (o sea, la que Alfonso XIII regaló a Ena cuando todavía eran felices), la misma que luce la Reina en cualquier ocasión en la que haya que subrayar la continuidad de la dinastía (las bodas de sus hijos, por ejemplo). Sin embargo, sabemos que alguien pujó por ella, lo que quiere decir que sabía que era la auténtica. ¿Quién fue? Pues el malogrado Alfonso de Borbón y Dampierre (que por aquellos tiempos aún no estaba casado con la nietísima, Carmencita Martínez Bordíu). Poseer esta pieza hubiera tenido un gran valor simbólico para sus aspiraciones al trono, pero no lo logró. El resto de las pujas llegaron a los 15.000 dólares. Alfonso se detuvo en los 20.000. Richard Burton pagó 37.000 (muy simbólico todo, pues se la regaló a Liz para su 37 cumpleaños). Todo era poco para su reina, la mejor actriz del mundo, la más bella… la perla que habían lucido durante siglos las reinas de España, colgaría ahora del pecho de Liz Taylor, realzada aún más si cabe por el maravilloso aderezo con rubíes que hizo Cartier.

Liz con La Peregrina en «Ana de los mil días»

La propia Liz Taylor, en su libro «Mi romance con las joyas«, cuenta un episodio digno de una película: parece ser que Richard y ella estaban alojados en el Caesar’s Palace de Las Vegas, y la perla se desprendió de su aderezo. Como la alfombra era tan espesa y peluda Liz no la veía. Chica de recursos, se descalzó para ver si la palpaba con los pies. El lujo del hotel, los ojos violetas al acecho, la suave alfombra en la que se hunde el menudo pie de la estrella, el contacto de su piel con la suavidad de la perla… ¿Imagináis la escena? ¿No es pura lujuria todo esto? ¿Queréis saber cómo acabó la cosa? Liz, de pronto, levantó la vista y vio la magnífica y enorme perla entre las fauces de su pequeño caniche. ¿Perdió los nervios? No. Mujer de temple, se acercó dulcemente y se la quitó con cuidado, como sólo una reina puede hacer.

Con joyas o sin joyas Liz es Liz, única e incomparable, reina entre todas las reinas

Y si queréis más lujuria, con motivo de San Valentín tendremos nuestra ruta UNA HISTORIA DE LA LUJURIA EN ZARAGOZA.

Cuándo – Sábado 14 a las 19’00 y domingo 15 a las 11’30

Dónde – Puerta de la iglesia de la Magdalena

Precio – 8 € (estudiantes menores de 26 años y jubilados, 7 €; parados, 4 €)

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Si queréis seguirnos podéis entrar en http://www.facebook.com/gozARTE y pinchar en “me gusta”, o en twitter @gozARTE. Y ahora, os dejo unos cuantos post de nuestro blog con historias de lo más lujuriosas:

Lujuria es… Liz Taylor

Lujuria es… Olympia

Lujuria es… Marilyn Monroe

Pecadores encantadores – Rebeca y la lujuria

Lujuria es… el jamón

Lujuria es… el champagne (francés, bien sûr)

Lujuria es… sexo en Nueva York

Lujuria es… unas piernas de cinco millones de dólares

Lujuria es… el Bulli

Lujuria es… Venus

Lujuria es… el teatro chino de Manolita Chen

Lujuria es… Sodoma y Gomorra

Lujuria es… el “gabinete secreto” de Nápoles

Lujuria es… Marlon Brando

Lujuria es… Sofía

Lujuria es… la guerra de los biquinis

Lujuria es… el biquini

Lujuria es… El Plata

Lujuria es… Zeus y sus chic@s

Lujuria es… la Lollo

Lujuria es… pecado

Lujuria es… San Juan de la Cruz


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¿Hay algo menos lujurioso que una rebeca? «Cógete una rebequita, que por la noche refresca«. Suena a consejo de la Sección Femenina para la mujer española ideal. Y sin embargo, ¿hay algo más turbador que «Rebeca«, la obra maestra de Hitchcock? Cómo una película tan increíblemente excitante, morbosa y llena de rincones oscuros y prohibidos pudo dar nombre a una prenda tan inocente es un misterio para mí, pero ¿realmente hay rebecas inocentes? ¿O es que siempre esconden mucho más de lo que enseñan?

