¿Os apetece viajar en el tiempo para irnos a uno de los momentos más especiales y brillantes que haya vivido Zaragoza? Pues nos vamos a finales del siglo XIV para conocer las historias y los sabores de la Zaragoza mudéjar.
Aquella ciudad era la capital de uno de los estados más importantes de Europa, la Corona de Aragón. Sus reyes se coronaban en la Seo y celebraban los festejos correspondientes en su fabuloso palacio de la Aljafería, ante nobles y embajadores llegados de media Europa a los que deslumbraban con las fascinantes construcciones hechas por los maestros de obras moros, a los que hoy llamamos mudéjares.
Imaginaos el itinerario de la coronación: la Seo, la plaza del Mercado (la mejor de la ciudad), el barrio de San Pablo (con su maravillosa iglesia mudéjar) y finalmente la Aljafería, donde los invitados se quedarían con la boca abierta ante los magníficos techos de madera, las yeserías… En sus países nunca habrían visto nada igual, porque lo que aquí pasaba, la mezcla, lo mudéjar… es un caso único de España. Aquellos mudéjares no sólo trabajaban para los reyes. Los arzobispos de Zaragoza, los nobles, las parroquias… todo el mundo estaba encantado con sus obras deslumbrantes. Zaragoza aún conserva muchas de ellas, algunas muy conocidas y otras casi ocultas aunque están ahí, ante los ojos de todos. Tres están declaradas por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad (la parte mudéjar de la Aljafería y de la Seo y la iglesia de San Pablo), pero hay muchas otras por todas partes.
¿Queréis viajar con nosotros a aquella Zaragoza? La ciudad en la que se sitúan leyendas como la del Trovador (que dio lugar a la ópera de Verdi) es también el lugar en el que, con más o menos problemas, conviven judíos, moros y cristianos. Cada uno en su barrio, cada uno con sus costumbres, sus palabras, sus fiestas… pero todos mezclándose más de lo que imaginamos, aún sin proponérselo a veces. Y a nosotros nos gusta la mezcla, lo mestizo, lo impuro, lo mudéjar. De ahí, de la mezcla, vienen muchísimas de nuestras palabras (¿y hay algún patrimonio más importante que el idioma que hablamos?), y también muchas de las cosas que comemos. Y por eso os proponemos un viaje en el que utilizaremos los cinco sentidos, porque oiremos historias, veremos las maravillas que hicieron los maestros de obras moros y sentiremos el olor, el sabor y la textura de la gastronomía de aquellas tres culturas.
¿Queréis saber el menú? Pues aquí lo tenéis:
- Un aperitivo cristiano – carpaccio de atún de almadraba con vinagreta de encurtidos
- Un primero árabe – ensalada de babaganouch con vinagreta de dátiles
- Un segundo judío – cordero asado lentamente con crujiente de almendra en salsa de miel y latkes de patata
- Un postre mudéjar – pestiños con ajonjolí, sirope de limón y helado de leche merengada
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