La protagonista de la película con su rebeca puesta

El diccionario de la Real Academia Española dice que una rebeca es una «Chaqueta femenina de punto, sin cuello, abrochada por delante, y cuyo primer botón está, por lo general, a la altura de la garganta«. Nada de particular si no fuera porque antes puntualiza que la palabra viene del nombre propio Rebeca, «título de un filme de A. Hitchcock, basado en una novela de D. du Maurier, cuya actriz principal usaba prendas de este tipo«. No se puede pedir más precisión, la verdad.

¿Tranquilizadora esta imagen? Ni lo más mínimo

Y aquí viene la primera cuestión, digamos que extraña. La actriz principal, Joan Fontaine, interpreta a un personaje que… ¡¡¡no tiene nombre!!! ¿Se le olvidó a Hitchcock? Para nada. Más bien todo lo contrario, que el amigo Alfred no daba puntada sin hilo. El nombre que flota a lo largo de toda la película es Rebeca, Rebeca, Rebeca, Rebeca, Rebeca… ¿Y quién es esa Rebeca? Un fantasma, una sombra, una mujer muerta en circunstancias poco claras cuyo recuerdo lo impregna todo, lo invade todo, lo contamina todo. Rebeca, Rebeca, Rebeca, Rebeca…

Asfixiante Rebeca…

Maximilian de Winter (al que llamaremos Max) ha perdido a su bellísima, encantadora, seductora, inteligente esposa Rebeca en un terrible accidente. Su cuerpo ha sido encontrado sin vida junto a la costa, y Max, aparentemente muerto de dolor, huye de su casa buscando recuperar la alegría perdida junto al sol del Mediterráneo. Allí conoce a una mujer (sin nombre, no lo olvidéis), se enamoran y se casan. ¿De verdad quería tanto a la difunta? Algunos se recuperan de la tragedia con una facilidad asombrosa, ¿no es cierto? En fin, todo va bien hasta que vuelven a Manderley, una casa en la que cada rincón huele a Rebeca…

Si no veis la pantalla pinchad aquí para descubrir cómo la nueva señora de la casa siente desde el umbral el peso de su predecesora. El ama de llaves, Miss Danvers, se encargará de que Rebeca siga reinando después de muerta en la casa y, por supuesto, en su corazón. Ese momento en que las dos se agachan a recoger los guantes, con la criada sosteniendo la mirada de una señora aterrorizada… es puro sexo. Miss Danvers sigue enamorada de Rebeca, y apenas se molesta en ocultarlo.

Rebeca, Rebeca, Rebeca… susurra Miss Danvers con ojos de loca enamorada al oído de la usurpadora. Nunca podrás ser como Rebeca… nunca… nunca… nunca…

¿De qué no será capaz una mujer enamorada? Su señora ya no le cuenta sus confidencias, ya no le regala de vez en cuando la caricia que se da a un perro fiel, ya no le permite ordenar su ropa mientras acaricia la tela que ha estado pegada a su piel… su señora está muerta, pero ella se encargará de que su recuerdo siga más que vivo y se convierta en algo asfixiante para la recién llegada. Nadie, nadie, nadie podrá sustituir nunca a Rebeca. Y si alguna se atreve a pretenderlo, invadiendo los dominios de la reina muerta… que esté preparada para todo. Esta escena es una obra maestra del decir y no decir, del dominio absoluto del terror psicológico, de la lujuria más desatada apenas escondida bajo las formas más contenidas. La mano de la señora Danvers acariciando la ropa interior de Rebeca en el cajón… ni siquiera las piernas de Marilyn Monroe en «La tentación vive arriba» pueden conseguir ese efecto devastador. Sólo la camiseta de Marlon Brando en «Un tranvía llamado deseo«, la mirada de Liz Taylor o el escote de Sofía Loren en cualquiera de sus películas son capaces de subir de esa manera la temperatura de la habitación. Pinchad en la pantalla y si no la veis aquí, y disfrutad de dos actrices de las que ya no quedan.

¿Terrible o adorable? ¿Las dos cosas a la vez? Enamorada, simplemente. Enamorada como una loca, pero ¿acaso hay otra forma de amor que merezca la pena? Capaz de todo, como las grandes heroínas. Nada le importa, nada se le pone por delante. E inmensamente trágica, porque ese amor nunca fue correspondido y ya nunca lo será, pero da lo mismo. El amor es eterno mientras dura, y la señora Danvers sabe algo que es la única verdad que realmente importa: el amor y el deseo son lo único que sobrevive a la muerte, porque como dijo Quevedo «cenizas son, más tendrán sentido / polvo serán, más polvo enamorado«.

Miss Danvers, una diosa de la lujuria emergiendo entre las cortinas

Por supuesto no os voy a contar el final. Corred a buscar la película donde sea y pasad una tarde maravillosa con ella. Y si queréis más lujuria, con motivo de San Valentín tendremos nuestra ruta UNA HISTORIA DE LA LUJURIA EN ZARAGOZA.

Cuándo – Sábado 14 a las 19’00 y domingo 15 a las 11’30

Dónde – Puerta de la iglesia de la Magdalena

Precio – 8 € (estudiantes menores de 26 años y jubilados, 7 €; parados, 4 €)

Reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

Más información – Entrando aquí

Lujuria es… Liz Taylor

Lujuria es… Olympia

Lujuria es… Marilyn Monroe

Pecadores encantadores – Rebeca y la lujuria

Lujuria es… el jamón

Lujuria es… el champagne (francés, bien sûr)

Lujuria es… sexo en Nueva York

Lujuria es… unas piernas de cinco millones de dólares

Lujuria es… el Bulli

Lujuria es… Venus

Lujuria es… el teatro chino de Manolita Chen

Lujuria es… Sodoma y Gomorra

Lujuria es… el “gabinete secreto” de Nápoles

Lujuria es… Marlon Brando

Lujuria es… Sofía

Lujuria es… la guerra de los biquinis

Lujuria es… el biquini

Lujuria es… El Plata

Lujuria es… Zeus y sus chic@s

Lujuria es… la Lollo

Lujuria es… pecado

Lujuria es… San Juan de la Cruz

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¿Conocéis la historia de Lola Puñales? Quintero, León y Quiroga, la Santísima Trinidad de la copla, la escribieron para Concha Piquer, que la grabó en 1948. Puro crimen pasional, sin tontadas ni concesiones a la ñoñería. Sentimientos de los de verdad, sin paños calientes. Asesinato del bueno, sin remordimientos. Pura verdad. Tan verdad, como que la historia estaba basada en hechos reales, como las películas americanas malas. Pero esta vez un crimen del que nadie se acordaría dio lugar a una joya como esta copla.

¿Cómo se pudo llegar a pensar que la copla era algo franquista? No me puedo imaginar nada más contrario al ideal de mujer que encarnaban Pilar Primo de Rivera y su Sección Femenina que esta Lola Puñales, tan dueña de su destino como para decir «que no me importa esta pena / ni ir a la trena / que estoy serena y en mis cabales«. Y ella misma dicta los cargos que se le deben imputar, cuando dice que «al causante de mis males / por jurar cariño en vano / sin siquiera temblarle la mano lo mató Lola Puñales«. Vamos, que no se esconde, porque entonces la cosa no tendría gracia. Le he matado yo y se lo merecía. Y punto. No ha sido un accidente, ni sin querer. Que quede claro. «Lo maté y a sangre fría / por hacer burla de mí / y otra vez lo mataría / si volviera a revivir«. Uffffffff. Tremenda, la Lola Puñales.

La Piquer, sin tapujos

¿Quién mejor para cantar aquello que una mujer que no hizo otra cosa en su vida sino lo que le dio la gana? Concha Piquer vivió con un hombre casado en plenos años cuarenta, dio a luz a su hija en Argentina para que tuviese una situación legal mucho mejor que la que podía tener en España la hija de una madre soltera, pagó gustosamente 500 pesetas de la época cada vez que le pusieron una multa por cantar «Ojos verdes» sin la letra aceptada por la censura (es decir, aquello de «apoyá en la puerta de mi casa un día» en vez de «apoyá en el quicio de la mancebía«), se retiró el día que quiso y en pleno éxito, sin encomendarse a nadie… y así sucesivamente. Si había una mujer dueña de su destino en aquella España de los años cuarenta y cincuenta, esa era Concha Piquer (bueno, y Lola Flores, pero dos monstruos geniales de ese calibre no me caben en un sólo artículo).

Aquí la Piquer parece la mismísima Lola Puñales tramando su venganza

María de los Dolores Castro y León fue la que inspiró a Quintero, León y Quiroga esta copla. Había nacido en un pueblo de la provincia de Córdoba hacia 1870, y no era gitana (eso se lo inventó Rafael de León porque así el personaje le quedaba más redondo). En realidad sus padres vivían de unas tierrecillas, pero eso no quedaba nada literario, la verdad. La cuestión es que el hijo del rico del pueblo le robó «la rosa de sus rosales«, como dice la canción, y no conforme con eso el muy sinvergüenza se lo contó a todo el que le quiso oír. Las consecuencias estaban claras: «con fatiguitas de muerte y sudores de agonía» se tuvo que marchar de su casa, y de allí primero a Córdoba y luego a Sevilla, donde sobrevivió medio cantando, medio bailando y prostituyéndose del todo. Como debía ser morena, de ojos brujos y flamenca (o sea, metida en carnes pero sin pasarse), era lo que se dice una mujer de bandera, y como encima despreciaba a los hombres después de que «aquel hombre moreno» se llevara «pa toa la vía / la rosa de sus rosales«, digamos que tenía éxito e incluso alguno llegó a arruinarse por ella.

La canción, de 1948, se incluyó dos años después en la película «Me casé con una estrella»

Pero, ay, el amor llega cuando uno menos se lo espera, y a la Puñales (que aún no se llamaba así, básicamente porque no había matado a nadie todavía) también le llegó. Un día vino por el café-cantante donde trabajaba un jovencito guapo, bien plantao, con aspiraciones de torero y con muy poca vergüenza, y claro… «sin saber cómo ni cuándo / tú te vas a enamorar. / Con el fuego estás jugando / y te tienes que quemar«. Y se quemó, vaya que si se quemó, pero entera: el angelico le sacó los dineros para librarse del servicio militar en Cuba y claro, le dijo que la quería y lo que hizo falta. Eso sí, prudentemente se calló que tenía novia formal y que además andaba medio liao con un influyente caballero sevillano que tenía mano en la Maestranza, y claro, el trabajo es lo primero y el chico quería torear, y los tiempos estaban muy perros y todo eso. ¿Torero? Ni novillero fue, que la Lola se encargó de cortarle la coleta en cuanto se enteró de todo aquello. «Corrió como loca / buscando la reja / en donde de otra los besos bebía…» y allí mismo, delante de la otra, le mató «y a sangre fría«, con nocturnidad, premeditación, alevosía y una sobredosis de amor y despecho a partes iguales. ¿Arrepentimiento? Eso para otras, pero no para Lola Puñales. No la condenaron a garrote vil porque lo de que fuera un crimen pasional tan claro sirvió de atenuante, pero cuando años después murió en el penal de Cartagena se tuvo que ir al otro barrio sin la absolución, porque ni entonces mostró ni el menor signo de arrepentimiento. Olé, olé y olé. Lo que se dice una mujer de bandera.

Sólo para acabar, otra copla extraordinaria, de las que me ponen los pelos de punta, que muestra la reacción contraria. La de la mujer que lo sabe todo y que lo calla todo, a la que le «duele la cal de los huesos de tanto querer» y que prefiere hacerse la tonta que perder a la persona a la que ama desesperadamente. Os dejo con «Los tientos del reloj«, también compuesta por Quintero, León y Quiroga, pero en este caso para Estrellita Castro y en los años 30. Otro tipo de ira, pero ira al fin y al cabo, igualmente intensa, apasionada y verdadera. Y es que el amor es lo único que lo justifica todo, lo único por lo que cualquier reacción, por airada, extravagante e incomprensible que sea se puede entender.

Si queréis conocer muchas más historias de amor de las tremendas, os dejo nuestra programación sobre HISTORIAS DE AMOR EN FEBRERO. Si queréis saber más entrad aquí o llamadnos al 976207363:

  • Viernes 13 y sábado 14 a las 21’30 – CENA TEATRALIZADA: UNA NOCHE CON LOS ROMAÑOS
  • Sábado 14 y domingo 15 a las 8’00 – NOS VAMOS DE EXCURSIÓN: LOS AMANTES DE TERUEL
  • Sábado 14 a las 19’00 y domingo 15 a las 11’30 – UNA HISTORIA DE LA LUJURIA EN #ZARAGOZA
  • Domingo 15 a las 11’00 – AMORES Y DESAMORES EN EL MUSEO DE ZARAGOZA

Y si queréis seguirnos podéis entrar en http://www.facebook.com/gozARTE y pinchar en «me gusta», o en twitter @gozARTE. Y si queréis conocer más historias de «Pecadores encantadores«, aquí os dejo dos de mis preferidos: Rebeca para la lujuria y Homer Simpson para la pereza.


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Si yo fuera Marge Simpson… no sé lo que haría. A veces pienso que asesinaría a Homer, pero con esa cara de niño bueno, esa tripilla perfectamente convexa, esos ronquidos propios de un hombre con la conciencia tranquila y la baba cayéndole por la comisura de los labios… ¿quién sería capaz de estrangularlo con unos pantys en mitad de la noche? Yo, desde luego que no.

Me imagino que haría lo mismo que Marge, es decir, asumir que nadie es perfecto, y que los muy guapos, abstemios y trabajadores no son trigo limpio. Al fin y al cabo, ¿quién elegiría a Flanders pudiendo quedarse con Homer? A mí Flanders me da miedo. Es el típico vecino que te invita a rezar el rosario, te asesina sin querer y acaba haciendo un estofado con tus michelines y echándoles las vísceras a los perros. Y todo eso mientras recita las obras de misericordia con cara de chico bueno: «Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento…«. Desconfiad de los santurrones hiperactivos. Tienen muy buena intención, pero…

…son imprevisibles. Y no lo olvidemos, el infierno está lleno de buenas intenciones. En cambio… ¿cuántos perezosos habrá en el caldero de Pedro Botero? Pobrecicos, si no hacen mal a nadie. Por no discurrir ni cansarse no dan un paso, y claro, el que no hace nada… ¿puede pecar?

Por esa cabeza no pueden estar pasando malos pensamientos. Ni buenos tampoco. ¿Puede haber una imagen mejor de lo que significa bloquear el cerebro y dejar la mente en blanco? ¿Os lo imagináis haciendo el esfuerzo de pecar? Maquinar, diseñar, ejecutar… ni en sueños. En un cerebro funcionando al ralentí sólo caben pensamientos básicos, simples, imprescindibles: comida, cerveza, mando a distancia, comida, cerveza, mando a distancia, comida, cerveza, mando a distancia… ése es el mantra que se repite una y otra vez, los pensamientos que giran en el círculo eterno formado por el borde de una pizza, el aro de una lata de cerveza, el corte de un perrito caliente, pizza, cerveza, perrito, pizza, cerveza, perrito… Hipnótico, ¿no? No caben ahí los malos pensamientos, no cabe nada que no sea pizza, cerveza, perrito.

De lo cual se deduce que si Homer no es malo, es esencialmente bueno. Y no me negaréis que es buen chico. Hasta tiene sus arranques de ternura (e incluso de la agotadora lujuria), cuando consigue escapar de los brazos del binomio sofá-televisión, esos dos amigos fieles que nunca le fallan. Al fin y al cabo, Homer es el resultado de un largo proceso evolutivo encaminado a la perfección, como puedes ver aquí:

Encaminado a la perfección, pero… se queda en Homer Simpson. ¿Queréis ver el resumen de una vida marcada por la pereza, por haber convertido el «dolce far niente» en una de las Bellas Artes? Pues aquí lo tenéis:

Y aquí tenéis la interpretación psicoanalítica y daliniana de una familia en la que ya solo el cerebro de Lisa, que nunca descansa, resiste al síndrome de los «relojes blandos». Incluso el de Marge ha caído en la tentación de tirarse a la bartola y derretirse poco a poco y sin agobios.

Si queréis saber más sobre este tema fascinante de los pecados no os podéis perder, esta Noche en Blanco 2013 (sábado 22 de junio) dos de nuestras rutas preferidas, dedicadas a los grandes pecadores y pecadoras de la historia de Zaragoza: La lujuria y la ira. Si queréis toda la información o reservar llamadnos al 976207363 o entrad aquí.

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Mesa de los siete pecados capitales, de El Bosco. El ojo de Dios lo ve todo, y como nos decían nuestras madres: «Dios castiga sin palo»

Hace más de 400 años que El Bosco pintó la mesa de los pecados capitales, que hoy se conserva en el Museo del Prado. En ella aparece el ojo de Dios, con Cristo resucitado en la pupila y una inscripción que dice «Cave, cave, Deus videt«, o sea, cuidado, que Dios lo está viendo. Y alrededor siete escenas, una por cada pecado. Como para asustar a cualquiera, ¿no? Si a eso le añadimos que en las esquinas de la mesa aparecen el momento de la muerte, el Juicio Final, el Infierno y el Paraíso… resulta cualquier cosa menos tranquilizador.

El Bosco lo tenía claro: los pecadores acabarán en el caldero de Pedro Botero. Eso sí, cada uno recibirá el castigo correspondiente a su pecado, que en esto de las penas del infierno hay muchísima sofisticación.

Al fin y al cabo ninguno escaparemos de la muerte, como queda claro viendo mi cuadro preferido desde que era un niño: «El triunfo de la muerte», de Brueghel, otro tesoro del Museo del Prado. La muerte acecha a ricos y pobres, a enamorados, a jugadores, a papas, a emperadores y reyes… Y después de la muerte… nadie lo sabe, lo cual supone una perspectiva poco agradable, la verdad.

Como decía Jorge Manrique refiriéndose a la muerte: «Que si tú vienes airada / todo lo pasas de claro / con tu flecha».

Después de la muerte el sueño, y después, mucho después… sonarán las trompetas que convocarán a la Humanidad en el valle de Josafat para el Juicio Final e inapelable. Los muertos saldrán de sus tumbas, San Miguel pesará las almas, y no podremos ocultar los pecados que hayamos cometido porque, como dice la mesa de El Bosco, «Cave, cave, Deus videt«.

Y aquí quería yo llegar, a los pecados. Porque los hay mortales, veniales, pecadillos… pero por encima de todos están los siete pecados capitales. ¿Por qué son diferentes a los demás? Pues porque lo que se logra con ellos es tan deseable que por conseguirlo se cometen muchos otros en el camino. Son un poco como las cerezas de la jota. ¿Os acordáis? «Así son tus besos / según dicen, maña /como las cerezas. / Que si tiras de una / que si tiras de una / se va toda la cesta.«. Pues eso mismo ocurre, y por eso son capitales, especiales, diferentes…

Por cierto, ¿cuáles son? Ya se nos han olvidado, porque el miedo al fuego eterno ya no existe. Y con eso ganamos muchas cosas, pero perdemos el placer de pecar, y es una pena. Así que, cuanto más sepamos sobre los pecados, muchísimo mejor, porque cuando los cometamos experimentaremos el placer de la transgresión. ¿No merece la pena? Claro que sí, es fantástico que haya límites, aunque sólo sea para poder saltárselos de vez en cuando. Para que los recordéis, aquí tenéis a Homer Simpson, ese gran hombre, cometiéndolos todos, uno por uno. No es necesario traducir, ¿verdad? Los dibujos lo dicen todo.

Para conocer mejor los pecados capitales y disfrutar más intensamente cometiéndolos hemos preparado siete rutas para descubrir historias de pecadores y pecadoras a lo largo de la historia de Zaragoza:


Imagínate un lunes, después del fin de semana… ¿hay algo que apetezca más que la pereza? Desde el paseo de la Independencia hasta la orilla del Ebro vamos a ver cómo disfrutaron del «dolce far niente» los zaragozanos de otros tiempos.


La ira, que lleva a hombres y mujeres a perder la cabeza. Asesinatos de plebeyos, de un arzobispo y hasta de un cardenal, mujeres capaces de todo, cárceles mugrientas, más de 50.000 muertos en los Sitios, fusilamientos, bombas sobre el Pilar…


La envidia es el único pecado que dicen que no da placer al pecador… salvo el de ver caer a tu enemigo. Envidia cochina entre el Pilar y la Seo, una mujer que asesina a su vecina por una falda, denuncias entre amigos, Goya y sus enemigos…


La soberbia es como el jueves, siempre en medio. Artistas que se creen los más importantes, un Papa que se mantuvo en sus XIII, políticos y politiquillos, y sobre todo el Pilar, un lugar donde la soberbia anida en todos los rincones.


La avaricia, el pecado de los que lo quieren todo, todo, todo. Especulación urbanística, banqueros de otras épocas, una joyería sacada de un cuento, buscadores de tesoros, ladrones, jugadores y timadores. ¿Quién da más?


Lujuria es una de esas palabras que al decirla se llena la boca. Del descaro de las vedettes de El Plata al ¿recato? de las monjas del Santo Sepulcro, pasando la despampamante Gina Lollobrigida rodando en Zaragoza. Un sinfín de experiencias lujuriosas e inolvidables.

La gula, un pecado con el que disfruta casi todo el mundo. Banquetes, una pastelería de ensueño, un mercado fantástico, una bodega subterránea, un restaurante de 1826… en fin, una ciudad de lo más laminera.


Si sois un grupo y queréis pecar con nosotros, tenemos muchas opciones para vosotros:

  • La primera, nuestras cenas lujuriosas. Como diría Bette Davis, “abróchense los cinturones porque vamos a despegar“.
  • Cada una de nuestras 7 rutas de pecado, e incluso una que los combina todos. Si queréis reservar para un grupo podéis llamar al 976 20 73 63.

Si queréis seguirnos podéis entrar en http://www.facebook.com/gozARTE y pinchar en “me gusta”, o en twitter @gozARTE. Y si queréis conocer más historias de “Pecadores encantadores“, aquí os dejo dos de mis preferidos: Rebeca para la lujuria y Homer Simpson para la pereza. Y si queréis seguir pecando, aunque sea de pensamiento, aquí os dejo las entradas más pecaminosas de nuestro blog. Gula y lujuria nos pierden, está claro.

Lujuria es… el jamón

Lujuria es… el champagne (francés, bien sûr)

Lujuria es… sexo en Nueva York

Lujuria es… unas piernas de cinco millones de dólares

Lujuria es… el Bulli

Lujuria es… Venus

Lujuria es… el teatro chino de Manolita Chen

Lujuria es… Sodoma y Gomorra

Lujuria es… el «gabinete secreto» de Nápoles

Lujuria es… Marlon Brando

Lujuria es… Sofía

Lujuria es… la guerra de los biquinis

Lujuria es… el biquini

Lujuria es… El Plata

Lujuria es… Zeus y sus chic@s

Lujuria es… la Lollo

Lujuria es… pecado

Lisboa, el paraíso del bacalao

Los pasteis de Belém

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